DOS GENIOS DE LA GUITARRA EN BURGOS. -Por Luís Lozano Virumbrales-

FRANCISCO TÁRREGA [1]

       «La guitarra que bajo la égida de Sors había adquirido un prestigio superior, sufre un nuevo eclipse en la segunda mitad del siglo XIX.

     Ni Aguado cuya actividad se vertió especialmente en el aspecto didáctico, ni Coste, el último gran guitarrista del siglo XIX, logran que la guitarra evolucione al compás de la música; los guitarristas que le siguen, como Pargas y Arcas, por no citar sino a los más destacados, se acantonaron en un estilo popular andalucista, sin la energía creadora suficiente para incorporar la guitarra a las corrientes de la música europea. Esta tarea estaba reservada al genio de Tárrega. La figura de Tárrega adquiere proporciones de profeta. Él anuncia la nueva era de la guitarra. Recoge toda la tradición. Crea la técnica moderna y definitiva. Incorpora a Bach, Mozart y todos los grandes músicos en transcripciones magistrales abriendo así nuevas posibilidades a este cosmos sonoro que es la guitarra. […]

     Tárrega es el fray Angélico de la guitarra. Pedrell comprendió muy bien la significación de su arte, y asegura que hizo de la guitarra un agente organográfico de los más expresivos que posee la música, con una amplitud de concepción que asombra. Tárrega señaló el camino, predicándonos el evangelio del arte puro; y él ha hecho posible que nosotros incorporemos al renacimiento artístico español el renacimiento de la guitarra que llega en este momento a su cumbre con la contribución de los más grandes músicos de hoy».[2]

     El cuadro es pintura guitarrística esbozada por Regino Sáinz de la Maza; su vida, la de un músico atípico nacido el 29 de octubre de 1852, en Villareal (Castellón), esa ciudad histórica de tierra adentro que, en un entorno mediterráneo, se conforma con las aguas dulces del rio Mijares fundada en los últimos años del siglo XIII, por el Conquistador aragonés-occitano, Jaime I.

     Instalada su familia en la capital, su primer contacto con la música y la guitarra lo tiene con un guitarrista popular callejero, conocido en la comarca como El ciego de la Marina., en referencia literal a la dársena portuaria de Castellón, conocida como Marina Port Castelló, paraje ambiental del cante y toque del ciego músico; luego, otro ciego, Eugenio Ruiz, le iniciará en la teoría y la práctica del piano; la guitarra consolidará su vocación musical, en Barcelona, de la mano del gran guitarrista almeriense Julián Arcas que, bajo el patrocinio de Don Fernando de la Cerda y Carvajal, IX conde de Percent, le consagrará como guitarrista.

     El comerciante Antonio Cónesa Mendaya, socio del casino de Burriana, en cuyo salón-café toca el piano Tárrega, corre con todos los gastos de viaje y estancia en Madrid; en su Escuela Nacional de Música y Declamación trabaja con el valenciano de Onteniente, Pascual Galiana, catedrático de armonía, el compositor madrileño Rafael Hernando y Tomás Damas, de biografía desconocida, que le perfecciona en el tañer de la guitarra; el rotundo éxito obtenido con ese instrumento en ese Teatro Alhambra. construido sobre los cimientos del derruido convento de San Francisco en el castizo barrio madrileño de Chueca, en la calle Libertad esquina a Infantas, inaugurado el año 1870, un concierto aplaudido por el público y la prensa, decide abandonar el piano y, entregarse definitivamente a la guitarra. Y la guitarra de Tárrega viajó por Francia, Inglaterra, Bélgica, Suiza, Italia hasta que, 1884 se encierra en Barcelona; aquí, en segundo plano, el concierto; por encima de él su vocación de compositor, arreglista, pedagogo de la guitarra. El documentalista de ese siglo, Baltasar Saldoni, deja, en vida del guitarrista, un esbozo de cuanto ofreció Tárrega con su guitarra:

           «Francisco Tárrega. Uno de los guitarristas más acreditados de España a principios de 1879. En una distinguida función que dio la distinguida sociedad Latorre, en Barcelona, en noviembre de 1878, ejecutó en la guitarra varias piezas, que fueron muy celebradas. En mayo de 1880 tuvo en Madrid el poeta filipino Sr. Paterno, en su casa, una velada literario-musical, y La Correspondencia de España del día 30 del citado mes de 1880 dice, al hablar de ella, entre otras cosas, lo siguiente: «Estando encomendada la parte musical al Sr. D. Francisco Tárrega, que es el Sarasate de la guitarra, no hemos oído, ni es posible oír, cosa mejor en semejante instrumento». [3]

     Y, Regino Sáinz de la Maza que también comenzó en Burgos con el piano, es, musicalmente, nieto de Tárrega; su maestro, Daniel Fortea, [4] como genial discípulo del castellonense, había recibido la herencia técnica, también estética, de un nuevo quehacer en la guitarra española que transmitiría al burgalés cuando en su escuela privada de la madrileña calle de la Cruz, Regino centre, definitivamente, sus estudios en la guitarra, y, alumno aventajado, colabore en la confección de la Biblioteca Fortea, especializada en la música para guitarra, que había fundado su maestro en 1911.

     Y la música de Tárrega será una constante en la programación de los recitales de Sáinz de la Maza; en ocasiones con carácter de anécdota histórica: verano de 1930, Unamuno, don Miguel, que no quiere música, en expresión amusical de su poema

«¿Música?

No, no así en el mar de bálsamo,

me adormece el alma,

no, no la quiero,

[…]

había sido invitado por José María de Cossio, [5] a un concierto organizado por él, para su amigo Regino, en la cántabra Torrelavega; quizá de los pocos conciertos a que asistió en su vida el catedrático de Salamanca, porque, comenta el historiador Federico Sopeña, «de verdad uno no puede imaginarse a Unamuno ni en una ópera ni en un concierto; Don Miguel sólo fue, dicen, a un concierto de Regino Sáinz de la Maza y hasta entró al saloncillo a felicitar y a decirle al concertista que había tocado el «Estudio » de velocidad de Tárrega: « no, no, los estudios a casa ». [6]

     También Tárrega está presente en los devaneos estéticos de tres íntimos amigos, Salvador Dalí, Federico García Lorca y Regino Sáinz de la Maza:

     «Vino a casa otro amigo de Salvador, el guitarrista Regino Sainz de la Maza. Él contribuye a enriquecer más el ambiente de nuestro hogar. Por las noches, en la terraza, nos ofrece magníficos conciertos; el Trémulo Studi (sueño, trémolo) de Tárrega, es lo que con más frecuencia le pedimos que toque. No se hace de rogar, y mientras su música llena la noche, la playa va llenándose de las sombras de gentes que vienen a escucharlo».[7]

Y Burgos escuchó la guitarra de Tárrega, por primera vez, quizá la única, enel Café Candela, ese salón de sorbetes y refrescos con escenario para actividades lírico musicales, inaugurado el año 1887, instalado en la planta baja de la casa número 22-24 del Espolón. «[…] Saliendo de la plaza al Espolón por los arcos consistoriales, la rinconada que se ofrece a mano derecha, ha sido hasta hace poco la terraza de un café, del Café Candela».[8]

Café Candela,27 agosto, 1879.     

      «En el salón de refrescos de Candela, sito en el centro del Espolón, al lado de la lotería del Sr. Hernando, antes de anoche, tuvimos el gusto de oír al concertista de guitarra Francisco Tárrega, que es una notabilidad en dicho instrumento que ha llegado a dominar por completo, pues además de poseer una ejecución correcta y brillante ha sabido sacar unos efectos particulares deliciosos, y si a todo esto unimos que es un maestro en el arte de frasear, no vacilaremos en proclamarle un artista consumado.

      El programa fue escogido y variado: en las fantasías de Traviata y Trovador estuvo a gran altura, especialmente, en el trozo del Miserere donde no perdimos una sola nota del coro de voces solas acompañado de un efecto admirable, imitando la campana; pero donde estuvo inimitable fue en la Marcha fúnebre de Thalberg, pues hubo trozos que parecían ejecutados por dos guitarras. En los aires nacionales hizo prodigios de ejecución y efectos particulares.

     Tendríamos un gran placer en que el señor Tárrega nos favoreciera con una segunda audición, para la que invitamos al público inteligente, que nos lo agradecerá de seguro».[9]  

Notas:

[1] Villareal, Castellón, 1852-Barcelona,1909.[2] Regino Sainz de la Maza, La Guitarra y su historia, Madrid, Ateneo, O-crece-o-muere, 1955. p. 55. [3]Baltasar Saldonidoni, Diccionario biográfico-bibliográfico de efemerides de músicos españoles, Madrid, Imprenta Antonio Pérez Dubrull, 1880, t. IV, p.337..[4]Benlloch, Castellón, 1878- Castellón. 1953[5]José María de Cossio, JValladolid1, 1892- 1977[6]Federico Sopeña, Historia de la música española contemporánea, Madrid, Rialp, 1957. p. 76.[7] Ana María Dalí, Salvador Dalí visto por su hermana, (traducción de María Luz Morales, Barcelona, Editorial Juventud, 1949.[8] María Cruz Ebro, Memorias de una burgalesa,1885 – 1931. Burgos, Imprenta de la Diputación Provincial, 1952. [9]Periódico El Papa-Moscas, 4º domingo de agosto, 1879.

REGINO SÁINZ DE LA MAZA [1]

    «Es un caballero andante que con la guitarra a cuestas recorre tierras y tierras bebiéndose los paisajes y dejando los sitios por donde pasa llenos de melancólicas músicas antiguas. (El mástil de la guitarra sirve muy bien de lanza). Este Regino Sainz de la Maza es ante todo un hombre lleno de inquietud. ¡Y es también un melancólico!

     Melancólico como todo el que quiere volar y nota que lleva los zapatos de hierro; melancólico como el que va lleno de ilusiones a la gruta de una bruja y la encuentra decorada con muebles ingleses; melancólico, como todos los que no podemos lucir las espléndidas alas que Dios puso sobre nuestros hombros. […]

     Este mismo afán de buscar la vida, de gozar de flores nuevas y desconocidas en su camino, lo lleva en él a sacar de los arcones viejos, donde cubiertos de telarañas dormían el sueño del olvido, a los vihuelistas del siglo XVI. Y esto es lo que debemos agradecer de todo corazón a Regino Sainz de la Maza. Él nos levanta el papel de la vieja calcomanía y el siglo XVI enseña una viñeta galante».[2]

      Es el guitarrista burgalés en las manos líricas de García Lorca; León Felipe embruja a su amigo entre los entresijos de la guitarra:

«Prisionero está en el pozo del brocalito de nácar,

en el mismo corazón

de tu guitarra encantada:

un gusanillo de luz quiere aun estrella blanca,

tus dos manos le libertan.

Regino Sainz de la Maza

le libertan

y le llevan en volandas,

por seis rayitos de luna

a ver la estrella blanca»,[3]

mientras su también amigo, Gerardo Diego, un mes y cuatro días más joven, acuña una moneda de doble cara: la imagen vital; en el anverso, su guitarra:

     «De las dos guitarras españolas, la morisca, la cristiana, Regino Sainz de la Maza ha descolgado la latina y austera para tañerla. Antes se miró las manos alargadas, nerviosas. A veces, la izquierda, en los enredos difíciles de los trastes, casi sarmentosa, arácnida.

     Después de contemplar sus dos manos, con esa morosa mirada alternativa con que el buen lautista, vihuelista, guitarrista en trance de afinación y caricias previas, va sucesivamente del árbol al pozo y otra vez a la rama, comprendió que su alma pertenecía desde su nacimiento mismo a la tradición de la Vieja Castilla, la de Burgos».[4]

Y, en Burgos, en la Plaza Mayor, esquina a San Lorenzo, una placa, fijada en el interior de una columna del soportal con arco frontero a la vivienda, es testigo mudo de que en este edificio nació el insigne guitarrista Don Regino Sainz de la Maza, hijo predilecto de esta ciudad.  Burgos como inicio de su vida musical, esa foto, color mate, [5] abrazando la guitarra a sus once años esclarece su vocación; una predisposición a la música impulsada por sus primeros maestros, Landache y, el burgalés, Quesada, por quienes, escribe Regino, guardo una gran devoción.[6]

     También habría de ser su tierra burgalesa, por decisión personal, su final artístico; ese último concierto de su larga carrera, interpretado un 9 de julio, año 1979 en la iglesia de San Nicolás, era la despedida, con ochenta y tres años, de los escenarios mundiales; testigos, el pueblo burgalés, que vibró de orgullo y,  a espadas del concertista, ese retablo gótico florido, que, en piedra caliza procedente de las canteras burgalesas de Hontoria de la Cantera, cincelaran, dicen, en los primeros años del siglo XVI, los Colonia, Simón y Francisco, hijo y nieto de Juan de Colonia, aquel arquitecto alemán que trajera a Burgos el obispo Alonso de Cartagena de vuelta del Concilio de Basilea, año de 1449.

      En medio de ese inicio vital, de ese final musical, la biografía, familiar a todos los burgaleses, [7] de un Regino Sáinz de la Maza que «por su señorío elegantísimo y por su natural profundo de músico – maestro, menestral y creador (lástima que se prodigue tan poco en la composición que tan jugosa y anchamente española le brota) puede permitirse el lujo de tocar en la guitarra cinco siglos de música ibérica y universal con la misma hondura campeadora y justísima».[8]

     Cinco siglos de música, corriendo por esa «guitarra que ha sido para mí, (escribe Regino), una parte muy importante de mi vida y mi lazarillo para guiarme en la selva de la música, con su mundo de posibilidades y de dificultades».[9] Cinco siglos avalados, en su interpretación, por todo un entorno intelectual, también de amistad, que fue llenando la vida del guitarrista burgalés. He sido rico en amigos,[10]nos dice Regino en sus anotaciones manuscritas; los primeros, los compañeros de carrera: en San Sebastián, donde se ha trasladado la familia, estudiando en la Academia de la Sociedad de Bellas Artes comienza una amistad, de afecto y música, para toda la vida, con Pablo Sorozábal, el genial compositor de zarzuelas, y Juan Tellería que, ya en la madurez, coincidirán en el Real Conservatorio Superior de Música, Madrid, uno en la cátedra de Música de Cámara, el burgalés en la de Guitarra. En sus años de Barcelona, aún como estudiante, alrededor de las figuras de los compositores Enrique Morera y Jaime Pahisa, nueva amistad imperecedera con Eduardo Toldrá, el futuro gran director de orquesta, con Federico Mompou, el compositor del piano intimista, con Andrés Segovia, el guitarrista jienense de Linares, que de vez en cuando forma dúo con Regino y los discípulos directos del maestro Tárrega, Miguel Llovet y Emilio Pujol, el incansable investigador sobre la música de vihuela del siglo XVI.

     En Madrid, de nuevo cita de Regino, amigos riquísimos en sabiduría y arte;[11]amigos  con apellido propio, con trayectoria profesional de recuerdo histórico; se llaman Miguel de Unamuno, a quien conoce en 1914 presentado por su amigo José María de Cossío, alumno en la clase de griego del maestro salmantino, y tratará profundamente en sus frecuentes y largas escapadas a Paris los años 1924-1925 en que Don Miguel, exiliado forzoso en la isla canaria de Fuerteventura, voluntariamente se traslada a la capital francesa; José Ortega y Gasset, el filósofo que bucea en la música del pasado y de su presente y lo refleja en Musicalia; Don Ramón del Valle-Inclán; en la voz del Marqués de Bradomín confiesa que «sólo dos cosas han permanecido siempre arcanas para mí: el amor de los efebos y la música de ese teutón que llaman Wagner»; [12] Eugenio D´Ors, estudioso de la filosofía como música, afirma que «hacer música es el más maravilloso ejercicio de arbitrariedad en la milicia de la vida»; [13]los literatos que precedieron a su generación sintetizados aquí por Don Benito Pérez Galdós a quien Regino conoce en Santander, en el Teatro Pereda, en el estreno de Marianela, óperacon texto de los hermanos Álvarez Quintero y música de Jaime Pahisa, gran amigo barcelonés que emigró a Buenos Aires:

     «Los hermanos Álvarez Quintero, muy amigos de mi padre, le presentaron a Don Benito. Quedó impresionado por su enorme personalidad, y al atardecer, en la habitación del hotel santanderino, con Joaquín y Serafín Álvarez Quintero y con José María de Cossío, mi padre le dio a Don Benito un concierto, dedicado exclusivamente al que entonces era ya el gran patriarca de las letras española».[14]

     Juan Ramón Jiménez que convive con el burgalés en aquellos años tan fructíferos de la Residencia de Estudiantes y visita en sus giras americanas; en su autoexilio portorriqueño de San Juan, el poeta asiste a sus conciertos y el burgalés le ofrece otro de intimidad en el hogar que comparte con Zenobia Camprubí, la esposa de sensibilidad exquisita que, en primicia, traduce al castellano la obra poética de Rabindranath Tagore. La carta que el doctor Luis Ortega, médico personal de la familia Jiménez, envía a Regino es definitivo aserto de esa mutua admiración:

    «[…] Como cosa agradable para ti me causa placer decirte que cuando se habla de música y guitarristas españoles, Juan Ramón Jiménez, emitió el juicio definitivo de que el guitarrista que más le gustaba eras tú, porque ponías auténtica emoción poética en la interpretación, mientras que otros guitarristas sólo intentan lograr un frio pulimiento técnico».[15]

     Está, luego, la Generación del 27, poética y musical, reunidos, simbólicamente, en la Residencia de Estudiantes, situada ya en la calle madrileña del Pinar n.º 21-23, en la Colina de los chopos, que poetizó Juan Ramón Jiménez, en esos Años de Plata, -1920-1927- para respetar la supremacía del Siglo de Oro; por su gran salón o por su auditorio, han pasado los más serios investigadores de diferentes ramas científicas, Albert Einstein que Sáinz de la Maza conoció, y tocó la guitarra para él, como final de una cena-homenaje, invitado por su amigo, el profesor universitario de ciencias físicas,  Rafael Campalans, en sus años de estudiante en Barcelona; se han escuchado las mejores voces poéticas y los repertorios más vanguardistas de la música; son asiduos en recitales, Manuel de Falla, Maurice Ravel, Francis Poulenc, Darius Milhaud, y su esposa, la actriz Madelaine Grey, Igor Stravinsky Ricardo Viñes, Rubinstein, José Iturbi, Wanda Landowska…; complemento al concierto, las conferencias musicales de John Brande Trend, el historiador hispanista inglés que estudia la música española desde los vihuelistas renacentistas hasta la obra de Manuel de Falla, o Adolfo Salazar, el maestro de muchos futuros historiadores, que fundará, junto a Juan Ramón Jiménez y Manuel de Falla, la Sociedad Nacional de Música; los dos, Salazar y Falla, en teoría el primero, en práctica el gaditano, abrirán nuevas perspectivas en la comprensión de nuestra historia musical. 

