Hacia el siglo I de nuestra era los vascones establecidos en la Península Ibérica ocupaban un territorio que se extendía desde el curso alto del Ebro, hasta la vertiente central de los Pirineos, por territorios de las actuales provincias de Guipúzcoa, Vizcaya, Álava, La Rioja, Navarra y hasta de Aragón, alcanzando un alto nivel de prosperidad, especialmente en las feraces tierras llanas de la ribera del Ebro, aunque también se instalaron por las regiones montañosas del norte, conocidas como “Saltus Vasconum”, en las que vivían más dispersos, conservando su independencia, su lengua y sus costumbres autóctonas. Por vecinos tenían a los várdulos, los caristios, los verones y los aquitanos. Los romanos los conocían como “Gens Vasconium”.
Con la descomposición del Imperio romano llegaron las invasiones de los pueblos germánicos, y con ellas la estabilidad política y económica se rompió, produciéndose numerosos enfrentamientos y escisiones de territorios que se fueron convirtiendo en entidades feudales, al mando del correspondiente señor feudal.
A principios del siglo VIII se produjo la invasión musulmana que acabó con la España visigoda, a excepción de Asturias, Cantabria y el resto de la costa vascona, o sea: Vizcaya y Guipúzcoa. Desde el recién creado reino de Asturias se da comienzo a la repoblación de los terrenos colindantes, que habían sido arrasados y abandonados por los árabes, que se establecieron en al-Andalus, dependiente del Califato Omeya, hasta que en el año 756 se convirtió en el Emirato de Córdoba, para finalmente, en el año 929, pasar a ser el Califato de Córdoba.
Las expediciones de castigo, que salían desde Córdoba hacia tierras cristianas en busca de botín, fueron muy numerosas durante los primeros años, llegando a invadir y saquear las tierras de La Rioja, Álava y el noroeste del condado de Castilla. Navarra, que estaba dominada por la poderosa familia muladí de los Banu Casi o Hijos de Casio (1), con la que los árabes parecían tener un pacto de no agresión, fue siempre respetada por estos ataques árabes.
A finales del año 866 Alfonso III es coronado solemnemente como rey de Asturias y de Galicia. Casi inmediatamente, el rey asturiano tuvo que enfrentarse a una rebelión de los vizcaínos y los alaveses, encabezada por el legendario Señor de Vizcaya Jaun Zuría (en castellano Don Blanco), que vencieron a los asturianos, encabezados por el infante Ordoño, hijo del rey astur, en la legendaria batalla de Padura, obligándoles a huir precipitadamente. Esta batalla, legendaria para muchos historiadores, se produjo en los límites de Álava con Vizcaya, dentro del concejo presidido por el “Árbol Malato”, supuestamente el árbol que aparece en el escudo de Vizcaya. Los vencedores también dejaron una espada clavada en el lugar para recordar la victoria.
Esta batalla de Padura, que pasó a llamarse de Arrigorriaga, en vasco piedras bermejas, fue extremadamente cruda y cruenta, produciéndose numerosas bajas por los dos bandos, incluido el infante Ordoño, hijo del rey asturiano.
Pero según la “Crónica Albeldense”, Alfonso III tuvo que hacer frente a dos rebeliones de los vascones, la segunda tuvo lugar en torno al año 870 y estuvo encabezada por Elyón, que se había nombrado a sí mismo conde de Álava. Pero Elyón fue derrotado, hecho prisionero y trasladado a Oviedo, acabando sus días en prisión. En esta ocasión las tropas vencedoras estaban dirigidas por Rodrigo, primer Conde de Castilla, que como recompensa fue nombrado también primer Conde de Álava.
Durante su mandato, el conde Rodrigo repobló muchos territorios del norte del condado de Castilla y de la ribera alta del Ebro. A su muerte le sucederá su hijo, Diego Rodríguez Porcelos, como conde de Castilla, mientras que Vela Jiménez se convertiría en el segundo conde de Álava, dependiendo ambos política y administrativamente del reino de León. En el año 931 el conde de Castilla Fernán González logra reunir en su persona, con carácter hereditario, los condados de Álava,Cerezo, Lantaron, Lara y Burgos. Esta unificación permitió construir el gran Condado de Castilla, que acabaría independizándose de León y convertirse en el Reino de Castilla. El último conde de Castilla y Álava fue el biznieto de Fernán González, conde García Sánchez, que murió asesinado en León cuando estaba a punto de casarse con la hija del rey leonés. Su cuñado, el rey navarro Sancho Garcés III, que le acompañaba a la boda, no desaprovechó la ocasión para apoderarse de una buena parte de condado de Castilla, incluyendo lo que había sido el condado de Álava, que estuvo alternativamente en poder de navarros y castellanos, hasta que en al año 1200 se produce la unificación y el antiguo territorio del Condado de Castilla se incorpora definitivamente al reino de Castilla.
