MANUEL MACHADO, UN POETA QUE RECALÓ EN BURGOS: -Por Francisco Blanco-

o                                            

                                     «……..de mozo muy jaranero,

                                   muy galán y algo torero, de viejo gran rezador

El 11 de febrero de 1933 un nutrido grupo de intelectuales españoles creaba en Madrid la «Asociación de Amigos de la Unión Soviética», con el objetivo fundamental de fomentar el conocimiento sobre la realidad en la Unión Soviética, tan vituperada y manipulada desde la derecha conservadora española, dando a conocer, al mismo tiempo, las conquistas sociales llevadas a cabo en la URSS desde la revolución de octubre de 1917. Entre los firmantes del acta fundacional figuraban numerosas personalidades de las artes, las letras, las ciencias, el teatro, la medicina, la política, entre los que se encontraban los dos hermanos, Manuel y Antonio Machado.

La sangre republicana de los Machado corría por sus venas por lo menos desde los tiempos de su abuelo D. Antonio Machado Núñez, activo conspirador contra Doña Isabel II hasta su destitución, que siguió luchando después por la proclamación de la I República en 1873. La formación que recibieron en la Institución Libre de Enseñanza y su amistad con D. Francisco Giner de los Ríos o con D. Manuel Bartolomé Cossío, otro ilustre republicano y pedagogo, sirvieron para afianzar su talante liberal y progresista, que les lleva a mirar con simpatía personal e intelectual la doctrina socialista de un tipógrafo gallego llamado Pablo Iglesias, que acababa de fundar el Partido Socialista Obrero Español, sobre el que Manuel había dicho: «La voz de Pablo Iglesias tenía para mí el timbre inconfundible de la verdad humana»

De hecho, en 1918 Manuel había publicado un artículo en el diario madrileño «El Liberal», en el que se declara poeta antes que político, pero saliendo en defensa de los políticos socialistas: «…yo no soy socialista. Temo que un pobre poeta lírico no pueda ofrecer en el concierto general de la vida un producto fácilmente cotizable. Pero lo que no concibo es que no sea socialista un hombre de gobierno. Y mucho menos que hable del socialismo como un peligro un hombre de orden. Yo os digo, en fin-sin ninguna clase de paradoja-que, después de oír a los diputados socialistas, no son ellos los que me han parecido los subversivos ni los peligrosos………

En 1893 los dos hermanos, Manuel con 19 años y Antonio con 18, estrechamente ligados, además de los fraternos, por los lazos de la amistad y por sus comunes aficiones literarias, inician en Madrid una vida de bohemia, frecuentando las numerosas tertulias de la capital a las que acudían la gente de la farándula, el periodismo y los jóvenes escritores, o aspirantes a serlo, que trataban de darse a conocer en aquel abigarrado ambiente, siendo su lugar preferido la tertulia del céntrico «Café Fornos», situado en la calle Alcalá esquina Peligros. En este ambiente hicieron amistad con el joven poeta andaluz Enrique Paradas, que ya había publicado sus «Cantares» y que por entonces dirigía una revista satírica semanal titulada «La Caricatura», que se publicaba desde mayo de 1892, pero que en aquellos momentos se encontraba en plena fase de renovación de la nómina de sus colaboradores, algunos de ellos, como Miguel Sawa o Pedro Barrantes, antiguos conocidos de sus tiempos de la Institución Libre de Enseñanza y de la Residencia de Estudiantes.

El sevillano Miguel Sawa, hermano de Alejandro Sawa, que escribía en «ABC», «El País» y «El Heraldo de Madrid», era muy popular y querido en el mundo literario madrileño, en el que mantenía una buena relación de amistad con algunas de las figuras más consagradas y populares del momento, como Pío Baroja o Ramón del Valle Inclán, al que sirvió de testigo en el duelo que el belicoso escritor gallego mantuvo con el también escritor Manuel Bueno, quien, en una discusión literaria, le había asestado dos bastonazos que acabaron por provocarle la amputación de su brazo izquierdo. El duelo no se llegó a celebrar, debido al malparado estado físico en que se encontraba D. Ramón. A la muerte de Miguel, ocurrida en 1910, Manuel Machado le dedicó el siguiente epitafio:

«Un ademán caballeresco,

un corazón bueno y valiente,

con un talante quijotesco

y una gran fantasía ardiente».

