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SANTA CASILDA. -Por Francisco Blanco-.

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En la comarca burgalesa de La Bureba, muy cerca de su capital Briviesca y dentro del actual término municipal de Salinillas, sobre lo alto de un cerro en el que abundan los manantiales de aguas curativas, que han devuelto la salud a muchas personas y la fecundidad a muchas mujeres, popularmente conocidos como pozos, y donde la naturaleza se reviste con sus mejores galas, dotando al paisaje de un incomparable verdor , se levanta majestuoso e imponente el Santuario de Santa Casilda, lugar de veneración, peregrinación y romería de muchos burebanos y muchos burgaleses.

Se trata de un pequeño templo barroco del siglo XVI, cuya fachada es obra de Nicolás de Vergara el Viejo (1). En su interior, dentro del altar mayor, se encuentra una notable estatua yacente de Santa Casilda, obra del genial escultor burgalés Diego de Siloé (2), también dispone de un pequeño camarín barroco lleno de exvotos y ofrendas de los devotos de la santa. Enfrente del templo se encuentra la Hospedería que acoge a los romeros y peregrinos que visitan el santuario, en cuya explanada se celebran diferentes fiestas y romerías en honor de Santa Casilda.

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Esta popular santa, cuya historia está llena de leyenda, vivió en el siglo  XI, había nacido en Toledo a principios del siglo XI antes de  ser conquistada por el rey de Castilla Alfonso VI,  y era hija del emir de la Taifa musulmana de dicha ciudad, cuyo nombre parece que era Almamún.

El nombre de Casilda procede de la palabra árabe kasida, que se refiere a  poemas panegíricos que se dedicaban a personas importantes, como lo era realmente Casilda, quien siempre según la leyenda, era una joven princesa de gran belleza y simpatía, que también practicaba la caridad con los más necesitados. Sus generosos sentimientos la llevaron a visitar a los cristianos prisioneros encerrados en las cárceles de su padre, que tenían que soportar unas pésimas condiciones de vida, por lo que además de intentar elevar sus decaídos ánimos con la palabra, también les suministraba alimentos que fortalecieran sus cuerpos. Naturalmente, toda esta actividad la desarrollaba sin el conocimiento ni la autorización de su padre, aprovechando sus numerosas ausencias de la ciudad por motivos políticos o militares.

Pero alguien se fue de la lengua y puso al emir al corriente de las actividades clandestinas de su hija, lo que le enfureció, proponiéndose descubrirla y castigarla.

Para ello, un día comunicó a su hija que tenía que ausentarse simulando que abandonaba la ciudad seguido de sus vasallos, pero lo que hizo fue esconderse cerca de las cárceles a la espera de que apareciera su hija. Y así ocurrió: no tardó mucho tiempo en aparecer Casilda cargada con una gran cesta llena de alimentos en dirección a los calabozos. Encolerizado, le sale al paso espetándola a gritos:

¿Qué llevas en esa cesta?.

La sorprendida y asustada princesa sólo acierta a responder con voz balbuceante:

Rosas.

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El emir, fuera de sí, de un manotazo arranca el mantel que cubría la cesta y ante el asombro general, esta apareció llena de fragantes rosas rojas.

La vida en palacio, después de este milagroso incidente, fue recuperando lentamente la normalidad, y aunque más espaciadamente, Casilda siguió procurando consuelo a los cautivos cristianos,  al tiempo que ella misma iba abrazando con más entusiasmo su religión, pero sin poder recibir el bautismo.  Siguiendo con la leyenda, al cabo de un tiempo Casilda cayó enferma, aquejada de un extraño mal que alteraba su flujo sanguíneo y contra el que ningún médico de la corte toledana fue capaz de encontrar remedio por lo que se empezó a temer por su vida. La solución llegó a través de uno de los presos cristianos, que le hizo llegar un mensaje en el que le aconsejaba que tomara baños en las aguas milagrosas de los lagos de San Vicente, allá por las tierras de Castilla. Sorprendentemente, en esta ocasión el emir hace caso del consejo y se apresura a preparar una comitiva que acompañe a su hija en su viaje a tierras burgalesas. Lo primero que hace Casilda al llegar a Briviesca es recibir el anhelado bautismo, encaminándose después hacia los cercanos lagos para recibir el tratamiento de sus aguas milagrosas, que la devolvieron rápidamente la salud. Al sentirse curada, Casilda decide quedarse en aquella tierra para consagrar su vida a Cristo y vivir el resto de su vida en soledad, dedicada plenamente a la oración. Despide a su comitiva, a la que entrega todo lo que poseía y se retira a vivir el resto de su vida como una ermitaña, no tardando en alcanzar por toda aquella comarca de La Bureba merecida fama de santidad. Parece que murió a muy avanzada edad y fue enterrada en la ermita donde vivía, situada en lo más alto del cerro que pronto se convirtió en lugar de peregrinación y culto a la santa.

El pozo de aguas curativas se conoce como el Pozo Blanco de Santa Casilda, con fama de milagroso al que empezaron a acudir muchas parejas que solicitaban  a la santa que les concediera un hijo. Para eso, según la leyenda si solicitaban una niña debían lanzar una teja desde un lugar determinado, si por el contrario solicitaban un niño debían lanzar una piedra desde otro lugar. Naturalmente, para que se cumplieran sus deseos tanto la teja como la piedra debían de caer dentro del pozo. Esta costumbre aun se sigue practicando, aunque no hay datos fiables sobre sus resultados.

Por aquellos tiempos de la Alta Edad Media por la España cristiana empezaron a ser frecuentes las rogativas populares, en las que los vecinos de los pueblos acudían en procesión rezando y cantando hacia los lugares, ermitas, iglesias o santuarios en los que se rendía culto a algún santo o santa famoso, a pedirle su intercesión, en forma de favores o de protección. Estas procesiones casi siempre acababan en alegres romerías populares, en las que finalizados los rezos se bailaba, se cantaba, se comía y se bebía.

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De las que todavía se celebran en honor de Santa Casilda, la más singular y concurrida es la conocida como “La Tabera”, en la que las rogativas a  la santa y los actos religiosos de la mañana se completan con el juego de la taba, que se celebra después de comer.

La procesión sale de la iglesia de San Martín de Briviesca, presidida por el Ayuntamiento y el cabildo en pleno, portando una imagen de Santa Casilda que según la leyenda fue bautizada en esta iglesia, y se dirige, rezando y cantando, hacia el Santuario de Santa Casilda, donde tienen lugar los actos religiosos, que finalizan con otra procesión alrededor del santuario, entre cánticos y el volteo de campanas:

 

Santa Casilda en un altar

San Vicente en una cueva.

Santa Casilda es la luz

Que ilumina la Bureba”

 

La comida es otro de los eventos más esperados de la romería. Muchas familias procedentes de Briviesca y su comarca, y también de otros muchos lugares de Burgos y la Rioja, van llegando al santuario portando bolsas llenas de apetitosas viandas de elaboración casera, instalándose cómodamente en los muchos rincones acogedores, muy abundantes por aquel espectacular paisaje. Cuando llega la hora de comer, finalizada la última procesión, despliegan los manteles y se disponen a dar buena cuenta de cuánto han traído. Otros romeros, más cómodos o más pudientes, prefieren comer en la hospedería, que también ofrece un apetitoso menú, aunque, en este caso, con frecuencia tienen que esperar su turno. Además, el Ayuntamiento de Briviesca organiza una comida popular, que se sirve en la explanada del santuario, consistente en un plato de paella acompañado de pan y vino, con el que obsequian a todos los romeros que se acerquen a solicitarlo. El condumio está preparado y servido por el personal de la hospedería.

Existe un refrán castellano que asegura que donde mejor se conoce a las personas es en la mesa y en el juego. Pues bien, la romería de Santa Casilda se completa con el juego llamado de la taba, que tanta popularidad y concurrencia ha alcanzado, hasta el punto que ya es más conocida como la romería de “LA TABERA”.

La taba, en realidad, se trata de uno de los siete huesos que configuran el tarso del pie y está formada por  seis caras de diferente forma.

Pero para lo que se conoce como el juego de la taba, que ya se practicaba en la antigüedad, se utiliza el astrágalo o taba del cordero, tan abundante y apreciado en La Bureba, sobre todo el de las patas traseras, que por las posibilidades aleatorias que ofrecen sus seis caras al caer, permite una serie de variantes que determinan quien gana y quien pierde.

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En España, hasta tiempos muy recientes la taba era un juego muy popular entre las niñas y los niños, que consideraban el astrágalo como un juguete que había que conservar limpio y reluciente. En realidad se le puede considerar como el precursor del actual dado de seis caras con el que se juega actualmente.

En “La Tabera” el juego comienza mientras muchos romeros se encuentran todavía comiendo, pero se sigue practicando hasta bien entrada la madrugada. Se encarga de iniciarlo el alcalde de Briviesca lanzando la taba al aire. A partir de este lanzamiento, los diferentes corros de jugadores empiezan a jugar y a lanzar la taba y comienzan las apuestas en las que a unos les toca ganar y a otros perder, a veces hasta importantes sumas de dinero, porque en este día, el único del año en que en Briviesca se permiten las apuestas, la verdad es que se apuesta fuerte, aunque también hay que decir que entre los jugadores se mantiene la calma y sus semblantes permanecen impasibles, sin revelar si ganan o pierden. Los apostantes depositan el dinero en el suelo, la banca iguala la apuesta y después de efectuada la tirada se encarga de cobrar o de pagar, según la posición en que hayan caído las tabas, que es finalmente la que decide quién gana y quien pierde. Las posturas en que pueden quedar las tabas son seis y se cantan así:

¡CARNES! ¡PENCAS! ¡BODIL! ¡CRUZ! ¡AGUAS! ¡LISOS! 

Estos nombres pueden cambiar según el sitio en que se juegue, pues la Taba se sigue jugando en diferentes lugares de España, por ejemplo  en Castilla es muy popular tanto en Ávila como en Segovia.

Los comienzos de “La Tabera” datan de finales del siglo XVIII y desde entonces se viene celebrando cada año, el martes anterior a la festividad de la Ascensión en la explanada del Santuario de Santa Casilda. El  culto a la santa, sin embargo, es muy anterior: Con motivo de la peste que afectó a Briviesca en el año 1486, el día 9 de mayo el cabildo y los regidores municipales organizaron una procesión al santuario para pedir su intercesión, nombrándola además patrona de Briviesca y haciendo votos solemnes de guardar su festividad y repetir cada año la procesión.

NOTAS:

  • Nicolás de Vergara el Viejo nació en Toledo a principios del siglo XVI, maestro vidriero, arquitecto y escultor, era miembro de una destacada familia de origen flamenco. Sus obras son muy numerosas y están muy repartidas. En Burgos también es el autor del sepulcro del obispo Juan de Ortega, en el convento de Santa Dorotea.

Murió en Toledo el año 1574.

  • Diego de Siloé nació en Burgos el año 1495, era hijo del escultor flamenco Gil de Siloé y fue uno de los escultores y arquitectos más importantes del Renacimiento, su obra es muy numerosa y variada, destacando la famosa “Escalera Dorada” de la catedral de Burgos o la “Tumba del Gran Capitán” en la catedral de Granada.

Murió en Granada el año 1563.

                                                                  
Autor Paco Blanco, Barcelona abril 2019

Teoría genealógica y etimológica sobre Villalmondar y Villalbos. -Por Luís del Blanco Iglesias-

Villalbos

Hay dos pueblos en el valle del Oca que creo que fueron fundados por un antepasado (muy antePASADO) mío. Se trata de VILLALMONDAR y VILLALBOS, uno muy cercano al otro. Uno de los hijos de Diego Rodríguez «Porcelos», fundador de esa preciosa ciudad, fue RODRIGO DÍAZ. No figura en algunos textos como hijo de Porcelos, pero sí en otros, y si nos fijamos en nombre y apellido, todo coincide: RODRIGO por su abuelo y DIAZ por hijo de Diego. Este Rodrigo Díaz debió irse a Córdoba aprovechando una tregua de 10 años concertada con Al Mundir (o Mondir), una especie de concierto como el «Erasmus» actual (era frecuente el intercambio entre las gentes «pudientes») .Allá por tierras moras, por no sé qué razón, le llamaron Ab el Mondir.

El caso es que, cuando regresó a Castilla fue conocido como ​ABOLMONDAR ​o ALBOMONDAR o ALMONDAR (de Ab el Mondir). Por lo visto era de piel muy blanca (quizás albino) por lo que le añadieron el mote de EL BLANCO y fue llamado desde entonces ​ ABOLMONDAR EL BLANCO.​ Él y su hijo Diego del Blanco (Diego, como su abuelo Porcelos, práctica muy extendida la de poner el nombre del abuelo), fueron condenados a muerte por Ordoño II por no asistir a la batalla de Valdejunquera, que perdió el Rey; andaban ya en revueltas buscando la independencia de Catilla y debió ser una especie de «huelga» de «brazos caídos». El caso es que los mandó llamar a un sitio en el Valle del Tuéjar , en la actual provincia de León y allí los condenó a muerte. Pero no los ejecutó según nos hace ver Sampiro porque aparecen en escritos posteriores a aquellas fechas. Pero sí los desterró a lo que se conoce como Valle del Hambre, en esa zona del Tuéjar. De esa zona proviene mi apellido DEL BLANCO y en toda ella abunda el apellido. (DEL BLANCO, no confundir con BLANCO).Se debieron establecer en un pueblecillo que hoy se llama VILLALMONTE, que se ve claramente que puede derivar, porque suena mejor, de VILLALMONDE (ALMONDAR).

El caso es que los pueblos burgaleses de VILLALBOS y VILLALMONDAR tienen un nombre que fácilmente se puede derivar de Almondar y Albo (Blanco).
Como curiosidad añadiré que mi hijo se llama DIEGO DEL BLANCO como el nieto de Diego Porcelos.

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SAN PELAYO EL VIEJO. -Por Francisco Blanco-.

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Hacia el año 912, según consta en el “Cartulario del monasterio de Arlanza”, se fundó la ermita donde habitaban el monje Pelayo y sus compañeros ermitaños Silvano y Arsenio. La ermita, actualmente en ruinas, consta de una sola nave rectangular de sólidos pilares de piedra que conservan la marca de los canteros que las fabricaron, la techumbre ha desaparecido por completo, aunque se pueden ver algunas tejas dispersas por su interior, invadido por la maleza.

La ermita se encuentra en el valle medio del Arlanza, a 921 metros de altitud, dominando  un insólito paisaje en el que sorprende y destaca la belleza y singularidad tanto de su flora como de su fauna. Sobresale su extenso bosque de quejigos, considerado uno de los mejor conservados del mundo, pero también se pueden ver sabinas centenarias, viejos chopos igualmente centenarios y otras especies raras de árboles, como arces, avellanos, melojos y mostajos.  Entre la abundante fauna voladora se encuentra el águila calzada, el calimoche, el buitre leonado, el halcón peregrino, el búho real y las chovas piquirojas. Los mamíferos también son abundantes y entre ellos se puede ver el gato montés, el jabalí, el desmán de los Pirineos, el corzo, el zorro, la liebre y el conejo.

Desde la ermita se divisan con claridad las ruinas del célebre Monasterio de San Pedro de Arlanza, fundado a principios del siglo X por el conde de Burgos Gonzalo Fernández y su esposa Muniadona, continuando su protección y patrocinio su hijo, el conde de Castilla Fernán González y su esposa Sancha. La construcción de la iglesia, sin embargo, se finalizó en el siglo XI. Este monasterio  el más importante e influyente de su tiempo, es considerado como “la Cuna de Castilla”.

Las ruinas están situadas en un meandro que hace el río Arlanza al pasar por la localidad burgalesa de Hortigüela, en el que los monjes hacían acopio de truchas y barbos, muy abundantes en sus aguas. Destacan la fachada, la torre de la iglesia y el claustro, presidido por un enhiesto abeto pinsapo.

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Tampoco le falta historia a la ermita, que con frecuencia se entremezcla con la leyenda. En el famoso “Poema de Fernán González” compuesto a mediados del siglo XIII por “El Arlentino”, que posiblemente era un monje del Monasterio de San Pedro de Arlanza, se recogen las gestas heroicas del “Buen Conde”, aunque hay que admitir que su veracidad histórica es muy cuestionable.

El insigne historiador burgalés Enrique Flórez, en su monumental obra “España Sagrada” hace la siguiente descripción de la ermita: “En una de las montañas que tiene el monasterio (1) a la vista, hay una ermita que corona la cuesta, bien encumbrada, que pone miedo mirar abajo, y así lo experimenté yo por mí mismo, pues necesité poner al lado quien me impidiese el desvanecimiento de la vista al entrar dentro de ella. Llámase San Pedro el Viejo. Debajo de esta ermita hay una gran cueva de larga concavidad, a la cual se baja por una boca a modo de silo desde dentro de la ermita y en la misma cuesta hay otra puerta o ventana exterior hacia el río, pero de entrada muy difícil y peligrosa en el tiempo presente”

Así comienza en el “Poema de Fernán González” el relato del encuentro del conde Fernán González con el monje Pelayo: 

«Cuando la oración el Conde hobo acabada,
Vino a él un monje de la pobre posada;
Pelayo había nombre, vivía vida lacerada,
Saludóle e preguntóle cuál era su andada.
Díjole que tras el puerco era ahi venido;
Era de su mesnada arredrado e partido;
Si por pecados fuese de Almozore sabido
Non fincaría tierra donde escapase vivo”.

 Desde la ermita, a su izquierda, se divisa Peña Lara, en cuya cima se conservan los restos del castillo en el que el año 910 nació el conde Fernán González. No es extraño por lo tanto, que en su juventud el conde anduviese con frecuencia de cacería por aquellos bellos parajes. En una de estas cabalgadas el conde, que iba tras el rastro de un jabalí, se encontró con una ermita habitada por tres ermitaños, Pelayo, Arsenio y Silvano, que le ofrecieron un refrigerio y agua para saciar su sed. El conde, agradecido, empezó a dialogar con Pelayo, el de más edad de los tres, que le auguró una vida llena de gloria y numerosas victorias sobre sus enemigos, fueran moros o cristianos: “Faras grandes batallas en la gent descreyda, muchas seran las gentes a quien quytaras la vida, cobraras de la tierra una buena partyda, la sangre de los rreyes por ty sera vertyda”, como así sucedió.

El sorprendido y agradecido conde le respondió con otra promesa: “Sy Dios aquesta lid me dexa arrancar, quiero tod el mío quinto a este lugar dar, demás cuando muriere, aquí me soterrar”. Desde luego el conde también cumplió su palabra.

 Esta profecía la tuvo siempre presente el “Buen Conde”, como se le acabó conociendo, y siempre llevó en su corazón a aquellos tres monjes a los que no volvió a ver, pero convirtió el cercano monasterio románico de San Pedro de Arlanza en el centro neurálgico, tanto religioso como cultural y político del emergente Condado de Castilla, llegando a acoger en su recinto a más de cien monjes. También recibió la protección de un descendiente suyo, el rey de León y conde de Castilla Fernando I.

El complejo monástico siguió engrandeciéndose durante muchos años, gracias fundamentalmente a las donaciones hechas por los sucesivos condes y reyes de Castilla y también de particulares, siempre bajo la estricta observancia de las reglas cluniacenses. En el año 1073, en tiempos del abad Vicente, se acometió la primera gran reforma del monasterio, comenzando por la construcción de la iglesia románica, construida por los maestros Guillermo y Osten, seguida de la torre-campanario del lado norte, que aún se conserva en bastante buen estado, pudiéndose subir por una retorcida escalera de caracol hasta el piso superior, desde donde se contempla uno de los lugares más bellos de Burgos: los meandros del Arlanza, la chopera, el bosque de ribera, la sierra de las Mamblas y los montes circundantes.

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Le siguieron el claustro, el refectorio, la sala capitular, el silo para el grano y las celdas de los monjes, todo ello lamentablemente desaparecido. Las obras de ampliación prosiguieron durante los siglos XV y XVI.

Las ruinas del monasterio se han rehabilitado y actualmente se pueden visitar, pero no dejan de producir en el visitante una melancólica sensación de tristeza al contemplar tanta belleza destruida.

Claro que buena parte de los tesoros rescatados se hallan muy lejos del monasterio: En el Museo de Arte de Cataluña se pueden ver algunas de sus pinturas. En la localidad burgalesa de Covarrubias se encuentran los sarcófagos paleocristianos de Fernán González y su primera esposa Sancha, así como las reliquias del abad San García. Al Metropolitan Museum de Nueva York fueron a parar algunos frescos, además de piezas del mobiliario litúrgico, entre las que destaca un artístico candelabro románico de plata.

El hundimiento, la expoliación y la desaparición de la riqueza del monasterio dieron comienzo en el mes de febrero del año 1836, como consecuencia de la promulgación por parte de la reina gobernadora Mª Cristina de Borbón, de un Decreto que no sólo permitía, sino que aconsejaba, la venta o enajenación de todos los bienes propiedad del Estado Español. Este decreto lo había proyectado el ministro de Hacienda D. Juan Álvarez de Mendizábal y su objetivo principal era reducir con los ingresos obtenidos la enorme deuda pública que había acumulado España.

