
LA ESCALERA DORADA DE LA CATEDRAL DE BURGOS mandada construir en 1519 por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca y Obra de Diego Siloé se hizo con el fin de resolver el problema de que la puerta de Coronería, a la que da servicio, se encuentra en la misma falda de un cerro (el mismo que el castillo), por lo cual existe un gran desnivel entre la ladera norte y la ladera sur, ésta más baja. Debido a ésto, entre la planta de la catedral y la puerta norte, Puerta de Coronería, existe y existía un gran desnivel.
Inspirada en el renacimiento italiano, está esculpida con una gran riqueza iconográfica basada en los grabados de Nicoletto Rosex da Modena, Agostino de Musi, fray Antonio de Monza, Giovanni da Brescia y Agostino Veneziano. Los antepechos de hierro sobredorado (1523-1526) son del maestre rejero francés Hilario en 1526.
Sus 19 escalones comienzan en un primer tramo de nueve, cuyos pasamanos se adornan con grifos y floreros; tras un rellano, frente al que se abre un arco central, se bifurca en dos brazos divergentes que, después de los respectivos rellanos, convergen frente a la puerta (cerrada desde el año 1830) en una plataforma cuyo frente, a modo de púlpito, se adorna con medallones de S. Pedro y San Pablo.
Dicen que fue Napoleón la última persona en bajar por esta escalera, la cual en la actualidad se encuentra cerrada y tan solo se utiliza en Jueves y Viernes Santo, engalanada e iluminada por gran número de velas para instalar en ella la custodia con el Santísimo Sacramento, cuya luz tintineante da un aspecto mágico a esta bella obra. Bien fuera Napoleón u otro quien bajara oficialmente por la escalera, ésta encuentra réplica posterior casí exacta en Estados Unidos en el Millenium Biltmore Hotel, en Los Ángeles (California) (aunque parece ser que de forma casual) y fue también inspiración de la que en la Ópera de París construyó Charles Garnier.

El salón ‘Rendevous Court’ dentro de uno de los más lujosos hoteles de inspiración europea de la ciudad de los Ángeles en EEUU; el Biltmore, que cuando abrió sus puertas en 1923 presumía de ser el hotel más grande al oeste del Misisipi, con cerca de un millar de habitaciones, contiene una escalera que parece réplica de la obra maestra de Diego de Siloé, si bien con un solo cuerpo de escalones en lugar de dos, que imita tanto el arranque de la estructura como la barandilla superior.
Con una sutil diferencia, y es que los medallones de San Pedro y San Pablo que coronan la obra en el templo religioso han sido sustituidos por las figuras de Ceres (diosa romano de la agricultura) y el conquistador español Núñez de Balboa.
La construcción del hotel parte de John McEntee Bowman, propietario de una de las fortunas de la época, que encargó la construcción del Biltmore a los arquitectos Leonard Schultze y S. Fullerton Weaver, autores entre otros del Waldorf Astoria de Nueva York.
Schulze y Weaver apostaron por el estilo ‘Beaux-Arts’, que por entonces triunfaba en los EEUU y en Canadá, y se inventaron una mezcla del renacimiento español y el italiano para decorar con profusión las estancias comunes del hotel. De esta forma, las distintas recepciones, el vestíbulo de entrada y varios salones trasladaban a los privilegiados huéspedes de un hotel que en su día fue de súper lujo a otra época y a otra sociedad, la europea de hace 500 años, totalmente desconocida para ellos.
Según los archivos del Biltmore, el salón Rendevous fue diseñado por Anthony B. Heinsbergen.

La Ópera de París es la máxima obra de Charles Garnier, y uno de los mejores exponentes del eclecticismo del siglo XIX. Es un edificio magnífico, o mejor dicho, destinado a transmitir magnificencia. Simboliza, además el final de una época y el inicio de otra.
Pomposa y monumental, utiliza una estructura de acero y concreto armado, pero la recubre de ornamento por considerar su estética indigna. Es también cuna de mitos y obras literarias, siendo la más famosa el Fantasma de la Ópera.
El interior está diseñado para dejar boquiabierto al visitante. La escala, la decoración, la iluminación, los grupos escultóricos y pictóricos, todo ello transmite boato, magnificencia. A diferencia del usual desdén con el que se trataban las áreas de acceso en teatros de la época, Garnier les confirió gran importancia.
El vestíbulo de generosas mamparas, es una antesala de la impresionante escalera inspirada en la Escalera Dorada de la catedral de Burgos, la que además de su monumentalidad, divide el flujo de espectadores de acuerdo a su posición en el auditorio y resulta un escenario en sí misma.
Estas escaleras se ubican en un fastuoso espacio cuyos detalles fueron trabajados como una fachada interior: una galería circundante de la que sobresalen balcones con sus marmóreas balaustradas.