Vizcaya permaneció bajo la influencia del reino de León hasta que en el año 1029, tras el asesinato en León del joven conde de Castilla, García Sánchez I y la anexión por parte de su cuñado, el rey de Pamplona Sancho III, de buena parte del condado de Castilla, Vizcaya queda bajo la influencia del Reino de Pamplona, pero al igual que ocurriera en Álava, con los enfrentamientos entre castellanos y navarros, esta influencia cambiaba en función de que el resultado militar de estos enfrentamientos fuera favorable a navarros o castellanos.
En el año 1040 Íñigo López Ezquerra, que gobernaba parte de Vizcaya, se alía con el rey castellano Alfonso VI y se convierte en el primer Señor de Vizcaya con carácter vitalicio y hereditario, aunque los documentos históricos sobre la autenticidad de estos hechos son más que discutibles y puestos en cuestión por muchos historiadores.
Las relaciones históricas entre Vizcaya y los reinos de Asturias y León acabaron por convertirse en unas tradiciones populares, que a su vez se fueron trasmitiendo de padres a hijos, dando origen a numerosas leyendas.
Para encontrar documentación fiable sobre el Señorío de Vizcaya hay que dar un salto en la Historia, nada menos que hasta mediados del siglo XIV, gracias a la obra del poeta e historiador portugués, el infante Pedro Alfonso de Portugal, conde de Barcelos e hijo bastardo del rey Dionisio I de Portugal. Este noble portugués es autor de la obra “Crónica General de España de 1344”, cuyo texto fue utilizado posteriormente por el rey español Alfonso X el Sabio, para escribir su “Estoria de Españña”.
Este historiador portugués, Pedro Alfonso de Portugal, que estuvo residiendo varios años en Castilla como huésped de la poderosa familia de los López de Haro, describe los orígenes de Vizcaya de la siguiente manera:
“Biscaya fue Señorio aparte antes que huviesen Reyes de Castilla i después estuvo sin Señor. Avia en Asturias el conde don Moniño, que vexando a aquella tierra le obligó a pagarle cada año una vaca, un buey i un cavallo blancos. Poco después deste acuerdo llegó allí, una nave, en que venía un hombre bueno, hermano del rey de Inglaterra, expulso de allá; y se llamava From: traía consigo a Fortun Froes su hijo. Supo de aquella gente la contienda con el conde don Moniño; dixoles quien era, i que si le aceptasen por señor los defendería. Hizieronlo ellos así i estando ya en posesión del Estado, llegó el tiempo de pagar al conde don Moniño el tributo, que él embio a pedir. Respondiole From, que viniese él a pedirlo. Juntó sus gentes el conde, i From con sus Biscainos le salió al encuentro cerca de la aldea de Vusturia, adonde el Conde quedó vencido, i muerto, con gran parte de su exercito. Por la mucha sangre que se derramó por allí, se dio al campo el nombre de Arrigurriaga, que en Vascuence quiere decir piedras bermejas. Muerto don From quedó su hijo don Fortun Froes señor de Biscaya…”
De este texto se deduce que Vizcaya no había pagado sus correspondientes tributos al reino asturiano, causa de la rebelión dirigida por el caballero inglés From, que se erigió en el primer Señor de Vizcaya, sucediéndole su hijo Fortún Froes.