Los efectos producidos por la conocida como “Desamortización de Mendizábal”, han sido devastadores, como resulta evidente al contemplar el ruinoso estado en que se encuentra el célebre Monasterio de San Pedro de Arlanza, uno de los más ricos y florecientes de nuestra Edad Media.

NOTAS 

  • Se refiere al cercano Monasterio de San Pedro de Arlanza.

Autor Paco Blanco, Barcelona abril de 2019.

SAN VITORES O SAN VICTOR. -Por Francisco Blanco-

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San Víctor, más conocido popularmente en su tierra como San Vitores, nació el año 800 justo recién entrado el siglo IX en la localidad burgalesa de Cerezo de Río Tirón, una antigua ciudad medieval de la comarca de La Bureba (1), que también estuvo habitada por berones, austrigones y romanos e invadida por los árabes en el siglo VIII, por la que cruzaba la calzada romana que iba de Tarragona a Astorga.

La repoblación cristiana de la zona, que había sido muy devastada por los árabes especialmente durante el emirato de Abb al Rhamán II, se comenzó bajo la iniciativa del rey Alfonso III de Asturias y fue llevada a cabo por el conde de Lantaron Gonzalo Téllez, fundador de Cerezo de Río Tirón que pasó a denominarse conde de Cerezo y Lantaron, pasando Cerezo a ser la cabeza del condado. Gonzalo Téllez fue conde de Cerezo entre los años 897 y 913 junto con su mujer Flámula, otra noble asturiana. También fundó Villagonzalo Pedernales, otra villa burgalesa en la que murió. El condado de Cerezo se extinguió en tiempos del conde de Castilla Fernando I, que también fue rey de León.

La vocación religiosa de San Vitores no tardó en manifestarse, pues siendo muy joven fue ordenado sacerdote en la iglesia de su pueblo, por entonces en poder de los invasores, que habían conseguido entre amenazas y promesas, que muchos vecinos renunciaran de sus creencias cristianas y abrazaran la fe del Islam.

Pero la Fe de San Vitores no tiene fisuras y su religiosidad va en aumento, por lo que decide convertirse en ermitaño, retirándose a una solitaria cueva, que el mismo había descubierto y excavado situada en las cercanías de las localidades burgalesas de Tamayo y de Oña, sobre la ladera de los montes de Oca. Actualmente en Tamayo existe una pequeña ermita de una sola nave, en la que se encuentra la entrada a la cueva rupestre en la que según la tradición vivió San Vitores durante sus años de anacoreta.

Durante siete años vivió  una vida  de anacoreta en la más completa soledad, dedicándose a la oración, el ayuno y la vida contemplativa, hasta que un buen día un ángel entró volando en su cueva y le convence para que deje de ser ermitaño y se convierta en predicador, para de esta forma combatir con la palabra a  los enemigos de la fe cristiana que se habían apoderado de la comarca. San Vitores, impresionado por la visita del ángel y convencido de su nueva misión, decide abandonar aquella vida solitaria y convertirse en predicador para defender con la palabra la religión cristiana. Con este propósito se traslada a Cerezo de Río Tirón su pueblo, que por entonces estaba ocupado por los moros.

El verbo de San Vitores debía de ser muy encendido y convincente, pues con su predicación consiguió reanimar la fe de muchos vecinos que se habían instalado en la tibieza o la indiferencia, volver a otros a la abandonada senda de la religión cristiana e incluso convertir a algunos musulmanes. Según cuenta alguna tradición, una de las más milagrosas conversiones que realizó fue la de la princesa Columba, hija de Zafa Mohamed Zaqueto también conocido por Gaza, que era el general que mandaba el ejército enviado por el emir para invadir los valles burebanos, quien al enterarse  que su hija había abrazado la fe cristiana y quería casarse con un cristiano no dudó en mandarla decapitar, por lo que alcanzó la santidad con el nombre de Santa Coloma. Su devoción está muy extendida por toda La Rioja, existiendo numerosos establecimientos religiosos dedicados a su culto.

En el pueblo riojano de Santa Coloma, muy cerca de Nájera, se encuentra el Monasterio que lleva su nombre. Fue levantado en el año 923 sobre los restos de una vieja ermita, durante el reinado de Ordoño II de León, siendo el último conde de Cerezo y Lantaron Álvaro Herraméliz, pues su sucesor Fernán González se convirtió en conde de Castilla, Cerezo, Lantaron y Álava, integrándose todo el territorio en el independiente Condado de Castilla. Hacia el año 1060 pasó a depender del Monasterio Santa María la Real de Nájera (2). La festividad de Santa Coloma se conmemora el día 31 de diciembre, pero su celebración se ha trasladado al último domingo del mes de mayo.

En Nájera existe una iglesia bajo su advocación y en la cercana localidad de Medrano existe también un pequeño monasterio dedicado a Santa Coloma.

San Vitores no sólo predicó el cristianismo en Cerezo, también recorrió diversos pueblos de la comarca alentando a sus vecinos a que renunciaran al islamismo y volvieran a abrazar el cristianismo, que era la única fe verdadera. Naturalmente, esta actividad predicadora era conocida de los invasores, que andaban tras él para detenerle y castigarle. Finalmente fue localizado predicando en el cercano pueblo de Quintanilla de las Dueñas, siendo inmediatamente apresado, encadenado y conducido a presencia del general Gaza, sin que San Vitores dejara de predicar y siguiera ensalzando las bondades de la fe cristiana y rechazando las doctrinas del Islam, incluso desde el calabozo en el que fue encerrado. Furioso contra el incansable predicador y deseando acabar con él, Gaza mandó que lo crucificaran, cosa que hicieron en lo alto del monte de los Sauces, dejándole expuesto durante tres días a la curiosidad pública. Pero San Vitores, ante el asombro de los vecinos y la estupefacción de los musulmanes, prosiguió predicando incansablemente desde lo alto de la cruz. Ante hecho tan inusitado, Gaza ordenó que lo bajaran y lo decapitaran allí mismo. Pero lo que ocurrió a continuación resultó aun más milagroso: Ante el estupefacto terror de los moros que no podían creer lo que veían, y el religioso asombro de los vecinos de Quintanilla de las Dueñas, San Vitores se levantó impasible, recogió su cabeza se la puso bajo el brazo y continuo predicando como si nada hubiera ocurrido. Sin que nadie le interceptara, atravesó el pueblo y se internó en el monte cercano en dirección a Cerezo, pero antes de llegar se retiró a morir a una cueva de Cubillo, a cuya entrada clavó su cayado para que fueran localizados sus restos.

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Siempre según la tradición, San Vitores falleció el día 26 de agosto y por los alrededores se oyeron música y canticos celestiales. Sus restos fueron encontrados por sus vecinos y recibieron sepultura en la misma cueva, que se convirtió en lugar de peregrinación y de romerías, sobre la que se construyó una iglesia en su memoria. Muchos pueblos de la zona le tienen en la actualidad como su patrón y muchas ermitas e iglesias están bajo su advocación. El nombre de Vitores, por el que más se le conoce, parece que procede de la palabra victoria, alusiva a fiestas o celebraciones y parece estar relacionada con la victoria final del cristianismo y la definitiva expulsión de los invasores de aquella zona, que incluía pueblos de las actuales provincias de Burgos, La Rioja y Álava, que por entonces pertenecían al Condado de Castilla.

En el siglo XV sus restos fueron depositados en un arca dorada y cerrada con tres llaves, que fue  trasladada de la cueva de Cunillas a un convento que en su honor mandaron construir los Condestables de Castilla en la cercana localidad de Fresno de Río Tirón, siendo colocadas en el altar mayor del lado del Evangelio.

Este convento estuvo regido primero por los dominicos, quienes según afirma una leyenda se llevaron con ellos la cabeza del santo. Después, en el 1551 llegaron los franciscanos que lo rigieron hasta que se vieron obligados a abandonarle en el siglo XIX a causa de la Desamortización de Mendizabal. Desde entonces ha permanecido deshabitado, aunque se encuentra en perfecto estado de conservación y últimamente se le han efectuado algunas reformas. No obstante, los vecinos de los pueblos en los que San Vitores llevó a cabo su labor predicadora, durante el mes de mayo acuden cada sábado en romería a las cercanías del ex-convento para honrar su memoria. También se celebra otra romería en su honor el 16 de agosto, a la que acuden numerosos romeros de los cercanos pueblos de las provincias de Burgos, La Rioja, Álava e incluso Cantabria y Navarra.

También, el hecho de que la tumba de San Vitores se encontrara en el antiguo Camino de Santiago ha contribuido en gran medida a que su culto y devoción se hayan extendido por otras varias provincias, además de Burgos, La Rioja y Álava, como son Palencia, Cantabria, Segovia, y las gallegas Orense y La Coruña.

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El arca con los restos de San Vitores ha sido abierta en más de una ocasión: el 11 de setiembre del año 1916 se hizo en presencia de un notario, dos médicos y las correspondientes autoridades eclesiásticas y civiles, levantándose acta de su contenido, consistente en diversos huesos de su cuerpo de diferente tamaño.

La última apertura tuvo lugar al cabo de un siglo, el día 2 de setiembre del año 2016 y fue organizada por la “Asociación Pueblos de San Vitores”, naturalmente con el correspondiente permiso del Arzobispado de Burgos. Con ese motivo tuvo lugar una concurrida romería popular. La próxima apertura del arca no se podrá realizar hasta el siglo XXII y correrá a cargo de dicha Asociación.

La “Asociación Pueblos de San Vitores” se creó con el proyecto de recuperar los numerosos lazos históricos existentes entre las diversas localidades que de alguna manera siguen honrando la memoria de San Vitores, y su centro neurálgico se encuentra en el que fuera Convento de San Vitores situado en la localidad burgalesa de Fresno de Río Tirón, en cuya Casa Consistorial a finales del 2012 tuvo lugar el primer encuentro, en el que estuvieron presentes representantes de de Cerezo y Fresno de Río Tirón y Quintanilla San García por la provincia de Burgos, más Leiva y Tormantos por por la de La Rioja.

Los objetivos de la Asociación se centran fundamentalmente en la conservación y difusión del ex-convento y su contenido, así como organizar y promocionar las romerías populares que inmemorialmente se vienen celebrando durante los fines de semana del mes de mayo en honor de San Vitores, así como que se vayan incorporando a la Asociación otras localidades, no sólo de Burgos y La Rioja, sino de otras provincias de España, especialmente aquellas que tuvieron algún vínculo de culto o patronazgo con San Vitores.

También en la comarca burgalesa de La Bureba se encuentra la “Muy Leal y Muy Valerosa Villa de Oña”, donde se puede visitar y admirar el famoso Monasterio de San Salvador, fundado en el año 1011 por el conde Sancho García I de Castilla, el de “Los Buenos Fueros”, que lo mandó construir para que fuera la abadía de su hija Trigidia, popularmente conocida como Santa Trigidia, que había decidido dedicarse a la vida religiosa.

En su interior desde la segunda mitad del siglo XVI o principios del XVII se puede admirar una estatua de de San Vitores: se trata de una talla de madera de nogal policromado, entre renacentista y barroca, que representa la imagen de un monje que lleva la cabeza en la mano. El día 26 de agosto de cada año, con motivo de la festividad de San Vitores se celebra una romería en su honor.

Sobre la vida y milagros de San Vitores existe un texto latino que forma parte de la colección “Pasionaria de Silos”, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Paris. La primera versión en castellano data del siglo XV y se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid. Existen además la “Historia del glorioso mártir San Vitores” de Andrés Gutiérrez de Cerezo y “Leyenda de los Santos de Burgos” de Juan de Burgos, ambas escritas en las postrimerías del siglo XV.

NOTAS

  • El título de ciudad se lo concedió en rey de Castilla Juan II
  • Según el burgalés Fray Justo Pérez de Urbel, fue fundado por monjes procedentes de los monasterios burgaleses de San Mamés y Santa Coloma de Ura, situados en las cercanías de Covarribias.
Autor Paco Blanco, Barcelona, febrero 2019

SANTA CENTOLA Y SANTA ELENA. -Por Francisco Blanco-.

“En lo más alto de la cumbre, Siero.

y en torno, un ceñidor de peñascales

que quieren en altura ser iguales.

uno sobre otro colosal rimero”

(Bonifacio Zamora)

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El espectacular mirador de Castrosiero, que canta el poeta burgalés P. Bonifacio Zamora, se encuentra en lo más alto del pueblo burgalés de Valdelateja, y sobre la impresionante peña que  forma la cima dominando el Valle de Sedano, se levanta una pequeña ermita visigótica, dedicada a venerar las reliquias de las mártires burgalesas Santa Centola y Santa Elena. A sus pies, las agitadas aguas del río Rudrón que atraviesa el pueblo se unen a las del Ebro, continuando imparables por el noroeste de la provincia de Burgos, abriendo desfiladeros, gargantas y cañones, que forman el impresionante e incomparable paisaje natural conocido como “los Cañones del Ebro”.

Santa Centola y Santa Elena son dos santas burgalesas de finales del siglo III y principios del IV, que por haberse convertido a la religión cristiana fueron martirizadas por los romanos, posiblemente durante el mandato de Diocleciano que fue emperador de Roma entre los años 284 y 305.

No resulta arriesgado suponer que estas dos santas se encuentran entre las primeras del santoral y el martirologio burgalés, por lo que durante muchos años la tradición ha ido dando forma a su historia, alimentándola de  creencias populares, origen de numerosas leyendas. Según cuenta una de estas leyendas, las dos jóvenes mártires fueron decapitadas sobre lo más alto de la peña de Siero, quedando la roca impregnada por su sangre. La leyenda asegura también que si se frota la roca con un paño húmedo este queda manchado de un color rojizo, que se atribuye a la sangre de las dos decapitadas, que sigue conservándose fresca dentro de la roca.

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Claro que, antes de ser decapitadas, las dos jóvenes cristianas fueron sometidas a una dura persecución y a muchas crueles torturas por parte de sus verdugos romanos.

Pero, ¿quiénes eran estas dos jóvenes, de dónde procedían, a qué estatus social pertenecían?: Pues siempre según la tradición, el padre de Centola era un alto funcionario romano que ocupaba el cargo de procónsul (1), quién al enterarse de que su hija había abrazado la fe cristiana dio orden de apresarla, Centola, enterada de las intenciones de su padre huyó, buscando refugio en  la peña de Siero, pero su padre ordenó su busca y captura, siendo localizada y apresada por el prefecto Eglisio (2), que procedió a interrogarla y torturarla de forma implacable y despiadada, golpeándola con varillas de hierro o arrancándole la piel con cepillos de púas metálicas y afiladas, sin conseguir que la ensangrentada joven abjurase de su fe cristiana. Furioso y despechado, Eglisio la cortó los dos pechos y la encerró esperando que muriera desangrada. Pero la joven mártir no murió, lo que enfureció aun más al prefecto, que la envió varias mujeres para que fingiendo querer consolarla, la incitaran a volver a adorar los dioses romanos; pero la joven Centola se mantuvo firme en su nueva fe, que además defendía con vehemencia, por lo que Eglisio decidió cortarle la lengua y dejarla abandonada a su suerte. A partir de aquí es cuando entra en escena la joven Elena, a la que se atribuye origen toledano, hija de nobles romanos y paganos, que también había abrazado la nueva fe cristiana, por lo que se supone que tuvo que salir huyendo de su tierra para refugiarse en esta sierra burgalesa. Elena vivía pobremente en una modesta cabaña de Siero, dedicada a la oración y también a difundir la bondad de la vida cristiana entre los habitantes de la zona, llegando a convencer a alguno de que renunciase al paganismo, por lo que ya estaba en el punto de mira de las autoridades romanas. Elena ya  conocía a Centola, con la que compartía la misma fe, por lo que cuando la encontró malherida y abandonada, se apresuró a llevársela a su casa a pesar de que Centola, incluso careciendo de lengua, pudo hablar y advertir a su amiga del peligro que corrían de que las llevasen a las dos al martirio y a la muerte, a lo que Elena respondió que nada le importaría compartir su misma suerte. Y así ocurrió, al enterarse Eglisio de la nueva situación, volvió a montar en cólera y decidió cortar por lo sano, dando la orden de que ambas jóvenes fueran decapitadas en lo más alto de la peña de Siero, sentencia que fue ejecutada por el verdugo Dacinio  el día 13 de agosto del año 304, en los comienzos del siglo IV, quedando sus restos mortales dispersos por la sierra hasta que fueron recogidos por los habitantes de Valdelateja, que los depositaron en una escondida cueva de la sierra de Siero. Sin embargo, el lugar de su enterramiento no tardó en difundirse por la comarca, convirtiéndose poco a poco en un lugar de peregrinación para rezar y venerar las reliquias de las dos mártires.

En el año 782 los nobles visigodos Fredinandus y su esposa Gutina, señores de Castrosiero, levantan una ermita sobre la cumbre de la peña, donde trasladaron las reliquias de las dos santas. Se trataba de una pequeña iglesia visigótica de planta rectangular y ábside cuadrado, con una ventana con arco de herradura, sobre la que están grabados los nombres de sus fundadores y la fecha de su construcción. La fundación de la ermita con la advocación de las santas tuvo lugar durante la repoblación ordenada por el rey de Asturias Alfonso II. En la ermita primitiva subsiste la lápida fundacional del templo con la siguiente inscripción: «FRELENANDVS ET GVTINA (cruz patada, alfa y omega) ERA DCCCXX». El ara primitiva se conserva en el Museo Arqueológico de Burgos.

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Sobre este noble godo Fredelandus, que también repobló algunos valles de la Montaña de Santander, existe la teoría no confirmada de que se trata del hermano del conde Munio Núñez, repoblador junto con su esposa Argilo, de la palentina población de Brañosera, a la que otorgó la primera “Carta Pobla” que la convirtió en la primera localidad de ciudadanos libres que existió en Castilla. Si esta teoría se confirmase, convertiría a Fernán Núñez y su esposa Gutina en antecesores directos del conde Fernán González, que en el siglo X conseguiría la independencia de Castilla

Ya en el siglo XIV, durante el reinado de Alfonso XI en el añó 1317 el obispo de Burgos, D. Gonzalo de Hinojosa, estableció el día 4 de agosto del 304 como fecha del martirio de las dos santas, al tiempo que para facilitar su culto ordenaba el traslado de los cuerpos de las dos santas al altar mayor de la catedral de Burgos, dejando sus cabezas en la ermita. También estableció para ese día una misa obligatoria y la celebración de una procesión. A pesar de todo esto, en el pueblo de Valdelateja todavía se venera la memoria de las dos santas mártires.

Por su parte, los calendarios mozárabes establecían la festividad de Santa Centola el día 2 de agosto, pero sin concederla el título de mártir ni vincularla con Santa Elena, hasta que en el siglo XVI el Papa Gregorio XIII encargó al cardenal Baronio (3)  la revisión del santoral y la redacción de un nuevo calendario del martirologio cristiano. Tras dos años de intenso trabajo de investigación, en el 1589 Baronio publicaba su “Martyrologium Romanum, cum Notationibus Caesaris Baronii”, en el que se establecía el 13 de agosto del 304 como la fecha del martirio de las dos jóvenes cristianas. Actualmente, en la Archidiócesis de Burgos el día 13 de agosto sólo se celebra la festividad de Santa Centola, sin mencionar para nada a Santa Elena, como si esta en realidad no hubiese existido o perteneciese a otra época y a otra región, alegando que el culto a Santa Elena no se conoce hasta el siglo XIV y no ofrece credibilidad.

En la actualidad el primitivo poblado de Siero prácticamente ha desparecido, trasladándose sus habitantes un poco más abajo. En su lugar surgió un nuevo asentamiento algo más abajo, habitado hasta el año 1914 del siglo XX, en el que sus dos últimos habitantes se fueron a vivir a Valdelateja, convirtiéndose Siero en un pueblo fantasma en el que todavía se pueden ver los restos del cementerio y las ruinas de la Iglesia.

En Valdelateja, otro pueblo de origen medieval en el que se unen las aguas del Rudrón con las del Ebro, se puede ver la iglesia de Santa Eulalia, ampliada a principios del siglo XX con los restos de la antigua de Siero, utilizando la piedra de la antigua iglesia de Siero, así como la espadaña y la puerta de entrada. En su interior se conservan las imágenes góticas talladas en madera de nogal policromadas, que representan a Santa Centola y Santa Elena y otra de Santa Lucía.

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NOTAS: 

  • El procónsul era un magistrado romano que se encargaba de la administración de una provincia romana por delegación del cónsul.
  • El prefecto era una especie de “superpolicía”, que tenía jurisdicción sobre la “Guardia Pretoriana” y también sobre las causas criminales.
  • El Cardenal César Baronio (3-X-1538-30-VI-1607) fue nombrado Cardenal por Clemente VIII en el mes de mayo del 1596.

Autor Paco Blanco, Barcelona, febrero 2019

HISTORIAS DEL SANTORAL BURGALÉS: SAN INDALECIO, OBISPO DE OCA Y SAN FORNERIO. -Por Francisco Blanco-.