Por su parte, el leonés Pedro Barrantes, que ya había publicado su «Delirium tremens», era muy conocido igualmente en los círculos literarios madrileños, especialmente por su desordenada vida de bohemio descreído, anticlerical y antimonárquico, cuyos artículos contra la Iglesia y la religión publicados en la revista «Las Dominicales del Libre Pensamiento», que dirigía el burgalés Ramón Chíes, le costaron varias visitas a la cárcel, en las que fue objeto de duras torturas. En una de estas estancias carcelarias escribió unos desabridos versos que luego leyó en las tertulias madrileñas:

«Soy el terrible Muñoz,

el asesino feroz

que nunca se encuentra inerme

y soy capaz de comerme

cadáveres con arroz».

Al escucharlos D. Pío Baroja, que había vivido varios años en Valencia, haciendo gala de su habitual ironía le respondió:

«Esto no tiene nada de particular, es como comerse una paella, porque los cadáveres con arroz es lo que constituye la paella».

Pero lo más sorprendente que les ocurrió a los hermanos Machado en estos sus primeros escarceos literarios, fue que en este proyecto de relanzamiento de la revista «La Caricatura» estaba también implicado un viejo amigo de la familia, nada menos que el gaditano D. Eduardo Benot, ilustre republicano, amigo y compañero de su abuelo D. Antonio Machado Núñez, con el que había compartido militancia en el Partido Republicano y tomado parte activa en la Vicalvarada de 1854 y posteriormente en la Revolución de 1868, que destronó a Isabel II. Benot se convirtió en un estrecho colaborador de Pí y Margall, con el que fue Ministro de Fomento durante su corta etapa como Presidente de la I República Española de 1873. Después del golpe de Pavía, que acabó con los sueños republicanos de muchos españoles, Benot se exiló a Lisboa, donde fundó y dirigió el periódico «La Europa». De regreso a Madrid continúa colaborando en diversos periódicos y revistas, al tiempo que desarrolla una intensa actividad literaria que le abre las puertas de la Real Academia de la Lengua, en la que ingresa el 14 de abril de 1887. Después de unos años dedicados a sus trabajos científicos y literarios, en 1893 decide volver al primer plano de la vida pública, tanto en el ámbito periodístico como el político, pues ese mismo año vuelve a ser elegido diputado por Madrid. En 1901, a la muerte de Pí y Margall, fue nombrado Presidente del Partido Republicano Federal (1).

La presencia de Benot en la dirección de «La Caricatura» abre las puertas de su redacción a los Machado, cuyos nombres empiezan a aparecer entre los nuevos colaboradores a partir del número 51 de la revista, que salió a la calle el día 9 de julio de 1893.

Los artículos de los Machado van apareciendo prácticamente en todos los números de la revista hasta el 69, que fue el último que salió a la calle, publicado el 12 de noviembre de 1893. En esta primera aventura literaria y periodística de los dos hermanos, Manuel firma sus trabajos con el seudónimo de «Polilla» y Antonio como «Cabellera», ambos evocadores de personajes del teatro clásico español del Siglo de Oro. Pero también, para la sección La Semana, aportan trabajos realizados conjuntamente, que firman con el rimbombante apodo de «Tablante de Ricamonte». El contenido de sus artículos era sobre todo de carácter satírico y humorístico, relacionados con la actualidad política y cultural de la sociedad madrileña y española; también aparecen poesías y algunas críticas teatrales y literarias, en las que expresan su preocupación por lo decadente del actual teatro español.

Para Manuel Machado la colaboración con Enrique Paradas continúa después de la desaparición de «La Caricatura», dando como resultado la publicación de dos libros de poemas, con composiciones de ambos: «Tristes y alegres» (1894) y «Etcétera» (1895), en los que se pone de manifiesto la afición que por la copla y el folklore popular sentían los dos jóvenes poetas.