Pero, ya a mediados el siglo XV, un noble vizcaíno, Lope García de Salazar (2), en su obra “Crónica de las Siete Casas de Vizcaya y Castilla”, nos ofrece otra versión un poco más extensa del origen del Señorío de Vizcaya:
“Una hija legítima del rey de Escocia arribó en Mundaca unas naos y vinieron con ella muchos omes y mugeres y, quando llegaron á la concha de fuera, avía tormenta, que quisieron posar allí y bieron al agua que descendia de Guernica turbia, que venía crescida y dixeron aca munda ca. Heran todos gramaticos, que en gramatica dizen por agua limpia aca munda, y fueron al rrio arriba y posaron dentro donde ahora es poblada Mundaca y por esto le llamaron Mundaca: y aqui se dize que esta donzella se preñó y que nunca quiso dezir de quien hera preñada y que la dexó en destierro del rreino de su padre, y que la dexaron allí en Mundaca aquellas gentes que con ella vinieron y que se tornaron para Escocia con sus naos sino algunos que quedaron allí con ella.
Y por otra manera dize la historia que cuando el de Escocia, padre de esta donzella, murió, que fincó un su hijo por rrey y que esta su hermana no quiso quedar en el rreino, y que tomó aquellas naos y gentes con todo algo que pudo aver y arribó allí en Mundaca, como dicho es, y que las naos y gentes, con algunos de las compañas, que se tornaron para Escocia, y la infanta con los más se quedó allí y que hizieron allí su puebla y que, estando allí, que durmió con ella en sueños un diablo que llaman en Bizcaya Culebro, Señor de Casa, y que la empreñó y destas dos cosas no se sabe qual dellas fué más cierta; pero como quiera que fué, la infanta fué preñada y parió un hijo, que fué ome mucho hermoso y de buen cuerpo y llamáronle Don Zurián, que quiere dezir en castellano Don Blanco.
En aquel tiempo no hera Bizcaya cinco merindades como es agora, ca estonces la Encartación y Somorrostro y Baracaldo del rreino de León heran y Durango estonces Señorío sobre sí, y hera Señor della Don Sancho Astegures, y después la ganó Don Íñigo Esquerra, Señor de Bizcaya, ca trucó otra tierra con el rrey de León en Asturias é juntóla con el Señorío de Bizcaya con aquellas franquezas é libertades que Bizcaya avía; y en esta sazón se alzó Castilla Vieja contra los rreyes de León; porque les mató á los Condes á sus Señores y el rrey de León guerreava mucho con Biscaya, porque hera de Castilla, y haziales mucho daño á ellos á él también y, tanto ovo de ser, que un hijo del rrey de León entro á correr á Bizcaya y llegó hasta Vaquio, haciendo mucho daño en la tierra, é juntáronse las cinco merindades y ovieron consejo que le diesen batalla y el hijo del rrey de León respondióles que les no daría batalla á ellos ni á otro ninguno que no fuese rrey ó hijo de rrey ó de la sangre real, y sobre esto ovieron su consejo é, pues Don Zurián hera nieto del rrey de Escocia, que fuesen por él é le tomarían por Capitán y diesen con él la batalla, para en Arrigorryaga, que se llamava estonces Padura, y bino allí en ayuda de los biscaynos Don Sancho de Stegures, Señor de Durango y obieron allí su pelea, mucho porfiada y recia, y fué allí vencido y muerto el yjo del rrey de León y muchos de los suyos yacen enterrados en Arrigorriaga, que quiere decir en castellano peña bermexa Ensangrentada; y fueron en alcance asta el árbol gafo de Luyando, y, porque non pasaron adelante en el alcance, le llamaron el árbol gafo; y con la gran alegría que ovieron y porque el dicho Don Zuria provó mucho bien por sus manos, tomáronlo por Señor y alcanzáronlo por Conde de Biscaya, y partieron con él los montes y los monesterios á medias, y prometiéronle de ir con él cada y cuando que menester le obiesen asta aquel arbol gafo á su costa dellos y con armas y sin sueldo, y que, si dende allí delante les quisiese llevar, que les diese sueldo; y los leoneses, quando fueron encima de la peña, dixeron: “En salvo estamos” y, por eso la llamaron Peña Salvada, ca de primero la llamaban la Peña de Goruel. Y este Conde Don Zuria tomó por armas dos lobos con el Señorío de Biscaya encarnizados con dos carneros con las cabezas en las bocas; dos árboles entre ellos, y asi lo ovieron los Señores de Bizcaya, y todos, y en esta pelea murió Don Sancho Astegures, Señor de Durango, que vino en ayuda de los biscaynos, y dexo una hixa legítima por eredera y no más, y casó este Don Zuria con ella, y ovo el Señorío de Durango con ella y, después acá, siempre fué con el Condado y Señorío de Biscaya. Y este Conde Don Zuria yzo en esta hixa de Don Sancho Astegures, Señor de Durango, a Don Nuño López; y murió este Don Zuria y quedó por Señor de Vizcaya y Durango”.