Según la tradición cristiana, San Pedro y San Pablo, los Padres de la Iglesia, enviaron a España siete discípulos de Santiago el Mayor para que continuaran su evangelización, conocidos como los “Siete Varones Apostólicos” cuyos nombres eran: Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Esiquio. Estos siete varones, que ya habían sido cristianizados por el Apóstol Santiago durante su primera estancia en España, habían viajado a Roma para ser ordenados sacerdotes y de esta forma completar su formación evangelizadora. Siempre según la tradición, el grupo desembarcó en lo que ahora se conoce como Bahía de Cádiz durante la celebración de las fiestas romanas en honor de los dioses Júpiter, Mercurio y Juno, por lo que tuvieron que esconderse y dispersarse  precipitadamente, para evitar ser apresados y ejecutados en honor de los dioses paganos. De esta forma, Torcuato se quedó en Guadix, Tesifonte apareció en Berja, Esiquio llegó hasta Caravaca, Indalecio a Almería, Eufrasio a Andújar, Segundo a Ávila y Cecilio a Granada. Esto ocurría con toda probabilidad en los comienzos de la segunda mitad del siglo I d. C.

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A partir de aquí, la trayectoria religiosa de San Indalecio y sus compañeros está insuficientemente documentada y en consecuencia resulta bastante confusa, por lo que hay que recurrir a diferentes tradiciones y leyendas cuya verosimilitud resulta a veces sospechosa, teniendo en cuenta que los primeros “Martirologios” cristianos empezaron a aparecer nada menos que hacia el siglo VI y son, sobre todo, un catálogo de mártires y santos cristianos y una relación de los fundadores de monasterios e iglesia y de las diferentes fiestas y romerías populares que se celebraban en su honor. Hay que esperar hasta los “Martirologios” del siglo IX, con los árabes ya instalados en la península, cuando empiezan a aparecer noticias sobre la vida y milagros de estos primeros evangelizadores de la Hispania romana.

Volviendo a San Indalecio y su legendaria biografía, que nos dice que fue el primer obispo de Almería de cuya ciudad es patrón y también fue el primer obispo de la sede episcopal de Auca, es decir de la actual localidad burgalesa de Villafranca Montes de Oca, donde se le rinde culto milenario. Asegura además que en el Monasterio de San Juan de la Peña de Huesca se encuentran los restos o las reliquias de San Indalecio, que permanecieron en dicho monasterio hasta el año 1495, en el que fueron trasladados en una urna de plata al altar mayor de la catedral de Jaca, también en Huesca, donde todavía se encuentran y donde se les rinde culto. En dicha urna de plata se puede leer la siguiente inscripción: “Esta urna contiene los restos de Indalecio. Los astros protegen su alma”.

La primitiva localidad burgalesa de Auca fue fundada por los romanos, que fortificaron la zona para proteger el paso de sus legiones y la mantuvieron bajo su control y posteriormente el de los visigodos hasta la invasión musulmana del siglo VIII, en que fue conquistada y saqueada en varias ocasiones por los árabes. Su lenta reconstrucción durante la Alta Edad Media fue desplazando su casco urbano hacia el norte, en pleno valle del río Oca, pasando a denominarse Villafranca Montes de Oca. La sede episcopal de Oca permaneció en Villafranca hasta el año 1075, en que fue trasladada a Gamonal y posteriormente a Burgos.

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En las cercanías de la actual localidad de Villafranca Montes de Oca se encuentra la ermita pre-románica de la Virgen de Oca, en cuyo interior se conserva una talla del siglo XII que representa la imagen de San Indalecio, el discípulo del Apóstol Santiago que fundó la diócesis de Auca, y que también según una antigua leyenda fue martirizado hasta la muerte por los romanos y su cuerpo arrojado a una sima. La leyenda asegura que en el lugar en que cayó derramada su sangre brotó un manantial con sus aguas teñidas de rojo.

Actualmente este lugar se conoce como el Pozo de San Indalecio y en las piedras del fondo de su pileta todavía se aprecian unas pequeñas motas rojas, semejantes a gotas de sangre. La realidad puede ser que estas aguas son muy ricas en hierro y las motas pueden ser causadas por su oxidación, pero la leyenda sigue alimentando la devoción por San Indalecio y la Virgen de Oca, muy presente en las comarcas burgalesas de La Bureba y La Riojilla (1). Muy cerca del manantial se encuentran las fuentes del río Oca, cuyas aguas se embalsan un poco más adelante para abastecer de agua a la comarca.

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Auca siguió siendo sede episcopal durante la época visigoda y sus obispos estuvieron presentes en los diferentes concilios toledanos, según consta en sus actas conciliares.

El obispo Asterio, por ejemplo,  estuvo presente en el III Concilio de Toledo del año 589 y también en el de Zaragoza del 592 y también en el IV Concilio de Toledo del 597. Firmaba como Asterias Aucensis Ecclesiae Episcopus suscripsi”. Otros obispos de Oca” fueron: Amamungo (589-597); Litorio (649-656); Stercopio (675-688) y por último Constantino, que estuvo presente en el XVI Concilio de Toledo del año 693, firmando como “Constantinus Aucensis Sedis Episcopus subscripsi”.

En el siglo VIII se produjo la invasión de los árabes, que se apoderaron rápidamente de la zona y la sede episcopal de Oca quedó abandonada durante muchos años.

En el siglo XI, gracias al impulso protector que recibió del rey de Castilla Alfonso VI y a la extraordinaria labor de reconstrucción de la ruta jacobea, llevada a cabo por Domingo García y Juan de Ortega dos santos burgaleses, que desde La Rioja llegaba hasta Burgos, atravesando la montañosa zona de los Montes de Oca por unos caminos solitarios, intrincados y boscosos, por los que abundaban bandoleros y salteadores de caminos, que no tenían reparo en asaltar a los peregrinos que utilizaban la ruta y despojarles de todas sus pertenencias. Estos dos burgaleses abrieron nuevos caminos empedrados, levantaron puentes, construyeron albergues y hospitales, consiguiendo que el nuevo tramo del Camino de Santiago fuera nuevamente seguido por numerosos peregrinos.

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SAN FORNERIO

Según  una vieja tradición cristiana, San Fornerio nació en un lugar conocido como Cesarea, y todo parece indicar que se trata de la localidad burgalesa de Cerezo de Río Tirón, fundada por los romanos en el siglo I d. C., que la denominaron con ese nombra en honor al emperador César Augusto. Se encontraba situado dentro de la Calzada Romana que iba de Tarragona a Astorga.

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Fornerio nació en el siglo III d. C. y pertenecía a una familia romana de buena posición, pero parece que siendo aún muy joven fue bautizado y convertido a la fe cristiana. Al quedarse huérfano con menos de catorce años, decidió vender sus propiedades, repartir su producto entre los pobres y retirarse a vivir a una cueva en el monte cercano para hacer vida de ermitaño, aunque parece que también hacía de pastor de un pequeño rebaño de ovejas, del que obtenía su sustento. Un buen día, estando pastoreando su rebaño, se le apareció un ángel que le ofreció un cayado de pastor y un evangelio, proponiéndole que además de seguir pastoreando su ganado se convirtiera también en pastor de almas, predicando la fe cristiana entre sus paisanos, casi todos paganos. Fornerio se tomó tan en serio esta proposición, que empezó a predicar el evangelio a todo el que se cruzaba en su camino, ya fuera animal o persona. Según la leyenda, los animales de labranza se acercaban embelesados a escuchar su discurso, lo que atraía la curiosidad de muchos vecinos, que también se acercaban a escuchar las palabras del joven predicador, consiguiendo que muchos se convirtieran al cristianismo. Hacia la segunda mitad del siglo III de nuestra era, el emperador Aureliano (1) publicó un decreto ordenando la persecución de los cristianos. Fornerio fue perseguido, apresado y sometido a terribles tormentos: primero fue quemado vivo durante cinco días dentro de un horno, del que salió sin una  quemadura; después decidieron meterle en un circo y entregarle a los leones pero, ante el asombre de todos estos se le acercaron sumisos y meneando la cola en señal de obediencia. Finalmente le trasladaron a la localidad de Tormantos, cercana a Cerezo, por la que también cruza el río Tirón, donde fue decapitado. Sus restos fueron trasladados a Bañares (2), donde todavía se guardan en la iglesia parroquial de la Santa Cruz, dentro de  un arca románica de madera cubierta por capas de cobre  esmaltadas y decoradas con diferentes motivos, su origen es posiblemente del siglo XII y está considerada como una verdadera joya del arte románico español.

San Fornerio es considerado como protector del ganado y de las cosechas y su festividad se celebra el 25 de setiembre. Se le representa joven y sin barba, cubierto de pieles, con un cayado de pastor en la mano izquierda y el Evangelio en la derecha, uno de sus pies descansa sobre la cabeza de un león.

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Otra versión de la leyenda afirma que Fornerio sí nació en Cesarea, pero  de la Capadocia, en la actual Turquía. Abrazó la fe cristiana por lo que fue martirizado, muriendo en la hoguera en el año 318. Cuenta la leyenda que sus restos llegaron a España transportados por una yegua, que los depositó en el lugar donde hoy se levanta la ermita de San Fornerio, un templo románico del siglo XII, en la localidad de Pangua, dentro del enclave burgalés del Condado de Treviño (3), del cual es también patrón.

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Tanto en Cerezo de Río Tirón, como en el Condado de Treviño y en Bañares, la festividad de San Fornerio se celebra el día 25 de setiembre, pero aquí se acaban las coincidencias, pues ni sus imágenes, ni sus datos biográficos, ni la época en que vivieron coinciden. También resulta difícil de creer que se trate de dos santos diferentes, lo que refuerza la teoría de que ambas versiones sean fruto de la leyenda.

NOTAS:

  • Aureliano fue emperador de Roma entre los años 270-275 d. C.
  • Actualmente Tormantos y Bañares pertenecen a la Comunidad autónoma de La Rioja.

El Condado de Treviño desde el siglo XIII, siendo rey de Castilla Alfonso VIII, es un enclave burgalés dentro de la provincia de Álava, que se creó como consecuencia de los enfrentamientos militares de los reyes de Navarra y de Castilla.

PACO BLANCO, 2019. BARCELONA

LOS ORÍGENES DE VIZCAYA Y SU RELACIÓN CON CASTILLA. -Por Francisco Blanco-.

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Hacia el siglo I de nuestra era los vascones establecidos en la Península Ibérica ocupaban un territorio que se extendía desde el curso alto del Ebro, hasta la vertiente central de los Pirineos, por territorios de las actuales provincias de Guipúzcoa, Vizcaya, Álava, La Rioja, Navarra y hasta de Aragón, alcanzando un alto nivel de prosperidad, especialmente en las feraces tierras llanas de la ribera del Ebro, aunque también se instalaron  por las regiones montañosas del norte, conocidas como “Saltus Vasconum”, en las que vivían más dispersos, conservando su independencia, su lengua y sus costumbres autóctonas. Por vecinos tenían a los várdulos, los caristios, los verones y los aquitanos. Los romanos los conocían como “Gens Vasconium”.

Con la descomposición del Imperio romano llegaron las invasiones de los pueblos germánicos, y con ellas la estabilidad política y económica se rompió, produciéndose numerosos enfrentamientos y escisiones de territorios que se fueron convirtiendo en entidades feudales, al mando del correspondiente señor feudal.

A principios del siglo VIII se produjo la invasión musulmana que acabó con la España visigoda, a excepción de Asturias, Cantabria y el resto de la costa vascona, o sea: Vizcaya y Guipúzcoa. Desde el recién creado reino de Asturias se da comienzo a la repoblación de los terrenos colindantes, que habían sido arrasados y abandonados por los árabes, que se establecieron en al-Andalus, dependiente del Califato Omeya, hasta que en el año 756 se convirtió en el Emirato de Córdoba, para finalmente, en el año 929, pasar a ser  el Califato de Córdoba.

Las expediciones de castigo, que salían desde Córdoba hacia tierras cristianas  en busca de botín, fueron muy numerosas durante los primeros años, llegando a invadir y saquear las tierras de La Rioja, Álava y el noroeste del condado de Castilla. Navarra, que estaba dominada por la poderosa familia muladí de los Banu Casi o Hijos de Casio (1), con la que los árabes parecían tener un pacto de no agresión, fue siempre respetada por estos ataques árabes.

A finales del año 866 Alfonso III es coronado solemnemente como rey de Asturias y de Galicia. Casi inmediatamente, el rey asturiano tuvo que enfrentarse a una rebelión de los vizcaínos y los alaveses, encabezada por el legendario Señor de Vizcaya Jaun Zuría (en castellano Don Blanco), que vencieron a los asturianos, encabezados por el infante Ordoño, hijo del rey astur, en la legendaria batalla de Padura, obligándoles a huir precipitadamente. Esta batalla, legendaria para muchos historiadores, se produjo en los límites de Álava con Vizcaya, dentro del concejo presidido por el “Árbol Malato”, supuestamente el árbol que aparece en el escudo de Vizcaya. Los vencedores también dejaron una espada clavada en el lugar para recordar la victoria.

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Esta batalla de Padura, que pasó a llamarse de Arrigorriaga, en vasco piedras bermejas, fue extremadamente cruda y cruenta, produciéndose numerosas bajas por los dos bandos, incluido el infante Ordoño, hijo del rey asturiano.

Pero según la “Crónica Albeldense”,  Alfonso III tuvo que hacer frente a dos rebeliones de los vascones, la segunda tuvo lugar en torno al año 870 y estuvo encabezada por Elyón, que se había nombrado a sí mismo conde de Álava. Pero Elyón fue derrotado, hecho prisionero y trasladado a Oviedo, acabando sus días en prisión. En esta ocasión las tropas vencedoras estaban dirigidas por Rodrigo, primer Conde de Castilla, que como recompensa fue nombrado también primer Conde de Álava.

Durante su mandato, el conde Rodrigo repobló  muchos territorios del norte del condado de Castilla y de la ribera alta del Ebro. A su muerte le sucederá su hijo, Diego Rodríguez Porcelos, como conde de Castilla, mientras que Vela Jiménez se convertiría en el segundo conde de Álava, dependiendo ambos política y administrativamente del reino de León. En el año 931 el conde de Castilla Fernán González logra reunir en su persona, con carácter hereditario, los condados de Álava,Cerezo, Lantaron, Lara y Burgos. Esta unificación permitió construir el gran Condado de Castilla, que acabaría independizándose de León y convertirse en el Reino de Castilla. El último conde  de Castilla y Álava fue el biznieto de Fernán González, conde García Sánchez, que murió asesinado en León cuando estaba a punto de casarse con la hija del rey leonés. Su cuñado, el rey navarro Sancho Garcés III, que le acompañaba a la boda, no desaprovechó la ocasión para apoderarse de una buena parte de condado de Castilla, incluyendo lo que había sido el condado de Álava, que estuvo alternativamente en poder de navarros y castellanos, hasta que en al año 1200 se produce la unificación y el antiguo territorio del Condado de Castilla se incorpora definitivamente al reino de Castilla.

Vizcaya permaneció bajo la influencia del reino de León hasta que en el año 1029, tras el asesinato en León del joven conde de Castilla, García Sánchez I y la anexión por parte de su cuñado, el rey de Pamplona Sancho III, de buena parte del condado de Castilla, Vizcaya queda bajo la influencia del Reino de Pamplona, pero al igual que ocurriera en Álava, con los enfrentamientos entre castellanos y navarros, esta influencia cambiaba en función de que el resultado militar de estos enfrentamientos fuera favorable a navarros o castellanos.

En el año 1040 Íñigo López Ezquerra, que gobernaba parte de  Vizcaya, se alía con el rey castellano Alfonso VI y se convierte en el primer Señor de Vizcaya con carácter vitalicio y hereditario, aunque los documentos históricos sobre la autenticidad de estos hechos son más que discutibles y puestos en cuestión por muchos historiadores.

Las relaciones históricas entre Vizcaya y los reinos de Asturias y León acabaron por convertirse en unas tradiciones populares, que a su vez se fueron trasmitiendo de padres a hijos, dando origen a numerosas leyendas.

Para encontrar documentación fiable sobre el Señorío de Vizcaya hay que dar un salto en la Historia, nada menos que hasta mediados  del siglo XIV, gracias a la obra del poeta e historiador portugués, el infante Pedro Alfonso de Portugal, conde de Barcelos e hijo bastardo del rey Dionisio I de Portugal. Este noble portugués es autor de la obra “Crónica General  de España de 1344”, cuyo texto fue utilizado posteriormente por el rey español Alfonso X el Sabio, para escribir su “Estoria de Españña”.

Este historiador portugués, Pedro Alfonso de Portugal, que  estuvo residiendo varios años en Castilla como huésped de la poderosa familia  de los López de Haro, describe los orígenes de Vizcaya de la siguiente manera:

“Biscaya fue Señorio aparte antes que huviesen Reyes de Castilla i después estuvo sin Señor. Avia en Asturias el conde don Moniño, que vexando a aquella tierra le obligó a pagarle cada año una vaca, un buey i un cavallo blancos. Poco después deste acuerdo llegó allí, una nave, en que venía un hombre bueno, hermano del rey de Inglaterra, expulso de allá; y se llamava From: traía consigo a Fortun Froes su hijo. Supo de aquella gente la contienda con el conde don Moniño; dixoles quien era, i que si le aceptasen por señor los defendería. Hizieronlo ellos así i estando ya en posesión del Estado, llegó el tiempo de pagar al conde don Moniño el tributo, que él embio a pedir. Respondiole From, que viniese él a pedirlo. Juntó sus gentes el conde, i From con sus Biscainos le salió al encuentro cerca de la aldea de Vusturia, adonde el Conde quedó vencido, i muerto, con gran parte de su exercito. Por la mucha sangre que se derramó por allí, se dio al campo el nombre de Arrigurriaga, que en Vascuence quiere decir piedras bermejas. Muerto don From quedó su hijo don Fortun Froes señor de Biscaya…”

De este texto se deduce que Vizcaya no había pagado sus correspondientes tributos al reino asturiano, causa de la rebelión dirigida por el caballero inglés From, que se erigió en el primer Señor de Vizcaya, sucediéndole su hijo Fortún Froes.

Pero, ya a mediados el siglo XV, un noble vizcaíno, Lope García de Salazar (2), en su obra “Crónica de las Siete Casas de Vizcaya y Castilla”,  nos ofrece otra versión un poco más extensa del origen del Señorío de Vizcaya:

 “Una hija legítima del rey de Escocia arribó en Mundaca unas naos y vinieron con ella muchos omes y mugeres y, quando llegaron á la concha de fuera, avía tormenta, que quisieron posar allí y bieron al agua que descendia de Guernica turbia, que venía crescida y dixeron aca munda ca. Heran todos gramaticos, que en gramatica dizen por agua limpia aca munda, y fueron al rrio arriba y posaron dentro donde ahora es poblada Mundaca y por esto le llamaron Mundaca: y aqui se dize que esta donzella se preñó y que nunca quiso dezir de quien hera preñada y que la dexó en destierro del rreino de su padre, y que la dexaron allí en Mundaca aquellas gentes que con ella vinieron y que se tornaron para Escocia con sus naos sino algunos que quedaron allí con ella.

Y por otra manera dize la historia que cuando el de Escocia, padre de esta donzella, murió, que fincó un su hijo por rrey y que esta su hermana no quiso quedar en el rreino, y que tomó aquellas naos y gentes con todo algo que pudo aver y arribó allí en Mundaca, como dicho es, y que las naos y gentes, con algunos de las compañas, que se tornaron para Escocia, y la infanta con los más se quedó allí y que hizieron allí su puebla y que, estando allí, que durmió con ella en sueños un diablo que llaman en Bizcaya Culebro, Señor de Casa, y que la empreñó y destas dos cosas no se sabe qual dellas fué más cierta; pero como quiera que fué, la infanta fué preñada y parió un hijo, que fué ome mucho hermoso y de buen cuerpo y llamáronle Don Zurián, que quiere dezir en castellano Don Blanco.

