MONASTERIO DE LAS HUELGAS REALES

EL MONASTERIO DE LAS HUELGAS REALES  fue fundado por los reyes don Alfonso y doña Leonor bajo la advocación y dedicada a Santa María, en 1180, y tuvo como finalidad la de servir de descanso o reposo («huelga») a los monarcas tanto en vida como tras la muerte, ya que se hicieron depositar en sus naves los sepulcros de ambos y de varios miembros de la familia regia, otra finalidad era la que fuera lugar de retiro espiritual de las damas de la alta sociedad y nobleza.

 No obstante hay otra teoría que señala que el edificio se alzó en una finca dedicada a la cría de animales no destinados al consumo o a la caza, es decir, a animales «de huelga», de ahí el nombre del monasterio.  Este conjunto, como en su findación hace 700 años, está compuesto de iglesia, monasterio y dependencias de clausura para monjas cistercienses.

 La mayoría de las edificaciones datan del siglo XIII aunque se conservan algunas capillas (la de Santiago, por ejemplo, mudéjar) y un hermoso claustro románico («las Claustrillas», por sus dimensiones más reducidas) del último tercio del siglo XII. Se accede desde un hermoso arco de piedra al patio interior que conduce al pórtico, donde se encuentra una bellísima portada gótica con las armas de Castilla y León en sus arquivoltas.

La Iglesia construida en el año 1219 es de estilo gótico. Tiene tres naves situándose en la central el coro de las monjas junto al Panteón de los Reyes, de amplia cabecera de cinco ábsides, y crucero. El crucero de la iglesia monacal (es de planta de cruz latina)  las reformas que en siglos posteriores se hicieron en la iglesia cambiaron la faz inicial, tapando con un muro los arcos de acceso a la nave para salvaguardar la clausura de las monjas cistercienses.

En la nave de la izquierda puede verse ver el sepulcro del primogénito de Alfonso X, el infante don Fernando de la Cerda (así llamado por la verruga pilosa que «adornaba» su cara o por tener un cabello espeso, duro y rizado), el único intacto tras los estragos y rapiñas de la invasión francesa de 1808 porque a su lado se encontraba la tumba de su hijo el infante Alfonso (también llamado «de la Cerda» por heredar el mote del padre, supongo) y los soldados franceses tumbaron la pesada tapa de piedra de ésta sobre la del padre, impidiendo así que fuese saqueado el sepulcro.

Este es el motivo por el cual se conservan perfectamente todos los maravillosos ropajes que vestía el infante don Fernando en el momento de su muerte, muy jovencico para nuestra época (20 años) y por causas naturales aunque repentinas, en el año 1275, expuestos en el Museo de Telas Medievales (vestiduras del infante, su anillo, su birrete, su espada, espuelas, talabarte y otra serie de objetos).

Además pueden verse otros muchos sepulcros como el del propio infante don Alfonso de la Cerda, el de Enrique I (hijo de Alfonso VIII, un jovencísimo rey de Castilla que murió tempranamente en 1217, a los 13 años, al caerle sobre la cabeza una teja y sufrir una trepanación que le llevó a la tumba -puede contemplarse una foto del cráneo agujereado-), el de la reina doña Leonor (esposa de nuestro Jaime I de Aragón e hija de Alfonso X de Castilla, muerta en 1244) y una docena más.

En la nave central, con los arcos perpiaños que la flanquean también cegados en el siglo XVI, pueden contemplarse las bellísimas tumbas del rey Alfonso y la reina doña Leonor (muertos ambos en 1214), la primera de ellas con las armas de Castilla y la segunda con los leopardos coronados de la Casa de Plantagenet inglesa (Leonor era hermana del mítico Ricardo Corazón de León).

También existen otros sepulcros exquisitamente decorados, como el de doña Berenguela (hija de Alfonso VIII) y el de Blanca de Portugal (hija de Alfonso III de Portugal y nieta de Alfonso X «el Sabio» de Castilla, que no fue reina pero sí señora de las Huelgas Reales). Y las paredes, cubiertas con hermosos  «reposteros», que se diferencian de los tapices en que en éstos las figuras están cosidas sobre el fondo del tapiz.