París, la capital por entonces de la cultura europea, atrae a Manuel como la flor a la mariposa y para allí se va en 1899, con su inseparable hermano Antonio, para continuar con su vida de bohemios, esta vez entre poetas parnasianos, simbolistas y modernistas, leyendo a Verlaine y también a Rubén Darío…………Antonio regresa antes a Madrid, pero Manuel se queda en París a ver nacer el nuevo siglo, que tantos buenos auspicios anuncia. A su regreso a Madrid, en 1901, lleva en su maleta su primera obra poética «Alma», que a juicio de algunos es también la mejor; en ella plasma Manuel todas sus vivencias parisinas. Saldría a la imprenta en 1902.

«Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron

-soy de la raza mora, vieja amiga del sol-,

que todo lo ganaron y todo lo perdieron.

Tengo el alma de nardo del árabe español».

(fragmento de Alma)

En 1909, en un viaje que hace a Barcelona, conoce a Ferrer Guardia (2), un republicano catalán, discípulo de Pí y Margall y amigo de Ruiz Zorrilla, del que fue secretario personal durante su primer exilio en Paris. Militó en el Partido Republicano Federal y en 1901 había fundado la «Escuela Moderna», un intento de poner en marcha un proyecto educativo de pedagogía libertaria, basado en la coeducación. La casualidad quiso que su estancia en Barcelona coincidiera con el estallido de la tristemente famosa «Semana Trágica», por lo que se apresura en embarcarse rumbo a Marsella, temeroso de verse implicado por su relación con Ferrer Guardia, que se convirtió en la víctima propiciatoria de aquella trágica algarada.

En 1910 Manuel se casa con una antigua novia sevillana, su prima Eulalia Cáceres Sierra, una mujer muy devota y ferviente católica practicante; el matrimonio se instala en la calle Churruca nº 15 de Madrid y él comienza a escribir en el «El Liberal». Su hermano Antonio anda impartiendo clases de francés por diferentes capitales de provincia, hasta acabar en Segovia, muy cercana a la capital, por lo que se ven con frecuencia y siguen desarrollando conjuntamente tareas literarias, entre las que sobresale la obra teatral «Julianillo Varcárcel», estrenada en 1927.

Durante estos años, tal vez debido al influjo de su piadosa esposa, de la que parece estaba muy enamorado, la vida de Manuel se serena, abandona la vida bohemia y deja de frecuentar los cafés, colmados y «tablaos» madrileños, a los que tantas horas de disipación había dedicado, entre coplas y copas de manzanilla, que tan bien supo él mismo expresar:

«Vino, sentimiento, guitarra y poesía

hacen los cantares de la patria mía.

                                                                Cantares

Quien dice cantares dice Andalucía»

Su actividad se centra ahora en sus funciones de Archivero y Bibliotecario de la Biblioteca Municipal de Madrid y también de la Nacional, pero sin abandonar sus aficiones literarias ni las colaboraciones en obras teatrales con su hermano Antonio. En mayo de 1936 publica «Phoenix», un nuevo libro de poemas: «Así quedó, en el alma, de una lejana tarde el recuerdo……», comienzan así unos versos en los que el poeta expresa la melancolía que le producen los recuerdos de su vida pasada.

La proclamación de la II República en abril de 1931 produjo una explosión de alegría y esperanza en una gran parte de la sociedad española, pero quedó una minoría que no vio con buenos ojos los cambios que se avecinaban y que estaba dispuesta a impedir que se produjeran por cualquier medio y a cualquier precio. Poco a poco España se convulsiona y se pasa de la esperanza a la desconfianza y el miedo, hasta acabar en la violencia.

Los hermanos Machado, fieles a sus principios, se mantienen leales a la República, a la que apoyan y defienden desde sus respectivos puestos, considerándola «la forma más racional de gobierno y por ende la específicamente humana». A los pocos días de su proclamación, el 26 de abril, Manuel lee en el Ateneo madrileño su propuesta de letra para el nuevo himno nacional, que debía sustituir al de Riego, adoptado provisionalmente, cuya música había compuesto el maestro alicantino Oscar Esplá, que finalmente, no sé si por fortuna, no llegó a prosperar; desde luego contó con la oposición frontal de D. Pío Baroja:

«Es el sol de una mañana

de gloria y vida, paz y amor.