En aquel tiempo no hera Bizcaya cinco merindades como es agora, ca estonces la Encartación y Somorrostro y Baracaldo del rreino de León heran y Durango estonces Señorío sobre sí, y hera Señor della Don Sancho Astegures, y después la ganó Don Íñigo Esquerra, Señor de Bizcaya, ca trucó otra tierra con el rrey de León en Asturias é juntóla con el Señorío de Bizcaya con aquellas franquezas é libertades que Bizcaya avía; y en esta sazón se alzó Castilla Vieja contra los rreyes de León; porque les mató á los Condes á sus Señores y el rrey de León guerreava mucho con Biscaya, porque hera de Castilla, y haziales mucho daño á ellos á él también y, tanto ovo de ser, que un hijo del rrey de León entro á correr á Bizcaya y llegó hasta Vaquio, haciendo mucho daño en la tierra, é juntáronse las cinco merindades y ovieron consejo que le diesen batalla y el hijo del rrey de León respondióles que les no daría batalla á ellos ni á otro ninguno que no fuese rrey ó hijo de rrey ó de la sangre real, y sobre esto ovieron su consejo é, pues Don Zurián hera nieto del rrey de Escocia, que fuesen por él é le tomarían por Capitán y diesen con él la batalla, para en Arrigorryaga, que se llamava estonces Padura, y bino allí en ayuda de los biscaynos Don Sancho de Stegures, Señor de Durango y obieron allí su pelea, mucho porfiada y recia, y fué allí vencido y muerto el yjo del rrey de León y muchos de los suyos yacen enterrados en Arrigorriaga, que quiere decir en castellano peña bermexa Ensangrentada; y fueron en alcance asta el árbol gafo de Luyando, y, porque non pasaron adelante en el alcance, le llamaron el árbol gafo; y con la gran alegría que ovieron y porque el dicho Don Zuria provó mucho bien por sus manos, tomáronlo por Señor y alcanzáronlo por Conde de Biscaya, y partieron con él los montes y los monesterios á medias, y prometiéronle de ir con él cada y cuando que menester le obiesen asta aquel arbol gafo á su costa dellos y con armas y sin sueldo, y que, si dende allí delante les quisiese llevar, que les diese sueldo; y los leoneses, quando fueron encima de la peña, dixeron: “En salvo estamos” y, por eso la llamaron Peña Salvada, ca de primero la llamaban la Peña de Goruel. Y este Conde Don Zuria tomó por armas dos lobos con el Señorío de Biscaya encarnizados con dos carneros con las cabezas en las bocas; dos árboles entre ellos, y asi lo ovieron los Señores de Bizcaya, y todos, y en esta pelea murió Don Sancho Astegures, Señor de Durango, que vino en ayuda de los biscaynos, y dexo una hixa legítima por eredera y no más, y casó este Don Zuria con ella, y ovo el Señorío de Durango con ella y, después acá, siempre fué con el Condado y Señorío de Biscaya. Y este Conde Don Zuria yzo en esta hixa de Don Sancho Astegures, Señor de Durango, a Don Nuño López; y murió este Don Zuria y quedó por Señor de Vizcaya y Durango”.

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Años más tarde, en el 1471, el mismo Lope García de Salazar en su Istoria de las Bienandanças e Fortunas, ofrece una segunda versión, en la que aporta más datos biográficos sobre Jaun Zuria, del que afirma que contaba 22 años y explica los poderes que le concedieron los vizcaínos después de la victoria de Padura en la Jura de Guernica, que es la primera mención histórica que se conoce sobre la tradición  del Árbol de Guernica:

El famosos Árbol de Guernica es un roble que se alza delante de la Casa de Juntas de dicha localidad vizcaína, convertido en el símbolo de las libertades y los fueros concedidos a los vizcaínos.

“Seyendo este don Çuria, omne esforçado e valiente, con su madre allí en Altamira, cavo Mondaca, en edad de XXII años, entró un fijo del Rey de León con poderosa gente en Vizcaya quemando e robando e matando en ella porque se quitaran del señorío de León e llegó fasta Baquio. E juntados todos los vizcaínos, tañiendo las çinco vozinas en las çinco merindades, segund su costunbre, en Gernica e oviendo acuerdo de ir [a] pelear con él para lo matar o morir todos allí, (e) enbiáronle dezir que querían poner este fecho en el juizio de Dios e de la batalla aplazada adonde él quisiese. E por él les fue respondido que él no aplazaría batalla sino con rey o con omne de sangre real e que les quería fazer su guerra como mejor podiese. E sobre esto acordaron de tomar por mayor e capitán d’esta batalla aquel don Çuria, que era nieto del Rey d’Escoçia. E fueron a él sobre ello e falláronlo bien presto para ello; e enbiando sus mensajeros, aplazaron batalla para en Padura, açerca de donde es Vilvao. E llamaron a don Sancho Astegis, Señor de Durango, que los veniese ayudar a defender su tierra; e vino de voluntad e juntóse con ellos todos en uno. E oviendo fuerte batalla e mucho profiada e después de muertos muchos de anbas las partes, fueron vençidos los leoneses e muerto aquel fijo del Rey e muchos de los suyos. E morió allí aquel Sancho Astegas, Señor de Durango, e otros muchos vizcaínos. E siguieron el alcançe matando en ellos, que no dexavan ninguno a vida, fasta el árbol de Luyaondo; e porque se tornaron de allí, pesándoles, llamaron el árbol gafo. E los leoneses que escapar podieron salieron por la peña Gorobel, [col. b] que es sobre Ayala; e como ençima de la sierra dixieron “a salvo somos”, (e) por esto le llaman Salvada. E porque en Padura fue derramada tanta sangre llamaron Arigorriaga, que dize en vascuençe “Peña Vitada de Sangre”, como la llaman agora.

E tornados los vizcaínos con tanta onra a Gernica, oviendo su consejo, deziendo que, pues tanto eran omiçiados con los leoneses, que sin aver mayor por quien se regiesen que no se podrían bien defender e, pues escusar no lo podían, que tomasen a este don Çuria, que era de sangre real e valiente, pues que los él tan bien avía ayudado faziendo grandes fechos d’armas en esta batalla, (e) tomáronlo por señor e partieron con él los montes e las selas e diéronle todo lo seco (y) e verde que no es de fruto levar para las ferrerías e çiertos derechos en las venas que sacasen; e dehesaron para sí los robres e ayas e enzinas para mantenimiento de sus puercos e los azevos para mantenimiento de sus vestias e los fresnos para fazer astas de armas, cellos de cubas, e los salze[s] para çerradura de setos. E diéronle eredades de los mejores en todas las comarcas adonde poblase sus labradores por que se serviese d’ellos e no enojase a los fijosdalgo, en las quales fueron poblado[s] e aforados, como lo agora son en sus pedidos e derechos, e que no se mezclasen en el fecho de las armas ni en los juizios ni en los caloñas, en igual derecho con los fijosdalgos. E diéronle la justiçia çevil e criminal para qu’él posiese alcaldes e prestameros e merinos e probostes que juzgasen e esecutasen e recaudasen sus derechos a costa suya d’él, jurándoles en Santa María la Antigua de Gernica de les guardar franquezas e livertades, usos e costunbres segund ellos ovieron en los tienpos pasados e consentidos por los Reyes de León, quando eran de su ovediençia, e después de los Condes de Castilla, que agora eran sus señores, las quales, entre otras muchas, eran estas prinçipales: qu’el señor no proçediese contra ningún fijodalgo de suyo sin querello so sus ofiçiales, sinon por muerte de omne estranjero andante e por fuerça de muger e por quebrantamientos de caminos reales e de casas e por quemas de montes e de sierras; e que no fiziese pesquisa general ni çerrada ni oviese tormento ni reçibiese querella señalando el querelloso, sino con pesquisa de inquisiçión.

E éste casó con la fija de aquel don Sancho Astegis e eredó por ella a Durango, [después Aqua], aforándola como a ella. E tomó por armas dos lovos [encarniçados], que los topó en saliendo para la dicha batalla levando sendos carneros asados en las vocas, (e) oviéndolo por buena señal, como en aquel tienpo eran omes agoreros; e así los traxieron sus deçendientes”.

Dejando a Lope García de Salazar y volviendo al siglo XIV, en el año 1370 el Señorío de Vizcaya recae en la persona del Infante de Castilla Juan de Trastamara, que a la muerte de su padre Enrique II, el primer monarca de la Casa Trastamara, se convirtió en rey de España con el nombre de Juan I.

El Señor de Vizcaya se comprometía a defender y mantener las leyes y los Fueros propios de Vizcaya. A partir de aquí el Señorío de Vizcaya recaía en la persona del monarca español.

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La crisis bajomedieval que afectó a Europa, provocada principalmente por la aparición de la peste negra, también afectó a España y a Vizcaya, donde se produjo un despoblamiento del campo, que provocó una alarmante bajada de  la producción agraria, con la consiguiente caída de la riqueza de la población en general, que padeció hambrunas,  y de las rentas más altas en particular. Los jefes de las grandes casas vizcaínas empezaron a dividirse, acabando por formar dos bandos antagónicos, los oñacinos, liderados por el jefe de la Casa de Mújica, y los gamboínos, cuyo líder era el jefe de la Casa de Urquiza de Abendaño. Con esta rivalidad dieron comienzo las que se conocen como “Guerras de Banderizas”, que se prolongaron hasta los comienzos de la Edad Moderna, finalizando durante el reinado de los Reyes Católicos. En estas guerras entre linajes abundaron los incendios, robos y saqueos de las villas enemigas, además de extorsionar y atemorizar a los campesinos, o cambiar de bando en función de intereses señoriales. Una víctima frecuente de estos asaltos y saqueos fueron los convoyes de mercaderes burgaleses del Consulado del Mar, que trasladaban sus mercancías a los puertos vizcaínos para su exportación a Francia y los Países Bajos.

En tiempos del rey Enrique III de Castilla los campesinos se unieron y le pidieron, como Señor de Vizcaya, que autorizara la formación de una Hermandad para defenderse de los atropellos de los banderizos. El rey ordenó la redacción de unas Ordenanzas de Hermandad que fueron rechazadas por los dos bandos, principalmente  por el oñaciano.

Hacia el año 1479 las villas, bajo el control de la Corona,  volvieron a celebrar una Junta que se reunió en Durango, en la que se acuerda crear una nueva Hermandad, y en el 1480, un año después, los representantes de las villas se reúnen con los líderes de los dos bandos para buscar soluciones, dirimir querellas y acabar con los enfrentamientos armados. El resultado fue el fin de las guerras de banderizas, la pérdida de poder de los Señores, que fueron sustituidos por los Mayorazgos de origen castellano, el reforzamiento de las  Hermandades y el reconocimiento de la hidalguía de todos los vizcaínos, que dotaron a Vizcaya de una identidad propia, representada por las Juntas Generales de Guernica, que solamente se reunían para jurar los fueros o para tratar los temas que afectaran a todos los vizcaínos.

Vizcaya también se puso del lado de Isabel de Trastamara en su enfrentamiento con su sobrina Juana la Beltraneja, hija del rey Enrique IV, que se consideraba la heredera legítima del trono de Castilla y que se había hecho fuerte en la plaza de Burgos, siendo finalmente derrotada, por lo que su tía se convirtió en la reina Isabel I de Castilla, que ya estaba casada con su primo Fernando II de Aragón, ambos han pasado a la historia como los Reyes Católicos, que agradecieron las ayudas recibidas con importantes ayudas, tanto a Vizcaya como a Guipúzcoa. Muchos nobles vizcaínos y guipuzcoanos se convirtieron en Embajadores por distintos países europeos, o pasaron a formar parte del Consejo Real y de la Corte de los Reyes de Castilla y Aragón.

También se llevaron a cabo importantes obras en los puertos de Pasajes, Guetaria y Bermeo, y en el año 1511 se creó el Consulado de Bilbao, que se convirtió en un verdadero monopolio marítimo vizcaíno y acabó siendo el núcleo urbano más importante de las provincias vascas. También se construyeron varios  astilleros, en los que se construía la flota pesquera de la que salían  los barcos de pesca que llegaban faenando hasta Terranova.

Anteriormente, en el año 1494, la reina Isabel I había creado en Burgos el Consulado del Mar, una asociación de comerciantes dedicada a la exportación de la lana castellana a Inglaterra, Flandes y Los Países Bajos,  y la importación de los paños y telas de Flandes. Para ambas tareas solían utilizar los puertos de Laredo y Bilbao.

En el año 1645 se crea en Vizcaya la Diputación General, integrada por siete miembros, seis diputados generales, nombrados por las Juntas Generales, y el presidente, que acostumbraba a ser el Corregidor, un alto funcionario nombrado por la corona. Su mandato duraba dos años y tenían competencias en cuestiones militares, fiscales, las obras públicas y la beneficencia. Su poder económico también era grande, pues controlaban la gestión del Tesoro Público.

Durante la Guerra de la Convención (3), en el año 1794 las tropas francesas invadieron Navarra, Vizcaya y Guipúzcoa, saliéndoles al paso una tropa de 18.000 voluntarios vascos al mando del general Ventura Cano. La invasión francesa acabó el 22 de julio del año 1795 con el Tratado de Basilea entre Francia y España.

Pero pocos años más tarde, en el año 1808, los ejércitos franceses, esta vez dirigidos por Napoleón, ocuparon Vizcaya, Álava, Burgos y siguieron por Castilla hasta llegar a Madrid. Durante la Guerra de la Independencia, en Vizcaya, al igual que ocurriera en otros muchos puntos de la geografía española, se formaron guerrillas que se dedicaban a hostigar y sorprender continuamente a los invasores, causándoles numerosas bajas y robándoles el armamento y las provisiones. Bilbao fue en varias ocasiones escenario de violentos combates, hasta que los franceses abandonaron España en el mes de abril del año 1814. Fernando VII, llamado “el Deseado”, que había sido huésped de Napoleón, por quien sentía una gran admiración, llegando incluso a pedirle que le adoptara, volvió a sentarse en el trono de España, después de jurar la Constitución de Cádiz, que se había proclamado en el año 1812 precisamente para defender sus derechos, pero que pronto se convirtió en papel mojado, pues “el Deseado” muy pronto  se convirtió en un rey absolutista y personalista, a quien los problemas de su reino y de sus súbditos le traían sin cuidado.

En el año 1833, tras la muerte de Fernando VII, su viuda María Cristina, que era también su sobrina, se hizo cargo de la Regencia del reino, hasta que el día 10 de noviembre del año 1843, su primera hija, Isabel de Borbón, después de jurar la Constitución de 1812, fue coronada reina de España con el nombre de Isabel II, cuando tan sólo tenía 13 años de edad.

Pero el reinado de Isabel II fue posible gracias a que su padre, Fernando VII, cuando nació en el año 1830, promulgó la “Pragmática Sanción”, que dejaba sin efecto la “Ley Sáica”, que prácticamente impedía que una mujer se convirtiera en reina de España.

Según la Ley Sálica española, en cuyo texto se puede leer: Nulla portio hæreditatis de terra salica mullieri venial, sed ad virilem sexum tota hæredita”, el legítimo heredero de la corona española era Carlos María Isidro de Borbón, el hermano pequeño de Fernando VII, con el que había compartido su exilio dorado en Francia.

Cuando en el año 1833 falleció Fernando VII, su hermano se hallaba desterrado en Lisboa, en la corte del rey portugués Miguel I, otro monarca absolutista que le dispensaba su protección. Al conocer la noticia Carlos María, que se hacía llamar Duque de Elizondo, se autoproclamó rey de España con el nombre de Carlos V, ignorando por completo los derechos de su sobrina Isabel, que ya había sido reconocida como reina de España. A finales  del año 1834, con el rey portugués destronado, tuvo que huir a Inglaterra, desde donde empezó a organizar militarmente los territorios que le eran fieles. Su estancia en Inglaterra fue breve, pues enseguida marchó a Francia, desde donde cruzó la frontera con España para instalarse en los territorios que le eran fieles y ponerse al frente de las tropas que defendían su causa. Instaló su Corte en Estella.

De este modo, España se dividió en dos bandos, los isabelinos o liberales, partidarios de Isabel II, y los carlistas o absolutistas, que reconocían al pretendiente Carlos María Isidro de Borbón como el verdadero rey de España con el nombre de Carlos V. De esta forma, dieron comienzo las llamadas Guerras Carlistas, que se prolongaron durante más de cuarenta años, hasta el año 1876.

En Vizcaya hubo dos, la primera entre el año 1833 y el 1840, y la segunda entre el año 1872 y el 1876. La provincia de Vizcaya, al igual que ocurriera con Guipúzcoa y Navarra, apoyaron masivamente al carlismo, con la excepción de Bilbao, que se mantuvo fiel a los liberales, por lo que tuvo que soportar varios asedios por parte de los carlistas durante los años 1835, 1836 y 1874, sin que en ninguno de ellos consiguieran conquistarla.

En el mes de mayo del año 1845, el pretendiente Carlos María Isidro renuncia de sus derechos a favor de su primogénito Carlos Luis de Borbón, conde de Montemolín, pasando a ser el rey de la España Carlista con el nombre de Carlos VI, que vivió exilado en Portugal y Francia, trasladándose en el año 1860 a las Islas Baleares, desde donde, en compañía de su hermano Fernando y con la ayuda del Capitán General de Baleares Jaime Ortega, intentaron invadir España por San Carlos de la Rápita y provocar otra guerra de sucesión. Los dos hermanos fueron detenidos en el mes de abril, obligados a abdicar de sus derechos al trono español y deportados a Trieste.

En el año 1868, antes de que se iniciara la Segunda Guerra Carlista, la reina de España Isabel II, conocida como la de los “Tristes Destinos”, fue destronada y obligada a abandonar España, junto a su marido y primo, Francisco de Asís de Borbón. Ambos fijaron su residencia en París. Fue reina de España entre los años 1833 y 1868.

El final de la última guerra carlista supuso para Vizcaya la pérdida de la mayor parte de su autonomía, mediante la “Abolición Foral” decretada en el año 1876, que suprimió los Fueros, estableciéndose, a cambio, un concierto económico con la Administración General del Estado.

Como contrapartida positiva, se dispara la explotación de las minas de mineral de hierro, convirtiéndose Vizcaya en un país altamente industrializado, lo que trajo consigo la llegada masiva de obreros procedentes de otras regiones españolas en busca de trabajo, que al principio tuvieron que soportar unas condiciones de vida muy precarias. La mayor parte de  estos inmigrantes procedían de Galicia, aunque también llegaron muchos de Burgos y su provincia.

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Especialmente en la orilla izquierda de la ría del Nervión, fueron frecuentes los conflictos laborales entre patronos y obreros. También la industrialización trajo consigo un fuerte crecimiento demográfico, principalmente en las zonas urbanas y las más industrializadas, en las que prácticamente se duplicó la población. En algunos puntos como Bilbao, Baracaldo, Ortuella, Gallarta, Begoña, Erandio y Sestao, el porcentaje de población inmigrante superaba el 40%. La sociedad vizcaína acabó dividiéndose en dos partes: la nativa vasca y la inmigrada, procedente de diferentes regiones de España, a la que el carlista y nacionalista vasco Sabino Arana calificó peyorativamente de “maketos”, a los que acusaba de haber degenerado la raza vasca. En el año 1895, los hermanos Sabino y Luis Arana fundaban, bajo el lema “Dios y Ley Vieja”, el Partido Nacionalista Vasco (PNV), en vasco “Euzko Alderdi Jeltzalea”, cuya ideología se sostenía en los principios de  “Jaungoikoa Eta Lagizarrak, Dios y Ley Vieja.

El Concierto de 1876 estuvo vigente en las tres provincias vascas entre los años 1878 y 1937, año en que la dictadura franquista los suprimió, excepto el de Álava, que apoyó el régimen dictatorial.

En la Constitución del año 1978 se vuelve a reconocer los derechos de los territorios forales y en el 1979 se vuelve a aplicar el Estatuto de Guernica.

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Claro que no se puede hablar de Vizcaya sin hacer referencia a su gastronomía, muy apreciada dentro del contexto de la Cocina Española.

 

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En la cocina tradicional vizcaína abundan las verduras, las hortalizas y alguna legumbre, como la famosa alubia roja de Guernica y de Tolosa. También están presentes los mariscos, el pescado, como el célebre “Bacalao a la vizcaína”, la merluza a la vasca, la anchoa, la sardina y el bonito. En cuanto a la carne, la más apreciada es la de vacuno, destacando los célebres y apetitosos chuletones, que pueden llegar a pesar más de un kilo. También son muy típicos y abundantes los pinchos, muy variados y presentes prácticamente en todos los bares y tabernas de Bilbao y la provincia.

 

En cuanto a la repostería vizcaína, como no podía ser de otra forma, es de origen tradicional y elaboración artesanal, sin que falte algún toque de originalidad, como es el caso del delicioso pastel de arroz o el bollo de mantequilla. El bizcocho, la mantequilla, la crema pastelera, la nata y el caramelo líquido son las principales materias utilizadas en la elaboración de postres tan exquisitos como el “Goxua”, a base de nata, bizcocho, crema pastelera y caramelo líquido. Otro postre tradicional es el “Gateau Basque”, al que se le incorporan mantequilla, harina y huevos. También son muy utilizados en repostería los higos, las frutas y los frutos secos. Un postre típico de Nochebuena es la “salsa de nueces”, semejante a las natillas, pero con los frutos secos.

 

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El vino y la sidra también juegan un papel importante en las costumbres gastronómicas de Vizcaya. Con respecto al vino destaca el autóctono Txacoli, con sus variedades blancas “Hondarribi Zuri”, “Izkirriota” e “Izquirriota Ttippia”. Se produce también la variedad tinta “Hondarribi Bletza”. Los viñedos se encuentran por las costas del Cantábrico, en unos terrenos cuya altitud oscila entre los 300 y los 400 metros, que ocupan alrededor de 360 hectáreas, con una producción aproximada de 12.000 hectólitros. La elaboración y el embotellado lo realizan alrededor de 50 bodegas. El Txacolí ya se consumía en la Edad Media, aunque su elaboración era totalmente artesanal y su consumo doméstico. Su actual denominación oficial es del año 1994 y la sede reguladora se encuentra en Lejona.