     Es el ambiente madrileño de la juventud de Regino Sainz de la Maza, que se prolonga, bajando de la Colina de los Chopos, en el Teatro Real, más conservador, con cierta rémora burguesa decimonónica que parece ansía bucear en las novedades europeas; una peligrosa grieta en una de sus fachadas romperá la ilusión de futuro, porque en octubre de 1925 se cierra definitivamente el teatro de la ópera; antes del desastre arquitectónico, el Real ya ha escuchado, como muestra autóctona de nuevos aires, La vida breve de Falla y las nuevas exquisiteces europeas con los ballets rusos de Diaghilec que interpretan, temporada de 1916-1017, El Pájaro de fuego y Petruska dirigiendo la orquesta su compositor, Igor Strawinski.

     Si el Real es lento en asumir una nueva realidad, la Sociedad Nacional de Música, abre, desde 1915, las puertas del Teatro Lara, su casi sede oficial, a una vanguardia, años soñada; una vanguardia que llega a Madrid de las manos de cuantos se han preparado musicalmente en París, en ese «jardín sonoro de Francia donde se cultivan todas las plantas, todas las flores… Lo mejor de cada escuela, de cada genio creador fue cuidadosamente injertado en los árboles seculares de aquel jardín, donde hasta la flor más modesta tiene algo que la distingue de otras modestas flores cultivadas en otros grandes jardines».[16] El símil botánico se traduce por libertad de expresión estética individual, porque en el panorama musical parisino, continúa hablando Falla, «se sabrá de una vez para siempre, la enorme distancia que separa a un Vincent d´Indy de un Claude Debussy; a un Gabriel Faure de un Paul Dukas, a un Maurice Ravel de un Albert Roussel o de un Déodat de Séverat…». [17]

     Y en Madrid, se cultiva esa libertad individual, porque se ha asimilado, asumido y transmitido las pautas mamadas en el país vecino; por ello, aquí, todo recuerda la ciudad del Sena; la Sociedad es copia, en emblema, de la Société Nationale de Musique, aunque en programa estético esté más próxima a aquella Société Musicale Independente que, en 1910, por impulso de Maurice Ravel, lanza la música francesa a una vanguardia que acoge la parisina Salle Erard; aquí, en Madrid, también un teatro, el pequeño Teatro Lara, abierto en la Corredera Baja de San Pablo, 1879, decorado en el más puro Art Nouveau; su pequeño espacio será escenario ideal para la intimidad de solistas y música de cámara; en él, entre otras muchos conciertos, se estrenaba El amor brujo, gitanería en un acto y dos cuadros, escrito expresamente para Pastora Imperio, de Manuel de Falla con texto de Gregorio Martínez Sierra; en él también haría su presentación, como concertista, recién llegado a Madrid, Regino Sáinz de la Maza, un 2 de marzo 1920, de la mano de Manuel de Falla.

     Próxima a la Corredera del Lara, cruzando la Plaza de las Lunas, la Gran Vía en última fase de construcción; en ella, entre la plaza de Callao y la Red de San Luis, el Palacio de la Música, inaugurado, año 1926, por la Sociedad Anónima General de Espectáculos. Una gran sala de conciertos, mil ochocientas butacas, con la embocadura del escenario flanqueada por dos órganos, dotada de orquesta propia, dirigida por José Lacalle y posteriormente sede de la Orquesta Nacional; con ella, dirigiendo el genial santanderino de Castro Urdiales, Ataúlfo Argenta, interpretaba Regino, en 1946, el Concierto de Aranjuez; antes, y después, en varias ocasiones había interpretado él solo, recitales de guitarra; el primero el año 1942.

     Y de un centro musical al templo reverencial del teatro del Siglo de Oro, el Teatro Español que, a partir de 1928 acogerá en su escenario programas musicales; y, precisamente, en ese encuentro con la música, un primer festival de música, producido por el periodista, crítico de arte, García Viñolas, y programado por el director musical del teatro, el compositor Manuel Parada, interpretaba Regino, el 4 de febrero, 1928, un innovador recital de guitarra; y, ya consagrado para el triunfo, el estreno en Madrid del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, con la Orquesta Nacional, a la guitarra Regino Sáinz de la Maza, a quien el compositor valenciano dedica la obra, con la Orquesta Nacional dirigida por el bilbaíno Jesús Arámbarri, 11 diciembre, 1940.

     El Ateneo, en origen,1835, Ateneo Científico y Literario, es, en Madrid, la casa de todo cuanto engloba la intelectualidad; también, desde 1895, de la música, ésta bajo la protección, siempre positiva, estética y económicamente, del conde de Morphy. Por su salón de actos han pasado entre otros genios, ciñendo la relación a los primeros años madrileños del burgalés, Enrique Granados, interpretando sus Doce Danzas españolas para piano, Manuel de Falla estrena Siete canciones populares españolas, con la soprano, gran diva de la zarzuela, Luisa Vela y él mismo al piano,14 enero, 1922. Nuestro guitarrista es asiduo socio y concertista frecuente en su escenario; en 1955, interpreta tres conciertos- conferencia; de ellas surgirá su obra La guitarra y su historia, editada, julio 1955, por el Ateneo en su sección O crece o muere.

     De las salas de concierto a los cafés, donde, cuenta Regino, he aprendido mucho escuchando, cuando era joven, a maestros como Valle – Inclán, Unamuno, Ortega; [18] en las tertulias; rincones de libertad, placer de alternar la filosofía, la música, la literatura, la pintura, el toreo, las novedades del quehacer diario; «una tertulia, (en cita de Regino), heterogénea – a mucha honra – sí, señor, con la gracia de la diversidad, interesante, divertida, y hasta disparatada a veces, pero siempre a cubierto de malas pasiones, unidos todos en un sentimiento de comunión espiritual, de cordialidad en nuestros quehaceres, en nuestras tribulaciones y en nuestras alegrías».[19]

     Y sus preferencias, las de Sáinz de la Maza, están en el Café de Platerías, abierto desde 1840 en la castiza calle Mayor, n.º 74 (actual 38) testigo de las negociaciones entre civiles liberales y militares progresistas  para eclosionar la llamada revolución gloriosa de 1868 que exilió a Isabel II, acogida en París, por la española Eugenia de Montejo en aquel Palais de Castille que le había regalado su esposo Napoleón III; el Café Lyon d´Or, en la calle de Alcalá n.º 59, a un paso de saludo de la diosa Cibeles, feudo pintoresco de Don Ramón del Valle-Inclán, que retomará el amigo del burgalés, José María de Cossío con Manuel Machado, otro de los grandes amigos, como su hermano Antonio, cuando el escritor gallego abandone el estrépito de la capital, buscando la paz en la medieval Santiago de Compostela; el Café Pombo, presidida, en los sótanos de la calle Carretas, n.º 4, por Don Ramón Gómez de la Serna, inmortalizada en oleo por el pintor madrileño Solana que admiramos en el Museo Reina Sofia ; el Café La Granja del Henar, Alcalá 40, refugio de soledad mañanera de Federico García Lorca; en una de sus mesas de mármol, ante un café, en un folio con membrete de la Granja El Henar, S.A. Madrid, escribe Adivinanza de la guitarra, (dedicada a Regino Sáinz de la Maza) y, Guitarra (dedicada a Regino Sáinz de la Maza..) [20]    

     Y en el caballete de los más luminosos pintores, sus amigos, ha quedado inmortalizada la imagen física de ese moro de Burgos, piropo poético del periodista Francisco Lucientes en el Diario El Sol:infinidad de viñetas en portadas de programas de concierto, siempre en postura de inclinación ante la guitarra; retrato, dibujado a tinta, de Carlos Verger, 1916, cuando Regino tiene veinte años; Santiago Ontañón, el pintor que, apenas conoce a Regino en la Residencia, realiza su retrato, 1920, que conserva el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. Emotivo es el retrato a plumilla que el pintor sevillano José Romero Escasi, dibuja en la portada del programa, junto al «Romancillo a la guitarra de Regino de Luis Rosales, como recuerdo del recital que Regino Sáinz de la Maza ofreció a sus amigos en el estudio de José Romero Escasi. Noviembre 1943.» Colgado en la galería de retratos de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, su amigo Hipólito Hidalgo de Caviedes recrea, a punto de ser copia, la figura envejecida de aquella su primera foto abrazando la guitarra de sus once años;  hay más pintores amigos, Ignacio Zuloaga, Salvador Dalí, el inseparable; su casa de la costa brava es la casa del burgalés; el uruguayo, de padres españoles, Rafael Barradas, afincado en su catalán Ateneillo de L´Hospitalet de Llobregat…, hay más retratos al óleo y a tinta; de todos ellos, el más afectuoso, el más personal, el dibujo de juventud y el retrato al óleo sobre lienzo que, en 1954, pintara su hermano Francisco [21]con el título Guitarrista. Retrato de su hermano Regino tocando con su inseparable guitarra que la familia del pintor, ya fallecido, regala al Ayuntamiento de Burgos en el acto de clausura de la muestra pictórica del burgalés, agosto, 2014.

     Los poetas, todos sin excepción alguna, mantienen en proximidad o lejanía contacto estable con el burgalés: Federico García Lorca, en primer plano de afectuosidad, manifiesta en dedicatorias poéticas y correspondencia su íntima amistad; León Felipe, el zamorano autoexiliado en Méjico,centra su guitarra en Prisionero; desde allí, desde la antigua capital del Virreinato de Nueva España, Ortiz de Montellano, el poeta mejicano que lucha por un acercamiento al postmodernismo en Hispanoamérica, envía a su amigo la impresión captada en su concierto interpretado el año 1934: 

«Con cinco dedos de vidrio

recorta Sáinz de la Maza

el aire de finas palabras

en el martirio sin quejas

de la guitarra.

[…]» [22]

     El gallego, flamante Premio Cervantes, José García Nieto, jugando con bellas metonimias, sintetiza la relación guitarra-guitarrista:  

«A Regino Sáinz de la Maza:

Como ante el mar, las manos que adivino

se asoman por un pozo a la madera

en cuyo fondo está la primavera

diciéndole a Regino su camino

[…]» [23]

     Gerardo Diego, está siempre ahí, en la juventud, en la madurez, en la muerte; su pluma será alma lírica del guitarrista burgalés, cuando la Fundación Juan March celebre los ochenta años del guitarrista con un Concierto Homenaje, concierto que interpreta el homenajeado, arropado en poesía por todos sus amigos, a la cabeza el poeta santanderino que glosa en el programa su esencia guitarrera; cuando en 1981 fallezca, su elegía literaria se leerá por doquier.      

     Luis Rosales, que había poetizado la melancolía de la guitarra de nuestro burgalés en

«¡Que nadie puede quitarle

al corazón su congoja!

Que nadie puede olvidarla.

[…]

De luto siempre, Regino,

llorando en tus manos, sola»,[24]

dibuja en prosa un retrato vagamente aproximado de Regino;[25] y, aún, no habiendo folios para tantos nombres literarios, la representación ha de ser las figuras de dos inseparables: José Bello, llamado cariñosamente Pepín, literato de poca obra, pero amigo constante en recoger fotográficamente el ambiente de la Residencia. Genial representante de una de las facetas literarias de la Generación del 27, escribe una carta surrealista a Alfonso, el hermano pequeño del cineasta Luis Buñuel, otro fiel amigo hasta la muerte, redactada en la mejor técnica de un expresionismo que busca el absurdo: cómo llegó Richard Wagner a Burgos en el mixto de Miranda a las tres y media de la mañana. José María de Cossío, el amigo más familiar de los primeros años madrileños, amistad que mantiene toda una vida, famoso por su Tratado técnico, histórico, Los Toros.

     Y precisamente los toros, los toreros, también amigos, acaparan una parte de esta vorágine de arte, pictórica, poética, musical, vivida por el burgalés: Ignacio Sánchez Mejías, inmortalizado por García Lorca en su Llanto, A las cinco de la tarde; Rafael Gómez Ortega, llamado el Gallo, a veces el Gallito, plenamente integrado en el ambiente artístico que encarga su panteón al genial escultor, Mariano Benlliure; su hermano José, llamado en el coso Joselito; cuando moría, por una cornada de toro, su elegía, sería lamento poético de Gerardo Diego; Juan Belmonte, ese dibujante iluminado, domador de ritmos sin cabeza que logra torear bajo la luz de la luna, que definía García Lorca.

      Ahora la esencia, la vocación de Regino Sáinz de la Maza:la música; «una música de guitarra que satisface a la nueva sensibilidad musical de hoy. Su voz delicada constituye un refugio y es como una caricia para nuestros oídos, demasiado agredidos por la estridencia de la época. Hoy como nunca su canto se abre camino en nuestro corazón y puede dispensar, a quien sepa escucharle, delicias negadas a otros instrumentos más poderosos, pero menos próximos al hombre.

     El porvenir de la guitarra está hoy asegurado. La influencia que puede ejercer en la renovación del lenguaje armónico se evidencia en el interés creciente que los mejores músicos de hoy manifiestan». [26]

     Y para él, para su guitarra, los mejores músicos lo manifestaron en innumerables ofrendas musicales recogidas por la historia. Lo hicieron, con afectuosas dedicatorias, sus compañeros de la Generación del 27 que Adolfo Salazar, en las páginas del periódico El Sol, los bautizó como Generación de la República, unidos todos ellos por el manifiesto por una nueva música en España, proclamado en la Residencia, 29 de noviembre de 1930:

     Salvador Bacarisse, Pavana Heraldos (1930) Fernando Remacha, Son y Baileta para guitarra (1930); años después, en 1955, le dedicó el Concierto para Guitarra y orquesta que estrenaría en Barcelona, con la Orquesta Municipal, dirigida por su amigo Eduardo Toldrá; Gustavo Pitaluga, Homenaje a Mateo Albéniz (1933) y Elegía a Murnan estrenada en el Teatro Español de Madrid, ocho de mayo, 1936; Rosa García Ascot, Danza para guitarra Española,(193)1;Julián Bautista, Preludio y Danza (1928);Juan José Mantecón, Danza del Atardecer (1930); Federico Moreno Torroba: Madroños (1954) Sonatina (1924), obra que el compositor madrileño orquestará en 1958, estrenándola en el Teatro Apolo de Valencia con la Orquesta Municipal, dirigida por José Iturbi y Regino Sáinz de la Maza de solista; Manuel Palau, que dedica a Regino su Concierto levantino para Orquesta y Guitarra; Javier Alfonso Suite para Orquesta y Guitarra; Antonio José Martínez Romancillo infantil y Sonata para guitarra,(1933); Joaquín Rodrigo, Zarabanda lejana,(1926), Entre los trigales, (1938), Concierto de Aranjuez, (1939), estrenado en el Palau de la Música, Barcelona, con la Orquesta Filarmónica, Regino Sáinz de la Maza a la guitarra, dirigidos por César Mendoza Lasalle, un nueve de noviembre de 1940; Rafael Rodríguez Albert, Cuarteto en re mayor para guitarra y arcos, (1952), Sonatina en tres duales, (1962).Eduardo Sáinz de la Maza, Homenaje a Toulouse Lautrec, (1969).Héctor Villalobos que trató con gran amistad en las diferentes estancias de Regino en París le dedica el n.º 1 de su obra 15 Choros (1920)De otra generación, Antón García Abril sucesor del burgalés en el sillón de la Academia de Bellas Artes homenajea al guitarrista en 1965 con una Suite para Guitarra.

     Los homenajes, las dedicatorias internacionales a la figura de Sáinz de la Maza resultan incontables para dar fe de todos ellos; los ofrecidos por el pueblo burgalés no se pueden obviar, desde el primero, a saborear en casa,1958, cuando su Ayuntamiento le proclama hijo predilecto, hasta el último, ya póstumo, 7 septiembre 2021, un concierto de guitarra con escenario frente a su casa natal de la Plaza Mayor; unos años antes,1997, ya traspasando fronteras, recordando anualmente su nombre y obra en la Semana Internacional de guitarra Regino Sáinz de la Maza;1996; placa-recordatorio  de la fecha de su nacimiento en su casa natal 1981 y, en 1982, a un año de su muerte, el Ayuntamiento le dedica el Paseo Regino Sáinz de la Maza, presidido por un busto en bronce, con leyenda de amor a su ciudad –Mi vida ha estado siempre a la sombra de Burgos. Regino Sáinz de la Maza-, todo un remedo, ya adulto, de aquel busto cincelado en bronce por Joan Borrell para la Exposición Universal de Barcelona.1929, conservado en el Museo Nacional de Cataluña desde 1931, con el título: Busto de joven, Regino Sáinz de la Maza.

     Regino, por su parte que ha llevado a Burgos en su corazón y en su guitarra por todo el mundo, nos confiesa que en su «memoria han quedado grabadas esas primeras visiones del paisaje nativo de las que dice Unamuno que son como la primera leche de nuestra infancia. Mis primeros recuerdos van unidos al paisaje de Burgos. Los ecos de ese paisaje resuenan como leit motiv a lo largo de mi vida: la voz del río, la del viento entre los chopos, las notas de bronce de las campanas de la catedral…». [27]

     Y pese a que, como cuenta en sus notas autobiográficas, «alos 14 años mi familia se traslada a San Sebastián,», el retorno está siempre presente; tan solo tardaría en llegar esos seis años de preparación musical; lo hace ahora, en 1916, el siete de septiembre de ese año ha cumplido veinte años, como un joven guitarrista que comienza a saborear el triunfo. A Burgos, ofrece su segundo y tercer concierto, interpretados en el Salón de Recreo, anexo recreativo-cultural establecido en los bajos de la fachada derecha del Teatro Principal con su prolongación ovalada que mira a los jardines del Espolón, y en el Círculo de la Unión, en su primera sede, instalada el año 1872 en los pisos superiores de los cafés Montañés y Suizo, que animaron el Espolón hasta 1930 en que se inaugura la sede actual; su  primer concierto, documentado, lo había interpretado en ese teatro neo barroco que la capital vizcaína, Bilbao, había construido, 1890, junto a la ría, en ese paseo que llaman del Arenal, en memoria de su ilustre paisano compositor, Juan Crisóstomo de Arriaga; el cuarto, tras de Burgos, Barcelona, 9 diciembre, 1917, en la Sala Mozart, la antigua sala Cinema Lourdes, transformada en sala de conciertos, situada en esa pequeña calle, Canuda 31, que partiendo de la Rambla se adentra en el barrio gótico; luego, a partir de 1920, con la Sociedad Nacional de Música en la que colabora con Manuel de Falla, gestando una relación de afecto y arte y la inclusión del guitarrista de veinticuatro años  en el catálogo de artistas que promueve Conciertos Daniel, la agencia más solvente en esos momentos, se le abren nuevos escenarios al ser publicitado en Madrid-Barcelona-Lisboa-Buenos Aires-Río de Janeiro-Sao Paulo-Montevideo-Santiago de Chile-Valparaíso-Habana-México-Lima-Bogotá-Caracas. [28]

     Burgos, tras sus dos primeros conciertos de juventud disfrutará de su presencia y su guitarra en cuanto su agenda se lo permita, y se lo ha permitido en múltiples fechas; su primer concierto se veía enaltecido por dos periódicos burgaleses contrastantes en ideología, El Papa-Moscas, periódico satírico, 1878-1920, y Diario de Burgos, de avisos y noticias, 1891:

 Salón de Recreo,28 septiembre, 1916

     «En el Salón de Recreo. Grandes deseos existían en nuestra elegante y distinguida Sociedad de congregarse en una fiesta. Hace tiempo que no se ha presentado ocasión, así que el jueves el suntuoso salón de tapices resultaba insuficiente para contener tan numeroso público.