Años más tarde, en el 1471, el mismo Lope García de Salazar en su “Istoria de las Bienandanças e Fortunas”, ofrece una segunda versión, en la que aporta más datos biográficos sobre Jaun Zuria, del que afirma que contaba 22 años y explica los poderes que le concedieron los vizcaínos después de la victoria de Padura en la Jura de Guernica, que es la primera mención histórica que se conoce sobre la tradición del Árbol de Guernica:
El famosos Árbol de Guernica es un roble que se alza delante de la Casa de Juntas de dicha localidad vizcaína, convertido en el símbolo de las libertades y los fueros concedidos a los vizcaínos.
“Seyendo este don Çuria, omne esforçado e valiente, con su madre allí en Altamira, cavo Mondaca, en edad de XXII años, entró un fijo del Rey de León con poderosa gente en Vizcaya quemando e robando e matando en ella porque se quitaran del señorío de León e llegó fasta Baquio. E juntados todos los vizcaínos, tañiendo las çinco vozinas en las çinco merindades, segund su costunbre, en Gernica e oviendo acuerdo de ir [a] pelear con él para lo matar o morir todos allí, (e) enbiáronle dezir que querían poner este fecho en el juizio de Dios e de la batalla aplazada adonde él quisiese. E por él les fue respondido que él no aplazaría batalla sino con rey o con omne de sangre real e que les quería fazer su guerra como mejor podiese. E sobre esto acordaron de tomar por mayor e capitán d’esta batalla aquel don Çuria, que era nieto del Rey d’Escoçia. E fueron a él sobre ello e falláronlo bien presto para ello; e enbiando sus mensajeros, aplazaron batalla para en Padura, açerca de donde es Vilvao. E llamaron a don Sancho Astegis, Señor de Durango, que los veniese ayudar a defender su tierra; e vino de voluntad e juntóse con ellos todos en uno. E oviendo fuerte batalla e mucho profiada e después de muertos muchos de anbas las partes, fueron vençidos los leoneses e muerto aquel fijo del Rey e muchos de los suyos. E morió allí aquel Sancho Astegas, Señor de Durango, e otros muchos vizcaínos. E siguieron el alcançe matando en ellos, que no dexavan ninguno a vida, fasta el árbol de Luyaondo; e porque se tornaron de allí, pesándoles, llamaron el árbol gafo. E los leoneses que escapar podieron salieron por la peña Gorobel, [col. b] que es sobre Ayala; e como ençima de la sierra dixieron “a salvo somos”, (e) por esto le llaman Salvada. E porque en Padura fue derramada tanta sangre llamaron Arigorriaga, que dize en vascuençe “Peña Vitada de Sangre”, como la llaman agora.
E tornados los vizcaínos con tanta onra a Gernica, oviendo su consejo, deziendo que, pues tanto eran omiçiados con los leoneses, que sin aver mayor por quien se regiesen que no se podrían bien defender e, pues escusar no lo podían, que tomasen a este don Çuria, que era de sangre real e valiente, pues que los él tan bien avía ayudado faziendo grandes fechos d’armas en esta batalla, (e) tomáronlo por señor e partieron con él los montes e las selas e diéronle todo lo seco (y) e verde que no es de fruto levar para las ferrerías e çiertos derechos en las venas que sacasen; e dehesaron para sí los robres e ayas e enzinas para mantenimiento de sus puercos e los azevos para mantenimiento de sus vestias e los fresnos para fazer astas de armas, cellos de cubas, e los salze[s] para çerradura de setos. E diéronle eredades de los mejores en todas las comarcas adonde poblase sus labradores por que se serviese d’ellos e no enojase a los fijosdalgo, en las quales fueron poblado[s] e aforados, como lo agora son en sus pedidos e derechos, e que no se mezclasen en el fecho de las armas ni en los juizios ni en los caloñas, en igual derecho con los fijosdalgos. E diéronle la justiçia çevil e criminal para qu’él posiese alcaldes e prestameros e merinos e probostes que juzgasen e esecutasen e recaudasen sus derechos a costa suya d’él, jurándoles en Santa María la Antigua de Gernica de les guardar franquezas e livertades, usos e costunbres segund ellos ovieron en los tienpos pasados e consentidos por los Reyes de León, quando eran de su ovediençia, e después de los Condes de Castilla, que agora eran sus señores, las quales, entre otras muchas, eran estas prinçipales: qu’el señor no proçediese contra ningún fijodalgo de suyo sin querello so sus ofiçiales, sinon por muerte de omne estranjero andante e por fuerça de muger e por quebrantamientos de caminos reales e de casas e por quemas de montes e de sierras; e que no fiziese pesquisa general ni çerrada ni oviese tormento ni reçibiese querella señalando el querelloso, sino con pesquisa de inquisiçión.