Otro de los vinos que más se beben  en Vizcaya son los de denominación “Rioja”, tanto los procedentes de la Rioja Alavesa, como los de Logroño, preferentemente los tintos, ambos con una producción mucho mayor.

La sidra vasca, con la denominación de origen  “Euskal Sagardoa” es otra de las bebidas de gran consumo en Vizcaya. Sin embargo la mayor producción de sidra se produce en la vecina Guipúzcoa, donde se llegan a elababorar hasta 13 millones de litros.

NOTAS 

  • Los Banu Qasi (Hijos de Casio) era una importante familia muladí fundada por Casio, un noble visigodo, que entre los siglos VIII y X dominaba un territorio situado en el Valle medio del Ebro, entre Tarazona, Tudela y Nájera.
  • Lope García de Salazar fue un noble vizcaíno que participó en la Guerra de Banderizas, pero también fue un importante historiador, que escribió obras de gran valor histórico como “Las Bienandanzas e Fortunas”.
  • La Guerra de la Convención, también llamada del Rosellón, que tuvo lugar durante los años 1793 y 1795, fue un conflicto armado entre la monarquía española de Carlos IV de Austria y la Primera República Francesa, durante la existencia de la Convención Nacional.

 

Autor Paco Blanco, Barcelona junio 2019

SIGLO XX. UNA GENERACIÓN DE BURGALESES AL EXILIO. -Por Francisco Blanco-.

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Tras las elecciones generales de 1931, que siguieron a la proclamación de la II República Española,  el 9 de diciembre se aprobó la nueva Constitución, con 368 votos a favor y ninguno en contra. Se ausentaron los 89 diputados de la derecha. El socialista Julián Besteiro fue el primer presidente de las nuevas Cortes, mientras que el republicano moderado, D. Niceto Alcalá Zamora, era elegido presidente de la República, nombrando a D. Manuel Azañá jefe del gobierno.

Al mismo tiempo que se ponía en marcha la República, en España daba comienzo una nueva tentativa de democratizar y modernizar el país, de erradicar el caciquismo, tanto urbano como rural y eliminar los numerosos privilegios de clase que seguían existiendo, de conseguir que la ciudadanía se interesase más por la cosa pública, de mejorar la educación y fomentar el empleo……..En definitiva: había que transformar por completo el país, para lo que quedaba por delante una enorme tarea ¿Estaba capacitada la nueva República, que tanto entusiasmo y tantas esperanzas había levantado, para llevarla a cabo?. De entrada, la nueva Constitución había consagrado el derecho al voto de la mujer, pero por delante quedaban por resolver el problema religioso, la reforma agraria, la autonomía de las regiones, la reforma militar emprendida por Azaña, la reforma laboral, la reforma del Poder Judicial y los derechos de los ciudadanos. La tarea era ardua y llena de obstáculos.

Durante los dos primeros años, conocidos como el “Bienio Progresista”, la República puso en marcha, con mayor o menor éxito, todo hay que decirlo, muchas de estas reformas, pero en el 1933 (1) volvió a surgir la España oscurantista y regresiva, la de los caciques y las clases privilegiadas, dispuesta a defender estos privilegios a costa de lo que fuera. Los grandes terratenientes, la nobleza, la oligarquía industrial y una buena parte de los altos mandos del Ejército, que además contaban con la bendición y el apoyo de la Iglesia, que también se había sentido postergada, formaron un frente común para derribar aquella República que pretendía suprimir sus privilegios. Los tres años siguientes, en los que en España gobernó la derecha, fueron de un total desbarajuste político, social y económico sin precedentes, que llevaron al país a un callejón sin salida. En febrero del 1936, como solución de urgencia, se convocaron nuevas elecciones generales, con dos bloques enfrentados, el “Frente Popular”, formado por una coalición de partidos de izquierdas, integrada por republicanos, socialistas, comunistas, sindicalistas y diversos partidos valencianos y catalanes de izquierda, que consiguieron 4.654.116 votos, que representaban el 47,1% de los votantes y 263 escaños en el Congreso. La oposición, agrupada en lo que llamaron “Frente Nacional Contra Revolucionario”, obtuvo 4.503.505 votos, que representaban el 45,6% de los votos y 156 escaños, los partidos de centro consiguieron 54 escaños.

Estos resultados, aunque ajustados, daban la victoria al “Frente Popular”, que formó un nuevo gobierno presidido por Azaña, pero del que voluntariamente se excluyeron socialistas y comunistas, que no querían avivar más  desde el gobierno la hoguera del enfrentamiento. Pero todo resultó inútil, la España reaccionaria siguió conspirando para destruir la que se había autodenominado “República democrática de trabajadores de todas clases”. El 18 de julio un grupo de generales rebeldes se alzaban en armas contra la República que había elegido el pueblo. Las clases dominantes les apoyaban y la Iglesia les bendecía. Durante tres años, una despiadada guerra civil asoló todo el suelo español. El Ejército y la derecha contaron con la ayuda militar y económica de las dos potencias fascistas de Europa, Italia y Alemania; las demás potencias europeas permanecieron impasibles ante la agresión fascista. Tan sólo un puñado de voluntarios, integrados en las “Brigadas Internacionales,” acudieron a defender la República (2), convencidos de que también defendían la democracia y la unidad europea. El régimen comunista de la Unión Soviética fue la única potencia occidental que ayudó a la República Española, proporcionándola aviones, armamento, municiones y víveres, además de militares de alta especialización y políticos comunistas, que se convirtieron en comisarios políticos.

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Pero no todo fueron zonas oscuras en esta segunda etapa republicana, la cultura, por ejemplo, brilló con luz propia, alcanzando unos niveles de difusión hasta entonces impensables y que no se han vuelto a producir. Los intelectuales de la “Generación del 98” y los de la “Generación del 27” apoyaron sin reservas el nuevo régimen político, e incluso algunos, encabezados por Antonio Machado, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala y Gregorio Marañón, crearon la “Agrupación al Servicio de la República”. Simultáneamente, el pedagogo riojano Manuel Bartolomé Cossío, que había sido discípulo de Giner de los Ríos, puso en marcha las “Misiones Pedagógicas”, un importante proyecto cultural para difundir la cultura española por todo el país. Esto dio lugar a que un grupo de actores y artistas profesionales, ayudados por estudiantes e intelectuales, pusieran en marcha un proyecto cultural, bajo la iniciativa del poeta granadino Federico García Lorca y el escenógrafo vasco Eduardo Ugarte, conocido como “La Barraca”, una compañía teatral que se dedicó a recorrer la geografía española, llegando hasta los más remotos y perdidos pueblos, en los que ofrecían representaciones teatrales de nuestras obras clásicas. Paralelamente, Alejandro Casona, otro ilustra autor teatral, fundó y dirigió el “Teatro del Pueblo”, otro teatro ambulante integrado por estudiantes universitarios, que viajaban con escaso vestuario y decorado, que montaban su espectáculo en las plazas y los porches de los más remotos lugares y llenaban de asombro y alegría a sus modestos habitantes, que jamás habían presenciado nada semejante.

Aparte de los ya mencionados, la lista de los intelectuales que apoyaron a la II República, muchos de los cuales tuvieron que tomar el camino del exilio, se completa con nombres tan ilustres como el escritor y político socialista Fernando de los Ríos, que escribió “Mi viaje a la Rusia sovietista” después de visitar en el 1921 la Rusia soviética de Lenín, para conocer de cerca el recién estrenado comunismo, fue varias veces ministro y murió en el exilio.

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Rafael Alberti y su esposa, la burgalesa María Teresa León Goyri, se conocieron en Madrid, a donde Mª Teresa se había trasladado desde Burgos al separarse de su marido, el burgalés Gonzalo de Sebastián Alfaro, vivía en casa de su tía, María Goyri, la esposa de Ramón Menéndez Pidal , por lo que frecuentaba las tertulias literarias madrileñas, en las que pronto destacó por su belleza, talento y simpatía, el escritor Jorge Guillén se refería a ella como “esa chica guapa de Burgos”. En una de estas tertulias conoció al que sería su segundo esposo, Rafael Alberti, que por entonces ya empezaba a ser conocido como un poeta de gran talento. Se enamoraron y se casaron, emprendiendo juntos una agitada vida literaria y política. Juntos montaron numerosos espectáculos teatrales y también realizaron numerosos viajes por Europa, especialmente por Alemania y Rusia, pensionados por la “Junta de Ampliación de Estudios”, de donde regresaron convencidos de que el comunismo era la mejor opción política que podían defender. A partir de aquí los dos mantuvieron un firme compromiso político a favor de la República, en defensa de la libertad, la justicia y la igualdad entre las personas. Su vida literaria también transcurrió a la sombra de la de su esposo, a pesar de eso dejó escritas una veintena de obras, entre las que destaca su autobiografía “Memoria de la Melancolía”. Los dos marcharon al exilio al finalizar la guerra, y no regresaron a España hasta el 1977, cuando Franco había muerto y la dictadura estaba a punto de ser desmantelada, pero lamentablemente, Mª Teresa, aquejada de “Alzheimer”, tuvo que ser internada en una clínica de Madrid, falleciendo el 13 de diciembre de 1988.

Rafael Albert nació a principios de siglo, al año 1902 en El Puerto de Santa María, en el seno de una acomodada familia de origen italiano, que se dedicaba al negocio del vino, que le llevaron a estudiar al colegio de Jesuitas “San Luis Gonzaga”, del que fue expulsado a los 14 años por su actitud rebelde y desobediente. Él quería ser pintor, por lo que cuando la familia se trasladó a Madrid, se dedicó exclusivamente a su vocación de pintor, consiguiendo exponer en el “Salón de Otoño” y en el Ateneo madrileño. Una enfermedad pulmonar le obliga a ingresar en un sanatorio del Guadarrama, donde empieza a leer poesía y escribe su primer poema, “Marinero en tierra”, por el que en el 1924 le concederían el “Premio Nacional de Poesía”, con el que dio su primer salto a la fama. Una vez restablecido ingresa en la “Residencia de Estudiantes”, donde entra en contacto con otros jóvenes poetas como García Lorca, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre y otros, el núcleo principal de la “Generación del 27”. Tuvo una relación sentimental y profesional con la pintora gallega Marisa Mallo, otra exilada de la “Generación del 27”. La relación se acabó en el 1930, cuando el poeta conoció a Mª Teresa León, se enamoró y se casó con ella. Una de sus primeras acciones conjuntas fue fundar la revista revolucionaria “Octubre”, que prácticamente se convirtió en portavoz del Partido Comunista, en la que colaboraron otros escritores de la “Generación del 27”, como Luis Cernuda, Ramón J. Sender, Arturo Serrano Plaja, los cuales, como tantos otros, también acabaron su vida en el exilio. Era de contenido político, pero también publicaba muchos artículos sobre temas teatrales. Apareció quincenalmente durante los años 1933 y 1934. Su actividad política continuó en el 1936, después de estallar la guerra, desde la “Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura”, promotora a su vez de la revista “El Mono Azul”, en la que también colaboraron otros muchos escritores antifascistas, incluidos algunos no españoles, como Pablo Neruda, Vicente Huidobro, André Malraux o John Dos Pasos.

Su primer número apareció el 27 de agosto del 1936. Tanto Alberti, que fue su director, como su esposa Mª Teresa, colaboraron intensamente en el contenido de la revista, totalmente comprometido con la lucha contra el fascismo, denunciando los numerosos abusos que cometían con total impunidad, y  la defensa de la legalidad de la República, que fue muy leída y apreciada por las clases más populares. Todos los poemas que publicó fueron recopilados posteriormente por el propio Alberti en su obra “Romancero de la Guerra Civil”. En el 1939, al terminar la guerra, el matrimonio emigra a Argentina, instalándose en Buenos Aires, en donde nace su hija Aitana, continuando desarrollando una intensa labor teatral y periodística, manteniendo una buena relación profesional y personal con el poeta chileno Pablo Neruda. En el 1962 se trasladan a Roma, donde continúan trabajando y publicando. En el 1977 el matrimonio regresa finalmente a España, donde Alberti se presenta como candidato a diputado por la lista del Partido Comunista, en las primeras elecciones  libres y democráticas que se celebraban en España desde el 1936, obteniendo uno de los 20 escaños que consiguió el PC. No obstante, no tardó en renunciar para   continuar su producción literaria con gran intensidad, obteniendo un gran éxito de público y crítica con la reedición de su “Arboleda perdida”. En el 1980 recibió el “Premio Nacional de Teatro” y renunció al “Príncipe de Asturias”, debido a sus convicciones republicanas, también  en el 1983 fue galardonado con el premio “Miguel de Cervantes”. En el 1990, fallecida ya su esposa

 María Teresa León, volvió a casarse a los 88 años con María Asunción Mateo. Murió el 28 de Octubre del 1999 a la avanzada edad de 96 años. Cumpliendo con sus deseos, sus cenizas se esparcieron por su querido “Mare Nostrum”, al que tanto había cantado en su “Marinero en tierra”.

El prolífico y novelista aragonés Ramón José Sender Garcés, más conocido como Ramón J. Sender, a quien en los primeros días de la guerra civil del 1936 los franquistas, que le andaban buscando y fusilaran en Zamora a su esposa Amparo Barayón, él se incorporó al frente, luchando primero a las órdenes de Líster y también en el frente del Ségre, y en Barcelona, al lado de la CNT,  de donde partió para Francia a recoger a sus dos hijos que estaban allí refugiados, exilándose después en  México y los EE. UU.,  donde tuvo que soportar la “Caza de brujas” que organizó el ultraderechista general McCarthy para eliminar del país a los comunistas. Su actividad profesional, tanto en su faceta de profesor universitario como en la de novelista, fue enorme. En la primera, impartió clases en numerosas universidades, como las de Denver, Washington, Hardvard, Colorado, San Diego o Albuquerque en Nuevo Méjico, donde en el año 1947 tomó posesión de la cátedra de Literatura Española. Su producción literaria es también muy extensa, desde “Imán”, publicada en el 1930, hasta “Toque de queda”, que se puede considerar su obra póstuma, publicada el año 1985, hay más de cien títulos, la mayoría novelas, pero también ensayo y teatro. Eso sin contar sus incontables artículos periodísticos; en el año 1935 se le concede el “Premio Nacional de Literatura” por su novela “Mister Witt en el cantón”, en la que se relata la insurrección cantonal de Cartagena. En el 1969 regresa por primera vez a España para recoger el “Premio Planeta”, que le habían concedido por su novela “En la vida de Ignacio Morell”. Todavía realizó algún viaje más a España, pero sus deseos de recuperar la nacionalidad española y volverse a vivir a su patria chica no se vieron cumplidos, aunque sí mantuvo una abundante correspondencia con la novelista española Carmen Laforet. Murió en los EE.UU. el 16 de enero del 1982 a los 80 años de edad.

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El pastor de Orihuela, Miguel Hernández Gilabert, tal vez fue el último gran poeta de la Generación del 27, aunque también escribió alguna obra de teatro. Colaboró con las “Misiones Pedagógicas“ y en la “Revista de Occidente”,  también fue secretario del escritor y cronista taurino José María de Cosío, mantuvo amistad con los poetas Vicente Aleixandre, Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez, quien le profesaba gran admiración. Republicano convencido, en 1937 se alisto en el Partido Comunista, siendo nombrado comisario político, luchando en Teruel, Andalucía y Extremadura. En abril del 1939, recién finalizada la guerra, fue detenido en Portugal por la policía fascista del presidente Salazar y entregado a la Guardia Civil. A partir de aquí comienza para el poeta, que fue condenado a muerte,  un verdadero calvario de cárcel en cárcel, hasta que en el 1941, gracias a la influencia de sus numerosas amistades, la pena de muerte le fue conmutada por la de cadena perpetua y le trasladaron al Reformatorio de adultos de Alicante, donde enfermó de tifus, que degeneró en tuberculosis, falleciendo en la enfermería el día 28 de marzo del 1942, cuando solamente contaba 31 años de edad. Su pasión por la poesía fue enorme y la calidad de su obra  es extraordinaria: de la mejor poesía que se ha escrito en lengua española. Entre su obra poética merecen ser destacadas: “El rayo que no cesa”, “Perito en lunas”, “Viento del pueblo”, “El hombre acecha” o “Cancionero y romancero de ausencias”; de su obra teatral citaremos: “El torero más valiente”, “Teatro en la guerra” y “El labrador de más honra”.

Además, muchos de sus poemas fueron musicalizados posteriormente por cantautores o grupos musicales, alcanzando gran popularidad y audiencia, como por ejemplo “Andaluces de Jaén”, del grupo “Jarcha” y también del cantautor Paco Ibáñez, basado en su poema “Aceituneros”, en 1971 el cantante flamenco Enrique Morente, acompañado por los guitarristas Parrilla de Jerez y Perico el del Lunar, editaron “Homenaje flamenco a Miguel Hernández”, compuesto por una selección de sus poemas. También el cantautor Joan Manuel Serrat compuso un álbum  con poemas musicalizados de Miguel Hernández. En 1973 el cantante chileno Víctor Jara musicalizaba el poema de Hernández “Vientos del pueblo”, casi profetizando la cercana tragedia chilena del mes de setiembre. Durante su estancia en la prisión de Alicante, Miguel Hernández convivió con el dramaturgo de Guadalajara Antonio Buero Vallejo, que había sido detenido al acabar la guerra y condenado a muerte por pertenecer al Partido Comunista, por entonces Buero Vallejo se dedicaba preferentemente a dibujar e hizo un magnífico retrato del poeta, pasó por varias cárceles, acabando en el Penal de Ocaña, de donde en el año 1946 salió en libertad condicional, pero desterrado a Madrid, instalándose a vivir en Carabanchel, donde compartió el dibujo con el teatro, hasta que acabó por dedicarse exclusivamente a esto último. Su obra teatral es de las mejores y más original del siglo XX, obteniendo el Premio Lope de Vega  en 1949 y el Premio Cervantes en el 1980. Una de sus primeras obras, publicada en el mismo año que salió de la cárcel fue “En la ardiente oscuridad”, que trata sobre la ceguera en varios de sus aspectos, a esta le siguieron “Historia de una escalera”, “Casi un cuento de hadas”, “La tejedora de sueños”, “Madrugada”, “Un soñador para un pueblo” y otras muchas, algunas de las cuales tardaron mucho tiempo en estrenarse por culpa de la censura, pero el conjunto de su obra le convierten en uno de nuestros autores teatrales más importantes de todos los tiempos. Estuvo apartado de la política, aunque mantuvo  alguna polémica literaria en la revista “Primer acto”, especialmente con su colega Alfonso Sastre, también publicó “Un poema y un recuerdo”, en memoria de Miguel Hernández, su antiguo compañero de prisión. Estuvo casado con la actriz Dolores Rodríguez Clavijo, con la que tuvo dos hijos. Murió en Madrid en el mes de abril del año 2000 a los 84 años.

La filósofa y ensayista malagueña, María Zambrano Alarcón,  es autora de una extensa obra de contenido política y socialmente comprometido, que fue ignorada y prohibida en España hasta finales del siglo XX, al regresar de un largo exilio. En los últimos años de su vida le fueron concedidos el “Premio Príncipe de Asturias” en 1981 y el “Premio Cervantes” en 1988. Durante los primeros años de la República colaboró con las “Misiones Pedagógicas” y con el filósofo José Ortega y Gasset. En enero de 1939 pasó con parte de su familia a Francia y de allí saltó a México, invitada por la “Casa de España”. También viajó por Cuba, Puerto Rico y EE. UU., colaborando y dando conferencias en numerosas Universidades de todos ellos, además de publicar varios libros de Poesía y Filosofía. Fallecida su madre en París en el 1947, María pasa a vivir con su hermana Araceli, residiendo en París y Roma hasta que regresan a México. Las dos llevan una vida itinerante entre México, La Habana, Roma y París. En el mes de febrero del 1972 fallece su hermana Araceli, por lo que María continúa sola su vida itinerante. Finalmente, con la salud muy deteriorada, en noviembre del 1984 María Zambrano regresa definitivamente a España, instalándose en Madrid donde, a pesar de su deterioro físico, siguió desarrollando una intensa actividad intelectual, al tiempo que iba recibiendo homenajes y premios a su larga trayectoria intelectual: en 1985 en su pueblo natal Vélez-Málaga se creó una fundación con su nombre y también fue nombrada “Hija Predilecta de Andalucía” y tres años más tarde, en el 1988 le fue concedido el “Premio Cervantes”. Murió en Madrid el 6 de febrero del 1991 a los 86 años.