      El atractivo del programa era bastante por sí solo para éxito tan rotundo, pues nuestro paisano, el espléndido y notable guitarrista Sainz de la Maza tiene habilidad, con su indiscutible arte, de reunir a la afinación la más sublime inspiración. Sainz de la Maza conocido y elogiado justamente por sus paisanos ha estudiado mucho y ha ganado en técnica, en agilidad, en fuerza, en gusto, en delicadeza. Es un guitarrista de cuerpo entero.

     De todos los números del programa nos agradó más en el Allegro de concierto y Recuerdos de la Alhambra de Tárrega y en Sevilla de Albéniz.

     Fue aplaudidísimo y mereció justos y unánimes elogios de la selecta concurrencia, viéndose precisado a tocar varias composiciones fuera de programa».[29]

     «Salón de Recreo,28 septiembre, 1916.

     «El concierto celebrado anoche en el Salón de Recreo estuvo animadísimo y brillante como todas las fiestas que organiza la distinguida Sociedad.

     El notable guitarrista Regino Sáinz de la Maza ejecutó los diversos números de que constaba el programa con una maestría insuperable que le valió estruendosos aplausos y confirmó la fama que disfruta como habilísimo concertista. […]

     El señor Sáinz de la Maza dio luego un segundo concierto en el Círculo de la Unión, donde estuvo también un gran éxito».[30]

&&&

Teatro Principal,11 marzo, 1929.

      «¡Bravo…Regino! Has triunfado con tu mágica guitarra, a fuerza de arte purísimo y constancia para el estudio. Las obras musicales, que tan soberanamente ejecutas en tan delicado instrumento, tienen un sello de intimidad, resultan tan sugestivas, que bien puedes enorgullecerte y lo mismo tus paisanos, los burgaleses, de ser uno de los guitarristas más famosos en la actualidad. El concierto de anoche fue para ti un colosal triunfo, del que guardarás un recuerdo eterno, incomparable, brotan verdaderas filigranas, acordes clarísimos, punteados de una precisión asombrosa, arpegios, armónicos…

     De tu guitarra que dominas de un modo incomparable, brotan verdaderas filigranas, acordes clarísimos punteados de una precisión asombrosa, arpegios, armónicos… en fin, todos cuantos efectos encierra la guitarra fluyen de un modo naturalísimo, al conjuro de tu genio, de tu corazón de artista, que transmitiendo tus privilegiadas manos la inspiración más profunda de arte, hacen allí solo, abrazado a tu guitarra, tu figura se agigante, alcanzando proporciones elevadas…Y tan altas que te colocan en el lugar envidiable que tan justamente has conquistado….

     ¡Bravo…Regino! Triunfante en tu tierra es como conseguir el más alto galardón. En la primera parte del concierto, Regino ejecutó admirablemente Evocación, Mazurka y Scherzo-Gavota de Turina, obras en la que Regino, con su depurado estilo, estuvo inspiradísimo, alcanzando grandes ovaciones que se reprodujeron al interpretar Andaluza y Zambra gitana, primorosamente compuestas por Regino.

     Al terminar la primera parte, estalló una calurosa ovación en honor del insigne guitarrista que, agradecido, ejecutó Reveries de Tárrega, obra netamente guitarrística, en la que nuestro querido paisano electrizó al público.

     En la segunda parte, Regino interpretó con gran éxito obras de Häendel, Sor, Mozart y Coste, en las que la labor de Sáinz de la Maza fue sencillamente portentosa. Del modestísimo y gran compositor Beobide, Regino interpretó Dos canciones burgalesas, admirablemente armonizadas y hábilmente vertidas a la guitarra y que fueron aplaudidas con entusiasmo. Serenata de Malats, es una preciosidad, en cuya interpretación el gran artista estuvo sencillamente magistral. Danza en sol de Granados y Preludio español de Albéniz fueron para Sáinz de la Maza otros tantos triunfos, logrando esa fuerza de facultades artísticas, de las que nuestro querido paisano hizo alarde, sin jactancia. Ante los aficionados burgaleses que aplaudieron allí con verdadero entusiasmo. Fuera de programa, el gran guitarrista interpretó una espléndida versión del Vito de Tárrega que resultó preciosa.

En resumen: un concierto magnífico, y a cargo nada menos que del gran artista burgalés, gloria y orgullo del pueblo que le vio nacer». [31]

&&&

     «Teatro Principal,19 marzo, 1931.      

     «El gran éxito que tuvo en Burgos hace un par de años nuestro ilustre paisano Regino Sáinz de la maza hace suponer que volverá a repetirse en el concierto de hoy.

     Sáinz de la Maza es un hombre ya consagrado en el mundo del arte, siendo sus actuaciones celebradísimas en las salas de concierto más importantes. Sabido es que la guitarra olvidada y hasta menospreciada durante mucho tiempo, ha reconquistado el lugar que le corresponde por su tradición y por su historia gracias a eminentes cultivadores como Llovet, Segovia y Sáinz de la Maza, principalmente, los cuales la han ennoblecido hasta tal punto que los más famosos compositores escriben obras para ella y los recitales de guitarra alternan sin menoscabo alguno con los recitales de piano, violín o violonchelo.

     Sea bien venido el joven artista a su pueblo natal, donde con tanto cariño se le recuerda siempre».  [32]

&

Teatro Principal,19 mayo, 1931

     «En la Filarmónica, Regino Sáinz de la Maza. No es menester encomiar el arte excelso y la elevada inspiración del gran artista burgalés que honra tanto a la ciudad que le vio nacer. Son tan patentes, que todo elogio fuere redundante o innecesario.

     No pudimos escuchar la primera parte, de la que nos hicieron grandes elogios, tanto respecto a la ejecución como al mérito de las composiciones, entre las que figuraban dos admirables del propio concertista. En la segunda se destacó el Tema variado de Mozart-Sors. Es indudable que la guitarra se acomoda deliciosamente a la expresión del estilo diciochesco, sobre todo cuando el nombre del autor se halla en consorcio de los de tan hábiles transcriptores, como Tárrega y Sors.

     La Pavana, de Bacarisse, por la gracia y encanto de su modalidad, lo expresivo de su melodía e innegable originalidad de sus cadencias, es una obra que honra a la joven y ya pujante escuela madrileña. otro tanto hay que decir de la obra intitulada Madroños, del eminente compositor Moreno Torroba, cuya gran valía hemos ya consignado en crónicas anteriores. Notable también es Choros (aire brasileño) del compositor brasileño Villalobos, que tan extraordinario prestigio ha alcanzado en París. Esta obra y las dos anteriores del programa están dedicadas al concertista que puso en ellas todos sus entusiasmos, avivados, si cabe, por el agradecimiento. Terminó el programa con la Leyenda de Albéniz, que arrancó, como las obras precedentes, los más calurosos aplausos. Hubo dos propinas: la Réverie, de Tárrega y un Nocturno de Schumann.

     R. Sáinz de la Maza es uno de los más gloriosos embajadores que representan al arte español en Europa y América. Su fama se extiende triunfalmente por todo el mundo. Los más remotos filarmónicos anhelan conocer las brujerías de su guitarra y se requieren desde el Japón, a donde han llegado las crónicas de los más reputados críticos, como heraldos de su fama.

     Burgos debe un homenaje a su preclaro hijo, que pasea triunfal por el mundo el pendón castellano prendido en un mástil de su evocadora y españolísima guitarra.

     Tenemos entendido que el artista volverá con su esposa, hija de la insigne y genial Concha Espina, para las fiestas de San Pedro y nunca mejor ocasión para testimoniarle la admiración y el cariño que le profesan sus paisanos. Qué bueno fuera que la Filarmónica patrocinase esta idea de muchísimos de sus socios que, amantes de todo lo notable de la patria chica, anhelan honrar paladinamente a uno de sus más insignes paisanos.

José María Beobide».[33]

&&&

Teatro Principal,23 noviembre, 1934.     

     «Gusta Sáinz de la Maza de venir de vez en cuando a Burgos para que sus paisanos puedan, al igual que los grandes públicos filarmónicos del mundo, saborear el arte íntimo, recogido y de subido valor que Regino prodiga con su maravillosa guitarra.

     Y así ayer, con un programa adecuadísimo, demostró nuestro artista que la guitarra no tiene secretos para él, y que su ponderado equilibrio de intérprete concienzudo, ha ganado de una manera extraordinaria desde su última visita.

     Tropiezan los concertistas de guitarra con el inconveniente de que las obras para ellos son escasas, pues si bien algunos compositores clásicos (Schubert principalmente) la conocían y empleaban bastante, era rn combinación con otros instrumentos. Pero cuando el guitarrista es de la categoría de Sáinz de la maza pronto resuelve esta dificultad mediante una labor personal meritísima, rebuscando lo poco escrito o adaptando lo que puede ser aprovechado, siempre con un criterio sano, que elija únicamente aquel que valga la pena y el trabajo de la adaptación para huir de esas transcripciones que tanto abundan y a las que nunca podrá acostumbrarse el verdadero amante de la música, que desfiguran y deshacen las obras originales al arreglarlas para un instrumento para el que no las pensó su autor.

     No pertenece a esta clase la transcripción hecha por Sáinz de la Maza de la Chacona de Bach que es sencillamente magnífica. El conocimiento profundo de su instrumento y el buen gusto del adaptador, han hecho una labor de verdadera creación, siempre dentro de un gran respeto para el autor.

     Por otra parte, los compositores sienten, ante un intérprete tal, el deseo de crear para él, y así en el programa de ayer, había varias obras dedicadas a Regino, entre las que destacaban el primer tiempo de una Sonatina que Antonio José ha compuesto especialmente para aquel. Se dan en esta obra todas las características de su autor y su personalidad se advierte en ella a través de la impecable perfección de la forma sobre un fondo apasionado.

     Es de gran interés la Zarabanda lejana del compositor valenciano Joaquín Rodrigo, el cual parece que está ya de vuelta de sus experiencias y atrevimientos atonales, contagiados del ambiente parisino, como lo demuestra en esta obra y en domingo la estrenó la Sinfónica en Madrid.

     El público, que siguió con interés extraordinario el concierto, ovacionó siempre a Sáinz de la Maza con entusiasmo.

  1. C.» [34]

&

Teatro principal,23 noviembre,1934.    

      «Anoche en el principal, tuvimos ocasión de admirar las excelencias artísticas de nuestro querido paisano Regino Sáinz de la Maza.

     El programa que el simpático artista nos ofreció fue verdaderamente sugestivo.

     Una selecta concurrencia de aficionados burgaleses acudió a deleitarse con la incomparable maestría que el gran Regino atesora, para obtener de la españolísima guitarra, un sinfín de preciosidades, verdaderas filigranas.

     Al aparecer en el palco escénico Sáinz de la Maza, estalló una cariñosa ovación, precursora de los calurosos aplausos que Regino escuchó durante la magnífica velada.

     En la primera parte, oímos con verdadero deleite, inspiradísimas composiciones de los maestros Villalobos, Joaquín Rodrigo, Eduardo Sáinz de la Maza y Manuel Ponce.

     No es posible describir las bellezas que dichas obras encierran. Regino estuvo magistral e inspiradísimo logrando cautivar a la concurrencia, que, con un silencio sepulcral, escuchó verdaderamente sugestionada, las magníficas versiones que de dichas obras nos ofreció el singular guitarrista.

     Cada actuación del gran Regino constituyó un éxito rotundo. Al terminar la primera parte estalló una formidable ovación.

     La segunda parte estaba consagrada al maestro de maestros, el imponderable J.S. Bach.Hay que advertir que las geniales creaciones de Bach, encierra para su realización una dificultad extremada; sin embargo, Regino estuvo felicísimo logrando, en las obras que interpretó del gran maestro de la fuga, versiones verdaderamente estupendas, que causaron la admiración del auditorio.

     Ante los incesantes aplausos del público, Regino ejecutó primorosamente Reverie de Tárrega; dicha obra es una preciosidad, y sobre todo, eminentemente guitarrística: hay que convenir que esta clase de obras sugestionan al auditorio, de tal manera, que no es posible resistir la intensa emoción artística que causan en el ánimo del verdadero aficionado. Regino logró una formidable ovación al terminar la sugestiva creación del gran Tárrega.

     En la tercera parte se ovacionó, con calor, la preciosa Sonatina de otro artista burgalés, de Antonio José que fue ejecutada por Regino con verdadero cariño, consiguiendo una interpretación acabadísima que fue premiada con una ovación formidable.

     Se requirió al autor de la Sonatina, pero Antonio José, modestamente, se inhibió, ofreciendo al gran Regino, parte de los aplausos que el público tributó a los dos artistas burgaleses.

     Terminó el concierto con preciosísimas obras de Granados, Moreno Torroba y Albéniz que fueron escuchadas con verdadero deleite.

     Regino estuvo verdaderamente genial, y ante las entusiastas aclamaciones de la concurrencia, ejecutó fuera de programa, una obra preciosísima netamente española que causó un verdadero entusiasmo en el público.

     ¡Bien, Regino, así se enaltece el glorioso nombre de nuestra querida ciudad!

José N. Quesada. [35]

     Otro de los momentos cumbre en sus visitas musicales a Burgos hay que buscarlo, sin duda, en esa Semana de Música Antigua de Burgos Antonio de Cabezón, entroncada en aquellos Festivales de España que, durante el verano organizaba el Ministerio de Información y Turismo desde el año 1961, a través de Diputaciones y Ayuntamientos. En Burgos, el primero coincidió con el IV centenario de la muerte de nuestro Antonio de Cabezón, 1966; por la capital burgalesa pasaron las más prestigiosos investigadores de la música contemporánea del organista del Emperador Carlos V, y su hijo Felipe II; los conciertos, con programas de música la época, se alternaron entre la Capilla catedralicia del Condestable y el Teatro Avenida; Sáinz de la Maza, que lógicamente participó en ese centenario de su paisano, interpretó su programa en el Avenida, en otra ocasión lo habría de hacer en la Capilla del Condestable, en la catedral:

Teatro Avenida,6 agosto, 1966.    

     «Éxito de Regino Sáinz de la Maza en los Festivales de España y Semana de Cabezón, por vez primera en la historia de la guitarra ofreció un concierto de obras de los siglos XVI y XVII.

     Ayer en el teatro Avenida, en su sesión de las ocho de la tarde y dentro de la Semana Antonio de Cabezón y IV Festival de España en Burgos, el eminente guitarrista e hijo predilecto de nuestra ciudad, Regino Sáinz de la Maza ofreció un sensacional recital de guitarra sobre música de los siglos XVI y XVII.

     Por primera vez en la historia de la guitarra se interpretó un concierto de este carácter, exclusivamente con obras tan antiguas cuyo acontecimiento se registraba en Burgos, de secular tradición musical y en la efeméride conmemorativa cabezoniana.

     Calurosos aplausos acogieron la presencia en el escenario del laureado guitarrista Regino Sáinz de la Maza que se dispuso a interpretar el selecto programa, agradeciendo las manifestaciones de afecto de sus paisanos y sobreponiéndose con gran entereza a su atribulado estado de ánimo afectado por el dolor que le causaba la noticia de que su joven hija política, residente en Madrid, gravemente enferma cuando se ausentó de la capital de España se hallaba en estado desesperado.

     No obstante, esta triste circunstancia Regino Sáinz de la Maza, ejecutó un soberbio concierto.

     En la primera parte de su aplaudidísima intervención deleitó a todos los asistentes con tres Pavanas, de Luis Milán (1535) Fantasía y Diferencias de Luis Narváez (1538) Fantasía de Miguel de Fuenllana (1554) y terminó con Tiento, de Antonio de Cabezón (1500´1566)

     La segunda parte del programa estuvo compuesta por cuatro piezas para laúd de un códice del siglo XVI, transcritas por Oscar Chilesotti, de autor anónimo: Fantasía y Ricercari de Francesco da Milano (1546) Gallarda, Saltarello, de Vicenzo Galilei (1563) Dos Gallardas de John Dowland (1562-1625); Pavana (Semper Dowland, Semper dolens)de John Dowland también, y Alemande de Robert Johnson (1583-1634).

     Todas y cada una de las intervenciones del genial guitarrista burgalés fueron premiadas con justo y merecidos aplauso al terminar la primera parte y al final del concierto.

     Regino Sáinz de la Maza, en obsequio del público interpretó fuera de programa una pieza de Bach, volviendo a escuchar grandes aplausos». [36]

&&&

     Iglesia de San Nicolás, 9 julio,1979.

     «Con el extraordinario concierto del burgalés universal Regino Sáinz de la Maza se cerró ayer la brillante Fiesta de la Cultura en Burgos coincidiendo con la celebración del Simposio Internacional.

     Numerosas personas acudieron anoche a la iglesia de San Nicolás donde tuvo lugar el magnífico concierto de Regino Sáinz de la Maza. […]

     Sáinz de la Maza ofreció anoche a las numerosas personas asistentes al concierto el siguiente programa:

     Preludio, Gavota, J.S-Bach. Dos Estudios de Sor; Dos Minuetos de Sor; Preludio de Villalobos; La niña de los cabellos de lino, Debussy; Campanas del alba de Eduardo Sáinz de la Maza;[37]Homenaje a Toulouse Lautrec de Eduardo Sáinz de la Maza.[38]Canción, Danza castellana de Regino Sáinz de la Maza; Habanera, de Ernesto Halffter».[39]

NOTAS.