 
El Claustro principal, llamado «de San Fernando» porque  lo mandó construir este rey entre 1240 y 1260 contiene la impresionante Sala Capitular, de dimensiones colosales y todavía hoy utilizada por las monjas en ocasiones especiales.
 En esta sala capitular, cubierta con bóvedas de crucería, estaba en tiempos el llamado «Pendón de las Navas», al parecer una parte de la tienda o pabellón usado por el Miramamolín (deformación castellana del título Amir al-Mu’minin o «Príncipe de los Creyentes») Muhammad al-Nasir en la batalla de las Navas de Tolosa, que hoy puede contemplarse en el Museo de Telas Medievales.
 
El claustro, está cubierto con bóvedas apuntadas y decoradas con ornamentación calada de estilo mudéjar, con inscripciones árabes del tipo «Alá es el más grande» (Allah u-aqbar)… Lo cual no deja de ser paradójico. Los arcos del claustro fueron también tapiados en el siglo XVI.

Posteriormente se accede a las Claustrillas o primer núcleo monástico de la Comunidad, de estilo románico. Ya para terminar, después de visitar la capilla de Santiago (donde una talla de madera articulada del santo era utilizada para dar el espaldarazo de caballero a los reyes de Castilla, ya que sólo Dios o el propio Santiago podían hacerlo), continúa el monasterio por el Museo de Telas Medievales, instalado en la cilla o despensa del monasterio (pueden verse las tolvas desde las que se introducía el grano en los almacenes del monasterio), donde pueden verse las ropas del infante de la Cerda, las de su hijo Alfonso, las del rey Enrique (fallecido al caerle la teja) y las de la reina doña Leonor.

La sala alberga telas de  700 años: el pendón de Las Navas, el pellote de Fernando, el de Leonor, la crespina del infante don Alfonso, la saya encordada de la reina (de casi dos metros, lo cual se debe a que en la época los trajes arrastraban por el suelo y era preciso recogérselos para andar, señal de la condición noble del portador, cuyas manos se ocupaban únicamente de recogerse las ropas), la del infante, las capas, los cinturones extraordinariamente bordados con las armas de Castilla y León, la espada y el anillo del infante don Fernando.

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2 Respuestas a “MONASTERIO DE LAS HUELGAS REALES

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  2. Bajo palio
    Por GIULIANA DI FEBO

    Durante su dictadura Franco fue el centro de ceremonias y ritos destinados a subrayar su condición de enviado de la Providencia. El modelo ritual fue inaugurado en diciembre de 1937 con motivo de la jura en Burgos del I Consejo Nacional de Falange. La ceremonia se desarrolló en el monasterio de Santa María de las Huelgas. Fue un rito de fundación del Nuevo Estado nacionalcatólico y de celebración de Franco como “Caudillo supremo”. Las fuerzas del Ejército desplegadas en vistosa parada, la Falange llegada de los frentes de combate, el paso de las tropas marroquíes y la escolta mora. Franco entraba en la iglesia para oír misa mientras el órgano tocaba el Te Deum laudamus. Ya en la sala Capitular, sentado en un trono con dosel de damasco rojo, después de haber jurado sobre los Evangelios ante el cardenal Gomá su fidelidad a España y a Falange, asistió al desfile y a la jura de los consejeros. La ceremonia ilustraba la sacralidad del pacto entre Franco y una jerarquía eclesiástica garante de la reciprocidad del vínculo entre las instituciones del régimen. Era la primera etapa de un proceso que culminó en la ceremonia de la ofrenda de la espada de la Victoria en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid en 1939. El “generalísimo” se dirigía hacia la iglesia saludado por blancas palmas que añadían a la escena un toque bíblico. Se acercaba al altar caminando bajo palio, una modalidad litúrgica reservada a los reyes, a los obispos y al Santísimo Sacramento. Después de una solemne ceremonia evocadora de ritos medievales, depositaba su espada gloriosa. La Ofrenda concluyó con la bendición de Gomá y un abrazo entre los dos. Salvas de artillería y repiques de campana festejaron la aparición en la plaza de un “generalísimo” que “no pudo contener el llanto”, pero ya consagrado “Caudillo por la gracia de Dios”.

    Giuliana Di Febo, catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Roma. Autora de Ritos de guerra y de victoria en la España franquista.

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