La gran figura de la “Generación del 27” es sin duda el gran poeta de Palos de Moguer Juan Ramón Jiménez, que en el 1916 se casó con la escritora y lingüista catalana Zenobia Camprubí Aymar, que se convertiría en su inseparable compañera e imprescindible colaboradora en todos los proyectos literarios que emprendió, además de ayudarle a superar las numerosas depresiones que sufría. Juan Ramón definía la poesía como: “La poesía es un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos”. Fue un incansable buscador de la perfección y la belleza, que utilizaba un lenguaje lleno de neologismos, que llenan su poesía de un simbolismo seudo-religioso lleno de plasticidad. Fue uno de los iniciadores del “Modernismo”, pero su poesía fue evolucionando constantemente hacia un esquemático realismo lleno de lirismo y belleza. Su obra poética es muy interesante, aunque la más popular y leída es, sin duda, “Platero y yo”, escrita en prosa poetizada. También fue un republicano convencido, amigo de Azaña, quien al comenzar la guerra en 1936, facilitó al matrimonio un pasaporte diplomático para trasladarse a Washington como agregado diplomático, residiendo después de la guerra en Miami, Cuba y Puerto Rico. En el verano del 1956 la Academia Sueca le concede el codiciado “Premio Nobel” de Literatura, lamentablemente Juan Ramón no puede recogerlo personalmente, pues su esposa Zenobia se encontraba ingresada en una clínica de San Juan de Puerto Rico, en la que fallece tres días después, aquejada de cáncer. Juan Ramón no pudo recuperarse del dolor que le produjo la pérdida de su inseparable compañera, falleciendo dos años más tarde, en el mes de mayo del 1958, en la misma clínica en que murió Zenobia. Los restos mortales de ambos descansan en España, en el cementerio de la Ermita de San Sebastián de Palos de Moguer, en la provincia de Huelva. En el año 2015 el conjunto fue declarado “Bien de Interés Cultural”.

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También a la “Generación del 27 pertenecen los poetas Pedro Salinas, madrileño y el vallisoletano Jorge Guillén, el primero al final de la guerra civil se exiló a los EE. UU., muriendo en Boston en el 1951 a causa de un cáncer; el segundo colaboró en la “Revista de Occidente”, estuvo preso en Pamplona y en 1938 se exiló a los EE. UU., donde dio clases en varias Universidades. En el 1957 regresa a España, instalándose en Málaga donde se dedica a la docencia; en el año 1970 recibe el “Premio Cervantes”. Falleció en Málaga en el mes de febrero de1984 a los 81 años, siendo enterrado en el Cementerio Anglicano de San Jorge de Málaga.

El sevillano Luis Cernuda fue otro importante poeta español de la “Generación del 27” que emigró a México al final de la guerra. Fue discípulo de Pedro Salinas en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, que fue quien le inculcó su afición por la poesía y la lectura de nuestros clásicos del Siglo de Oro. Políticamente fue un republicano convencido, que participó en el II Congreso de Intelectuales Antifascistas celebrado en Valencia. En el 1938 marchó a Inglaterra para participar en unas conferencias literarias y ya no regresó más a su país. Fue profesor en varias Universidades inglesas, pasando después a los EE. UU., para acabar finalmente en  México. Las dificultades que tuvo que padecer el poeta se reflejan en su poesía, que es un canto constante y apasionado a la soledad, la tristeza y el desengaño, con grandes dosis de romanticismo, que en alguno de sus poemas recuerdan al gran poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer, aunque tampoco están exentas de una ácida crítica social, que la convierten en poesía de protesta. En España estuvo muy de moda entre la juventud inconformista de la segunda mitad del siglo XX. En “La realidad y el deseo” está incluida toda su obra poética completa. También realizó algunas traducciones y escribió varios ensayos como: “Estudio sobre la poesía española contemporánea” y dos tomos de “Poesía y Literatura”. Falleció en Ciudad de México el mes de noviembre del 1963, tenía 61 años.

El madrileño José Bergamín fue otro importante intelectual español que cultivó el ensayo, el teatro y la poesía. Fue el treceavo hijo de una familia acomodada y católica, por lo que fue educado en el más estricto catolicismo. Estudió Leyes en la Universidad de Madrid y muy joven empezó a sentir inquietudes ideológicas, que le convirtieron en un convencido republicano y un no menos convencido comunista, aunque continuó siendo un ferviente católico: “con los comunistas hasta la muerte…..pero ni un paso más”, solía repetir. Sostuvo una gran relación de amistad con Miguel de Unamuno, de quien era admirador y discípulo. Sus primeros artículos aparecieron en la revista “Índice”, que dirigía Juan Ramón Jiménez, con el que también mantuvo una gran amistad; era también admirador y amigo de Federico García Lorca, que fue asesinado durante la guerra. Fue en “Índice”, según el propio Bergamín, de donde salió la larga lista de escritores de la “Generación del 27”, aunque a él le gustaba más denominarse de “la Generación de la República”, la crítica oficial le ha incluido en la generación de 1914, también llamada el “Novecentismo” (3). En 1933 funda la revista independiente y liberal “Cruz y Raya”, que sólo dura hasta junio del 36, un poco antes de que estallara la Guerra Civil Española. Colaboró activamente con la República, presidiendo la “Alianza de Intelectuales Antifascistas”, colaborando en revistas como “El Mono Azul” y “Hora de España”. Al acabar la guerra se exiló a México, donde fundó la revista “España Peregrina”, que recogía las vivencias y aspiraciones de los numerosos exilados españoles, estrenando también algunas obras de teatro en las que denunciaba el trágico balance de muerte y desolación que habían provocado los rebeldes franquistas y su apropiación ilegítima del poder. Entre 1945 y 1954 estuvo residiendo en Venezuela, donde también se dedicó al teatro, vivió cuatro años en Francia y en el 1958 volvió a España, trabajando en la editorial “Cruz del Sur”, que había fundado en Chile otro exilado político, Arturo Soria Espinosa, pero en el 1963 fue expulsado de España por su abierta oposición al régimen de Franco, acusado desde las páginas del diario monárquico “ABC” por su director Luca de Tena. Regresó durante la llamada “Transición Española” y siguió dedicándose a la política y a defender  sus ideas republicanas, pero, sorprendentemente, sus simpatías se inclinaron hacia el independentismo vasco. Sus últimos años los pasó en el País Vasco, muriendo en el mes de agosto del 1983, a los 85 años, en Fuenterrabía, donde fue enterrado por expreso deseo suyo.

El poeta, editor y cineasta Manuel Altolaguirre en el año 1959 regresó a España para presentar en el Festival de Cine de San Sebastián su película “El Cantar de los Cantares”, cuando regresaba a Madrid, acompañado de su segunda esposa María Luisa Gómez Mena, en el pueblo burgalés de Cubo de Bureba sufrieron un trágico accidente automovilístico en el que fallecieron los dos, Mª Luisa en el acto y él tres días después, el 26 de julio del 1959.  Había nacido en Granada en el 1905, en el seno de una acomodada familia burguesa, recibiendo una esmerada educación en un colegio de jesuitas y cursando Derecho en la Universidad de Granda, pero su vocación no le llevó por el camino de la abogacía, pues pronto se convirtió en impresor y editor de la revista “Ambos” en el 1923 y en el 1926, junto con el poeta Emilio Prados fundaron la revista “Litoral”, que obtuvo un gran éxito de difusión, en la que también colaboraron distinguidos poetas de la “Generación del 27”. En el 1930, tras el cierre de “Litoral”, hace algunas traducciones y realiza viajes de estudio por París y Londres. También conoce a la poetisa Concha Méndez, que fue su colaboradora en la edición de diferentes libros y revistas, convirtiéndose finalmente en su esposa. Ambos pertenecían a la “Alianza de Intelectuales Antifascistas” y colaboraron con García Lorca en “La Barraca”, pero el fusilamiento de dos hermanos de Manuel por los milicianos, le produjeron una fuerte crisis emocional que le alteró momentáneamente la razón. A principios del 1939 Manuel pasó a Francia, yendo a parar a un campo de concentración, de donde pasó a un Centro Psiquiátrico, de donde le rescataron algunos amigos influyentes, entre los que se encontraba Pablo Picasso. Reunido el matrimonio en París, de nuevo con la ayuda de las amistades, en el mes de marzo se embarcan rumbo a Cuba, camino del exilio. En Cuba vuelve a desarrollar su actividad editorial hasta el año 1943 en que se traslada a México, al año siguiente entabla una relación sentimental con Mª Luisa Gómez Mena, una cubana adinerada y mecenas de artistas, que había conocido en La Habana y que  le ayudó a crear la editorial “Isla”y con la que finalmente se casó después de divorciarse Concha Méndez. En México su actividad principal fue el cine, trabajando como guionista, director y productor. En el año 1952 recibió el “Premio Ariel” por su guión de la película “Subida al cielo” de Luis Buñuel, otro exilado español que jamás regresó a su patria. Concha Méndez, que siempre se mantuvo en buena relación con su ex marido, continuó viviendo y trabajando en México, escribiendo y publicando numerosos poemas y obras teatrales. Su obra poética está recogida en “Poemas 1926-1986”, editada por su hija Paloma y su marido, el profesor Valender. En  su obra teatral predomina el teatro infantil y el guiñol, está muy dispersa y muchas de sus obras permanecieron inéditas durante muchos años, entre las últimas que escribió cabe reseñar “El solitario” (Amor), en 1941 y “El Solitario” (Soledad) en 1945. En el 1968 hizo un corto viaje a Madrid, regresando a México, donde residió hasta su fallecimiento en el mes de diciembre del año 1986.

Entre la nutrida nómina femenina que forma parte de la “Generación del 27”, destaca la figura de María Goyri, y no sólo por ser la mujer del ilustre filólogo y medievalista gallego Ramón Menéndez Pidal, sino por sus numerosos méritos propios. Esta mujer vasca, nacida en Algorta en el 1874, a los 22 años se convierte en la primera mujer española licenciada en Filosofía y Letras y la primera también en obtener el doctorado, (el que se le concedió en el siglo XVII a la aristócrata Isidra de Guzmán tenía carácter honorífico). Para conseguir entrar a estudiar en la Universidad de Madrid tuvo previamente que solicitar permiso al Ministerio de Fomento, que le impuso una serie de condiciones, alguna tan vergonzosa como tener que sentarse en una silla aparte, separada del resto de sus compañeros. Con Menéndez Pidal se casó en el 1900, emprendiendo un viaje de novios por muchos de los pueblos que había recorrido el Cid Campeador en su ruta hacia el destierro. Estuvo ligada, junto a María de Maeztu a la Institución Libre de Enseñanza, como profesora en el “Instituto Escuela”. La guerra les cogió en Segovia, en su casa de campo de San Rafael, una zona ocupada por los sublevados, siendo sometida la familia a una discreta vigilancia, pues D. Ramón era Presidente de la Real Academia de la Lengua y su esposa, María Goyri, estaba considerada como un elemento revolucionario peligroso. En setiembre del 36 consiguieron trasladarse al Madrid republicano y de allí a Valencia, para acabar en los EE. UU. Al finalizar la Guerra Civil se encontraban en Francia, de donde regresaron a Madrid para intentar reanudar sus actividades profesionales. El “Instituto Escuela” y todos los centros docentes incluidos en la “Junta para Ampliación de Estudios” fueron suprimidos y a María Goyri, como a tantos otros maestros, profesores y pedagogos, se le prohibió ejercer la docencia, por lo que el resto de su vida se dedicó al estudio, la investigación y la recopilación de nuestro viejo Romancero, publicando diversas obras sobre el mismo. Su hija la escritora Jimena y su nieto el filólogo Diego Catalán Menéndez Pidal, fueron los continuadores de su obra. Murió en Madrid, el año 1954.

María de Maeztu fue ante todo una activa feminista, que luchó durante toda su vida por mejorar la situación de la mujer, principalmente a través de la educación, que la permitiera una  “participación igualitaria e integral”, como ella misma la definía, en todos los ámbitos de la sociedad española de su tiempo. La verdad, lamentablemente, es que ni tuvo mucho éxito, ni su labor fue reconocida ni valorada. Discípula de Ortega y Gasset y becaria de la “Junta para la Ampliación de Estudios”, viajó por diferentes países europeos para completar su formación. En el año 1918 participa en la fundación del “Instituto Escuela”, cuyo objetivo era ampliar la enseñanza de primaria a secundaria,

su actividad cesó al comienzo de la guerra y fue suprimida con la victoria de los sublevados. En el 1926, un grupo de mujeres de clase media y alta, todas ellas con estudios superiores, fundan el “Lyceum Club”, uno de cuyos objetivos era: “Se intenta facilitar a las mujeres españolas, recluidas hasta ahora en casa el mutuo conocimiento y la mutua ayuda. Queremos suscitar un movimiento de fraternidad femenina...”. En los años de la República llegaron a las 500 socias, la mayoría casadas. Al final de la guerra desapareció, siendo absorbido por la “Sección Femenina” de Pilar Primo de Rivera, pasando a denominarse “Club Medina”. María de Maeztu fue su primera directora, pero en la lista de socias figuraban nombres tan ilustres como Clara Campoamor, Victoria Kent, Carmen de Mesa, Zenobia Camprubí, Mª Teresa León, Margarita Nelken, Ernestina de Champourcin, María Lejarraga, Concha Méndez……, todas las cuales tuvieron que marchar al exilio. Al estallar la Guerra Civil en julio del 36, María, muy afectada por el fusilamiento de su hermano Ramiro por un grupo de milicianos republicanos, el 29 de octubre del 1936 decidió marchar al exilio, viajando a los EE. UU., de donde pasó a residir en Buenos Aires, ciudad en la que ocupó la cátedra de Historia de la Educación, puesto idóneo para ella que desempeñó hasta su muerte, ocurrida el 7 de enero del 1948 a los 66 años de edad. Sus restos fueron repatriados y reposan en el Mausoleo familiar de Estella, en Navarra.

Otra de las grandes veteranas de la “Generación del 27” fue la vallisoletana Rosa Chacel Aimón, republicana activista que colaboró con su marido, el pintor extremeño Timoteo Pérez Rubio en evacuar las obras de arte del Museo del Prado, también publicó varios artículos en la “Revista de Occidente” de Ortega y Gasset. Tras pasar primero a Valencia y más tarde a Barcelona, marcharon finalmente al exilio, que compartieron entre Brasil y  Argentina. En el 1977, tras la muerte de su marido regresó a España, instalándose en Madrid, donde continuó trabajando en la terminación de su novela “Barrio Maravillas”, la primera de su trilogía “Escuela de Platón”. En el 1978, la recuperación de la democracia en España tiene una incidencia muy positiva en la vida literaria y cultural del país, que permite recuperar y valorar la inmensa obra realizada por los intelectuales españoles durante su largo exilio, mucha de ella premeditadamente ignorada y por lo tanto prácticamente desconocida. Es el caso de Rosa Chacel, que empieza a recibir honores y puede reeditar y publicar muchas de sus obras. Todavía siguió trabajando y publicando durante muchos años, en el 1989 publica “Balaam”, un libro de cuentos infantiles. Murió en Madrid el 27 de julio del 1994, a los 96 años y está enterrada en el “Panteón de Personas Ilustres” de Valladolid.

También pertenece por méritos propios a la “Generación del 27” el activo periodista burgalés Eduardo Ontañón, fundador de la revista “Parábola”, en la que colaboraron muchos de sus más insignes representantes, como Pedro Salinas, Pedro Garfias, Francisco Ayala o Federico García Lorca. La revista intenta despertar el viejo inmovilismo castellano para que, sin renunciar a sus viejas y gloriosas tradiciones, abra las puertas a la modernidad y al progreso, aireando el pesado ambiente de la anquilosada sociedad burgalesa. También fue el principal impulsor de la tertulia literaria “El Ciprés”, que se inició en la “Librería Ontañón”, de su propiedad, pero se hizo tan popular y concurrida en tan poco tiempo, que se tuvo que trasladar al “Café Iris” situado en la vieja calle burgalesa del Caño Gordo. Se la llegó a conocer como “el Pombo burgalés” (4) y uno de sus tertulianos la definió como “verdadero hogar de ingenio y de encuentro intelectual”. Al margen de las opiniones, las ideologías o la actividad profesional de cada tertuliano, imperaban el respeto y la armonía. Del “Café Iris” la tertulia se trasladó al “Café Candelas”, mucho más moderno, que se encontraba entre los pórticos de la Plaza Mayor y el popular y concurrido Paseo del Espolón, disponía además de una amplia terraza para disfrutar de los cortos veranos burgaleses y ofrecía un buen servicio de cafetería y comedor. Lo regentaba su dueño Antonio Candelas, con la ayuda de su hijo Andrés “Candelillas”, un virtuoso violinista que deleitaba a la numerosa concurrencia interpretando un variado repertorio de melodías.

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En esta su nueva sede los tertulianos de “El Ciprés” se reunían cada tarde del jueves, desarrollando una actividad literaria, artística e intelectual sin precedentes en la vida cultural burgalesa, por encima de divergencias políticas, económicas, sociales o religiosas. Entre los asistentes se encontraban notables figuras de la sociedad burgalesa, como el músico Antonio José, director del Orfeón Burgalés y de la Escuela Municipal de Música, que ya empezaba a ser conocido más allá de nuestra provincia y de nuestras fronteras, cuya prometedora carrera se frustró en el 36, al ser asesinado por un grupo de fanáticos falangistas; el escultor Félix Alonso; el orfebre Saturnino Calvo, personaje muy popular conocido como “Maese Calvo”, que también pasó por las cárceles franquistas; el dibujante Ignacio Arroyo y el impresor y poeta Luis Sáiz, ambos víctimas de la guerra civil del 36; el diputado de Izquierda Republicana Moisés Barrio, que marchó al exilio; el pintor y escultor Fortunato Julián; el catedrático y cronista municipal Eloy García de Quevedo; el archivero y destacado carlista Gonzalo Díez de la Lastra; la escritora y periodista del “Diario de Burgos” María Cruz Ebro; el jefe provincial de Falange Florentino Martínez Mata, que sería alcalde de la ciudad durante los primeros años de la postguerra; los pintores Alfredo Palmero, Próspero García Gallardo y Alberto Retes; los escritores Eduardo Arasti y Antonio Pardo Casas; el destacado arqueólogo José Luis Monteverde y el político socialista Luis Labín Besuita, que pasó muchos años preso en el Penal de Burgos. Durante los cortos años de la II República, Ontañón participó también en la creación y promoción de las revistas burgalesas “Castilla industrial y agrícola” y “Burgos gráfico”. Al estallar la guerra civil en julio del 36, Burgos quedó en poder de los rebeldes, lo que obligó al republicano Ontañón a marchar a Valencia, donde dirigió el periódico “Verdad” y se casó con Mada Carreño, redactora de “Mundo Obrero”, periódico oficial del Partido Comunista de España (PCE). El matrimonio acompañó al gobierno republicano en su traslado a Barcelona, y a principios de 1939, con la guerra prácticamente perdida para la República, tomaron el camino del exilio, primero a Francia y después a Inglaterra, donde se unieron a otro grupo de exilados españoles protegidos por un miembro del Partido Laborista británico, en el que se encontraba el también poeta y escritor Pedro Garfias, antiguo colaborador de la revista “Parábola”.

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Finalmente, junto con otros mil seiscientos exilados (en realidad fueron exactamente 1599), abocados a abandonar España por haber permanecido fieles a la Republica, el 23 de mayo de 1939 zarparon de Séte, rumbo a México, a bordo del buque “Sinaia” en una travesía que ha pasado a la historia del exilio republicano español. Entre su abigarrado pasaje compuesto por españoles de todas las regiones, además de numerosos combatientes, figuraban mujeres y hombres de diferentes profesiones y condición social: había funcionarios, maestros, catedráticos, médicos, artistas, escritores, periodistas…., entre los que se reencontró Ontañón con viejos e ilustres conocidos de la Generación del 27, como el ya citado Pedro Garfias, Benjamín Jarnés, que también había colaborado en “Parabola”; María Enciso, notable poeta y escritora, o el escritor y periodista Juan Rejano, con el que coincidió poco tiempo después, trabajando ambos en la redacción del periódico mexicano “El Nacional”. Como no podía ser de otra forma, la actividad literaria y cultural de este grupo pronto hizo acto de presencia a bordo, especialmente en forma de un periódico al que llamaron “SINAIA, DIARIO DE LA PRIMERA EXPEDICIÓN DE REPUBLICANOS ESPAÑOLES A MÉXICO”, en cuya edición participaron numerosas personas y que se distribuía gratuitamente entre el pasaje.

NOTAS

  • Las elecciones del 19 de noviembre de 1933, en las que participaron por primera vez las mujeres (había 6.800.000 censadas), la coalición de derechas, encabezada por la C.E.D.A. (Confederación de Derechas Autónomas), obtuvo una gran mayoría.
  • En total llegaron a España unos 60.000 brigadistas, de los que murieron alrededor de 15.000.
  • El Novecentismo se sitúa entre la Generación del 98 y la Generación del 27. Entre sus miembros destacan José Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Eugenio D’Ors, Ramón Gómez de la Serna, Gabriel Miró y Ramón Pérez de Ayala.
  • El Café Pombo estaba situado en el número 4 de la madrileña calle de Carretas, su famosa tertulia la presidía Ramón Gómez de la Serna y cuando éste se exiló a Argentina en el 1942, primero desapareció la tertulia y poco después el Café.

Autor Paco Blanco, Barcelona, 2018

LA COCINA DE ALFONSO XII. -Por Francisco Blanco-.