[1] Burgos, 1896-Madrid, 1981.[2] Federico]García Lorca, Federico, Periódico Gaceta del Sur,27 de mayo de 1920, reseña del concierto interpretado por Sainz de la Maza en el Hotel Pálace, Granada.[3]Manuscrito autógrafo. Catalogo exposición sobre Regino Sáinz de la Maza, Santillana del Mar, Santander, agosto 1982.[4]Gerardo Diego, Fundación Juan March, Madrid, Homenaje a Regino Sainz de la Maza, 26 0ctubre, 1977. Programa de mano, Introducción.[5]Foto reproducida en Paloma Sáinz de la Maza, Regino Sáinz de la Maza, semblanza de mi padre, Burgos, Publicaciones del Ayuntamiento, 1982, p.27.[6] Ibid. p.18.[7]Ver: Burgospedia, biografías-música.[8]Gerardo Diego, Concierto homenaje a Regino Sainz de la Maza, Fundación Juan Mach, 26 octubre, 1977.[9]Paloma Sáinz de la Maza, op. cit. p.26.[10]Ibid. p. 46.[11]Ibid. p. 46.[12]Ramón del Valle-Inclán, Sonata de Estío.[13]Eugenio D´ Órs, Glosari.[14]Paloma Sáinz de la Maza, op. cit. p. 107.[15]Carta de Luis Ortega a Regino Sáinz de la Maza,15 enero 1951. Ibid. p.112.[16]Manuel de Falla, Escritos sobre música y músicos, Madrid, Colección Austral, Espasa-Calpe S.A.,1950, p.47.[17]Ibid. [18] Anotaciones manuscritas, en Paloma Sáinz de la Maza, op. cit. p. 104.[19] Ibid. p. 110.[20]Manuscrito en Paloma Sáinz de la Maza, op. cit. p.47.[21]Burgos, 1900 – Barcelona, 1984.[22] Paloma Sáinz de la Maza, op. cit., p. 37. [23] Original mecanografiado., en Paloma Sáinz de la Maza, op. cit. p. 163.[24] Ibid. p. 54.[25]Luis Rosales, Retratos. [26] Regino Sáinz de la Maza, op. cit. p. 57.[27]Paloma Sáinz de la Maza, op. cit. p. 13.[28] Cartel publicitario con fotografía del guitarrista, en Paloma Sáinz de la Maza, op. cit.p.181[29] Periódico El Papa-Moscas, 1 octubre 1916. [30]Diario de Burgos, viernes 29 septiembre, 1916.[31]Diario de Burgos, 12, marzo, 1929. [32]Periódico El Castellano, martes 19 mayo, 1931.[33]Periódico El Castellano, miércoles 20 mayo, 1931.[34]Periódico El Castellano, 24 noviembre 1934.[35]Diario de Burgos, 24 noviembre, 1934.[36]Diario de Burgos, 7 agosto 1966.[37]Hermano de Regino, Burgos, 1903 – Barcelona, 1982.[38]El original de la partitura escribe: A mi hermano Regino.[39]Diario de Burgos, martes, 10 julio, 1979.

VIAJE POR EL CANAL DE CASTILLA. Nuevo libro de Pascual Izquierdo.

EDITORIAL DIFÁCIL

ISBN: 978-84-126732-9-6, 335 páginas, 4 mapas y 70 fotografías

1ª ed.: mayo 2023

PVP: 23 euros

Temática: libro de viajes que recorre los tres ramales que forman el Canal de Castilla

Viaje por el Canal de Castilla es la nueva aventura viajera emprendida por un grupo de amigos amantes del arte, la cultura, la gastronomía y el paisaje que a finales del siglo xx recorrió en bicicleta los tres ramales que forman esa formidable obra hidráulica que fue y es el Canal de Castilla. Y se detienen no sólo en las esclusas, las dársenas y los acueductos, sino también en las poblaciones cuyo término municipal es surcado por sus aguas.

Se detienen y hablan con sus habitantes para conocer y recoger historias y experiencias, y también rescatar términos lingüísticos y antiguos oficios. Es decir, para evitar que caigan en el olvido los latidos de una vida que languidece poco a poco, pero que se resiste a desaparecer.

Este libro no debe ser considerado como la visita rutinaria a un excepcional monumento del siglo xviii, sino como el apasionado examen de un ser vivo cuya belleza se busca con ahínco. El adentrarse en los senderos de sirga supone sumergirse en una navegación interior por el pasado y el presente, por la realidad y la nostalgia, por el rescate de testimonios y también por la denuncia.

Es el viaje hacia un mar interior, hacia la esencia del paisaje, hacia la pleamar de las espigas.

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SEIS GENIOS DEL PIANO, EN BURGOS. -Por Luis Lozano Virumbrales-.

ISAAC ALBÉNIZ [1]

     Isaac Albéniz. La visión se va y se pierde en el ocaso de oro como una de aquellas ascensiones de estrellitas de colores de nuestros sueños de niño. Fuga de color que tuviera música.

     Es un ensueño empezado con la tarde y quebrado con el crepúsculo que sostiene la realidad de un despertar con alfileres de ensueño. No se quiere más, nada más; sólo esa fuga hacia el sur de ciudades de oro y rosa con tonos estáticos.

     Aquí y allá en el color visto del todo -como hoy-del crepúsculo melancólico que-inmenso- abarca toda Andalucía, locas rosas sobre cielos verdes, suntuosidades moradas sobre campos azules, torres de encaje de luz surten aquí y allá estrellas.

     Todo el cielo lleno de estrellas, todo el aire lleno de ojos; toda la tierra sembrada de corazones que dan, por flores, bocas y ojos.[2]

     El relato, es biografía lírica, poetizada por su amigo Juan Ramón Jiménez, de un Albéniz, inquieto, errante, que busca su gloria fuera de su tierra y muere lejos de su patria; una muerte en la termal Cambo- les- Bains con elegia, también juanramoniana, sembrada de realidad y nostalgia: Canto revivido a Isaac Albéniz, (en la gloria de España), [3] llanto fúnebre al que se adhiere García Lorca con su Epitafio a Isaac Albéniz.

     Todo comienza cuando su madre, con tan sólo seis años, le acompaña en viaje a París para trabajar con el maestro Antoine François Marmotel, el pianista que ya ha dejado escrito sus investigaciones sobre nuevas técnicas en la interpretación pianística. Un año en el ambiente parisino, vuelta a Barcelona y traslado a Madrid de toda la familia; estamos en 1868, año de la sublevación militar y civil, con el destronamiento y exilio de Isabel II. Desde la capital del reino, durante sus años adolescentes, escapadas en busca de otros ambientes:  1870, la primera, un niño de diez años, en tren, desde el Escorial a tierras castellanas finalizando su recorrido de viajes y pequeños conciertos, en Burgos. Vuelta a Madrid; la segunda huida, destino Andalucía con idéntico propósito; la tercera, como polizón de barco y concertista, Puerto Rico, Cuba y como final americano, San Francisco; desde sus costas, la costa oeste de los Estados Unidos, vuelta a casa con breves estancias, siempre como autojustificación el piano, en Inglaterra, Alemania, clases en Leipzig, y, por fin, España.  

     1875, la otra cara de la moneda a vivir; inicio de vida estable bajo la protección de Guillermo, conde de Morphy, [4] el preceptor del príncipe Alfonso, su secretario personal cuando suba al trono como Alfonso XII, por la Restauración borbónica; el conde es compositor e intérprete, precursor español en la búsqueda de la música del pasado desde su fundado Instituto Filarmónico, Escuela libre de enseñanza, basada en las pedagogías europeas más vanguardistas, como contrapartida a la tradicional enseñanza oficial del conservatorio madrileño. [5] Al favor musical de Morphy, se une la beca del rey y el apoyo económico de Isabel II que ya ha regresado de su exilio francés; con estos avales y su ya gran experiencia musical ingresa en la École Royal de Musique de Bruselas; allí cursará la carrera de piano con Louis Brassin, el genial alumno del gran renovador de la técnica del piano, en busca de un enfermizo virtuosismo, Ignaz Moscheles.[6] Terminados los estudios, 1879, primer premio fin de carrera; en el tribunal, dos genios del piano: Anton Rubistein y Hans von Bülow.[7]

     Partiendo de Bruselas, viaje a Praga, Viena y Budapest; aquí el contacto con uno de sus ídolos pianísticos, Franz Liszt: [8]

     15 agosto 1880. He visto a Liszt, voy a estudiar; mañana me recibe.16 agosto: he ido a ver a Liszt. Me ha acogido del modo más amable. He tocado dos de mis estudios y una Rapsodia húngara. Parece que le ha gustado mucho, sobre todo, cuando improvisé una danza sobre un tema húngaro que me proporcionó él. Me ha pedido detalles sobre España, sobre mis padres, sobre mis ideas en cuestión de religión y, en fin, sobre la música en general. Le respondí franca y categóricamente lo que pensaba sobre todo esto y me pareció que le agradaba, pasado mañana tengo que volver a verle. [9]

      No sólo volvió a verle, fue su acompañante en viaje de Hungría a Roma. Al mes siguiente, septiembre, vía Alemania y Francia, Madrid; ahora, ya, al frenesí de la composición, un inmenso catálogo que cierra el mismo año de su muerte, 1909, con Azulejos, obra para piano que dejó incompleta y terminaría su amigo Enrique Granados: Música sinfónica, música de cámara, música escénica, con predilección por el trio de óperas artúricas inglesas, Henry Clifford, Launcelot, Merlin, la ópera cómica  Pepita Jiménez y, la castiza zarzuela, San Antonio de la Florida; pero por encima de todas ellas, el piano con sus geniales Iberia, Recuerdos de viaje, Suite española, junto a estudios, sonatas, conciertos…

     El año 1881, íntegro, está copado por sus conciertos; su primera mitad, en América, el resto, a partir del mes de julio gira de conciertos por España recorriendo Aragón, Navarra, Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Burgos; El Heraldo de Castilla, ese periódico burgalés que salía miércoles y sábados, anunciaba el 6 de julio de 1881:

     Ha llegado a esta capital Don Isaac Alvéniz, primer premio del Conservatorio de Bruselas. Según hemos oído piensa dar una serie de conciertos.[10] De esa serie de conciertos tan sólo queda reseñado el celebrado el seis de julio, 1881, dentro de la programación de la sección de Música y Declamación del Liceo de Burgos, una Sociedad científico artística, situada en la calle Laín Calvo, con entrada por el Arco del Pilar, estructurada con una sección de música dotada de orquesta y coro propios, que había inaugurado sus actividades poético musicales el 23 de abril de 1880, aniversario de la muerte de Cervantes:

     «Alvéniz, el joven pianista y artista notabilísimo, ha demostrado su talento en el Liceo, noches pasadas, con una sesión de piano, de música escogida de autores clásicos.

     Allí se escuchó la Pastoral de Durante, un Rigodón de Rameau, los Caprichos de Scarlatti, la Polonesa en Mi bemol de Chopin, un Rondó caprichoso de Mendelsohn, el Improntu de Schubert, la Fantasía de Rigoleto de Liszt, el Vals caprichoso de Raff, la Tempestad, fragmento de la Trilogía de Wagner y una Rapsodia española del señor Alvéniz, protagonista y héroe en la noche que reseñamos.

     Los aplausos recogidos, que fueron muchos y muy justos, demostraron a nuestro amigo que en Burgos se aprecia el arte cuando está interpretado por personas tan competentes como el señor Alvéniz. Al que deseamos mucho provecho porque honra ya la tiene».[11]

NOTAS:[1]Isaac Albéniz Pascual. Desconozco las razones por las que la Prensa de Burgos escribe Alvéniz, con v y no con b como aparece en la bibliografía tradicional. Camprodón, Gerona, 1860- Cambó-les-Bains, 1909.[2]Juan Ramón Jiménez, Españoles de tres mundos, nº 73.[3] Juan Ramón Jimenez, Laberinto.[4]Madrid 1836-1899.[5] Guillermo de Murphy, Madrid 1826-1899.[6]Praga 1794-Leipzig 1870 [7] Rubistein: Ofatinti, Moldavia, 1829- San Petersburgo, 1894.  Von Bülow: Dresde, Alemania, 1830- El Cairo, Egipto, 1894.[8]Raiding, Hungria, 1811 – Bayreuth, Alemania, 1886. [9] Gabriel Laplane, Álbeniz, sa vie, son oeuvre, 1909.[10] Periódico El Heraldo de Castilla, Burgos, 6 julio, 1881.[11] El Papa-Moscas, periódico satírico, Burgos, 10 julio 1881.

MANUEL DE FALLA [1]

     Manuel de Falla, el nacionalista romántico que pintara Zuloaga,[2] en retrato impresionista expuesto en el segoviano Museo Ignacio Zuloaga de Pedraza de la Sierra, es imán de amistad para músicos y poetas: su vida se ha relacionado en afecto con los mejores de su época; con Albéniz y Ricardo Viñes que le acogen sin límite alguno en su llegada a París, 1907; con Paul Dukas, su maestro parisino, a quien dedica el n.º III, de su Suite Homenajes; con Debussy, el amigo que le siente como ídolo; cuando en 1918 fallezca, le homenajeará con  Pour le tombeau de Claude Debussy, su única obra escrita para guitarra que, orquestada más tarde, se editará en la Suite Homenajes como número II , estrenada, ya afincado Falla en su autoexilio  de Altagracia, en la provincia argentina de Córdoba, desde el año 1939, en Buenos Aires dirigiendo Falla la orquesta del Teatro Colón; con Ravel,  su compañero inseparable de Conservatorio, que, en palabras del gaditano, nos ofrece el caso excepcional de algo así como un niño prodigioso cuyo espíritu milagrosamente cultivado, hiciera sortilegios por medio de su arte; [3] con Stravinsky, su guía sinfónico, el gran músico de nuestro tiempo, que abre caminos nuevos o, cuando menos, limpia caminos viejos,[4] en cita también de Falla; Satie, el humor más sutil  hecho música; Wanda Landowka, la pianista que, en el barcelonés Palau de la Música, un 5 de noviembre de1926, estrenaría el Concierto para clavicímbalo, acompañada de la orquesta de la Asociación de Música de Cámara de Barcelona, dirigidos por el compositor, Manuel de Falla;el Grupe des Six, alrededor de Jean Cocteau… en España, todos; la generación del 27 no sabe vivir sin él; La Oda al Santísimo Sacramento del Altar, homenaje a Manuel de Falla, el Soneto homenaje a Manuel de Falla, ofreciéndole unas flores, ambas obras de García Lorca o los versos Falla en la Alhambra y Falla en Zaragoza de Gerardo Diego, el poeta que al piano sabe interpretar la más íntima música impresionista, pueden ser tónica constante en muchas antologías poéticas.     

     El padre lírico de todos ellos, Juan Ramón Jiménez, desde su poesía pura, será el primero en poetizar su figura exterior, su idiosincrasia interior:

     Estaban allí, en un banco de la estación granadina; estaban las tres viejas, tapadas casi del todo con sus negros paños. […] Federico García Llorca y yo nos paseábamos por el andén, deslunbrante aún de las  cinco de la tarde del verano, aguardando el tren malagueño en el que llegaría Manuel de Falla (don Manué decía Lorca) de vuelta de su mes de año, agosto, en que acostumbraba encerrarse en el habitual Hotel Marino para contestar (con esa letra suya chata de plumillas de cuarta) todas sus cartas anuales.[…] Pitó el tren , en esto, entró jadeante y destartalado, y Falla, dos veces chiquito, apareció en el estribo ya cogido a la portezuela abierta, con su risa de toda la boca, toda la cara, sus ojos infantiles guiñados, sus cortes costrados de sangre de la navaja de afeitar, su sombrerito de paja en la otra mano. Falla, agotado siempre del empuje de su música, su único vicio no medicinal, su única concesión a la muerte. Al momento vio a las viejas y se le torció la risa. El que se asustaba de un moscardón se erguía tembloroso. [5]

     El episodio granadino vivido por el trio de amigos inseparables podría ser respuesta a la pregunta que José Martínez Ruiz, conocido, en literatura, como Azorín, se hacía al fabricar, en ensoñación, una figura idílica del gaditano:

     He escuchado, con fervor, religiosamente, música de Falla; se han publicado sobre él algunos libros fuera de España. Pero no sé cómo es Falla.[6]

     Don Manuel, cuentan sus biógrafos, es un ser enfermizo, misántropo, huidizo, los siquiatras añaden que progresivamente su neurosis obsesiva le encerró en el mundo negro de la psicosis; Falla, es el compositor genial que sus músicas, en cita lírica de Juan Ramón Jiménez,

     le están poniendo el corazón en una fragua gitana. Fuera, el ocaso, inmensamente melancólico, abre sobre Cádiz, blanca y verde, su adiós. El crepúsculo andaluz está lleno de fulgores de agua, de ojos, de insectos. Todo luce en la sombra, que no acaba de ser sombra. Allá abajo Andalucía, casi tendida como una novia que espera, inmensos sus ojos bellos de lágrimas contenidas.

     No es posible irse a otra cosa. La música nos tiene prendida el alma como una mujer enamorada, y sus cien manos nos cogen de todas partes. Sólo oír, sólo oír, sólo oír.

     Por dentro, una tormenta sentimental revuelve y trastorna nuestro ser, aparecen las cosas agudizadas por una hora de pasión. Y lo revuelto y lo atormentado se deshace al fin con escalofrío en lágrimas. [7]

     Hasta aquí, íntegra, la figura de un Falla, ya maduro, reflejada en el espejo lírico de Juan Ramón; antes, sus primeros pasos en la música con su madre, María Jesús Matheu, cantante y pianista; estudios en la Escuela Nacional de Música, Madrid, con profesores de gran prestigio como el pianista José Tragó [8] y el compositor, investigador del pasado, Felipe Pedrell,  [9] sus dos facetas de genialidad: el piano, la composición; sus  primeros conciertos, sus primeras composiciones y el premio del Certamen de la Academia de Bellas Artes de 1904, con su primera gran obra   La vida breve, [10] que le arrastrará a París en 1907, con gira previa de conciertos por Europa, y su presentación parisina en la Société Nationale du Musique.