E éste casó con la fija de aquel don Sancho Astegis e eredó por ella a Durango, [después Aqua], aforándola como a ella. E tomó por armas dos lovos [encarniçados], que los topó en saliendo para la dicha batalla levando sendos carneros asados en las vocas, (e) oviéndolo por buena señal, como en aquel tienpo eran omes agoreros; e así los traxieron sus deçendientes”.
Dejando a Lope García de Salazar y volviendo al siglo XIV, en el año 1370 el Señorío de Vizcaya recae en la persona del Infante de Castilla Juan de Trastamara, que a la muerte de su padre Enrique II, el primer monarca de la Casa Trastamara, se convirtió en rey de España con el nombre de Juan I.
El Señor de Vizcaya se comprometía a defender y mantener las leyes y los Fueros propios de Vizcaya. A partir de aquí el Señorío de Vizcaya recaía en la persona del monarca español.
La crisis bajomedieval que afectó a Europa, provocada principalmente por la aparición de la peste negra, también afectó a España y a Vizcaya, donde se produjo un despoblamiento del campo, que provocó una alarmante bajada de la producción agraria, con la consiguiente caída de la riqueza de la población en general, que padeció hambrunas, y de las rentas más altas en particular. Los jefes de las grandes casas vizcaínas empezaron a dividirse, acabando por formar dos bandos antagónicos, los oñacinos, liderados por el jefe de la Casa de Mújica, y los gamboínos, cuyo líder era el jefe de la Casa de Urquiza de Abendaño. Con esta rivalidad dieron comienzo las que se conocen como “Guerras de Banderizas”, que se prolongaron hasta los comienzos de la Edad Moderna, finalizando durante el reinado de los Reyes Católicos. En estas guerras entre linajes abundaron los incendios, robos y saqueos de las villas enemigas, además de extorsionar y atemorizar a los campesinos, o cambiar de bando en función de intereses señoriales. Una víctima frecuente de estos asaltos y saqueos fueron los convoyes de mercaderes burgaleses del Consulado del Mar, que trasladaban sus mercancías a los puertos vizcaínos para su exportación a Francia y los Países Bajos.
En tiempos del rey Enrique III de Castilla los campesinos se unieron y le pidieron, como Señor de Vizcaya, que autorizara la formación de una Hermandad para defenderse de los atropellos de los banderizos. El rey ordenó la redacción de unas Ordenanzas de Hermandad que fueron rechazadas por los dos bandos, principalmente por el oñaciano.
Hacia el año 1479 las villas, bajo el control de la Corona, volvieron a celebrar una Junta que se reunió en Durango, en la que se acuerda crear una nueva Hermandad, y en el 1480, un año después, los representantes de las villas se reúnen con los líderes de los dos bandos para buscar soluciones, dirimir querellas y acabar con los enfrentamientos armados. El resultado fue el fin de las guerras de banderizas, la pérdida de poder de los Señores, que fueron sustituidos por los Mayorazgos de origen castellano, el reforzamiento de las Hermandades y el reconocimiento de la hidalguía de todos los vizcaínos, que dotaron a Vizcaya de una identidad propia, representada por las Juntas Generales de Guernica, que solamente se reunían para jurar los fueros o para tratar los temas que afectaran a todos los vizcaínos.