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El año 1874 acabó tan mal como había empezado: con otro pronunciamiento militar. El 3 de enero, el general Pavía había penetrado en el Congreso de los Diputados con un grupo de guardias civiles y soldados, para proclamar como rey de España a D. Alfonso XII, lo que significó el fin de la I República. El  29 de diciembre, el general Martínez Campos, al frente de una tropa de 1.800 hombres, concentrada en un lugar llamado “Alquerietas”, donde comienza la carretera de Sagunto a Burgos (1), volvió a proclamar como rey de España a D. Alfonso de Borbón y Borbón, hijo de Isabel II, al grito de ¡Viva Alfonso XII rey de España!.

Tres días antes, el 26 de diciembre, por iniciativa de D. Antonio Cánovas del Castillo, con motivo del decimoséptimo aniversario de D. Alfonso, que estudiaba en la prestigiosa Academia Militar de Sandhust en Inglaterra, se hace público el conocido como “Manifiesto de Sandhust”, en el que el príncipe afirmaba: “…..no dejaré de ser buen español ni, como todos mis antepasados, buen católico ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal”.

Con el levantamiento del día 29, que fue respaldado por la mayoría de los generales españoles,  prácticamente todas las puertas quedaban abiertas a la restauración de la monarquía borbónica. El propio Cánovas, que siempre se había opuesto a la utilización de la violencia, se apresuró a asumir el Ministerio de Regencia y a preparar la llegada del que iba a ser el nuevo rey de España que, por cierto, tuvo que abandonar sus estudios en Inglaterra.

El 31 de diciembre de este tumultuoso año de 1874, el Capitán general de Madrid, D. Fernando Primo de Rivera (2), se presentó en el Consejo de ministros que se estaba celebrando, le disolvió y nombró un gobierno provisional presidido por Cánovas del Castillo. Su primera medida fue restaurar la monarquía en la persona de D. Alfonso XII quien, el 14 de enero del 1875,  hacía su entrada triunfal en Madrid, la capital del que iba a ser su reino. Su primera acción como monarca fue ponerse al frente de las tropas que luchaban contra los carlistas en el País Vasco y Cataluña, lo que le proporcionó popularidad y el sobrenombre de “Rey Soldado”. Tenía 17 años.

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Su reinado fue corto pero azaroso, en el 1876 se puso en marcha una nueva Constitución, diseñada para consolidar la Restauración Borbónica y convertir la Monarquía Constitucional en nuestro sistema permanente de gobierno. Fue inspirada por D. Antonio Cánovas del Castillo, que creó una comisión de 39 notables del reino, que se encargaron de redactar el nuevo texto constitucional  bajo la dirección del jurista burgalés D. Manuel Alonso Martínez. El texto fue aprobado el 30 de junio del 1876 por unas Cortes Constituyentes elegidas mediante sufragio directo masculino, tal como había ocurrido con la Constitución de 1869.

La figura de este monarca, que siempre recibió el apoyo propagandístico del Gobierno, pronto se hizo muy popular, pues tenía un carácter afable y abierto y siempre se mostró cercano a su pueblo y solidario con sus desgracias.

Tampoco le faltaron los devaneos y las aventuras amorosas, en el mes de enero del 1878, en la Basílica madrileña de Nuestra Señora de Atocha, se casó con su prima María de las Mercedes de Orleans y Borbón. Al parecer, en este matrimonio, por encima de las razones de estado estuvo presente un amor mutuo y sincero, por lo que la boda produjo un gran júbilo popular. Desgraciadamente, apenas habían transcurrido seis meses desde la boda, cuando la reina falleció a causa del tifus, dejando a su esposo sumido en una profunda desolación. La noticia de la muerte de la reina consorte más joven que había tenido España, pues sólo tenía 18 años, causó también un profundo dolor popular y un fuerte impacto social, causa de la aparición de numerosas coplas y romances que han inmortalizado los amores de la real pareja.

Una de las coplas más famosas fue el “Romance de la reina Mercedes”, compuesto por los compositores Quintero, León y Quiroga (3), del que adjuntamos una de sus últimas estrofas:

 “En hombros por los Madriles,
cuatro duques la llevaron
y se contaban por miles
los claveles que la echaron.
Te vas camino del cielo
sin un hijo que te herede.
España viste de duelo
y el rey no tiene consuelo,
María de las Mercede”.

El desconsuelo del joven y viudo rey no fue muy prolongado, en el mes de noviembre del siguiente año 1879, aunque en esta ocasión prevalecieron las razones de estado, todo hay que decirlo, Alfonso XII se volvió a casar con María Cristina de Habsburgo-Lorena, de este matrimonio nacieron tres hijos: María de las Mercedes, María Teresa y un varón, el futuro Alfonso XIII, que no llegó a conocer a su padre, por lo que nació siendo rey.

Su vida amorosa extra matrimonial también fue bastante activa, los más famosos fueron sus amores con la cantante de ópera castellonense Elena Sanz, una famosa contralto a la que su portentosa voz la hizo triunfar en numerosos teatros de Ópera de América y Europa, especialmente en París, donde era muy querida y solicitada. De sus amores con Alfonso XII nacieron dos criaturas, Alfonso y Fernando, que tuvieron que adoptar el apellido de su madre, pues su padre murió antes de haberlos reconocido.

En el aspecto gastronómico D. Alfonso XII era una persona sobria, tanto en el comer como en el beber, de gustos sencillos, pero sin que esto significara que no le gustara comer y beber bien. En la mesa de palacio y en los banquetes reales seguía predominando la cocina y la etiqueta francesa, pero cada vez estaban más presentes los platos más tradicionales de la cocina española, al tiempo que iban apareciendo nuevas recetas de platos exclusivamente españoles, pues buenos cocineros no faltaban. La sabrosa “olla podrida”, presente en numerosas comidas oficiales, se convirtió en “el buque insignia” de la cocina española.

De hacho, las cocinas de palacio disponían de numerosas, amplias y modernas instalaciones, en las que se podían realizar toda clase de actividades culinarias, atendidas por un personal especializado cercano a las cien personas, a las órdenes de los diferentes jefes de cocina, también disponían de acceso directo a la calle, para la entrada y salida de mercancías.

Alfonso XII hizo ampliar el comedor  de gala del Palacio Real, haciendo unir tres salones, separados por columnas,  presidido por una larguísima mesa, situada en el centro, a la que se podían sentar hasta 140 comensales. Disponía además de una habitación contigua en la que se instalaba la Orquesta Real, que solía amenizar algunos banquetes oficiales. Este comedor de gala contaba además con una profusa y rica decoración, en la que destacaban los jarrones de porcelana, las grandes lámparas de cristal que colgaban del techo, la cubertería, la vajilla y la mantelería.

También se incorporaron  algunos cambios en los nombres con los que se identificaban los alimentos que aparecían en los menús de los banquetes oficiales, en los que el español apenas era utilizado. Se impuso la norma de que los platos españoles aparecieran escritos en castellano, respetando, eso sí, el nombre original de los platos extranjeros. Es posible que esta medida contribuyera a la aparición de la cocina española, prácticamente desconocida y excluida de la cocina internacional. A esto hay que añadir los esfuerzos de algunos eruditos gastrónomos, como José Castro y Serrano, gran colaborador de otro gastrónomo y escritor, Mariano Pardo y Figueroa, que en el 1888 publicó “LA MESA MODERNA” también conocida como “CARTAS SOBRE EL COMEDOR Y LA COCINA CAMBIADAS ENTRE EL DOCTOR THEBUSSEM Y UN COCINERO DE S.M”. En una de estas cartas el Dr. Thebussem recomienda al Cocinero de S. M. lo siguiente: “Que la Olla Podrida debe figurar entre los manjares reales de España, en señal de respeto y deferencia al plato nacional de dicho país”. En estas cartas literarias que componen “La Mesa Moderna”, aparecen relacionados numerosos menús, tanto de los ofrecidos en el Palacio Real con carácter oficial, como otros muchos celebrados en los palacios o mansiones de numerosos personajes de la nobleza, la política y la diplomacia,  tanto españoles como extranjeros. En el fondo de esta correspondencia, cargada de erudición y escrita en un excelente lenguaje literario, recargado con algunas pequeñas dosis de pedantería, aparecen dos posturas diferentes, la del doctor Thebussem, liberal y partidaria de fomentar y difundir la cultura gastronómica española y la del cocinero de S. M., admirador del gran cocinero francés Grimon de la Rayniere, más conservadora y defensora de la supremacía de la cocina francesa, madre y maestra de toda la ciencia gastronómica.

Otros personajes ilustres que contribuyeron a que la cocina española fuera internacionalmente reconocida y apreciada fueron el ya citado Angel Muro, principalmente con su obra “El Practicón”; Dionisio Pérez Gutiérrez, que adoptó el sobrenombre de “Post-Thebussem”, gastrónomo y escritor, fundó la “Revista Portuense”, del Puerto de Santa María y fue uno de los primeros en defender la idea de una cocina española formada por los platos de sus diferentes regiones; el aragonés Teodoro Bardají , el catalán Ignacio Doménech, la vasca María Mestayer de Echague, marquesa de Parabere y el gallego Manuel Puga y Parga, más conocido como “Picadillo”, fueron otros importantes escritores y gastrónomos, nacidos en los últimos años del siglo XIX, pero que sus obras más relevantes fueron realizadas durante la primera mitad del siglo XX.

La escritora gallega Doña Emilia Pardo Bazán afirmaba que:”Los fogones y las letras no están reñidos”. Esta prolífica escritora, que nos ha dejado novelas tan importantes como “Los Pazos de Ulloa”, también era una gran aficionada a la gastronomía, defendiendo nuestra cocina, a la que consideraba una importante parte de nuestro patrimonio. En el tema gastronómico fue la autora de dos importantes obras culinarias: “La cocina española antigua” y “La cocina española moderna”.

En el 1908, en reconocimiento a su inmensa obra literaria, Alfonso XIII la concedió el título de Condesa de Pardo Bazán.

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Doña Emilia, de noble familia gallega, en el año 1868 se casó, cuando sólo tenía 16 años, con otro noble gallego, D. José Quiroga y Pérez Deza. La boda tuvo lugar en el famoso Pazo de Meirás, una de sus residencias familiares, que posteriormente fue ocupada por el dictador Franco y su familia. En el 1883 se separó de su marido y a partir de entonces su vida sentimental estuvo íntimamente ligada a la de otro famoso escritor, el canario autor de los “Episodios Nacionales” D. Benito Pérez Galdós. Doña Emilia falleció en Madrid el 5 de mayo del 1921.

Naturalmente las costumbres gastronómicas del pueblo español eran muy diferentes a las de la Corte y las altas jerarquías de la encopetada nobleza, la Iglesia y las clases más acomodadas y pudientes. Por los mesones, fondas, posadas y tabernas dispersas por la geografía española la sofisticada cocina francesa no existía y los viajeros sólo podían disfrutar de los más populares platos de la cocina tradicional española, que empezó a ser conocida por los cada vez más numerosos viajeros europeos que se decidían a visitar nuestro país, aunque algunos no quedaran demasiado satisfechos, criticando en especial el abuso del aceite de oliva y el ajo, a cuyo sabor no conseguían adaptarse sus afrancesados paladares.

En los modestos hogares españoles la gastronomía francesa era una perfecta desconocida. Tanto en las zonas urbanas como en las rurales, los diarios alimentos que aparecían sobre las mesas, generalmente se reducían a la sopa y al puchero con garbanzos o alguna otra legumbre, alguna patata, alguna verdura, algún trozo de tocino o algún trozo de carne de vaca, todo ello acompañado por un buen pedazo de pan y, en algunos casos, algún trago de vino. La fruta y los dulces solamente aparecían en las grandes solemnidades familiares.

Durante el breve reinado de D. Alfonso XII, al frente del Gobierno se sucedieron, alternativamente, el conservador D. Antonio Cánovas del Castillo y el liberal D. Práxedes Mateo Sagasta. El primero, que había sido uno de los principales artífices de la “Restauración Borbónica”, era un monárquico inmovilista, partidario a ultranza del bipartidismo y de la monarquía parlamentaria. El riojano Sagasta era un monárquico liberal, igualmente partidario del bipartidismo, aunque cuando le llegaron sus correspondientes turnos de gobierno emprendió importantes reformas, que afectaron principalmente a la libertad de prensa y al cada vez más presente movimiento obrero.

A pesar de la abrumadora mayoría monárquica, tanto conservadora como liberal, que conformaba el Parlamento, el resto de las fuerzas políticas, con los republicanos de Castelar a la cabeza, cada día se mostraban más beligerantes, exigiendo más libertad de acción,  más democracia y una nueva ley Electoral, basada en el sufragio universal.

Entre los círculos republicanos, dirigidos por el soriano del Burgo de Osma, D. Manuel Ruiz Zorrilla, casado con una burgalesa, destacaba otro burgalés de Medina de Pomar, D. Ramón Chíes, redactor político de “El Voto Nacional” en 1875 y posteriormente fundador del semanario “Las Dominicales del Libre Pensamiento”, desde donde defendió el movimiento obrero y luchó por conseguir la jornada laboral de ocho horas. Poco antes de morir fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid.

 Las últimas elecciones del reinado de Alfonso XII tuvieron lugar en el mes de abril del 1884, obteniendo nuevamente la mayoría el Partido conservador.

El 25 de noviembre del 1885, víctima de la tuberculosis, fallecía en el palacio del Pardo, donde se había retirado a descansar, S. M. D. Alfonso XII, rodeado de sus dos hijas y de su viuda, la reina María Cristina de Habsburgo, embarazada del que sería su póstumo hijo y futuro heredero del reino de España: D. Alfonso XIII:

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El día anterior, alertados por la repentina gravedad del ilustre enfermo, se habían reunido Cánovas y Sagasta para analizar la futura situación política tras el inminente fallecimiento del rey, llegando a un acuerdo, conocido como el “Pacto del Pardo”, por el que se comprometieron a mantener la monarquía y el consenso mediante la alternancia bipartidista en el poder. De esta forma daba comienzo la regencia de Doña María Cristina de Habsburgo.

La enfermedad del monarca no era demasiado conocida por la mayoría de sus súbditos, pues no se la había dado publicidad para no crear alarma y también porque se desconocía su verdadera gravedad y cuanto podría alargarse. La inesperada noticia de la muerte del rey causó gran sorpresa y dolor en todo el pueblo español.

En principio, la capilla ardiente se instaló en la  misma capilla de El Pardo, hasta que el día 27, el féretro con el cuerpo fue trasladado al Palacio Real de Madrid, donde quedó expuesto al público. Durante los dos días siguientes sus restos mortales recibieron la visita y el homenaje enfervorizado de todo el pueblo de Madrid, que acudió en masa a despedirse de un rey que había sido muy popular y cercano. Finalmente sus restos mortales fueron depositados en la cripta de reyes y reinas del Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial.

NOTAS

  • Actualmente es la N-234
  • Fernando Primo de Rivera era tío de otro general golpista, D. Miguel Primo de Rivera.
  • Antonio Quintero, Rafael de León y Manuel Quiroga, compositores, poetas y músicos españoles que con sus obras dieron un gran impulso a la lírica popular española.

Autor Paco Blanco, Barcelona setiembre 2018

LLEGA EL SIGLO XX. LOS AÑOS DE LAS ÚLTIMAS COLONIAS. -Por Francisco Blanco-

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Los últimos años del siglo XIX fueron muy duros para España, que se convirtió en presa fácil para la política expansionista yanqui, cuyos  objetivos más inmediatos eran apoderarse de nuestras últimas colonias, tanto en el Caribe: Cuba y Puerto Rico,  como en el Pacífico: las Filipinas, las Carolinas, las Marianas y las Palaos (1).

La Armada de los Estados Unidos, sin apenas recibir daño, destruyó dos flotas españolas, la de Filipinas y la de Cuba. Lo poco que quedó de nuestro “Glorioso Imperio” fue vendido a Alemania en el 1899.

Tras la humillante derrota militar llegó el ignominioso Tratado de París. Las negociaciones de paz tuvieron lugar en el Ministerio de Asuntos Exteriores de París y dieron comienzo el día 1 de octubre del 1898, la delegación española estaba presidida por D. Eugenio Montero Ríos con otros cinco diplomáticos, actuando de moderador el diplomático francés  Mn. Jules Cambon. Durante las largas negociaciones, España tuvo que aceptar, una a una, todas las exigencias impuestas por los yanquis, que actuaron como implacables e inflexibles vencedores, amenazando incluso con suspender las negociaciones si España no aceptaba íntegramente sus condiciones. En un telegrama oficial enviado por la Regente Doña María Cristina, saltándose sus competencias constitucionales, aconsejaba a Montero Ríos que aceptara los términos que los EE.UU. exigían. España, finalmente, tuvo que asumir hasta el pago de la deuda externa de Cuba. Las razones de la reina regente eran de carácter humanitario, considerando que era más beneficioso para España ceder sus colonias que continuar nuestro enfrentamiento militar con la poderosa potencia americana.

Finalmente, a España tan sólo le quedaron las colonias africanas que nos habían tocado en el reciente reparto de África, integradas por el Protectorado Español de Marruecos, el Sahara y Río de Oro, Ifni y la Guinea Española.

El 17 de mayo  del año 1902 Alfonso XIII, nada más cumplir los 17 años, se sienta en el trono de España, que ya le pertenecía desde su nacimiento, por lo que concluye la regencia de su madre, Doña María de Habsburgo y comienza el triste reinado de Alfonso XIII. España, tras la pérdida de sus colonias, atraviesa una profunda crisis económica, aumentada por una prolongada crisis agrícola, que provocaron serias carencias en una gran parte de la población, que tuvo que apretarse el cinturón. De la misma manera, los sentimientos nacionales de los españoles, sustentados y alimentados por nuestro glorioso pasado, sufren una fuerte crisis de identidad, que provoca la aparición de un nuevo nacionalismo, encabezado por un grupo de intelectuales, conocidos como la “Generación del 98”.

En un principio, Alfonso XIII continuó el sistema de gobierno basado en la alternancia entre conservadores y liberales. El líder de los conservadores, D. Antonio Cánovas del Castillo, que había ocupado hasta por seis veces el sillón de Presidente del Gobierno, había fallecido el 9 de agosto del 1897, víctima de un atentado  mientras tomaba las aguas en un balneario de Mondragón, perpetrado por el anarquista italiano Michele Angiolillo (2). Sus principales seguidores en el Partido conservador y en el gobierno fueron Silvela, Polavieja y Maura.

El mapa político español también estaba cambiando, pues republicanos, socialistas y anarquistas, a los que hay que añadir el incipiente nacionalismo catalán, iban adquiriendo cada día más peso político y haciendo una oposición cada vez más dura a la política excesivamente conservadora de los sucesivos gobiernos.

La política africanista se convirtió en prioritaria para los generales, que querían recuperar el prestigio perdido en Cuba y Filipinas, por lo que la costa norte de Marruecos se convirtió en el nuevo objetivo colonial español, propiciado además por el reconocimiento de las potencias europeas más importantes, como Francia e Inglaterra, efectuada en la Conferencia de Algeciras del año 1906. Numerosos empresarios, bajo la protección del ejército, se apresuraron a explotar la inhóspita zona minera del Rif, en la que abundaba el mineral de hierro (3). Las ciudades de Ceuta y Melilla se convirtieron en  las capitales de nuestro Protectorado en Marruecos.

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Pero lo que parecía un nuevo “EL Dorado”, se convirtió en una trampa mortal para miles de trabajadores y soldados españoles. Las kábilas rifeñas se mostraban muy belicosas y agresivas, hostigando constantemente a los trabajadores españoles, por lo que el Sr. Maura, jefe del Gobierno, en febrero del 1909 decidió enviar un primer contingente de tres brigadas de reservistas, mal equipados y peor formados para proteger a los mineros y vigilar a los rifeños. El resultado, sin embargo, no fue el esperado. A mediados del mes de julio empiezan a llegar a Melilla las fuerzas expedicionarias, a las órdenes del general Marina, y se producen los primeros enfrentamientos con los rifeños, que tienden varias emboscadas las tropas españolas, en una de las cuales muere el coronel Álvarez Cabrera, que se había perdido durante la noche con un destacamento, sufriendo la baja de 26 soldados muertos y casi trescientos heridos. Pero la gran debacle española se produce el 26 de julio, en que una brigada española, mandada por el general Pinto, fue copada por rifeños, emboscados en las laderas del monte Gurugú, cuando los españoles penetraron en el Barranco del Lobo. Resultaron muertos 153 hombres, entre tropa y oficiales, incluido el general Pinto y unos 600 heridos. Lo más vergonzoso es que luchaban contra un enemigo muy inferior en número y con un armamento mucho más anticuado (4).

“En el Barranco del Lobo
hay una fuente que mana
sangre de los españoles
que murieron por España”.

La noticia del desastre causó un gran impacto en toda España y una gran indignación popular. En Barcelona, de donde procedían un gran número de expedicionarios, se produjo un levantamiento popular de protesta, conocido como “La Semana Trágica”, que fue reprimida con gran dureza por orden de Maura, cuya impopularidad se hizo tan grande que se vio obligado a dimitir.