     Y su ópera, La vida breve, sería la espoleta de los triunfos, el sueño de abrir infinitos surcos estéticos que fructifiquen nuevos productos para la música española; allí, recién llegado a la ciudad del Sena, termina sus Cuatro piezas españolas para piano, dedicadas a Isaac Albéniz, estrenadas en breve tiempo, estamos en 1909, por su amigo Ricardo Viñes en el templo de la música de vanguardia, la Sala Erard. Luego, entre París y Madrid, donde regresa empujado por la guerra de 1914, completará un catálogo sellado para la historia con el tampón de la genialidad nacionalista:  Las siete canciones populares españolas, 1911; El amor brujo de 1915, Noches en los jardines de España, Impresiones sinfónicas para piano y orquesta, escribe el manuscrito original, compuestas en trabajo pausado entre 1910 y 1915, sentidas en ensoñación por el poeta de Moguer en Olvidos de Granada; El sombrero de tres picos, ballet para la compañía  Diaghilev, con decorados de Pablo Picasso, estrenado en el londinense teatro Alhambra en 1919, El Retablo de Maese Pedro, síntesis de los capítulos XXV-XXVI del cervantino Don Quijote de la Mancha,1923,  entre un más amplio catálogo, son más que suficientes para pasar a la historia de la gran  música.

     Instalado en España, primero en Madrid, en plena vorágine cultural con centro en la Residencia de Estudiantes y la Sociedad Nacional de Música, fundada en 1915 por Falla, Adolfo Salazar y Juan Ramón Jiménez; en ellas conviven, en mutua influencia, la generación del 98 y la del 27; musicalmente el alma de todo ello, Falla, que compone, como otros muchos, y Salazar que hace crónica de ello; luego, a partir de 1919, se fue a Granada por silencio y tiempo, y Granada le sobredió armonía y eternidad. […]Su hondo brío, no igualado luego en la música aquí, lo atesora Falla, recogido semanal, echándose en la cumulosa oleada de verdor profundo de los paseos. […] De noche suben los rumores de Granada. La soledad es absoluta en la Antequeruela. y va tomando hora y sentido la esquina secreta de la tentación dramática, por la que, escondiéndose en la sombra de la luna, ronda el sueño del músico, sonriente y dichoso tras su rosario rezado, la rítmica fantasma con suspiros tentadores de la oculta, cobriza, perdida, ocasión gitana. [11]  

     En este ambiente recreado por Juan Ramón, en su Carmen, ese término árabe, Karm, traducido al castellano como viña, en el barrio renacentista de la Antequerela, vecino de la Alhambra, sabrá Don Manuel alternar la composición con, en lejanía, la actividad madrileña , y, una faceta consustancial, su incursión pública en el mundo del cante jondo, sus orígenes, sus valores, su influencia en el arte europeo, que escribe para el primer Concurso de Cante Jondo, organizado junto a García Lorca, Granada, junio, 1922,  y glosaría el amigo de ambos, Juan Ramón, en La Jitana prendida en el sol. [12]

     En ambas etapas, la madrileña. la granadina, siempre delirando con la composición, buscando la proyección de la música del pasado, del presente y la suya propia en escritos y giras de conciertos; en una de ellas, la correspondiente al otoño de1917, que recorre el norte de España, recae en Burgos, presentado en el Teatro Principal el 17 de diciembre por la Sociedad Filarmónica

«Mañana lunes se verificará en el teatro Principal un brillantísimo concierto organizado por esta artística Sociedad Filarmónica. En él tomarán parte la admirable liedersangerin Aga Lahowska, cuyo mundial renombre nos releva de todo elogio, y el eminente compositor y pianista español, Manuel de Falla.

He aquí el programa de tan interesante fiesta.

Primera parte.

Il mio bel foco (siglo XVIII) Benedetto Marcello.

Gretchen am spinnarde (Margarita hilando) Schubert.

Cuatro melodías populares polacas., Szopski-Niewidowski.

Popaly sie lizme (mis lágrimas cálidas y puras) Paderewski.

Canto de los remeros del Volga, Balakierew.

Segunda parte.

Piezas españolas para piano, Manuel de Falla

  1. Aragonesa
  2. Cubana
  3. Montañesa
  4. Andaluza.

Aria de L´Anfant prodigue, Debussy

Siete canciones españolas, Manuel de Falla

  1. El paño moruno
  2. Seguidilla
  3. Asturiana
  4. Canción
  5. Nana
  6. Polo
  7. Jota.

(Piano Gaveau)».[13]

&

     «Desde Bilbao, donde ha actuado ayer y anteayer (con el éxito extraordinario de siempre a juzgar por la prensa) manifestaron ayer tarde por teléfono los artistas Aga Lahowska y Manuel de Falla, la necesidad imprescindible de anunciar para la noche y no la tarde, el concierto de Burgos. 

     Es de suponer que los citados concertistas habrán tenido razones muy atendibles para proceder así.

     El concierto se celebrará, por tanto, hoy, día 17, a las nueve y media de la noche, según se ha comunicado a domicilio a todos los socios».  [14]

&

 «El concierto de anoche, encomendado a los notables artistas, Señorita Aga Lahowska y Manuel de Falla. Hubo de ser suspendido por causa de fuerza mayor.

     Como saben nuestros lectores, la audición estaba anunciada para las siete de la tarde; después con la exquisita escrupulosidad con que la dignísima Junta Directiva de nuestra Filarmónica, lleva sus asuntos artísticos, anunció a domicilio que el concierto se celebraría a las nueve y media de la noche.

     Y como era materialmente imposible celebrar el anunciado concierto, se dio de nuevo aviso a los socios, comunicándoles que quedaba definitivamente suspendido hasta nueva orden.

     Los artistas señorita Lahowska y Falla debieron haber llegado a Burgos ayer a las cinco de la tarde, pero el tren que los conduciría no pudo atracar a nuestra estación del Norte, privándonos de pasar una noche agradabilísima y deleitarnos con el atrayente programa que la Filarmónica ofrecía a los amantes de la buena música».[15]

&

   «Ayer, a las cuatro de la tarde, verificóse el anunciado concierto encomendado a la distinguida artista, señorita Aga Lahowska y al ilustre maestro compositor Don Manuel de Falla.

     En la primera parte del programa figuraban varias composiciones para canto y piano, de diversos autores, dichas obras agradaron extraordinariamente por la exquisita afinación con que la señorita Lahowska interpretó las, en todas ellas los dos artistas estuvieron felicísimos, pero especialmente en la inspìrada melodía de Schubert titulada Margarita hilando. La señorita Lahowska fue aplaudidísima, como así mismo el señor Falla, que acompañó magistralmente al piano a tan gentil y simpática artista.

     Las cuatro melodías polacas de Szopski-Niewandoski son preciosas y muy inspiradas, puede decirse que dichas melodías son otros tantos rasgos musicales que, avalorados por hábiles armonistas, logran cautivar al auditorio. Esto es lo que la simpática Aga consiguió al terminar de cantar dichas composiciones. El maestro Falla estuvo sencillamente admirable, acompañando al piano.

     Terminó la primera parte del concierto con una inspirada melodía de Paderewsky y el sugestivo canto de los Remeros del Volga, ambas obras fueron muy del agrado del público, que aplaudió calurosamente a los artistas, viéndose obligados a salir repetidas veces al palco escénico. A esta cariñosa ovación correspondió galantemente la señorita Aga cantando y acompañándose a sí misma una preciosa canción, que agradó sobremanera y fue muy aplaudida.

     La segunda parte del concierto   la integraban cuatro composiciones de Falla, Aragonesa ,, Montañesa y Andaluza; dichas obras, inspiradas en las canciones populares españolas, las ha armonizado magistralmente el maestro Falla. Éste ejecutó admirablemente al piano sus composiciones, que fueron justamente aplaudidas.

     En la tercera parte, la señorita Lahowska fue ovacionada en La canción de Salveigs, de Grieg, que fue dicha admirablemente, y hubo de ser repetida en medio de grandes aplausos. Terminó el concierto con Siete Canciones españolas para canto y piano, del maestro Falla, todas se aplaudieron mucho, recibiendo la señorita Aga y el repetido compositor español entusiastas aplausos de la distinguida concurrencia que ayer acudió al concierto organizado por nuestra benemérita Sociedad Filarmónica.El teatro, brillantísimo». [16]

&

  «[…]  La gentil Aga Lahowska nos dijo con su arte exquisito y depurado, mejor que lo dirían todas las palabras del mundo, lo que es el lied y las infinitas bellezas que guarda. Para convencernos contaba con su voz pastosa y agradable, de cálidas inflexiones, de hermosa sonoridad en los graves. Contaba, y esto es más aún, con su temperamento, con su delicioso y expresivo decir que exaltaba la pasión, la voluptuosidad. El hondo sentimiento o la suave melancolía que formaban la esencia de los pequeños poemas musicales.

     En todos estuvo admirable y en todos nos subyugó, aunque tenemos la convicción de que, acaso por las circunstancias del viaje, no estaba en uno de sus mejores días y no dio todo lo que puede dar. La complejidad del programa puso de manifiesto lo extenso de su talento. Fue muy aplaudida y teniendo en cuenta que el género de los lieder es quizá en el que menos hechos estamos, debe considerar esos aplausos como señaladísimo triunfo,

     El maestro Falla es un prestigio sobradamente conocido y demasiado hecho ya para que pretendamos analizarlo. Siendo en él más el compositor que el pianista y, atendiendo a deseos manifiestos, dedicó la parte que se le destinaba en el programa a darnos a conocer su varia obra sobre cuadros de inspiración popular a la que dio con una correctísima ejecución todo su colorido. En ello se ve la influencia de Ravel y Debussy, como en muchos de los compositores españoles. El maestro Falla sumó a su éxito personal el obtenido acompañando primorosamente a la cantante polaca cuyos insistentes aplausos compartió. Reciban por ello nuestro parabién».[17]

NOTAS:[1] Manuel Falla Matheu, Cádiz, 1876-Alta Gracia, Argentina, 1946.[2] Ignacio Zuloaga, Eibar, Guipúzcoa, 1870-Madrid, 1945.[3] Manuel de Falla, Notas sobre Ravel, Revista Isla, Jerez de la Frontera, septiembre, 1939.[4] Manuel de Falla, El gran músico de nuestro tiempo: Igor Stravinsky, Periódico La Tribuna, Madrid, 5 junio, 1916.[5] Juan Ramón Jiménez, Con el carbón del sol. (Selección: Francisco Garfias, Madrid, E.M.E.S.A.,1973) [6] Azorín, Vida imaginaria de Falla, Diario La Prensa de Buenos Aires, 1933[7[ Juan Ramón Jiménez, Españoles de tres mundos, nº 123.[8]Madrid, 1857 – ? 1934.[9]Tortosa, Tarragona, 1841- Barcelona, 1922.[10] Ópera en dos actos con libreto de Carlos Fernández Shaw, estrenada en 1913 en el Casino Municipal de Niza.[11] Juan Ramón Jiménez, Españoles de tres mundos, nº 19.[12] Juan Ramón Jiménez, Con el carbón del sol.[13]Periódico El Papa-Moscas, 16 diciembre 1917.[14]  El Castellano, diario católico,Burgos lunes 17 diciembre, 1917.[15] Diario de Burgos, martes 18 diciembre, 1917.[16]Diario de Burgos, martes,19 diciembre, 1917.[17]Periódico El Papa-Moscas, 23 diciembre 1917.

 

RICARDO VIÑES [1]

     Ricardo Viñes es el pianista de referencia de los grandes compositores de su época; una época de ideales estéticos antirrománticos, que sueña una música, en texto de Claude Debussy, verdaderamente liberada de motivos o formada de un solo motivo continuo que nada interrumpa y que jamás vuelva sobre sí mismo. Entonces habrá un desarrollo lógico, ajustado, deductivo, no habrá entre dos repeticiones del mismo motivo, característico y tópico de la obra, un relleno apresurado y superfluo. [2]       

     Conseguir este ideal, crear un nuevo lenguaje musical, supondrá, individualmente, solventar problemas melódicos, armónicos, estructurales, fantasear nuevos colores instrumentales; es el empeño vocacional de Claude Debussy, Maurice Ravel o Eric Satie, diseccionados acústicamente por su amigo Viñes en Tres aristócratas del sonido que edita en Buenos Aires, año 1934;  es el ideal de los alumnos de estos, que el joven  compositor Henri Collet, bautizó como  Grupe des Six; es la búsqueda nacionalista de los españoles Albéniz, Viñes, Granados, Falla, Turina, Rodrigo o nuestro burgalés Regino Sainz de la Maza, que supieron, en genialidad, mamar, en breves o largas escapadas a París, las técnicas, las estéticas de esa nueva música que se gesta alrededor de una revolución industrial, con exponente mundial en las Exposiciones Universales de 1889 y 1900, que abren escaparate a la industria, la arquitectura, la pintura, la literatura, la música.

      Y Viñes sabrá ensoñar sobre la partitura y transmitir al teclado el color sonoro de cada una de sus composiciones para piano; de sus manos brotan, en estrenos absolutos, las obras de la mayoría de los compositores; lo hace, por no citar sino cinco geniales, con Cuatro piezas españolas de Falla, con Masques/ El Isle joyeuse/ Estampes/ los dos cuadernos de Images de Claude Debussy; con Maurice Ravel: Menuet Antique, Pavana pour une infante défunte /Jeux de eau / Miroirs/ Gaspar de la nuit. La práctica totalidad de la obra para piano de Eric Satie corre a cargo de nuestro pianista lleidatá; Déodat de Severac: Ver le mas en fête/ Coin de cimitiere au printemps/ Constantin brailoiu/Cinco Rondas a danser al soleil.Junto a los estrenos absolutos, Viñes hace saborear a Paris, en primeras audiciones, entre otras obras, el Concierto para piano y orquesta de Rimski-Corsakov,  concierto que también, en oferta de reestreno, ofrecería al público madrileño con la Orquesta Nacional ,o Cuadros de una exposición de Modest Mussorgki y recrea, en un ciclo de cuatro conciertos, interpretados entre los días 27 de marzo y 17 de abril de 1905, en la Salle Erad de París, toda una historia de la música de tecla, desde nuestro burgalés Antonio de Cabezón a sus contemporáneos, pasando por el Barroco, el Clasicismo y el Romanticismo.

     En gratitud a ello, en afecto de amistad, las obras que le dedican son innumerables: Mily Balákirev: Valse di bravura; Claude Debussy: Poissons d´or; Eric Satie: Airs á faire / Chez le marchand d´or; Severac: Vers le mas en fête / Coin de simetiere au printemps. Maurice Ravel: Menuet Antique / Oiseaux tristes. Sergué Liapunov: Berceuse des fées. Francis Poulenc: Pastorale. Enrique Granados: El fandango del candil. Joaquín Turina, Ronda de niños. Federico Monpou: Tres piezas de Charmes / Recordando a Ricardo Viñes. Manuel Blancafort: Parc d´atraccions. Ernesto Hallffter: Llanto por Ricardo Viñes. Joaquín Rodrigo: En la oúmbre de Torre Bermeja/ Preludio al gallo mañanero, Concierto de Aranjuez; Xavier Montsalvatge: Cuatro diálogos con el piano…; Manuel de Falla, su íntimo amigo desde la llegada del gaditano a París en 1907, que le selecciona para articular uno de los muñecos guiñol en el estreno parisino de su Retablo de Maese Pedro, en el palacio de la princesa de Polignac, 25 junio 1923, le dedica Noches en los jardines de España, para piano y orquesta; por problemas de agenda, Viñes no puede estrenar la obra y, en su lugar, lo hace, en el Teatro Real, Madrid, José Cubiles, [3] con la Orquesta Sinfónica dirigida por Enrique Fernández Arbós.

     Toda una intensa biografía musical, sin claroscuros, que había comenzado allá, en su ciudad natal, Lleida, cuando, en la llamada Catedral nueva, construida durante los últimos años del siglo XVIII en el más depurado barroco que le atrae la nueva corriente del clasicismo francés, su organista, Joaquín Terraza, iniciaba al niño en los secretos más elementales de la música, que ampliará en la barcelonesa Escuela Municipal de Música, con Juan Bautista Pujol i Riu, [4] el gran pianista que pintaría Mariano Fortuny [5] en su cuadro Fantasía sobre Fausto de 1866.  Finalizados sus estudios en Barcelona, con primer premio en la sección de piano, traslado a París, tan solo tiene doce años, una edad de juegos que comparte con Maurice Ravel, nacidos el mismo año y convive, en el mismo hotel Cologne et d¨Espagne, con su paisano Enrique Granados; una foto, ovalada, de ambos, jovencísimos los dos, leyendo una partitura que conserva el Arxiu-Museu de la Música de Barcelona, da fe de esa especial relación musical entre los dos pianistas ilerdenses.

     En el Conservatorio parisino, primero como oyente, al no tener la edad reglamentada para iniciar la carrera, después, ya como alumno oficial,  cursará, en la misma clase que su amigo Ravel, los estudios correspondientes, obteniendo primer premio fin de carrera, con el maestro Charles Wilfried de Bériot,  [6] el genial pianista que investiga las posibilidades del juego de pedales en busca de nuevos colores sonoros; el juego de pedales simultaneado con un ataque o roce sutil en el calado de las teclas, será técnica esencial en la música impresionista, técnica que abanderará Viñes abriendo nuevos caminos en la interpretación pianística.    

     Luego, tras los años de estudio, una carrera frenética internacional:1894,diezinueve años, primer gran concierto  en la Salle Pleyel de París, aquella sala que en 1839  construyera Camil Pleyel, el hijo del compositor y constructor de pianos, Ignace Joseph;  cuatro años después, 1898, concierto monográfico de música contemporánea incluyendo en el programa el estreno  de Menuet Antique, compuesto por su compañero de conservatorio y amigo, Maurice Ravel ,en la pequeña Salle Erard,  construida dentro del palacio de los fabricantes de pianos Erard desde el siglo XVIII, convertida  a partir de los últimos años del  XIX en epicentro de la música contemporánea; en su escenario saludarán todos los compositores, todos los intérpretes, en los continuos estrenos de sus obras. El año 1900, desde Rusia, será para Viñes punto de partida para rellenar su agenda de incontables recitales: primero Argentina, luego toda América, norte, centro, sur, Europa, Asia y de forma exhaustiva, Francia y España.

     Con este inmenso bagaje musical, siempre en mutua compenetración afectiva y musical entre compositor y pianista, ya en plena madurez, desde París, en gira por España, toca en Burgos el 7 de diciembre de 1913, programado por la Sociedad Filarmónica de la ciudad:

     «A las seis y media de anoche debió comenzar el muy escogido concierto de esta Sociedad Filarmónica cuyo programa estaba encargado de interpretar Ricardo Viñes.