Vizcaya también se puso del lado de Isabel de Trastamara en su enfrentamiento con su sobrina Juana la Beltraneja, hija del rey Enrique IV, que se consideraba la heredera legítima del trono de Castilla y que se había hecho fuerte en la plaza de Burgos, siendo finalmente derrotada, por lo que su tía se convirtió en la reina Isabel I de Castilla, que ya estaba casada con su primo Fernando II de Aragón, ambos han pasado a la historia como los Reyes Católicos, que agradecieron las ayudas recibidas con importantes ayudas, tanto a Vizcaya como a Guipúzcoa. Muchos nobles vizcaínos y guipuzcoanos se convirtieron en Embajadores por distintos países europeos, o pasaron a formar parte del Consejo Real y de la Corte de los Reyes de Castilla y Aragón.
También se llevaron a cabo importantes obras en los puertos de Pasajes, Guetaria y Bermeo, y en el año 1511 se creó el Consulado de Bilbao, que se convirtió en un verdadero monopolio marítimo vizcaíno y acabó siendo el núcleo urbano más importante de las provincias vascas. También se construyeron varios astilleros, en los que se construía la flota pesquera de la que salían los barcos de pesca que llegaban faenando hasta Terranova.
Anteriormente, en el año 1494, la reina Isabel I había creado en Burgos el Consulado del Mar, una asociación de comerciantes dedicada a la exportación de la lana castellana a Inglaterra, Flandes y Los Países Bajos, y la importación de los paños y telas de Flandes. Para ambas tareas solían utilizar los puertos de Laredo y Bilbao.
En el año 1645 se crea en Vizcaya la Diputación General, integrada por siete miembros, seis diputados generales, nombrados por las Juntas Generales, y el presidente, que acostumbraba a ser el Corregidor, un alto funcionario nombrado por la corona. Su mandato duraba dos años y tenían competencias en cuestiones militares, fiscales, las obras públicas y la beneficencia. Su poder económico también era grande, pues controlaban la gestión del Tesoro Público.
Durante la Guerra de la Convención (3), en el año 1794 las tropas francesas invadieron Navarra, Vizcaya y Guipúzcoa, saliéndoles al paso una tropa de 18.000 voluntarios vascos al mando del general Ventura Cano. La invasión francesa acabó el 22 de julio del año 1795 con el Tratado de Basilea entre Francia y España.
Pero pocos años más tarde, en el año 1808, los ejércitos franceses, esta vez dirigidos por Napoleón, ocuparon Vizcaya, Álava, Burgos y siguieron por Castilla hasta llegar a Madrid. Durante la Guerra de la Independencia, en Vizcaya, al igual que ocurriera en otros muchos puntos de la geografía española, se formaron guerrillas que se dedicaban a hostigar y sorprender continuamente a los invasores, causándoles numerosas bajas y robándoles el armamento y las provisiones. Bilbao fue en varias ocasiones escenario de violentos combates, hasta que los franceses abandonaron España en el mes de abril del año 1814. Fernando VII, llamado “el Deseado”, que había sido huésped de Napoleón, por quien sentía una gran admiración, llegando incluso a pedirle que le adoptara, volvió a sentarse en el trono de España, después de jurar la Constitución de Cádiz, que se había proclamado en el año 1812 precisamente para defender sus derechos, pero que pronto se convirtió en papel mojado, pues “el Deseado” muy pronto se convirtió en un rey absolutista y personalista, a quien los problemas de su reino y de sus súbditos le traían sin cuidado.
En el año 1833, tras la muerte de Fernando VII, su viuda María Cristina, que era también su sobrina, se hizo cargo de la Regencia del reino, hasta que el día 10 de noviembre del año 1843, su primera hija, Isabel de Borbón, después de jurar la Constitución de 1812, fue coronada reina de España con el nombre de Isabel II, cuando tan sólo tenía 13 años de edad.
Pero el reinado de Isabel II fue posible gracias a que su padre, Fernando VII, cuando nació en el año 1830, promulgó la “Pragmática Sanción”, que dejaba sin efecto la “Ley Sáica”, que prácticamente impedía que una mujer se convirtiera en reina de España.
Según la Ley Sálica española, en cuyo texto se puede leer: “Nulla portio hæreditatis de terra salica mullieri venial, sed ad virilem sexum tota hæredita”, el legítimo heredero de la corona española era Carlos María Isidro de Borbón, el hermano pequeño de Fernando VII, con el que había compartido su exilio dorado en Francia.