Libertad florece y grana

en el milagro de su ardor.

¡Libertad!

España brilla a tu fulgor,

como una rosa de Verdad»

El activismo político de los dos hermanos a favor de la República les lleva a participar en numerosos mítines junto con otros destacados republicanos, así como a publicar diferentes artículos defendiendo la legalidad de la República, avisando, al mismo tiempo, del peligro que representaba el fascismo vociferante y desaforado, que se había apoderado de las calles de Madrid.

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En el mes de abril de 1934 el «Heraldo de Madrid» publica un Manifiesto titulado «Contra el terror nazi», encabezado por Antonio y Manuel Machado, entre cuya lista de firmantes se encuentran Alejandro Casona, la burgalesa Mª Teresa León y su marido Rafael Alberti, los Baroja, María Martínez Sierra, Ramón J. Sender, Rosario del Olmo y otros.

En julio de 1936 el ambiente que se respiraba en España estaba tan cargado de odio y violencia, que casi todo el mundo presentía el estallido de un enfrentamiento armado que decidiera el destino de España; la República estaba en peligro y sus poderosos enemigos estaban dispuestos a rematarla.

A pesar de este clima tan amenazador, Manuel y su mujer Eulalia decidieron viajar a Burgos, como ya habían hecho en años anteriores por las mismas fechas, para celebrar la Virgen del Carmen en compañía de sor Carmen, la hermana de Eulalia, religiosa del convento de las Esclavas del Sagrado Corazón de la capital castellana. Aquel alejamiento temporal de su familia, que se quedó tranquilamente en Madrid, una guerra entre hermanos la iba a convertir en una separación definitiva, Manuel no volvería a ver con vida ni a su madre ni a su querido hermano Antonio.

El 18 de julio España se partió en dos; un grupo de generales, apoyados por la Iglesia y por la derecha más reaccionaria, se rebelaron contra la República con la clara intención de hacerla desaparecer. En las principales ciudades la rebelión fracasó, con la excepción de Sevilla, la patria chica de los Machado, pero en muchas capitales de provincia los militares fascistas, con la ayuda de la Guardia Civil y grupos civiles militarizados, entre los que destacaban los falangistas, los jonsistas, los cedistas de Acción Popular, los requetés y los legionarios del Doctor Albiñana, a los que se entregaron armas y municiones, se hicieron rápida y fácilmente con el control del orden público y de la situación política.

Burgos fue una de estas últimas, ya durante el día los rumores de que algo muy gordo se estaba cociendo no dejaron de circular por la ciudad, se hablaba de un general y varios oficiales detenidos (3) y de que la tropa estaba acuartelada y preparada para salir a la calle en cualquier momento; las calles, a medida que pasaban las horas se iban quedando desiertas. Aquella noche pocos fueron los burgaleses que se metieron en la cama con la sana intención de dormir, aunque el silencio se apoderó muy pronto de las calles y los balcones, ventanas y miradores, sumidos en la oscuridad, aparecían cerrados herméticamente a pesar del calor sofocante de aquella noche de julio, pero se podía adivinar el latir de muchos corazones, agazapados detrás de persianas y celosías, angustiados y expectantes ante lo inminente de los acontecimientos. Eran poco más de las dos de la madrugada cuando, por las principales calles de Burgos, el estruendo sustituyó al silencio; de los cuarteles de la calle de Vitoria empezaron a salir soldados en formación, con el mosquetón al hombro, dirigidos por oficiales con la espada desenvainada, que les gritaban: ¡Soldados, viva España! ¡Escuadrón, paso ligero! Una banda militar les daba escolta, tocando sones marciales. La rebelión había explotado, las tropas rebeldes se fueron apoderando de los sitios más estratégicos de la ciudad, al tiempo que las calles se volvían a llenar, esta vez de exaltados burgaleses que aplaudían a los soldados, al tiempo que lanzaban gritos de ¡Viva el Ejército! ¡Viva España! ¡Muera Azaña!. Durante todo el día 19, después de declarado el estado de guerra, todos los centros oficiales de la ciudad fueron ocupados por los nuevos dueños, asumiendo momentáneamente el control el general Dávila, que había sido la cabeza visible de la trama conspirativa en la ciudad y que se encontraba en situación de reserva desde la reforma de Azaña, motivo por el cual se vino a vivir a Burgos, pues estaba casado con la burgalesa Mª Teresa Jalón.