     La hora en que comenzamos la tirada del periódico nos impide dar conocimiento del resultado que con toda seguridad sería excelente». [7]

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     «El programa que en el concierto de mañana sábado, ha de interpretar Ricardo Viñes es el siguiente:

Primera parte:

Preludio en la bemol, Chopin.

 Nocturno en do menor, Idem.

 Estudio en la menor, Idem.

 Les jeux d´eau á la Ville de´Este, Listz.

 Rapsodia num. 112, Idem.

Segunda parte:

Sonata num. 23 en fa menor (Appasionata) op. 57, Beethoven.

Tercera parte:

Danza española en mi menor, Granados.

 Andaluza, Falla.

Le Jeudi Saint a minuit, Turina.

 Triana, Albéniz»».[8]

&

     «El concierto celebrado el último sábado a cargo del eminente pianista Ricardo Viñes, fue un nuevo éxito para la simpática Filarmónica burgalesa. Inútil es decir que la concurrencia era numerosísima y distinguida.

     Ricardo Viñes con su brillante ejecución, con un delicado y exquisito gusto tradujo maravillosamente las bellas páginas musicales que figuraban en el programa. Los aplausos sucediéronse entusiastas y el eminente músico hubo de interpretar una encantadora y melodiosa Gavota de Gluck y un Estudio en fa de Chopin que le valió una cariñosísima ovación».[9]

&

    «Concierto 6 diciembre 1913. En conformidad con lo que se tenía anunciado, en el concierto del próximo sábado, 6 de diciembre, hará su presentación en la Filarmónica, el pianista Ricardo Viñes.

     Viñes es español. De la revista francesa Les archives biographiques contemparaines traducimos las líneas siguientes relativas a este artista:

     Viñes, músico nacido en Lérida (España) el 5 de febrero de 1875. Hijo de un abogado y de una pianista distinguida, hizo sus primeros estudios bajo la dirección del organista Ferrara, entrando después en el Conservatorio de Barcelona, donde siendo discípulo de Pujol obtuvo a los doce años de edad, el primer premio de piano, honor que alcanzó también el año 1895 en el Conservatorio de París después de estudiar pensionado por Lérida y Barcelona, con los profesores Godar, Lavignat y Beriot.

     A partir de esta fecha dio conciertos en la Societé Nationale de Musique, en la Schola Cantorum, en la Salle d´Automne y más tarde en la Societé des Concerts du Conservatoire y en los Concerts Lamoureaux y Colone.

     Con una audacia que algunos juzgaron temeraria, se dedicó a la propaganda de las obras más discutidas de los compositores modernos. Como César Frank, Chabrier, Chausson, Vicent d´Indy, Déodat de Severac, Fauré, Debussy, Florent Schmitt, Roger Ducasse, Maurice Ravel, Albert Roussel, Henry Fevrier, etc.

     El nombre de Ricardo Viñes va unido a la historia de la composición contemporánea, escribe el Colleur d´Affiches en Paris-Midi. Pero no fueron solamente los citados compositores que triunfaron con Viñes en Francia, los únicos que han interesado a este virtuoso del piano. Se dedicó también a divulgar por Europa la música pintoresca de Rusia y de España, producida por Moussorgsky, Balakirew, Borodine, Glazaunow, Rimskly-Korsakow, Alkimenko, Liapounow, Albéniz, Granados, Falla y Turina, cuyas obras hicieron sensación en París, Londres, Berlín, Viena, Bruselas, Génova, Florencia, Oporto, Madrid, Barcelona, Sión, Burdeos, Marsella, etc.

     En 1905, a raíz de los cuatro conciertos históricos que Ricardo Viñes, dedicó a la Música de Clave, desde sus orígenes hasta nuestros días, El Fígaro afirmó que  el público de élite que llenaba la sala Erard había testimoniado con su admiración la labor del eminente artista que en soirées solo comparables a las de Anton Rubinstein había hecho revivir mágicamente cuatro siglos de música partiendo de la obra austera y litúrgica de Antonio de Cabezón, organista de Felipe II, para terminar en las producciones más sutiles y refinadas de la modernísima escuela francesa.

     Más frecuentemente, en los centenarios de Schumann, de Chopin y de Listz, interpretó Viñes las obras de estos maestros con el mismo éxito.

     Viñes ha traducido -dice el Petit-Journal- el alma de Chopin con una fantasía, un juego, una emoción y una riqueza de sonoridad digna del intérprete predilecto de los músicos modernos.

     La prensa extranjera considera este pianista como le considera la de Francia.

     Yo no sabría nombrar-escribe el crítico musical de la Post de Berlín- uno solo entre los pianistas vivientes, que pueda igualar a Ricardo Viñes en la claridad de los períodos, en la belleza del sonido, en la maestría del empleo de los pedales.

     Ricardo Viñes ha pertenecido a los tribunales y a los jurados de los Conservatorios de París, Génova, Silla, etc.

     «La Casa Erard ha puesto a disposición del señor Viñes pianos gran cola para su tournée por España». [10]

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«[…]   Y terminado el preludio, ocupémonos en el tecleo del sábado.

Ricardito Viñes tan monstruosa agilidad en los dátiles, que, si en vez de por las semifusas le da por hacer encaje de bolillos, podía dar la puntilla en mejores condiciones que el hermano del Machaco.

     Su arte y maestría incomparables, su traducción literal de las obras de los grandes maestros de escuela filarmónica, subyugan, arrebatan, emocionan, producen el embriagador escalofrío del entusiasmo.

     En Turina, en Albéniz, en Granados…engranados en sus acordes prodigiosos, nos elevamos a las sublimes regiones del arte. La danza española en mi menor, en mi menor edad la tarareaba, yo que era un encanto, pero ahora comprendo que aquello era una caricatura. ¡Hay que oírsela a Ricardito! ¡Qué recuerdos, qué memorias despertaba en mi mente! ¡Qué expresión la de ese divino artista!…

     ¡Recuerdos, expresiones, memorias!…

     El público numeroso y distinguido, ovacionó al artista con gran entusiasmo. Nosotros también le felicitamos, y felicitamos a los señores de la Filarmónica, tanto por este notable concierto, como por habernos enviado la tarjeta tífica, que hasta ahora veníamos usufructuando».

«RE LA MI DO» [11]

NOTAS: [1]Ricardo Viñes Roda. Lérida 1875- Barcelona, 1943. [2] Claude Samuel, Panorama de la música contemporánea, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1965, p.20. [3] José Cubiles, (Cádiz, 1894-Madrid, 1971) dedicado más a la pedagogía como Catedrático de piano del Real Conservatorio Superior de Madrid, dio en Burgos dos conciertos: el primero en forma de trio con el violinista Fermín Fernández y Juan Ruiz de Casaux, violonchelo, el 12 de enero de 1917 y como solista, el 20 de diciembre de 1933.[4] Barcelona, 1835-1898.[5] Granada 1838-Venecia,1874.[6] Paris 1833- 1914.[7] Periódico El Papa-Moscas, 7 diciembre, 1913.[8] Diario de Burgos, 5 diciembre 1913.[19] Diario de Burgos, 8 diciembre, 1913. [10] El Castellano, Burgos, 4, diciembre, 1913.[11] Guasa Viva, Semanario festivo, 7 diciembre 1913.

WANDA LANDWSKA [1]

     Wanda Landowska es verdadera maestra de espíritu, llena de eterna juventud que evoca las viejas épocas con una rara plasticidad que nos hace oír viejas voces, sueños muertos y pasiones desconocidas.

     La cita, si no es de García Lorca, algunos estudiosos dudan de su veracidad, es digna de esa lírica musical consustancial al poeta granadino. Y desde Granada, desde la colina de la Alhambra, la imaginación de Manuel de Falla con quien Wanda, desde sus años parisinos, tenía tanta complicidad, en amistad, en música, escuchando aquellas músicas de siglos pasados que interpretaba la pianista-clavecinista polaca en su concierto celebrado en un salón del Hotel Alhambra, noviembre,1922, evocaba la figura de Isabel de Parma en el tocador de la reina del palacio árabe, interpretando en su espineta las variaciones sobre el canto del caballero de Félix Antonio de Cabezón.[2]

     Wanda Landowska pasaría a la historia como la gran dama del clave; su especial sensibilidad supo recuperar no sólo la historia, también la esencia técnica y estética del instrumento, e introducirlo en los hogares y salas de conciertos de todo el mundo. Y ello desde sus años iniciales en el estudio de la música, primero en su ciudad natal, Varsovia, en el Conservatorio Muzyczna, situado entre el castillo real y la iglesia renacentista de Santa Ana; en sus aulas se había iniciado y perfeccionado en la música su compatriota Fréderic Chopin. [3]

     De la capital de Polonia a Berlín, allí, en la Schule Klindworth, alumna de Hans von Bülow, el polifacético músico, gran pianista, gran director, que sabe recoger e interpretar en genialidad las dos tendencias musicales germanas: Wagner-Liszt, Schumann-Brahams, y las francesas que arrancan, con visión de futuro, de la obra de Héctor Berlioz para desembocar en el postromanticismo de César Franck, el neoclasicismo de Camille Saint-Saëns, y el profeta de un arte musical nuevo que es Georg Bizet.

     El atrayente panorama, Alemania – Francia, es pedagogía en la preparación musical de Wanda; con él llega a Paris en 1900, cuando los poetas simbólicos se desbordan, cuando los pintores se emborrachan con el Impresionismo, el Fauvismo, el Cubismo, el Surrealismo, cuando la Exposición Universal cambia el ambiente parisino, técnico, arquitectónico y cultural, cuando Gabriel Fauré y Vincent d´Indy testimonian su madurez, dando paso a una nueva música A todo ello se enrola Landowska; con el piano, con su gran clave que encarga construir a la Casa Pleyel [4] el año 1911 recorrerá el mundo, realizará grabaciones de compositores de los siglos XVII y XVIII; la más genial, el registro integral, tras su estreno en el salón de actos de su academia de Saint-Leu-la-Foret, de las Variaciones Golberg, en título original, traducido, Aria con variaciones para clave, con dos teclados, que compusiera Johann Sebastián Bach, Leipzig, 1741; dará conferencias, será nombrada profesora en instituciones que establecen el clave dentro del departamento de tecla, como la escuela berlinesa Hochschule, la Schola Cantorum de París, 1896, orientada a la música sacra, bajo el amparo estético de Vincent d´Indy; la Ecole Normale de Musique, que habían fundado en1919, dos grandes pianistas, Alfred Cortot [5] y Auguste Mangeot; la Schola Cantorum Basilienses, fundada en la suiza Basilea por Paul Sacher, año 1933, con dedicación exclusiva a la música antigua. Pero su preferencia pedagógica está en la Ecole de Musique ancienne que ella creó y mimó, establecida, año 1927, en la región del Pantoise, no alejada de París, en el valle de Montmorency, en su predilecto pueblecito de Saint-Leu-la-Foret; un auténtico centro de expansión de la música del pasado con continuos conciertos, con clases de piano, canto y clave impartidas para, con criterios historicistas, restaurar la interpretación de la música de los siglos XVII y XVIII. Su actividad, sin fatiga, duraría hasta 1940, truncada cuando las hordas nazis asolen París, Wanda provenía de linaje judío, y se vea obligada a emigrar a Estados Unidos donde morirá.

     Su amor al clave sueña con introducirlo en la paleta de colores sonoros de la orquesta, bien como miembro de derecho, bien como solista y el sueño lo comparte con sus amigos compositores; Manuel de Falla hará realidad el sueño: un veinticinco de junio de 1923, en el salón del palacio, refugio de la música de vanguardia, de la princesa Edmond de Polignag, Vinnoreta Singer, se estrenaba su quijotesco Retablo de Maese Pedro; los intérpretes, lo más granado de la música parisina: dentro de la plantilla de la Orquesta de Concerts Golchmann, el clavecín de Wanda, el laúd de Henri- Casadesus dirigidos por el gaditano.

     Tres años después, el clave como solista, también en la obra de Falla: en el Palau de la Música, a cinco de noviembre de 1926, se estrenaba su Concierto para clavicímbalo, flauta, oboe, clarinete, violín y violonchelo, con Wanda Landowska, como solista al clave, su amigo le ha dedicado la obra, acompañada por la Orquesta de la Asociación de Música de Cámara de Barcelona, dirigidos por el compositor.

     En su exhaustiva agenda de conciertos por todo el mundo, queda reseñada España, país que amaba de forma muy especial; la frecuente correspondencia que mantiene con Falla,[6]sus recuerdos madrileños donde llega en 1910, su estancia en Valencia, 1911, impregnándose de la doctrina folclórica de López Chavarri, sus conciertos y conferencias en la madrileña Residencia de Estudiantes, en sus años de gloria, el misterio arquitectónico y ambiental de la Granada de García Lorca y Falla …toda la península es reclamo para su sensibilidad, que visita en innumerables ocasiones; en la gira que realiza el año 1920 partiendo de Barcelona, llega a Burgos un frio veintiuno de febrero contratada por la Sociedad Filarmónica burgalesa:

     «La Filarmónica. Wanda Landowska. En el concierto del sábado oiremos por primera vez a esta admirable artista polaca.

     Wanda Landowska tiene una historia muy brillante.

     Al salir de los conservatorios de Varsovia y Berlín, se destacó muy pronto en los conciertos por ella celebrados en Bremen, Hamburgo, Breslau, Bruselas, San Petersburgo, Viena, Londres. Más tarde y especializada ya en la interpretación de las obras antiguas y en el cultivo del clavicímbalo, se dio a conocer en París en las audiciones de la Schola Cantorum y en los Conciertos Lamonreux, y después en España en las temporadas de los años 1905 y 1912.

     En Basilea dio cursos para profesionales y durante la guerra ha sido en Berlín profesora de música en la Escuela Real Superior. Con la paz ha vuelto a su vida de concertista, habiendo recorrido ya Italia y Suiza antes de venir a España. Recientes están sus éxitos en los conciertos del Teatro de la Comedia, de los que se ha ocupado toda la prensa.

     Wanda Landowska es, además de intérprete genial de los clavecinistas, compositora distinguida y escritora y comentarista eminente. Sus libros muy en particular el titulado Musique ancien son conocidísimos.

     Admirada por las mayores celebridades contemporáneas como Tolstoi, Rodin y D´Anunnzio (con cada uno de los dos primeros y en los respectivos domicilios de estos aparece retratada en La Tribuna de Madrid) pocos artistas de su sexo habrá tan conocidas y celebradas como ella.

     ¿Y qué decir del género especial que cultiva? La música de los clavecinistas interpretada en el instrumento para que fuera escrita, el clavicímbalo o clave (que de ambos modos se llama en español el instrumento titulado clavecín en francés y clavicímbalo en italiano), es de una delicadeza infinita. Las obras conservan todo el valor antiguo, toda su cortesana ingenuidad; a veces se cree percibir sonidos de órgano, otras la dulzura del arpa, en ocasiones se infantiliza la audición, y entonces parece escucharse los cristalinos acordes de una caja de música. La gama de matices es extraordinaria y todo ello realzado por la labor personalísima de la artista, labor de una distinción, de una elegancia y de una exquisitez – según dicen- superior a todo encomio.

     Así, al dar cuenta el periódico El Sol, en dos largas columnas firmadas por Adolfo Salazar, de los referidos conciertos en el teatro de la Comedia, dice el conocido crítico: una isla de belleza y de excelsitud han sido los dos conciertos que Wanda Landowska acaba de dar». [7]

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             «Sin mengua alguna de los artistas que han pasado por nuestra Filarmónica, y algunos bien grandes, por cierto, puede decirse que el concierto que ayer nos dio la señorita Landowska es un acontecimiento extraordinario.

     No era solamente el arte inimitable, será el instrumento de la ejecución. Este instrumento es el clavicímbalo. Por fuera un piano de cola con doble teclado y siete pedales, pero su sonido es totalmente diferente. Reproducción del clave del siglo XVIII-de este instrumento suele verse en algún desván empolvado de casa señorial- ha sido construido en París para esta artista y bajo su dirección. Funciona, no por golpe como los pianos, sino punteadas sus cuerdas.

     Ya está con esto dicho que un concierto de esta naturaleza difiere por completo de un concierto de piano. Este llena más, tiene sonoridad más franca y rotunda; en cambio el clavicímbalo tiene el sonido dulce, estilo de arpa, evocador, sentimental. Con él se logran efectos de expresión que en un piano son imposibles.

     ¿Cómo interpretó Wanda Landowska el concierto de ayer? Aquí el cronista apenas puede hablar por su cuenta. Las obras que ejecutó fueron de alta escuela, música de inteligentes y para apreciar, como se merecía, la ejecución en todas sus delicadezas, fuera menester llevar al dedillo en la memoria las composiciones.

     La verdad es que el concierto fue asombroso. El estupor se pintaba en todas las caras al terminar una pieza. Se ve que la artista vive en plena intimidad con el clavicímbalo, a quien quiere y trata como a un hijo. ¡tal puede llamarse lo que es producto de su talento, según lo apuntado arriba!: sonoridades raras, nuevas; a ratos parecen sones de cristal que salen en tropel, otras veces son murmullos de agua corriente. De este modo se nos da la sensación auténtica, original de Bach, Haendel, Rameau, en la pureza de sus composiciones, que fueron escritas para clave.

     Hemos pasado uno de los ratos más deliciosos oyendo el clavicímbalo pulsado por Landowska.

     En el piano se reveló también formidable, en especial por la delicadeza de la pulsación y por el ritmo matemático.

      Grandes triunfos  ha obtenido ya esta artista y grandes la esperan aún:  el público de Burgos, esté de ello seguro, queda su apasionado admirador. [8]

                                     F.A».

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    «Magnífico y superior a toda ponderación resultó el concierto que la ilustre artista Landowska ejecutó en el teatro principal el sábado pasado.

     Con un silencio absoluto de la numerosísima y selecta concurrencia, dio comienzo la primera parte del programa, integrada por Passacaglia de Häendel; Sonata en re mayor, de Mozart y Concierto italiano de Bach.

     Tanto manejando el clavicímbalo como el piano, Wanda Landowska estuvo colosal; el dominio y la autoridad con que esta excelente artista transmite al oyente las clásicas composiciones de los grandes maestros, son decisivos, de tal manera que el espíritu del verdadero aficionado al divino Arte queda como sugestionado bajo el influjo de tan portentosas creaciones musicales.

     Comprendiéndolo así, el auditorio tributó a la singular artista ovaciones calurosísimas, obligándola a salir repetidas veces al palco escénico a recibir el merecido homenaje, como premio a su exquisita labor.

     A instancias del entusiasmado público ejecutó, fuera de programa, la Marcha turca de Mozart; al terminar dicha preciosísima composición, estalló formidable ovación, que se prolongó largo rato.

