EMILIO MOLA VIDAL (Placetas, Villa Clara, Cuba, 1887 – Alcocero de Mola, (Burgos), 1937). Militar español, conocido por ser el primer director y organizador de la sublevación militar de 1936, que posteriormente dio origen a la Guerra Civil Española.
Emilio Mola nació en Cuba cuando todavía era colonia española dado que su padre era un capitán de la Guardia Civil destacado en la isla caribeña donde se había casado con una cubana.
Tras perder España la soberanía sobre la isla en 1898, la familia regresó a la península. El 28 de agosto de 1904, Mola ingresó en la Academia de Infantería de Toledo. Tras su formación y su graduación como teniente en 1907 fue destinado al Regimiento de Infantería Bailén, sirviendo posteriormente de forma destacada en la guerra colonial española de Marruecos, en el regimiento de Infantería de Melilla, donde fue condecorado con la la Medalla Militar Individual por la campaña de 1909 convirtiéndose en una figura militar relevante.
El 1 de agosto de 1911 fue destinado como oficial en las Fuerzas Regulares Indígenas, elaborando las operaciones militares en las operaciones de la llanura del Zaio. En mayo de 1912 fue herido en batalla en el muslo derecho, lo que le supuso su ascenso a Capitán por méritos de guerra. Posteriormente a su recuperación sanitaria fue destinado en el regimiento de Infantería Ceriñola, con el que volvería a Izhafen, Imarufen y Talusit, entrando también en combate en la zona de Tetuán, en la que conseguiría su segundo en este caso a Comandante por méritos de guerra.
En 1915 se encontraba al frente del batallón de cazadores Alba de Tormes en Barcelona. Una vez al frente del grupo de Regulares de Ceuta nº 3 tuvo participación en diversas batallas en octubre de 1919 y en 1920: Kudia Tahar, Wad Lau, Malalien, Wad Ras, Alcázar Seguer, Kobba d’Arsa y otras. Ascendido a teniente coronel en 1921 fue destinado al regimiento de Infantería Andalucía en Santander. Tres meses después, fue llamado a cubrir la vacante al frente de los regulares de Melilla, volviendo a participar en importantes operaciones militares, como la de Dar Accoba, gracias a la evacuación de la zona de Larache.
Ascendido por méritos de guerra a coronel alcanzó el mando del regimiento de Infantería de Melilla, con el que participaría en el desembarco de Alhucemas. En 1927, con cuarenta años, fue ascendido a general de brigada y se hizo cargo de la comandancia general de Larache. Mola fue también director general de Seguridad en 1930, un puesto de designio político donde sus ideas conservadoras le hicieron muy impopular entre la oposición socialista y republicana. Una de sus labores más relevantes en el cargo fue la reorganización orgánica del Cuerpo de Policía.
Tras la proclamación de la República, en abril de 1931, Mola fue encarcelado y separado del servicio activo. Después de la «Sanjurjada» en 1932, y a pesar de que no había tenido participación alguna, el Gobierno de Manuel Azaña le pasó a la segunda reserva. Es en esta época cuando tienen graves problemas económicos que se derivaron de la suspensión de sueldo y que le hizo vender juguetes y escribir en distintos medios para conseguir algo de dinero.
En 1934 fue amnistiado y regresó al ejército, colaborando en el Estado Mayor Central del Ejército con el general Francisco Franco. En agosto de 1935 fue nombrado general jefe de la Circunscripción Oriental de Marruecos, y a finales del mismo año Jefe Superior de las Fuerzas Militares de Marruecos vieviendo en la capital de la zona española del Protectorado marroquí que era por aquel entonces Tetúan.
Tras su llegada al poder, en febrero de 1936, el gobierno del Frente Popular trasladó a varios mandos militares para tratar de desmontar la conspiración militar en ciernes. Mola fue nombrado gobernador militar en Pamplona, por considerarse éste un lugar alejado de los centros de decisión donde permanecería según el gobierno al margen de los asuntos políticos.
Mola pronto se uniría al grupo de oficiales que planeaban un golpe para derribar a la II República. Así, el cambio de destino hizo que varios militares de alta graduación coincidieran en Madrid a primeros de marzo y celebraran una reunión en la que participaron los generales Francisco Franco y Emilio Mola, entre otros. Tras el fracaso de un intento de sublevación promovido en Madrid, a mediados de abril, por los generales Rodríguez del Barrio y Varela, Mola asumió a finales de ese mes la dirección de un movimiento militar orientado a derribar por la fuerza el gobierno del Frente Popular. Por mediación de Raimundo García García «Garcilaso», diputado y director del Diario de Navarra, los carlistas se pusieron en contacto con Mola en mayo, con los que mantuvo unas duras y tensas negociaciones. Los principales escollos fueron el régimen que surgiría después del golpe militar y la bandera que portarían los sublevados, ya que Mola tenía previsto portar la tricolor republicana, mientras que los carlistas exigían portar la bicolor monárquica.
Sobre el primer punto, los carlistas se negaban en redondo a aceptar una dictadura militar republicana propuesta por Mola en su circular del 5 de junio y pedían que el nuevo régimen se implicara con la doctrina tradicionalista y católica del carlismo, es decir, la supresión de todos los partidos políticos y el establecimiento de un gobierno no democrático, con Sanjurjo como presidente. A pesar de que el propio Mola sabía que la participación de los requetés navarros y vascos era imprescindible para que el alzamiento en Navarra triunfara, calificó de inadmisibles las peticiones de los carlistas en el informe reservado que envía el 1 de julio. En el mencionado documento el propio Mola decía que «El entusiasmo por la causa no ha llegado todavía al grado de exaltación necesario» y apuntaba que «está por ultimar el acuerdo con una muy importante fuerza nacional indispensable para la acción en ciertas provincias», lo que era una clara alusión los carlistas.