Las legítimas autoridades republicanas tuvieron que huir, o fueron detenidas o asesinadas, las fuerzas paramilitares, que habían apoyado al ejército en su golpe militar, se hicieron las dueñas absolutas de la ciudad, comenzando una dura represión contra cualquier elemento sospechoso de rojo, republicano o simplemente simpatizante del Frente Popular, que había sido el ganador de las últimas elecciones del mes de febrero.

Los días siguientes al 19 fueron de incertidumbre, pues se esperaba la llegada desde Estoril del general Sanjurjo, cabecilla de la trama militar de los rebeldes, pero esta no se produjo, pues la avioneta que le tenía que transportar hasta el aeropuerto de Gamonal, pilotada por el capitán Ansaldo, se estrelló a poco de despegar y el general murió carbonizado. En su lugar, el día 21 apareció el general Mola, conocido como «el Director», acompañado de un nutrido séquito, que fue recibido multitudinariamente por la población burgalesa, que le jaleó con entusiasmo. El día 22 Mola anunció la creación de la Junta de Defensa Nacional, presidida por el veterano general Cabanellas, que llegaría a Burgos al día siguiente.

El matrimonio Machado, que se hospedaba en la Fonda Filomena de la calle Aparicio y Ruiz, lugar muy frecuentado por artistas y toreros, intentó escapar de aquel estado de cosas cogiendo un autobús para Madrid, pero no fue posible, todas las comunicaciones con la capital estaban totalmente bloqueadas, de forma que no les quedó otra opción que permanecer en la Fonda Filomena, a la espera de los siguientes acontecimientos, que no auspiciaban nada bueno para la pareja, dados los antecedentes republicanos de Manuel.

La presencia de Manuel Machado en Burgos no había pasado desapercibida para las nuevas autoridades burgalesas, que le mantuvieron bajo vigilancia hasta que el día 29 de setiembre fue detenido por la policía y encarcelado. La estancia de Manuel en la cárcel, en contra de lo que sus poco recomendables antecedentes hacían presagiar, fue extremadamente corta, pues el día 1 de octubre era puesto en libertad. ¿Qué había ocurrido?, ¿cómo, un reconocido y activo republicano, pudo salir ileso de la dura persecución política que se había desatado a raíz del levantamiento militar de julio?. No se sabe con certeza, pero todo hace suponer que la comunidad religiosa a la que pertenecía su cuñada Sor Carmen movieron en su favor los hilos de sus influencias, consiguiendo que voces importantes del nacionalismo español se alzaran en defensa del poeta republicano.

A partir de aquí, el transformismo ideológico y religioso experimentado por el poeta parece, más bien, cosa de magia. Manuel, no solo fue puesto en libertad sin ningún tipo de cargo, sino que a los pocos días entró a trabajar como corrector de pruebas en el ultra conservador diario burgalés «El Castellano».

El P. Linares, uno de sus más favorables biógrafos, lo explica de la siguiente manera: «Aquella convulsión revolvió primero el espíritu de aquel hombre de paz y, con un cansancio incontenible por todo lo terreno, se dirigió a Dios». Efectivamente, su integración en el catolicismo oficial imperante en la capital burgalesa fue tan completo que, para encauzar su nueva y desbordada religiosidad, se buscó un director espiritual en la persona del jesuita P. Zameza, manteniendo, además, una intensa relación teológica con los P.P. Leturia y Oráa, pertenecientes igualmente a la Compañía de Jesús.

Su integración ideológica en el bando vencedor se cerró unas semanas después con su afiliación a Falange Española, poniendo su numen literario a disposición del Partido Único y ensalzando a su líder en su composición «Corona de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera», también participa en proyectos propagandísticos para elevar el espíritu patriótico de los combatientes, como «Los versos del combatiente». Algunos de sus versos haciendo apología del Nuevo Régimen los lee él mismo en Radio Castilla de Burgos y también se publican en el «ABC» sevillano. Todo va tan bien que, el 5 de enero de 1938, como si de un regalo de Reyes se tratara, es nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua Española. El discurso de ingreso, que es una recopilación de su propia obra, lo pronuncia el 19 de febrero en el Palacio de San Telmo de San Sebastián.