     En la segunda parte figuraba Preludio y fuga, en do sostenido mayor y Gavota, en sol menor de Bach; Rigodón et Tambourin, de Rameau; Rondó, en la menor, de Mozart, y la Fantasía cromática y fuga, de Bach.

     Es imposible detallar con fidelidad las filigranas, las preciosidades con que la insigne artista esmaltó las portentosas creaciones musicales de aquellos inmortales genios.

     Wanda Landowska posee un mecanismo impecable; especialmente en las obras que ejecutó en el clavicémbalo, estuvo sencillamente admirable, pues hay que tener en cuenta que las composiciones que interpretó, singularmente las intrincadas creaciones de Bach fueron dichas por la insigne artista de un modo insuperable

     ¡Qué pureza en los matices! ¡Con qué claridad se destacaban los motivos, ideas, frases!; en fin, toda la arquitectura artístico musical de las obras que tan excelentemente interpretó, se puso de manifiesto de un modo concluyente y definitivo, que obligó al auditorio a tributar a la artista una calurosa ovación.

     Fuera de programa Wanda Landowska ejecutó una preciosa composición suya inspirada en típicos cantos populares españoles; inútil decir que fue muy aplaudida. Terminó el concierto con la interpretación de dos magníficas obras de Haydn y Couperin.

     Se notaba en el público marcada complacencia cuando la artista, situada ante el clavicémbalo, se disponía a arrancar de tan maravilloso y espiritual instrumento los secretos artísticos que a él confiaron los más excelsos compositores, que, para esplendor del arte, florecieron en los siglos XVII y XVIII, legando a las generaciones presentes y venideras inapreciables joyas musicales que perdurarán siempre que haya artistas de corazón.

     Esa artista es, sin disputa alguna, Wanda Landowska.

     Para final, aquella nos obsequió con la interpretación de una preciosa Sonata, para clavicémbalo (a dos teclados) de Scarlatti.

     En suma; un concierto magnífico del que la concurrencia quedó satisfechísima.

Trémolo».[9]

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    «Sociedad Filarmónica. Puede calificarse de sublime el concierto organizad por esta sociedad para el sábado último, pues tanto manejando el clavicímbalo como el piano Wanda Landowska estuvo sencillamente admirable.

     El auditorio tan numeroso como distinguido prodigó a la genial artista grandes ovaciones que le obligaron a ejecutar fuera de programa la Marcha turca de Mozart, cuya preciosa composición fue premiada con aplausos prolongados durante largo rato».[10]

NOTAS:

[1] Varsovia 1877-Lakeville, Estados Unidos, 1959. [2] Revue Musicale, París, 1923. Falla mantiene el error de lectura que cometió Hilarión Eslava en su Breve memoria histórica de los organistas españoles, incluida en su Museo Orgánico Español, Madrid, 1854, al anteceder al nombre de Antonio el de Félix, confundiendo el adjetivo latino felix, con que comienza el epitafio de Felipe II, ofrecido a Cabezón, por el nombre propio Félix.[3] Zelazowa, Polonia, 1810-París, 1849.[4] Fábrica de pianos fundada en 1807, en París, por el pianista compositor, Ignace Joseph Pleyel. [5] Nyon, Suiza, 1877-Lausana, Suiza, 1962. Dio un concierto en Burgos el 16 de diciembre de 1921.[6]Lamberbourg, Sophie, Epistolario Manuel de Falla-Wanda Landowska (1922-1931) Granada, 2022.[7] El Castellano, 19 febrero, 1920.[8] El Castellano, 23 febrero, 1920.[9] Diario de Burgos. Lunes 23 febrero, 1920. [10] El Pueblo, semanario democrático, Burgos, 28 febrero, 1920.

ARTUR RUBINSTEIN [1]

     En 1943 inicié el contacto y el cambio de ideas con Arthur Rubinstein y su casa.  Contemplar la vida de ese feliz virtuoso era y es un descanso para mí. Un talento buscado y aplaudido, que juega con las dificultades, una vida familiar floreciente, una salud de hierro, dinero a voluntad, la satisfacción espiritual y sensual que le dan las colecciones, sus libros, sus cuadros preciosos, todo ello concurre a hacer de él uno de los hombres más felices que yo haya conocido. Habla seis lenguas…, si no más.  Con su conversación de hombre de mundo, llena de las más cómicas imitaciones de personajes, brilla en los salones como en las salas de concierto de todos los países con su enorme habilidad artística.[2]

     El retrato literario de Tomas Mann, en su Origen del Doctor Faustus dibuja la esencia vital del pianista polaco, nacido en Lidz, gran ciudad del centro de Polonia. Tras sus primeros estudios con Alexander Rozincki, el salto, con tan solo diez años, a Berlín, la antigua capital de Brandeburgo con historia continua de gran ambiente musical; para su Margrave, Christian Ludwig, había compuesto Johann Sebastian Bach sus seis Conciertos de Brandeburgo, y su hijo Carlos Felipe Enmanuel Bach, entre otros muchos, había servido como clavecinista en la corte de Federico II, llamado el Rey grande. Todo un panorama que heredará y mimará el siglo XIX alrededor de la Orquesta Filarmónica, creada en 1882, la Sociedad coral Sternscher Gesangverein y el Sterrnsches Conservatorium donde estudiará Rubinstein, protegido, iniciado en la gran música alemana, por el violinista húngaro, afincado allí, Joseph Joaquin, [3] el íntimo amigo del matrimonio Schumann, Robert y la gran pianista Clara Wieck, que habían creado en su casa, primero en Leipzig, más tarde en Düsseldorf, todo un hogar musical de la máxima calidad con la continua presencia del pianista y compositor Johannes Brahms, el pianista Anton Rubinstein, el violinista Joaquin y los innumerables músicos que pasan por él.  Artur llega a Berlín en 1897, año de la muerte de Brahms, en el anterior había fallecido Clara, pero esa forma de hacer música, ese familiar intercambio de procedimientos, de estéticas, lo recibe el polaco, en su estancia berlinesa, de las vivencias que le transmite su protector, Joaquin y las enseñanzas, en el conservatorio, del profesor mallorquín de Pollensa, Miguel Capllonch, [4] el alumno predilecto de Anton Rubinstein; estudios que supera sin dificultad porque el año 1900, tiene tan solo trece, su protector le presenta en público interpretando el concierto para piano nº 23 de Mozart y el 2º de Camile Saint-Saëns junto a la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por el mismo Joseph Joaquin.

     Y de la música alemana que vive en polémica técnica y estética entre el triunfalismo wagneriano y el intimismo del círculo Schumann – Brahms, al mundo del impresionismo, París; allí, en la capital de la vanguardia musical, debutará con 17 años, 1904, alargando en ella su estancia con el único fin de empaparse de la doctrina de los grandes maestros de la época.

    A partir de la experiencia parisina, hasta su muerte, las giras de conciertos son continuas; las capitales emblemáticas de la cultura se rinden ante sus interpretaciones, colabora con las orquestas más prestigiosas del mundo; la elección que el genial director de orquesta, también polaco, Otto Klemperer, [5]le hace para la grabación con su orquesta de los cinco conciertos de piano y orquesta de Beethoven para la discográfica Walter Leege, con sede en Londres, podría ser índice del aprecio musical de los grandes directores por sus geniales versiones.

     En 1914, en plena primera guerra mundial, procedente de Londres, llega a España de la mano de Enrique Fernández Arbós para interpretar con la Orquesta Sinfónica de Madrid, en el Casino de San Sebastián, el Concierto nº 2 de Johannes Brahms. A partir de esta visita, España será su patria predilecta; en 1916, cuando llega a Madrid, reside, ya, aquí, aquel círculo de amigos compositores españoles que, alrededor de Isaac Albéniz y Ricardo Viñes, se había formado en París y generosamente le habían aceptado en su estancia parisina; la dedicatoria que Manuel de Falla le hace, en 1919, de su obra Fantasía bética, es un todo símbolo esclarecedor de esa gran acogida. El homenaje del gaditano es estética afectiva, la ofrenda del rey, Alfonso XIII, es de admiración oficial: Rubinstein dispondrá de un pasaporte vitalicio de entrada libre en nuestro país. Durante dos años, permanece aquí alfombrando de conciertos con orquesta o recitales de piano solo toda la península.  

     Burgos le recibe por primera vez en abril del año 1916 contratado por la Sociedad Filarmónica burgalesa; su recital de piano será de tal trascendencia emotiva que en diciembre de ese mismo año le vemos, también de la mano de la Filarmónica, actuando de nuevo en nuestro teatro y se dejará escuchar en cinco ocasiones más hasta 1932:

    «En la Filarmónica, recital de piano. Unas palabras, por breves que sean, no podemos pasar en silencio la prodigiosa labor del señor Rubinstein, ni la impaciencia de nuestro entusiasmo corriente en espera de ocho días.

     Cierta es la fama y nada exagerado había en su voz. El señor Rubistein es algo excepcional, algo extraordinario, algo que se destaca de la misma plana del virtuosismo. […] En Madrid hay muchos que le otorgan el codiciado número uno de los reyes del teclado. […] Un corazón exuberante y una técnica insuperable es el secreto de su arte, […] de ahí que la versión sólida que da a cuanto toca y que ha dado lugar a fuertes discusiones. En el programa obras de Mozart, Beethoven, Chopin y Albéniz. Queda consignado, con hondísima emoción, el soberano arte de Rubistein nos produjo».[6]

&&&

     «En la Filarmónica. El joven artista, polaco, lleva en su alma y comunica a las teclas toda la pasión y toda la melancolía de una raza apasionada y melancólica. Su músico es Chopin, y dijérase que hasta físicamente evoca en algún modo el recuerdo del divino romántico.

     Escuchando el otro día las notas chopinianas arrancadas al piano por este muchacho de fino perfil y mirada ensoñadora, pudimos creer por un momento que el mismo autor de los Nocturnos era quien, ante su viejo clave, traducía sus páginas.

     La segunda parte del programa ejecutado por Rubinstein estaba, pues, íntegramente dedicado a Chopin. De él nos dio el concertista una muy bella Barcarola, el Scherzo en do menor, un Estudio delicadísimo como lo es el Nocturno que le siguió, y finalmente la conocidísima y siempre hermosa Polonesa en la bemol, interpretada como en verdad no la habíamos oído nunca, y la habíamos oído a maestros archiconsagrados. Una ovación entusiasta acogió la labor del artista.

     Antes habíamos oído también la muy conocida Tocata y Fuga de Bach, arreglada por Tausigh y la hermosísima, la inefable Sonata bethoveniana que llaman La Aurora, con su allegro en que asoma la garra de león, con su divino adagio, con su rondó maravilloso, de gracia melancólica, con su final imponderable.

     En la tercera parte, aplaudimos una Fantasía muy inspirada de Szymanowski,[7] autor para nosotros desconocido, así como el Nocturno – muy bello, por cierto – que oímos luego y en que Rubinstein puso a contribución el juego admirable de la mano izquierda para la que compuso Scriabin esta página.

     Y con un bello Capricho impresionista de Debussy y una Rapsodia de Liszt hubiera terminado el concierto de no insistir el selecto auditorio en sus aplausos, lo que movió al artista a dar fuera de programa un número que fue uno de los más bellos cuadros de la bellísima Iberia de Albéniz.

     No es Rubinstein un pianista que se distinga por esto o por lo otro, y precisamente esta ponderación, este equilibrio de facultades, innatas y adquiridas, hacen que se distinga por todo, como uno de los más completos, de los más admirables concertistas de piano que hoy por hoy nos es dado escuchar» [8]

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    «Arturo Rubinstein. Nombre aureolado de gloria en aquel que fue el Rey del Piano, que enloqueció los grandes públicos europeos y americanos en el último tercio del siglo XIX. [9] Hay que reconocer que este joven polaco lleva en su apellido una responsabilidad formidable; y hay que confesar imparcialmente que, si no reina en la altura inverosímil que subió su antecesor, es un artista prodigioso, uno de los cuatro o cinco grandes pianistas que pueden hablar de tú a Paderewski». [10]

     Lo que llama en él más la atención, amén del continente modesto y simpático, es la ausencia de toda exageración. Nada de modales artificiosos, nada de contorsiones ni de sacudidas violentas, ni de enigmas faciales con que tantos pianistas buscan el aplauso fácil y contentadizo.

     El arte de Rubinstein es serio, concienzudo, hecho no para el deslumbre del vulgo sino para el estudio de los inteligentes.

     Sabe sentarse y sabe seguir sentado ante el piano, sin dejar de arrollar sus nervios por el oleaje de los pasajes difíciles y movidos.

     Su mecanismo es también de quilates de ley: nitidez, diafanidad en la cronometría de los sonidos. Admirable señorío en administrar la cantidad de presión digital según le piden las circunstancias; vencimiento sin apariencias laboriosas de las mayores dificultades. Actitudes violentas de manos hechas fáciles a fuerza de técnica; octavas corridas como quien resbala con suavidad, trinos que se acompañan por canto en la misma mano. ¿qué más? ¿podría soñarse alarde mayor que tocar solo con la mano izquierda el Nocturno de Scriabin?

     Cerraba uno los ojos y era la sensación de dos manos afanosas que corren el teclado en todas direcciones, pues había allí, acompañamiento, canto melódico y cortejo de fioriture. 11]

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     «Volvemos por segunda vez a oírle. Artur Rubistein no es uno de tantos virtuosos. Su temperamento delicado y sensible de verdadero artista le coloca en un lugar aparte; si no el primero que muchos le atribuyen, el de los que no se olvidan dejando su nombre para siempre.

     No sabemos qué decir de su técnica. Resuelta una cosa tan secundaria en su arte, que casi reparamos en ella absorbidos por el encanto de la idea musical que sale de sus dedos con un color y una gracia indecibles.

     Para abrir boca nos regaló con el capo laboro de las obras de Beethoven, la Sonata Apassionata en fa menor, suprema manifestación del dolor humano. […] Para nosotros es la sonata más grande que se ha escrito para piano, y Rubistein nos trasladó ese pedazo de alma de Beethoven con toda la sinceridad y pasión de la suya.

     Después, en la segunda parte, vinieron las delicadezas de Chopin, en las que Rubinstein, con ser tanta su fortuna al interpretarlo todo, nos sorprende y subyuga más. El alma de Chopin, con haber perdurado viviendo en las manos de tantos y tantos artistas, ha retoñado en las de Rubinstein que lo vuelve a una vida más intensa que la que nadie supo darla. La Barcarola, los Estudios, el Vals, la Polonesa. Imposible escoger. Tuvo que dar de plus el Vals en Do sostenido menor.

     La tercera parte comenzó con Evocación, voluptuosa y apasionada página de nuestro Albéniz; L´isle joyeuse, una maravilla de color de Debussy, el Nocturno de Liszt y la Marcha militar de Schubert.

     Todo espléndidamente ejecutado y frenéticamente aplaudido por la distinguida concurrencia que obligó al gran artista a dar un nuevo plus, que fue el estudio para la mano izquierda, ya conocido del año pasado».[12]

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NOTAS:[1] Artur Rubinstein Blima. Linz, Polonia,1887-Ginebra,1982.[2]Thomas Mann,(Lubeca, Alemania, 1875- Zúrich, Suiza, 1955) Die enstehung des Doktor Faustus, Amsterdam, Bernnan-Fischer Verlag, 1949 (versión castellana, La novela de una novela, traducción, Alberto Luis Bixio, Buenos Aires, Editorial Sur, 1961, p. 53)[3]Köpcsény, Hungría, 1831-Berlín, 1907.[4]Pollensa, Mallorca, 1861-1935[5]Wroclaw, Polonia, 1885-Zurich, 1973.[6] Periódico El Papa-Moscas, 17 abril 1916[7] Carol Szgmanowski, Tymoshivka, Uvramis, 1882-Lausana, 1937.[8] Diario de Burgos, lunes, 17 abril, 1916.[9] Se trata de Anton Rubinstein, Ofatini, Moldabia, 1829- San Petersburgo, 1894. (no hay relación alguno de parentesco entre ellos).[10] Ignaci Jan Paderewski, pianista y compositor. Kurylivka, Ucranis, 1860-Nueva York, 1941.[11] El Castellano, Diario católico, Burgos, lunes 17 abril, 1916.[12]Periódico El Papa-Moscas, 17 diciembre,1916.

JOSE ITURBI [1]

    Hasta los años treinta del siglo XX, las salas de cine de provincia no han modernizado su sistema de proyección cinematográfica; el invento del cine sonoro no ha llegado a ellas: los subtítulos son vehículo de comprensión argumental, el piano ambienta en sonidos los episodios de la trama.

     En esta función cinematográfica, cuentan sus biógrafos, comienza la carrera musical de quien sería considerado por la crítica mundial como un genial interprete con la batuta y el teclado, José Iturbi Bagüena; función cinematográfica que retomará en pleno auge del cine sonoro, en plena madurez del pianista compositor, cuando en 1949 la empresa cinematográfica   Metro Goldwyn Meyer le contrate para la producción de sus comedias musicales.

     Entre los inicios y finales cinematográficos, estudios en su ciudad natal con el prestigioso pedagogo Eduardo López Chavarri. De Valencia a Barcelona, de nuevo la orientación de un gran maestro que crearía escuela en la enseñanza pianística, Joaquín Malats, [2] alumno en las clases de Juan Bautista Pujol, el maestro de todos los grandes pianistas del entorno mediterráneo, Isaac Albéniz, Ricardo Viñes, Granados…finalizada su carrera, París, a punto de cumplir dieciocho años,1913, becado por la Diputación de Valencia,; allí, en la ciudad del Sena, carrera de Piano con primer premio y estudios de perfeccionamiento con Wanda Landwska, la pianista – clavecinista inseparable de Falla  que estrenaría su Concierto para Clavicímbalo con la orquesta de la Asociación de Música de Cámara de Barcelona dirigidos por el autor ,el 5 de noviembre de 1926, en el Palau de la Música.

     Ya libre de estudios inicio de su carrera de concertista por todo el mundo alternando durante unos años con sus clases de virtuosismo que imparte en el Conservatorio de Ginebra, fundado en 1835, concretamente en la clase que había sido profesor Franz Liszt. En 1929 su presentación en Estados Unidos tenía visos de lujo: un concierto de piano con la Orquesta de Filadelfia, dirigida en esos momentos, por Leopoldo Stokowski; del hecho escribía el crítico musical de Nev York Times:

A la luz de un solo concierto el Sr. Iturbi aparece como la única figura nueva y significativa entre los virtuosos visitantes que ha llegado a estas costas esta temporada.