Cuando en el año 1833 falleció Fernando VII, su hermano se hallaba desterrado en Lisboa, en la corte del rey portugués Miguel I, otro monarca absolutista que le dispensaba su protección. Al conocer la noticia Carlos María, que se hacía llamar Duque de Elizondo, se autoproclamó rey de España con el nombre de Carlos V, ignorando por completo los derechos de su sobrina Isabel, que ya había sido reconocida como reina de España. A finales del año 1834, con el rey portugués destronado, tuvo que huir a Inglaterra, desde donde empezó a organizar militarmente los territorios que le eran fieles. Su estancia en Inglaterra fue breve, pues enseguida marchó a Francia, desde donde cruzó la frontera con España para instalarse en los territorios que le eran fieles y ponerse al frente de las tropas que defendían su causa. Instaló su Corte en Estella.
De este modo, España se dividió en dos bandos, los isabelinos o liberales, partidarios de Isabel II, y los carlistas o absolutistas, que reconocían al pretendiente Carlos María Isidro de Borbón como el verdadero rey de España con el nombre de Carlos V. De esta forma, dieron comienzo las llamadas Guerras Carlistas, que se prolongaron durante más de cuarenta años, hasta el año 1876.
En Vizcaya hubo dos, la primera entre el año 1833 y el 1840, y la segunda entre el año 1872 y el 1876. La provincia de Vizcaya, al igual que ocurriera con Guipúzcoa y Navarra, apoyaron masivamente al carlismo, con la excepción de Bilbao, que se mantuvo fiel a los liberales, por lo que tuvo que soportar varios asedios por parte de los carlistas durante los años 1835, 1836 y 1874, sin que en ninguno de ellos consiguieran conquistarla.
En el mes de mayo del año 1845, el pretendiente Carlos María Isidro renuncia de sus derechos a favor de su primogénito Carlos Luis de Borbón, conde de Montemolín, pasando a ser el rey de la España Carlista con el nombre de Carlos VI, que vivió exilado en Portugal y Francia, trasladándose en el año 1860 a las Islas Baleares, desde donde, en compañía de su hermano Fernando y con la ayuda del Capitán General de Baleares Jaime Ortega, intentaron invadir España por San Carlos de la Rápita y provocar otra guerra de sucesión. Los dos hermanos fueron detenidos en el mes de abril, obligados a abdicar de sus derechos al trono español y deportados a Trieste.
En el año 1868, antes de que se iniciara la Segunda Guerra Carlista, la reina de España Isabel II, conocida como la de los “Tristes Destinos”, fue destronada y obligada a abandonar España, junto a su marido y primo, Francisco de Asís de Borbón. Ambos fijaron su residencia en París. Fue reina de España entre los años 1833 y 1868.
El final de la última guerra carlista supuso para Vizcaya la pérdida de la mayor parte de su autonomía, mediante la “Abolición Foral” decretada en el año 1876, que suprimió los Fueros, estableciéndose, a cambio, un concierto económico con la Administración General del Estado.
Como contrapartida positiva, se dispara la explotación de las minas de mineral de hierro, convirtiéndose Vizcaya en un país altamente industrializado, lo que trajo consigo la llegada masiva de obreros procedentes de otras regiones españolas en busca de trabajo, que al principio tuvieron que soportar unas condiciones de vida muy precarias. La mayor parte de estos inmigrantes procedían de Galicia, aunque también llegaron muchos de Burgos y su provincia.
Especialmente en la orilla izquierda de la ría del Nervión, fueron frecuentes los conflictos laborales entre patronos y obreros. También la industrialización trajo consigo un fuerte crecimiento demográfico, principalmente en las zonas urbanas y las más industrializadas, en las que prácticamente se duplicó la población. En algunos puntos como Bilbao, Baracaldo, Ortuella, Gallarta, Begoña, Erandio y Sestao, el porcentaje de población inmigrante superaba el 40%. La sociedad vizcaína acabó dividiéndose en dos partes: la nativa vasca y la inmigrada, procedente de diferentes regiones de España, a la que el carlista y nacionalista vasco Sabino Arana calificó peyorativamente de “maketos”, a los que acusaba de haber degenerado la raza vasca. En el año 1895, los hermanos Sabino y Luis Arana fundaban, bajo el lema “Dios y Ley Vieja”, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), en vasco “Euzko Alderdi Jeltzalea”, cuya ideología se sostenía en los principios de “Jaungoikoa Eta Lagizarrak”, Dios y Ley Vieja.