¡Quién lo iba a decir! A partir de este nombramiento pasa a compartir con D. José María Pemán, la titularidad como poetas oficiales del Nuevo Régimen, al que pronto se le añadiría el calificativo de Glorioso Movimiento Nacional.

Desde principios del año 1939 dio comienzo el exilio de miles de republicanos, perdida la esperanza de aquella España nueva que soñaron, temerosos ahora de convertirse en víctimas de los verdugos de la República. Entre ellos se encontraban Antonio Machado y su familia: su octogenaria madre Ana Ruiz, su hermano José y su cuñada Matea. Pudieron llegar hasta Colliure, pero allí se terminó la travesía, primero, el 22 de febrero, fallece el poeta Antonio, cansado y enfermo, poco después, el día 25, su madre, Ana Ruiz, vieja y agotada. Los dos reposan juntos en el cementerio municipal de la costera localidad francesa.

La noticia de la muerte de D. Antonio Machado fue tratada con bastante irregularidad por la prensa de la época, tanto española como extranjera, por lo cual es posible que a su hermano Manuel le llegase imprecisa. Finalmente, Eulalia y Manuel viajaron hasta Colliure en coche oficial, pero cuando llegaron se enteraron de que tras la muerte de Antonio había fallecido su madre y ambos reposaban en la misma tumba del cementerio. Su reencuentro con su hermano José y su cuñada Matea Monedero estuvo presidido por la frialdad y los reproches; la visita ha terminado, Manuel y Eulalia emprenden el regreso a Burgos y ya no se volverían a ver nunca más. José y Matea tampoco tardaron mucho en abandonar el exilio francés, cada vez más inseguro, y marchar a Santiago de Chile, donde se encontrarían con sus tres hijas, Eulalia, ahijada de sus tíos Eulalia y Manuel; María y Carmen, y también con su hermano soltero Joaquín, de todos ellos tan solo las tres hermanas regresaron con el tiempo a Madrid.

De nuevo en Burgos, Manuel siguió con sus tareas propagandísticas y de exaltación de las figuras de los nuevos hombres fuertes, especialmente la del nuevo Caudillo, al que dedicó el siguiente soneto laudatorio:

FRANCISCO FRANCO

Caudillo de la nueva Reconquista,

Señor de España, que en su fe renace,

sabe vencer y sonreir, y hace

campo de paz la tierra que conquista.

Sabe vencer y sonreir. Su ingenio

militar campa en la guerrera gloria

seguro y firme. Y para hacer Historia

Dios quiso darte mucho más: el genio.

Inspira fe y amor. Doquiera llega

el prestigio triunfal que lo acompaña,

mientras la Patria ante su impulso crece,

para un mañana, que el ayer no niega,

para una España más y más España,

¡la sonrisa de Franco resplandece!

Con la guerra finalizada y la República derrotada, el matrimonio regresa a Madrid, donde Manuel ocupa su sillón de Académico de la Española, así como su antiguo cargo de director de la Biblioteca Municipal. También reanuda su actividad literaria, publicando en 1943 un nuevo libro de poesías, «Cadencias de Cadencias», una especie de claudicación de su antiguo modernismo, sencillo pero sonoro, y su aceptación, más bien sumisa, del nuevo clasicismo arcaico, impuesto como cultura oficial del Régimen que se acababa de implantar en España:

Torpe dolor, que ni siquiera llora,

luz que no brilla, fuego que no arde…

De inútil experiencia haciendo alarde,

tiembla el mañana y el ayer deplora.

La vejez, que ni espera ni confía,

ajena del valor y la vehemencia,

bajo sus canas neciamente grave….

La vejez, la vejez penosa y fría,

que, perdido el Amor no halló la ciencia…..

¡La vejez que no puede y que no sabe!