    Tras su presentación en Filadelfia, conciertos con la Filarmónica de Rochester, Chicago. Detreoit, Filarmónica de Nueva York; recital de piano solo en el Carnegie-Hall; desde 1943 incursiones en el cine de Hollywood con siete películas y nombramiento de pianista titular de la Metro Goldwyn Meyer para la producción de sus comedias musicales; la consecuencia de todo este movimiento, estancia definitiva en ese país.

     Anteriores a su éxito en Estados Unidos habían sido los alcanzados en sus giras por Europa, incluida España: con tan solo diecisiete años era contratado por la Sociedad Filarmónica de Bilbao para acompañar al violinista Manuel Quiroga Losada,[3]su compañero de conservatorio en París. Al año siguiente, con el mismo violinista gallego, hacía la misma propuesta, aquí en Burgos, contratados por la Sociedad Filarmónica; y, más tarde, Burgos tendría oportunidad de escucharle, en recital de piano, él solo, los años 1922,1924,1933, años previos a instalarse en América:

 (1912)«Ayer tarde, con la solemnidad acostumbrada celebró su XIII concierto esta sociedad que tan ponderosamente contribuye a la difusión de la cultura. […]

     Manuel Quiroga, cuyo creciente éxito en el Conservatorio de París ocupó la atención de todo el mundo artístico, es un artista de temperamento refinado, romántico a lo Casals, y técnico consumado, en quien las más asombrosas actitudes de virtuoso no llegan nunca a anular lo que es más esencial en la interpretación musical: el sentimiento. Haciendo gran derroche de este y de una variedad de matices exquisitos ejecutó ayer las variadas composiciones que pueden reunirse en un programa de concierto. Desde la serenidad clásica de Beethoven, hasta las habilidades funambulescas de Wienwski, recorrió en pocas horas toda la gama, dando un salto prodigioso desde Couperin hasta el inevitable Sarasate.

     Iturbi, que ha hecho su educación musical en el Conservatorio de París, y particularmente con Wanda Landowska, es un pianista de temperamento fogoso y avasallador, en quien ayer vimos el germen de nuevo de una gloria futura. Arrastrado por esa misma fogosidad, que le impide a veces apreciar los matices delicados, quizá en algunas ocasiones se olvida de la subordinación al instrumento que acompaña o de la necesaria fusión con él, como sucedió ayer en la Sonata en fa mayor, pero en cambio cuando toca solo, sus poderosas facultades lucen en todo su esplendor y se apoderan fácilmente del público (ejemplos la Polonesa de Liszt y la Canción de cuna de Chopin que tocó fuera de programa).

     En suma, un concierto sumamente interesante, por habernos dado a conocer dos compatriotas a quienes esperan muchos días de gloria y un programa mosaico, de aquellos que nuestro gran pianista y teórico Nin, no toleraría nunca, pero que, sin embargo, tienen aún muchos partidarios entre el gran público.

     El magnífico piano que se utilizó en el concierto ha sido adquirido en el acreditado almacén de música de D. Evaristo López» [4]

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 (1913) «El concierto que mañana 25, a las seis de la tarde, celebrará esta Sociedad Filarmónica está sujeto al siguiente programa:

Primer parte:

Sonata en si bemol, Mozart (Para piano)

Segunda parte:

Improntu en si bemol, Schubert,

Improntu en la bemol, Idem.

Rapsodia nº 2, Liszt (Para piano)

Tercera parte:

 Variaciones sobre un tema de Corelli, Tartini, Kreisler.

La chasse, Cartier-Kreisler.

Allegretto, Bocherini.

La Campanella, Paganini (Para violín)

     La parte de Violín será interpretada por Quiroga y la de piano por Iturbi, artistas ambos conocidos en Burgos por el concierto que con éxito grandísimo dieron la última temporada.

     Por no haber llegado de París el piano Pleyel, a causa de la interrupción en la línea Norte, se utilizará un Gaveau, amablemente cedido por el entusiasta amateur D. Carlos Duquesnay, a quien la Filarmónica está muy reconocida».[5]

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(1913) «Con la inauguración de la temporada verificada ayer tarde, se reanudan brillantemente las veladas musicales organizadas por la benemérita Sociedad Filarmónica, que tanto y tanto trabaja en pro del divino arte.

     A la hora indicada dio principio el concierto con la Sonata en si bemol, de Mozart. Todos los tiempos, muy especialmente el tercero, fueron ejecutados por Quiroga e Iturbi de un modo impecable, escuchando repetidas y justas ovaciones.

     Terminado el descanso, el eminente pianista José Iturbi, con admirable y finísima digitación, entusiasmó a los amantes del sublime arte de la música, al traducir maravillosamente dos melodiosos Improntus de Schubert y la grandiosa Rapsodia nº 2 de Liszt. Los aplausos estallaron frenéticos y el feliz intérprete se vio precisado a salir repetidas veces al palco escénico.

     La tercera parte la formaban unas encantadoras variaciones. Además, los señores Quiroga e Iturbi interpretaron, como repetición, Capricho vienés de Kreisler, bella página que les valió una estruendosa ovación.

     Terminó la fiesta y el público abandonó la sala, gratamente complacido y haciendo entusiastas elogios de la trasparencia, la sobriedad y el gusto académico de los notabilísimos virtuosos». [6]

&

(1913) «Se reanudan tan cultas veladas con el gusto y distinción que las imprimen los   artistas que las llevan y la Junta y señores socios que las disponen. Manuel Quiroga (violín) y José Iturbi (piano)fueron ovacionados y su labor superó cuanto decir se pudiere.

          El Rondó de la Sonata en si bemol de Mozart, admirable. Los Improntus, de Schubert, y la Rapsodia nº 2 de Listz, lo mismo; una y otra arrancando aplausos entusiastas y merecidísimos.

          ¿Y qué decir de la Chasse el Allegretto, de la Campanelle y del Capricho vienés? Que todo fue perfectamente ejecutado, comprendido y desarrollado.

          El público encantado y deseando que el concierto de diciembre, ya inmediato, sea como de costumbre, atractivo y merecedor de los más espontáneos elogios». [7]

&

(1913)«El concierto dado por nuestros compatriotas Quiroga e Iturbi constituyó un acontecimiento artístico de primer orden.

     Habíamos tenido ocasión de oír a los referidos artistas en la temporada anterior, y de la velada aquella en que tomaron parte, quédanos tan grata impresión que al presentarse anoche en el proscenio fue inmensa la satisfacción que experimentamos y con nosotros toda la selecta y numerosa concurrencia que saludó a los concertistas con una nutrida salva de aplausos.

     En la segunda parte figuraban el Improntu en si bemol y el en la bemol de Schubert y la Rapsodia nº 2 de Liszt. En estas obras, ejecutadas magistralmente al piano por Iturbi, puso de relieve, una vez más, este genial artista sus excepcionales dotes y su labor fue premiada con aplausos ruidosos, tanto es así que, a la terminación de la Rapsodia, obligósele a salir al palco escénico, recibiendo una ovación.

     Muy amena y entretenida resultó la tercera parte, en la cual el insigne Quiroga hizo alarde de sus envidiables condiciones de artista, deleitando al auditorio, sobre todo en la Campanella de Paganini, donde venció las grandes dificultades técnicas de la obra.

     Las ovaciones se repitieron y los simpáticos artistas correspondieron tocando magistralmente, fuera de programa, el Capricho vienés de Kreisler». [8]

&

(1913)«La Filarmónica. Asistimos al concierto y aplaudimos entusiasmados a los eminentes artistas Quiroga e Iturbi.

     Entre otras composiciones, interpretaron estos, maravillosamente, un precioso tema de Corelli, y unas lindas variaciones sobre el mismo tema.

     Al final ejecutaron con incomparable maestría La Campanella de Paganini.

    ¿Quieren ustedes decirnos si eso de Paganini estaba dedicado a nosotros? Las cosas claras.

RE LA MI DO» [9]

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(1922) «Diez años ha tocó en ésta, principalmente en calidad de acompañante de Quiroga, el hoy celebérrimo pianista José Iturbi. No tuvimos el gusto de escucharle: deberes ineludibles nos lo impidieron; oímos decir a diletantes muy versados en achaques pianísticos que su maestría era muy digna de hermanarse con la del maravilloso violinista, advirtiéndose al oírle que llegaría un día en que se sentara por derecho propio en el trono que dejara vacante el malogrado Malats, inheredado hasta entonces por no haberse presentado artista de su regia estirpe. Así ha sucedido.

     Como Sarasate es la representación culminante del arte violinístico español, así Iturbi lo es del pianístico. No cabe decir más en la patria de Zabala, Tragó, Malats, Vallejo y otros preclaros reyes y príncipes del teclado.

     Fehaciente, irrecusable prueba de estos asertos fue el estupendo concierto de anoche, que puede definirse como una perfectísima disertación sobre diversos y casi opuestos géneros,

     Podemos decir sin titubear que, exceptuada Wanda Landowska, a nadie hemos oído decir tan deliciosamente a Scarlatti y Mozart; es en la interpretación de esos autores donde se aquilata la bondad o valor del metal del artista, y es que no permite su música la ocultación de la indigencia expresiva con acrobatismos deslumbrantes y sugestionadores.

     No estuviera del todo mal que todo artista tocase al comienzo de un concierto música mozartiana como prueba de su presenta filiación pianística. ¡cuántos incursos en herejía musical serían relajados al brazo del olvido!

     Si admirable pareció a todos la dicción de estos autores, no menos gustó la portentosa ejecución de las grandes obras de Chopin, Brahms y Liszt, en las que se reveló como inagotable en riqueza de sorprendentes efectos.

     Entre las piezas que tocó en agradecimiento a los atronadores aplausos con que se manifestaba el entusiasmo de todo el teatro, estaba la Fantasía Islamey de Balakireff, lo que hizo que se escucharan ayer las tres piezas a cuáles más difíciles que se conozcan en los vastos dominios pianísticos: la sobredicha fantasía, las Variaciones sobre un tema de Paganini de Brahms y la Campanella de Liszt.   

     Difícil, dificilísimo, es la coexistencia de esas casi inabordables obras en un programa ¡Y cómo las tocó! En casi todos los pianistas se ve o se columbra a la lucha del intérprete con las dificultades de esas obras. No así cuando toca Iturbi, pues para él no las hay de ningún género, ni técnicas ni expresivas.

     Vertiginosas escalas en terceras, octavas glisadas, saltos estupendos, todo, en una palabra, se deja oír con limpieza pianolesca al impulso de sus habilísimos dedos. Y en cuanto a la expresión, es aún, si cabe, más extraordinario Iturbi.

     La gracia y pureza infantil de Mozart, la dulce y soñadora pasión de Chopin, el ímpetu y fuego de Liszt, la sobriedad profunda y elegante de Brahms, lo castizo de Granados, todo, todo surgía inconfundible a raudales, del hermoso Gaveau, como sublime canto a las más nobles y varias manifestaciones del corazón del hombre.

     Posee Iturbi personalidad o estilo muy propio, plasmado con sus maravillosas cualidades innatas por los sapientísimos consejos de Malats, sus profesores del conservatorio de París y la sin rival esclarecida clavecinista Wanda Landowska, y a nadie cede en mecanismo, y, a nuestro humilde parecer, aventaja a cuantos hemos escuchado en flexibilidad, en adaptabilidad a los más diversos y difíciles géneros». [10]

&

(1922) «La Filarmónica. Recital de piano. José Iturbi. Había que ver cómo estaba anoche el teatro principal. Expectación enorme; la sala brillantísima, deslumbrante; todas las localidades ocupadas, la Junta directiva satisfechísima. El éxito va en aumento de tal manera, que la Filarmónica burgalesa puede vanagloriarse, y con razón de ser una de las entidades artísticas de este género que figuran a la cabeza de las sociedades musicales que existen en España.

     Iturbi, el famosísimo pianista valenciano, era el encargado, en el concierto de anoche, de cautivar con su maravilloso arte a la afición burgalesa

     Las críticas laudatorias que de nuestro artista hacían los periódicos franceses, alemanes, españoles etc. Azuzaron más y con gran interés el deseo de oír al gran Iturbi.

     La impresión al escuchar a este fenomenal artista, no ha podido ser más profunda; el éxito de este coloso del piano ha sido enorme en Burgos,

    Bajo un silencio sepulcral, Iturbi, se sentó ante el magnífico Gaveau y dio comienzo a la primera parte del programa integrada por dos sonatinas delicadísimas de Scarlatti y la preciosa Sonata en la mayor de Mozart. El mecanismo que este artista del piano posee, es una maravilla.

     ¡Qué claridad en la ejecución! Aquellos trinos, aquellas escalas, arpegios, acordes, en fin, todo lo que el piano encierra, todas las dificultades técnicas que este instrumento reúne fueron vencidas con el empleo correctísimo que Iturbi hace de los pedales, y su autoridad, acaso no igualada por otros pianistas, corroborando de una manera definitiva, rotundamente, el prestigio de nuestro insigne artista, proclamado por ruidosos éxitos por todos los públicos que han tenido la dicha de oír al gran Iturbi.

     El auditorio, sugestionado ante tanta grandeza, ante aquel alarde de facultades, tributó al portentoso artista una ovación clamorosa al terminar la primera parte.

     En las Variaciones sobre un tema de Paganini, de Brahms, Iturbi realizó lo inconcebible; el artista estuvo colosal, todo cuanto se diga, resulta pálido ante la realidad. No es posible tocar de la manera tan excelente como Iturbi toca el piano.

     El artista fue aclamado con entusiasmo, con delirio.

     A continuación, ejecutó maravillosamente cuatro estudios del inmortal Chopin. Nueva ovación, innumerables salidas a escena, y de propina, nada…una tontería, la Rapsodia húngara, número 2.

     Iturbi llevó las obras de un modo tan asombroso, realizándolo todo con tan pasmosa facilidad, que el público electrizado, le tributó una de las ovaciones más formidables que en nuestro coliseo hemos presenciado. Y así toda la velada.

Faltaba la tercera parte, consagrada nada menos que a Liszt.

     En Juegos de agua en la Villa de Este, obra dificilísima, cuajada de inabordables escollos pianísticos, Iturbi hizo verdaderas maravillas. En Ronda de gnomos, hizo verdaderas diabluras.

     Aún faltaba la celebérrima Campanella, Iturbi se excedió a sí mismo. ¡Qué diafanidad! Aquellos trinos de cuarto y quinto dedos en la mano derecha, no hay quien los haga mejor.

     Ovación indescriptible, inenarrable y de propina una inspiradísima Danza del maestro Granados, dicha de un modo colosal, y como remate una enormidad de obra pianística, acaso de lo más difícil que se ha escrito para piano: Islamey, de Walakirew.

     En fin, al cronista se le han terminado los elogios; al público que asistió al concierto le toca añadir y completar todos los conceptos laudatorios, que crea necesarios,

Trémolo». [11]

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 (1924) «Anoche se presentó ante el público burgalés el pianista José Iturbi, es la cuarta vez que actúa en los conciertos de nuestra Filarmónica.

     El programa de la velada no podía ser más sugestivo.

     En la primera parte figuraba la Sonata en sol mayor (op. nº 2) de Beethoven.

     La técnica pianística que posee y el dominio de los secretos que el piano encierra, permiten a nuestro compatriota realizar con gran éxito las mayores dificultades que para el piano se han escrito.

     De Chopin oímos el precioso Vals en sol bemol, y la célebre Polonesa, en la bemol.

     Iturbi, especialmente en la Polonesa, derrochó todo el gusto que su gran corazón atesora.

     En la segunda parte del concierto, ejecutó primorosamente La caza, Hilandero y Rondó caprichoso de Mendelssohn. Todas estas obras fueron igualmente aplaudidas, y es natural que así ocurriese, porque Iturbi posee el secreto de desmenuzar escrupulosamente todos cuantos matices encierran las composiciones que tan estupendamente ejecuta.

     En Sueño de amor y en la Rapsodia (nº 11) de Litszt, Iturbi prodigó con facilidad asombrosa toda la gama de dificultades que las obras de Liszt encierran.

     Terminó el concierto con Gitanerías, del ya famosos compositor español Manuel Infante. Dicha obra es preciosa, muy inspirada y armonizada soberanamente.

     De Albéniz oímos Navarra, El Puerto y Triana.

     Fuera de programa nos dio el artista Campanella de Liszt.

     Iturbi puede estar satisfecho del público burgalés, que le ovacionó constantemente y con entusiasmo.

El teatro imponente.

Tremolo». [12]

NOTAS: [1] José Iturbi Báguena. Valencia 1885 – Los Ángeles, Estados Unidos 1980. [2]San Andrés de Palomar, Barcelona, 1872- Barcelona 1912.[3] Pontevedra 1892-1961[4 ] Diario de Burgos, 12 diciembre, 1912. [5]Diario de Burgos, lunes 24 noviembre 1913.[6]Diario de Burgos, miércoles 26 noviembre, 1913.[7]Periódico El Papa-Moscas, 30 noviembre 1913.[8] El Castellano, Burgos, miércoles, 26 noviembre, 1913. [ 9] Semanario Guasa viva, 30 noviembre, 1913. [10] El Castellano, 15 noviembre, 1922.[11] Diario de Burgos, 15 noviembre, 1922.[12] Diario de Burgos, viernes 18 enero, 1º24

DAVID PÉREZ SAÑUDO -Director de Cine-

David Pérez Sañudo es director, guionista y productor. Nació en Valle de Mena (Burgos) el 12 de abril de 1987. Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid, donde ahora también es profesor. Complementó su licenciatura en la Universitá Degli Studi Roma TRE y en el Middelbury College en Vermont, EEUU. Realizó su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid y en la Université Paris-Sorbonne, además de un Máster en Dirección Cinematográfica en ESCAC.

Su carrera cinematográfica comienza en 2011 con el corto Indirizzio, al que se sumaron Agur (2013), Malas vibraciones (2014), Artificial (2015), Tiempos muertos (2017), Aprieta pero raramente ahoga (2017), Ane (2018), Un coche cualquiera (2019); hasta llegar a dirigir la miniserie Alardea (2020) y su primer largometraje, basado y titulado como su anterior corto, Ane (2020); que recibió el Premio Irízar al Cine Vasco en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián en su edición 2020.

Su corto Un coche cualquiera es uno de los seleccionados para la 35ª Edición de los Premios Goya 2021. Es socio fundador de la productora Amania Films, con la que en 2023 dirigió por encargo de Promueve Burgos cuatro cortometrajes de promoción de la ciudad, dentro del proyecto Rodando Burgos.

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