El Concierto de 1876 estuvo vigente en las tres provincias vascas entre los años 1878 y 1937, año en que la dictadura franquista los suprimió, excepto el de Álava, que apoyó el régimen dictatorial.
En la Constitución del año 1978 se vuelve a reconocer los derechos de los territorios forales y en el 1979 se vuelve a aplicar el Estatuto de Guernica.
Claro que no se puede hablar de Vizcaya sin hacer referencia a su gastronomía, muy apreciada dentro del contexto de la Cocina Española.
En la cocina tradicional vizcaína abundan las verduras, las hortalizas y alguna legumbre, como la famosa alubia roja de Guernica y de Tolosa. También están presentes los mariscos, el pescado, como el célebre “Bacalao a la vizcaína”, la merluza a la vasca, la anchoa, la sardina y el bonito. En cuanto a la carne, la más apreciada es la de vacuno, destacando los célebres y apetitosos chuletones, que pueden llegar a pesar más de un kilo. También son muy típicos y abundantes los pinchos, muy variados y presentes prácticamente en todos los bares y tabernas de Bilbao y la provincia.
En cuanto a la repostería vizcaína, como no podía ser de otra forma, es de origen tradicional y elaboración artesanal, sin que falte algún toque de originalidad, como es el caso del delicioso pastel de arroz o el bollo de mantequilla. El bizcocho, la mantequilla, la crema pastelera, la nata y el caramelo líquido son las principales materias utilizadas en la elaboración de postres tan exquisitos como el “Goxua”, a base de nata, bizcocho, crema pastelera y caramelo líquido. Otro postre tradicional es el “Gateau Basque”, al que se le incorporan mantequilla, harina y huevos. También son muy utilizados en repostería los higos, las frutas y los frutos secos. Un postre típico de Nochebuena es la “salsa de nueces”, semejante a las natillas, pero con los frutos secos.
El vino y la sidra también juegan un papel importante en las costumbres gastronómicas de Vizcaya. Con respecto al vino destaca el autóctono Txacoli, con sus variedades blancas “Hondarribi Zuri”, “Izkirriota” e “Izquirriota Ttippia”. Se produce también la variedad tinta “Hondarribi Bletza”. Los viñedos se encuentran por las costas del Cantábrico, en unos terrenos cuya altitud oscila entre los 300 y los 400 metros, que ocupan alrededor de 360 hectáreas, con una producción aproximada de 12.000 hectólitros. La elaboración y el embotellado lo realizan alrededor de 50 bodegas. El Txacolí ya se consumía en la Edad Media, aunque su elaboración era totalmente artesanal y su consumo doméstico. Su actual denominación oficial es del año 1994 y la sede reguladora se encuentra en Lejona.
Otro de los vinos que más se beben en Vizcaya son los de denominación “Rioja”, tanto los procedentes de la Rioja Alavesa, como los de Logroño, preferentemente los tintos, ambos con una producción mucho mayor.
La sidra vasca, con la denominación de origen “Euskal Sagardoa” es otra de las bebidas de gran consumo en Vizcaya. Sin embargo la mayor producción de sidra se produce en la vecina Guipúzcoa, donde se llegan a elababorar hasta 13 millones de litros.
NOTAS
- Los Banu Qasi (Hijos de Casio) era una importante familia muladí fundada por Casio, un noble visigodo, que entre los siglos VIII y X dominaba un territorio situado en el Valle medio del Ebro, entre Tarazona, Tudela y Nájera.
- Lope García de Salazar fue un noble vizcaíno que participó en la Guerra de Banderizas, pero también fue un importante historiador, que escribió obras de gran valor histórico como “Las Bienandanzas e Fortunas”.
- La Guerra de la Convención, también llamada del Rosellón, que tuvo lugar durante los años 1793 y 1795, fue un conflicto armado entre la monarquía española de Carlos IV de Austria y la Primera República Francesa, durante la existencia de la Convención Nacional.
Autor Paco Blanco, Barcelona junio 2019