El propio general Sanjurjo, navarro y de origen carlista, desde su exilio portugués intentó mediar en la negociación entre Mola y los carlistas incluso enviándole una carta al general, el cual la rechazó, al considerarla falsa. La ruptura definitiva entre Mola y los carlistas se llevó a cabo el 9 de julio, después de un infructuoso intercambio de misivas entre el general y Manuel Fal Conde, líder de los carlistas. Este hecho conllevaría la cancelación del plan para la sublevación que se tenía previsto el día 12 en Pamplona. Mola envía una nota a Fal Conde en la que le decía: «Recurrimos a ustedes porque contamos únicamente con hombres uniformados que no pueden llamarse soldados. De haberlos tenido, nos habríamos desenvuelto solos». Cuando la situación estaba en un punto de no retorno, el anterior líder de los carlistas, pero jefe del carlismo navarro, el conde de Rodezno contactó con Mola y le recomendó negociar directamente con los requetés navarros, prescindiendo de la dirección nacional, los cuales estaban dispuestos a sublevarse ignorando las órdenes de Fal Conde, y así se lo hicieron saber el día 12 de Julio. El asesinato de Calvo Sotelo el día 13 precipita los acontecimientos y los carlistas aceptaron aplazar la discusión sobre el estatus del nuevo régimen, dejándolo en manos del general Sanjurjo.
El 16 de julio en el monasterio de Irache, se entrevistó con su superior el general Domingo Batet que le preguntó directamente si tenía algo que ver con la inminente sublevación e incluso llegó a pedirle su palabra de honor de que no participaría en la sublevación, que Mola efectivamente le dio diciéndole: «yo lo que le aseguro es que no me lanzo a ninguna aventura»… Batet, convencido de que Mola no se sublevaría, informó al Gobierno.
Fue Mola quien, bajo el pseudónimo de «Director», envió las instrucciones secretas a las unidades militares comprometidas en el levantamiento. Después de varios retrasos, se eligió el 18 de julio de 1936 como fecha para comenzar el golpe. A pesar del éxito de la rebelión en el protectorado de Marruecos y la declaración del estado de guerra en el Archipiélago Canario, Mola esperó hasta el 19 de julio para levantarse en Navarra, donde contaría con el decisivo apoyo de los carlistas.
Su planteamiento para iniciar el golpe de Estado, y una vez iniciado, queda reflejado en sus instrucciones reservadas. Así consta en la instrucción reservada nº 1, firmada por Mola en Madrid el 25 de mayo de 1936 que decía:
El 19 de julio de 1936, iniciado el golpe, decía también Mola:
En la noche del 18 al 19 de julio mantuvo una conversación telefónica con Diego Martínez Barrio (presidente del Gobierno por unas horas), en la que éste le pidió que se atuviera a la más estricta disciplina para evitar los horrores de una guerra que estaba comenzando a desencadenarse, incluso ofreciéndole el ministerio de Guerra en un gobierno de concentración militar. Mola no accedió argumentando que era demasiado tarde y no podía volverse atrás.
El golpe fracasó en su objetivo de controlar la mayor parte de España, pero la mayor parte del Ejército lo apoyó y la situación evolucionó rápidamente hacia una guerra civil. Tras la muerte de Sanjurjo en Portugal, en accidente aéreo, el 20 de julio, Francisco Franco fue nombrado jefe del Ejército de África y, el 1 de octubre, promovido por sus compañeros de la Junta de Defensa Nacional al cargo de Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos de Operaciones. Mola fue nombrado, a los pocos días del comienzo de la guerra, jefe del Ejército del Norte.
Murió el 3 de junio de 1937 cuando su avión se estrelló en la actual localidad de Alcocero de Mola (Burgos), durante un temporal regresando a Vitoria. Las muertes de Sanjurjo y Mola dejaron a Franco como el único líder indiscutible de los militares golpistas. Esto levantó rumores que apuntaban a Franco como instigador de las muertes de sus dos rivales, pero no se ha descubierto evidencia alguna al respecto.
En el apartado de curiosidades, destaca su afición por la fotografía. Era frecuente verlo con cámaras fotográficas capturando todo tipo de imágenes.
El poeta chileno Pablo Neruda dedicó al general unos de sus más feroces versos en su libro Residencia en la Tierra: se titula «Mola en los infiernos».
Monumento dedicado al General Emilio Mola. El monumento está planteado como una gran escalinata que asciende al cerro, flanqueada por diversas especies arbóreas, y culminada por una gran columna de 22 metros de altura. Desde este punto se disfrutan de amplias panorámicas de la zona, que presume de valiosos rodales de robles y quejigos. En la parte inferior, cinco arcos recuendan a los cinco ocupantes del aparato.
El monumento se levantó en tan sólo dos meses, entre abril y junio de 1939, con el trabajo de presos republicanos y vecinos de los pueblos aledaños, y fué inaugurado por el propio Franco. A los del pueblo de Alcocero les obligaron a aceptar, quisieran o no, con el apellido «de Mola» para la denominación de su pueblo.