El ejército español en Marruecos se reforzó de inmediato, hasta superar los 35.000 hombres, a los que hay que añadir un importante número de piezas de artillería, con lo que la superioridad militar española se fue imponiendo, consiguiendo que a finales de año la zona quedara pacificada y se pudiese continuar la explotación minera, cuyos beneficios iban a parar a unos pocos bolsillos privilegiados.

En el mes de febrero del 1910 se rompió la alternancia, y a Maura le sucedió en la jefatura del gobierno el progresista liberal D. José Canalejas, que puso en marcha diferentes reformas sociales, aunque la más conocida fue su famosa “Ley candado”, por la que se limitaba la creación de nuevas Órdenes religiosas, con lo que se ganó la animadversión de la Iglesia, a pesar de que era un ferviente católico. También realizó un viaje por Marruecos en compañía de Alfonso XIII y entabló conversaciones con Prat de la Riba para buscar soluciones al conflicto catalán. Murió el 12 de noviembre de 1912, asesinado por el anarquista Manuel Pardiñas mientras contemplaba el escaparate de la librería San Martín en plena Puerta del Sol (5).

Con la muerte de Canalejas la situación política del país se vuelve caótica. Quedan paralizadas las reformas emprendidas para democratizar el país y acabar con  la corrupción y el caciquismo imperante y la conflictividad social aumenta, provocando una situación  conocida como la “Crisis de la Restauración”. El campo andaluz y las zonas industriales de Barcelona y Cataluña fueron las más conflictivas. Finalmente, se tuvo que formar un gobierno de concentración, formado por liberales y conservadores, además de  dar entrada a los nacionalistas catalanes. La situación económica de España empezaba a ser angustiosa.

Pero todavía podía agravarse más: el 28 de de julio del 1914 el nacionalismo serbio y el imperialismo alemán provocaron el estallido de la Primera Guerra Mundial. El detonante fue el asesinato de Sarajevo, pero la conflagración se extendió rápidamente por toda Europa, prolongándose durante más de cuatro años, causando millones de muertos, cambiando el mapa político europeo y dando paso a la revolución industrial. España no participó directamente en la guerra, pues no estaba para tirar cohetes. En agosto del 1914, el jefe de gobierno, el conservador D. Eduardo Dato publicó un decreto por el que se consideraba en la obligación de “ordenar la más estricta neutralidad a todos los españoles con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del Derecho Público Internacional”. Lo cierto es que España carecía del peso económico y la potencia militar suficiente para participar en una guerra de tan grandes dimensiones. El propio Dato lo reconoció en una posterior entrevista a la prensa: “Con sólo intentarlo arruinaríamos la nación, encenderíamos la guerra civil y pondríamos en evidencia nuestra falta de recursos y de fuerzas para toda la campaña”.

A pesar de todo, fueron numerosos los efectos de la guerra que afectaron a la vida de los españoles, provocando numerosos conflictos sociales, que crearon un ambiente de enfrentamiento de clase. No faltaron, sin embargo, algunos efectos positivos, como el aumento de la producción en las zonas industrializadas, como Cataluña y el País Vaso, gracias a los nuevos mercados que aparecieron en los países beligerantes, aunque los salarios no subieron, la inflación se disparó y la carestía de la vida era mayor cada día. En el 1916 los precios se habían incrementado hasta un 13,4%, aunque en algunos productos como la leche, la subida había sido de un 58% y el pan el 25%.

Los sindicatos mayoritarios, UGT y CNT, apoyados por sus respectivos partidos socialista y anarquista, acordaron convocar una huelga general de 24 horas para el 18 de diciembre del 1916.  La convocatoria resultó un completo éxito y la huelga contó con la general aprobación del país, incluidas las clases medias, cansadas del conservadurismo a ultranza de los sucesivos gobiernos, que siguieron mirando hacia otro lado. Pero la crisis era ya irreversible, en julio del 1917 se formó una asamblea de unos 70 parlamentarios, entre republicanos, reformistas, socialistas y catalanistas, que exigieron la dimisión del Gobierno en pleno y la urgente convocatoria de unas Cortes Constituyentes. La respuesta por parte del presidente del gobierno, D. Eduardo Dato, fue suspender las garantías constitucionales y encarcelar a unos cuantos dirigentes, lo que provocó la convocatoria de una nueva huelga general de carácter revolucionario y de duración indefinida en toda España, que comenzó el 10 de agosto. La respuesta del gobierno fue sacar las tropas a la calle, provocando enfrentamientos con los piquetes, en los que hubo varios muertos y heridos, además de numerosas detenciones. Esta huelga general, según el socialista Largo Caballero perseguía “una transformación completa de la estructura política y económica del país”.

El 29 de setiembre, finalizada ya la huelga, los miembros del “Comité de Huelga” fueron encarcelados, sometidos a un Consejo de Guerra, condenados a cadena perpetua y encarcelados en el penal de Cartagena.

En el mes de octubre cayó el gobierno de Dato (6), sustituido por el primer gobierno de concentración de la monarquía y presidido por el liberal García Prieto, que también fue bastante efímero y tampoco resolvió nada.

En el mes de febrero del 1918 fueron convocadas otras elecciones generales, a las que se presentaron como candidatos todos los encarcelados por la huelga del 1917, saliendo todos  elegidos, por lo que en el mes de mayo el gobierno se vio obligado a concederles la amnistía, tomando posesión de sus actas de diputados el 18 de mayo. En la nueva cámara se creó la coalición “Alianza de Izquierdas”, en la que se integraron los socialistas, presididos por Pablo Iglesias e Indalecio Prieto. En estas elecciones, como en tantas otras, resultaron vencedores conservadores y liberales, que consiguieron más de 230 escaños, siguiendo como Presidente del Gobierno el liberal García Prieto. Todo continuó como si en España no pasara nada.

Pero sí que pasaba, en realidad los problemas de España no habían hecho más que agravarse, la sociedad cada día estaba más dividida y anarquistas y socialistas cada vez protagonizaban más reivindicaciones sociales. La sombra de una confrontación de clases cada vez se hacía más grande, pero la monarquía, la Iglesia y las clases dominantes seguían aferradas a sus privilegios y contaban con el apoyo de una gran parte del ejército para mantenerlos. Pero la chispa volvería a saltar en Marruecos.

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El 21 de julio del 1921 D. Alfonso XIII visitaba la ciudad de Burgos. Los burgaleses, soportando un sol implacable, abarrotaban las calles para recibir y aplaudir a la comitiva real. El objetivo de la presencia de D. Alfonso y su esposa Doña Victoria Eugenia en la ciudad burgalesa era presidir la ceremonia del traslado de los restos del Cid Campeador del Ayuntamiento, dentro de los actos conmemorativos del VII Centenario de la consagración de la catedral, a su nuevo mausoleo, cubierto por una gran losa situada bajo el crucero central de la catedral. Durante la misa de acción de gracias se pronunció una oración en recuerdo de los soldados españoles que seguían luchando contra los moros en Marruecos. A continuación tuvo lugar una brillante parada militar, mientras surcaban el cielo una escuadrilla de aviones en perfecta formación. Finalizado el acto, los reyes emprendieron el regreso a San Sebastián, donde se  encontraban veraneando. Eran aproximadamente las cinco de la tarde.

A esa misma hora, en el norte de Marruecos, también bajo un calor asfixiante y sin apenas agua ni víveres, el grueso del ejército español, unos 4000 hombres, al mando del general Fernández Silvestre, que se dirigía hacia Alhucemas, quedaba copado en la localidad de Annual, a unos 60 kilómetros al oeste de Melilla, por las fuerzas del caudillo rifeño Abd el Krim, al frente de una fuerza armada cercana a los 10.000 hombres. La mortandad entre los españoles es espantosa y amenaza con ser total, lo que hace que el general Silvestre, ante la práctica imposibilidad de recibir refuerzos a tiempo, se plantee la opción de evacuar el campamento de Anual. La retirada comienzó a las 11 de la mañana del día 22 de julio, pero para entonces las vías de evacuación ya estaban ocupadas por las tropas enemigas, que atacaron a los que se retiraban por los cuatro costados, causando la desbandada general y el abandono de las armas, pensando cada cual en su propia salvación. Más de 4000 soldados españoles, entre los que no había ningún voluntario, murieron en aquella funesta batalla. Sus cadáveres cubrieron una tierra que no era la suya, a la que habían ido obligados para defender los intereses de una selecta minoría a la que ni siquiera conocían. El gran responsable de aquella carnicería, general Fernández Silvestre, parece que se suicidó, volándose la cabeza con su propia pistola, pero su cuerpo nunca fue encontrado.

El Desastre de Annual allanó el camino para que en setiembre del 1923 el general Primo de Rivera (7), con el respaldo de Alfonso XIII diera un golpe de Estado e implantara en España una Dictadura Militar, con el objetivo de “Libertar a España de los profesionales de la política, de las desdichas e inmoralidades que empezaron en el año 98y amenazan a España con un fin próximo, trágico y deshonroso….”.

En realidad, detrás de esta declaración de principios se ocultaba el interés del rey y del propio general por diluir las responsabilidades que tanto el rey como los militares habían tenido en los trágicos acontecimientos acaecidos, suprimiendo, de paso, la Comisión nombrada por el Congreso para depurar dichas responsabilidades. También se suspendió la Constitución, se disolvieron los Ayuntamientos, se prohibieron los Partidos Políticos y se pusieron en marcha los Somatenes (10) para que actuasen como milicias tanto rurales como urbanas. Vamos, que esta dictadura con rey hizo  lo que se llama “Borrón y Cuenta Nueva”, ¡así de fácil!.

Por el contrario, a pesar de tanto desastre político, militar, económico y social, la Gastronomía española ofrecía unas perspectivas llenas de esperanzador optimismo.

Ya en las postrimerías del XIX algunos excelentes cocineros y gastrónomos, como Angel Muro con su “El Practicón”; Manual Puga y Pardo, más conocido como “Picadillo”, autor de “La cocina práctica”, con prólogo de Doña Emilia Pardo Bazán o Mariano Pardo y Figueroa, con su “La cocina Moderna”, entre otros, realizaron grandes esfuerzos por revitalizar y dar carácter propio a la dispersa cocina española.

En los comienzos del siglo XX esta corriente se multiplicó, incorporando a escritores y periodistas que realizaron un serio y profundo estudio de la cocina española, incluido sus orígenes, su historia, sus costumbres y tradiciones, sus productos y un variado recetario en el que se reflejaban los gustos culinarios de todas las regiones españolas, dando a conocer cientos de recetas de todos los rincones de España, que hasta entonces se habían ido trasmitiendo de generación en generación por el procedimiento del “boca a boca”.

El polifacético gaditano Dionisio Pérez Gutiérrez fue escritor, periodista, político y gastrónomo, que cuando escribía sobre gastronomía utilizaba el seudónimo de “Post-Thebussem”, como continuador del trabajo iniciado por Mariano Pardo y Figueroa de dar una identidad nacional a la cocina española, integrada por el conjunto de las cocinas regionales. Además de numerosos artículos en periódicos y revistas, en el 1929 publicó “Guía del buen comer español”, una especie de inventario de los platos clásicos de todas las regiones de España. Su obra póstuma fue “La Cocina Clásica Española” publicada en 1935, que contiene un extenso recetario ilustrado.

Algunos escritores modernos han calificado a Teodoro Bardají Mas como el “padre de la gastronomía española moderna”. Este aragonés, nacido en Binéfar (Huesca) el 16 de mayo del 1882, además de repostero y cocinero, fue un erudito gastrónomo, gran conocedor y defensor de la cocina española clásica. Viajó y trabajó como cocinero en Francia, para conocer la cocina francesa y cuando regresó a España prestó sus servicios como cocinero y repostero en numerosos lugares como el Hotel Oriente de Zaragoza y la Exposición Hispano-Francesa de 1908, que también se celebró en Zaragoza. Fue jefe de cocina del Casino de Madrid y también trabajó en el Palacio Real y en diferentes casas de la más alta nobleza, como la condesa de Castañeda o el duque del Infantado. En 1928, con motivo de la apertura del Parador Nacional de Gredos (11), dirigió una comida ofrecida por Alfonso XIII a más de 200 comensales. Como periodista, publicó un gran número de artículos en revistas especializadas como “El Gorro Blanco”, “La Cocina Elegante”, “La Confitería Española” o “Unión del Arte culinario”, de la que fue redactor-jefe. De sus numerosos libros, cabe destacar “El Índice Culinario”, “La cocina de ellas” y “Cocina para fiestas”. En 1976 se publicó una amplia recopilación de sus recetas con el título de “Arte Culinario Práctico”. También mantuvo una intensa relación personal y profesional con el escritor catalán Ignacio Doménech, otro ilustre gastrónomo. Falleció en Madrid el  6 de marzo del 1958 a los 75 años.

Ignacio Doménech, un catalán de Manresa, además de un gran cocinero, fue un prolífico escritor, cuya obra está dedicada casi por completo al estudio de la gastronomía. Editó dos revistas culinarias que tuvieron gran aceptación: “La Cocina Elegante” y “El Gorro Blanco”, una revista mensual que salió a la calle hasta el año 1945. A esto hay que sumar una veintena de libros sobre temas gastronómicos, destacando “Ayunos y Abstinencias-Cocina de Cuaresma”, que fue el primer libro que apareció en España sobre la comida cuaresmal y sus múltiples recetas. Están además “La Cocina vasca”, “Cocina de recursos”, “La Pastelería mundial y los helados modernos” y otras cuantas más. Falleció en Barcelona el 11 de noviembre del 1956.

También, durante la primera mitad del siglo XX destacó la figura y la obra de una mujer, la bilbaína María Mestayer de Echagüe, marquesa de Parabere, cuyo libro “La cocina completa”, aparecido después de la Primera Guerra alcanzó una gran difusión y fue reeditado en varias ocasiones. Murió en Madrid a los 72 años de edad.

Por vez primera y gracias al trabajo de estos gastrónomos y otros muchos que no citamos, pero también trabajaron, aparecieron impresos y asequibles a todo el mundo numerosos libros conteniendo las recetas culinarias de todas las regiones españolas, cuyo conjunto formaba lo que se empezó a denominar  ”Cocina Española”, origen, a su vez, de la moderna cocina del siglo XXI, también conocida como “Gastronomía Molecular”.

Las dos guerras mundiales que asolaron Europa durante la primera mitad del siglo XX, en las cuales España no participó directamente, también tuvieron una gran incidencia sobre la alimentación, y en consecuencia sobre la gastronomía. Debido a la gran necesidad de suministrar alimentos a miles de personas, tanto en el frente como en la retaguardia,  aumentó la investigación sobre la elaboración y la conservación de los alimentos, dando lugar a la aparición de los productos envasados y enlatados, y aunque las recetas no variaron mucho, pues había otras prioridades, si que varió la forma de condimentarlas. También aparecieron los frigoríficos para el almacenamiento y conservación de todos estos nuevos productos envasados.

En España, la coyuntura impuesta por el conflicto bélico europeo, trajo consigo una  relativa bonanza económica que permitió reactivar muchos sectores del país, dando paso a los que se conocieron como los “Felices Años Veinte”. Sin embargo, el militarismo impuesto por Primo de Rivera, la falta de libertades y su corporativismo de corte fascista, crearon una tensión política y social, que provocaba continuos conflictos. Esta realidad hizo pensar a D. Alfonso XIII que aquel régimen, que él había apoyado, podía acabar con la monarquía. Intelectuales, estudiantes, obreros, patronos, partidos políticos y organizaciones sindicales clandestinas comenzaron a salir a la calle y manifestarse abiertamente en contra del régimen. A esto hay que sumar el conflicto surgido entre el Cuerpo de Artillería y Primo de Rivera, que en el 1926  acabó por disolver el cuerpo. La Dictadura, como solución política para España, había fracasado por su propia incompetencia. El 28 de enero del 1930 el general Primo de Rivera presentaba su dimisión a S. M. D. Alfonso XIII, que se apresuró a aceptarla. Claro que su sustitución tampoco fue muy acertada, pues en su lugar puso al general Berenguer. Se pasaba de la “dictadura”, que había durado casi siete años, a la “dictablanda”, que fue mucho más breve. Primo de Rivera se exiló a París, donde falleció poco después, el 16 de marzo, como consecuencia de una complicación gripal.

Su sucesor, el general Dámaso Berenguer, que había nacido en Cuba, tampoco pudo dominar la situación, ni crear un gobierno estable, por lo que no le quedó otra salida que convocar elecciones generales para el mes de marzo, pero se encontró con la negativa a participar de todas las fuerzas políticas que habían sido marginadas durante la Dictadura, incluidos los partidos monárquicos. Los republicanos se agrupan en el llamado “Pacto de San Sebastián”, con el declarado objetivo de acabar con la monarquía. Berenguer y su gobierno dimitieron en pleno y Alfonso XIII tuvo grandes dificultades para encontrarle un sustituto, finalmente el almirante Aznar aceptó el encargo, formando un gobierno monárquico de concentración, en el que figuraba el propio Berenguer como ministro de la Guerra. Este nuevo gobierno se marca como objetivo devolver a España la normalidad constitucional, para lo que convoca nuevas elecciones: municipales, provinciales y generales, que también serían constituyentes, para sustituir la Constitución de 1876.

Las elecciones municipales tuvieron lugar el 12 de abril del 1931. Los partidos monárquicos obtuvieron mayor número de votos y de concejales, pero en las grandes ciudades y en la mayoría de las capitales de provincia la mayoría republicana resultó abrumadora, la opción monárquica tan sólo resultó vencedora en las siguientes capitales de provincia: Soria, Pamplona, Lugo, Gerona, Cádiz, Burgos, Palma de Mallorca, Ávila y Vitoria.

La noche del 12 y durante todo el día 13 las calles y plazas de toda España se vieron invadidas por millones de españoles que gritaban entusiasmados ¡Viva España! y ¡Viva la República!. El día 14 se declaró una huelga general de forma espontánea y en algunas ciudades se empieza a proclamar la II República. Todo de una forma alegre y ordenada, sin incidente ni alteraciones del orden público, lo que en España no dejaba de ser bastante insólito. A las siete de la tarde de ese mismo día 14 Niceto Alcalá Zamora, jefe provisional del Gobierno de la República, pactaba con el general Sanjurjo, que se había hecho cargo del orden público, la entrega de la Monarquía y la salida de España del rey y su familia. Poco más tarde, desde el Ministerio de la Gobernación, situado en la Puerta del Sol madrileña, era proclamada la Segunda República Española.

Por su parte Alfonso XIII, tal vez aconsejado por su camarilla de confianza, Romanones, Maura y Gamazo, tuvo que aceptar lo que ya era irreversible: “Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que este desvío no será definitivo, porqué procuré siempre servir a España……”

Vamos, que se marchaba porque nadie le quería,  pero pensaba volver cualquier día, porque las cosas del cariño son siempre pasajeras.

Hacia las nueve de la noche de ese mismo día 14 Alfonso XIII y su comitiva salió para Cartagena para embarcarse en el buque “Príncipe Alfonso”, que partió hacia las cinco de la madrugada del día 15 rumbo a Cádiz a recoger a su hijo el infante D. Juan y continuar rumbo a Inglaterra.

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El día 15 de abril, su esposa la reina Victoria Eugenia y sus seis hijos, protegidos por la Guardia Civil, salían en tren desde la madrileña estación de Atocha en dirección a Hendaya. En la burgalesa estación de Miranda de Ebro se cruzaron con otro tren, este procedente de Hendaya y con destino a la estación de Atocha, en el que regresaban a España los exilados españoles que habían conspirado contra la monarquía en el mes de diciembre del 1930. Simultáneamente, por las calles de Burgos una gran multitud se manifestaba gritando ¡Viva España! y Viva la República!.

 

NOTAS

  • Las islas Carolinas fueron descubiertas en el año 1526 por los exploradores españoles Alonso de Salazar y Diego de Saavedra. Las islas Marianas fueron descubiertas en el 1521 por el portugués Fernando de Magallanes, que tomó posesión de ellas en nombre del rey de España, Carlos I. fueron conocidas como Islas de los Ladrones hasta que en el siglo XVII se las cambió el nombre en honor a la reina-regente Mariana de Austria. Las islas Palaos se descubrieron en el 1522 durante la expedición de Magallanes-Elcano, su primer explorador fue el español Gonzalo Gómez de Espinosa.
  • Michelle Angiolillo fue detenido y ajusticiado por garrote vil el 20 de agoste de ese mismo año. El verdugo era el burgalés de Cavia, Gregorio Mayoral Sandino.
  • Las minas del Rif estaban explotadas por la Compañía Española de Minas del Rif. Tenía su sede en Madrid y se cerró en el 1984.
  • Los restos mortales de los fallecidos están depositados en el “Panteón de los Héroes” del Cementerio Municipal de la Purísima Concepción de Melilla.
  • Manuel Pardiñas, el asesino de Canalejas, se suicidó después de cometer el asesinato
  • Eduardo Dato fue asesinado a tiros, en la Puerta de Alcalá de Madrid, el 8 de marzo de 1921 por tres anarquistas catalanes: Pedro Mateu, Luis Nicolau y Ramón Casanellas.

Primo de Rivera era el Capitán General de Cataluña.

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