(fragmento de «Cadencias de Cadencias)

Poco antes de morir sale a la luz su obra póstuma, «Horario, poemas religiosos» en la que aparecen algunos poemas de su primera época, junto con otros de carácter puramente religioso, fruto de la crisis de religiosidad que le acometió durante su estancia en Burgos, consecuencia de la influencia que sobre él ejerció su mujer y la de algunos sacerdotes burgaleses con los que se había relacionado durante sus tres años de estancia en la capital burgalesa, alguno también profesionalmente, como el erudito escritor y poeta D. Bonifacio Zamora.

Manuel Machado falleció en Madrid, el 19 de enero de 1947. Fue enterrado en el cementerio de la Almudena y la comitiva fúnebre, en un día desapacible de lluvia, viento y frío, salió del edificio de la Real Academia de la Lengua y estuvo presidida por su Presidente, D. José María Pemán, y por D. José Ibáñez Martín, ministro de Educación Nacional y conde de Marín.

Poco después de la muerte del poeta, su esposa Eulalia decidió adoptar la vida religiosa, por la que siempre sintió gran vocación, ingresando en la congregación religiosa de las Hermanas Siervas de Jesús, del Cottolengo del padre Alegre de Barcelona (4), dedicada al cuidado de niños pobres y enfermos.

Antes de comenzar su nueva vida dedicada a la caridad y la oración, en marzo de 1948, tal vez siguiendo los consejos de su buen amigo, el sacerdote y escritor burgalés D. Bonifacio Zamora Usabel, Eulalia hace voluntaria y desinteresada donación conjunta de la biblioteca de su difunto esposo a la Diputación Provincial de Burgos y a la Institución «Fernán González», donde se encuentran actualmente.

La valiosa donación la integraban 1.625 volúmenes y otros objetos valiosos, entre los que se encontraban la mascarilla de Manuel, el busto que el escultor Emiliano Barral le había hecho a Antonio, durante su etapa como profesor en el Instituto de Segovia y algunos cuadros de diferentes pintores, destacando uno de Julio Romero de Torres.

Eulalia Cáceres falleció en Barcelona, el año 1973, cuando contaba 93 años de edad.

NOTAS

Eduardo Benot Rodríguez, (Cádiz 1822- Madrid 1907) fue uno de los más ilustres miembros de la Generación de 1868, figura destacada en actividades tan dispares como la Política, en la que llegó a ser Ministro de Fomento durante la I República, además de Diputado, Senador y Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, siempre dentro del Partido Republicano Federal, del que llegó a ser presidente a la muerte de Pí y Margall, con el que le unió una gran amistad. Como periodista también desarrolló una extraordinaria labor como fundador, director o colaborador de numerosa publicaciones, tales como «El Defensor del Pueblo», periódico gaditano donde dio sus primeros pasos; «La Discusión», «La Alborada», «La Vanguardia de Madrid», «La Ilustración Artística», «El Gato Negro», «La Igualdad», «La Europea», «La República Ibérica» o «La Revista Contemporánea». También desarrolló una ingente labor literaria, en la que destacan sus estudios sobre Cervantes y el Quijote y sobre la obra del dramaturgo inglés Williams Shakespeare. En 1887 fue nombrado miembro de número de la Real Academia de la Lengua. En el catálogo de la Biblioteca Nacional están registradas más de 60 obras de este prolífico e ilustre gaditano.

Francisco Ferrer Guardia fue injustamente acusado de ser el instigador de los sucesos de la Semana Trágica barcelonesa. Detenido y sometido a un juicio sumarísimo, lleno de irregularidades, fue condenado a muerte y fusilado el 13 de octubre de 1909 en el castillo de Montjuich.

Se trataba del general Batet, jefe de la VI División Orgánica; el coronel José Aizpuru y el comandante Antonio Algar. Batet fue fusilado el 18 de febrero de 1937 por orden expresa de Franco.

El Cottolengo del Padre Alegre´de Barcelona era una institución de caridad dedicada al cuidado de niños pobres y enfermos, la había iniciado el jesuita catalán P. Jacinto Alegre, discípulo de San José Benito Cottolengo.

Paco Blanco, Barcelona, noviembre 2014

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