ANTONIO JOSÉ. MUERTE EN LA MADRUGADA. -Por Francisco Blanco-

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Durante varios siglos, antes de que las manifestaciones del sublime arte musical se encauzaran a través de conservatorios, orquestas, coros y corales, orfeones, bandas, etc. en Burgos y provincia la música polifónica era práctica casi exclusiva de los templos que poseían órganos, destacando los de la Catedral y las iglesias de San Lorenzo, San Gil y San Lesmes. De los pueblos, tal vez el más famoso era el de la Colegiata de San Cosme y San Damían en Covarrubias.

Esta música sacra se desarrollaba principalemte a través de la figura del “Maestro de Capilla”, que pertenecía al cabildo catedralicio, a cuyo cargo estaban los “Niños cantores”, que con sus voces daban realce a las grandes solemnidades religiosas.

Finalizando el siglo XIX el ambiente musical burgalés estaba presidido por la Academia de Música del maestro Nicolás Quesada pero, a nivel popular, las bandas de música de los Regimientos “La Lealtad” y “San Marcial”, durante las tardes estivales de los meses de junio, julio y agosto, deleitaban a los burgaleses con sus interpretaciones desde el viejo templete del Paseo del Espolón. También existía la coral de Santa Cecilia y, en 1893, el panorama musical burgalés se completa con la creación del Orfeón Burgalés, por iniciativa del Círculo Católico de Obreros, que también contó con el apoyo del Ayuntamiento y la Diputación. Precisamente su primer director fue el maestro José Garay, que también era el director de la banda del Regimiento Lealtad. En 1894 le sucedió el maestro burgalés José Joaquín Arteta, que lo consolidará y dirigirá hasta que en 1929 tome la batuta el joven compositor Antonio José Martínez Palacios.

Antonio José nació en Burgos el 12 de diciembre de 1902 y era hijo de un modesto matrimonio de jornaleros. Su padre, Rafael Martínez, confitero de oficio, estaba afiliado al Círculo Católico de Obreros, que precisamente aquel mismo año de 1902 había trasladado su sede a la calle de la Concepción, donde aún permanece. Tal vez gracias a la obra social que desarrollaba este sindicato católico, dirigido por jesuítas, el joven Antonio José pudo desarrollar sus extraordinarias dotes musicales, claramente manifestadas desde los cinco años, por lo que a los siete años empezó a tomar clase de música en la iglesia de San Lorenzo, por entonces de los jesuitas, con el maestro de Capilla, Julián García Blanco y el jesuita P. José María Beobide. Una de sus primeras fuentes de estudio es muy posible que fuera la obra del padre Federico Olmeda, profundo conocedor del folklore burgalés, que había sido organista de la Catedral y profesor del Orfeón hasta el año 1907, en que marchó a Madrid, donde murió dos años después. En cualquier caso, la precocidad musical de Antonio José produce, en 1915, su primera obra, “Cazadores de Chiclana de la Frontera”. Tan solo tenía 15 años de edad.

Por entonces, Burgos contaba ya con otra institución musical, la Filarmónica burgalesa, creada en noviembre de 1910 gracias a la iniciativa de un grupo de ilustrados burgaleses, amantes de la buena música, entre los que se encontraban D. Ramón Esquivias, que era el Presidente; el arquitecto D. Elías Ortiz de la Torre; los hermanos D. Manuel y D. Bonifacio Gil Baños; el profesor de Matemáticas D. Modesto Díez del Corral, que ejercía las funciones de secretario; como asesores artísticos actuaban el destacado pintor burgalés D. Luís Gallardo y el ya citado director del Orfeón D. José Joaquín Arteta. El 13 de diciembre de 1910 la Filarmónica daba su primer concierto en el Teatro Principal, con la intervención del violinista español Antonio Fernández Bordas y el pianista inglés Harold Baür.

Paso a paso y un año detrás de otro, la Filarmónica burgalesa, que no recibía ningún tipo de sbvención ni ayuda económica, financiándose exclusivamente con las cuotas de los señores socios y la taquilla de sus conciertos, ofreció a los burgaleses brillantes jornadas musicales que llenaban el Teatro Principal y, en algunas ocasiones el Salón de Recreo, de un selecto auditorio en el que destacaba la elegancia de muchas encopetadas señoras. En su larga andadura, de cerca de 25 años, llegó a organizar 244 conciertos, en los que se ofrecieron recitales de toda clase de música, interpretada por los más afamados artistas del momento, tanto españoles como extranjeros. (1)

Por las Navidades de 1920, a despecho del implacable invierno burgalés, en el mediodía del 26 de diciembre el popular Paseo del Espolón estaba rebosante de un público de toda clase, ansioso por escuchar el concierto que iba a ofrecer la popular banda militar del Regimiento de San Marcial, que por entonces dirigía el maestro D. Benito Hernández de la Cruz. El concierto finalizó con la interpretación de la obra “Danza de concierto”, una composición de un joven músico burgalés, que acababa de cumplir los 18 años, al que ya se le empezaba a conocer con el nombre de Antonio José. Después de escuchar con respetuosa atención todas las partes de la obra, la nutrida asistencia premió con una entisiasmada ovación la calidad de una música que oía por primera vez. Mientras se retiraban hacia sus hogares, en busca de la comida del mediodía, el nombre de Antonio José corría de boca en boca.

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Para la mayoría de sus maestros, así como para los críticos y entendidos musicales de la ciudad, el talento del joven músico necesitaba horizontes más amplios para seguir desarrollándose en busca de una plenitud que prometía ser espléndida. Todos le alentaban a trasladarse a Madrid para seguir allí ampliando sus estudios y perfeccionando su técnica musical. La solución llegó a través de un documento que el propio Conservatorio de Música de Madrid hizo llegar a la Diputación de Burgos, constatando las enormes cualidades del joven compositor y la gran importancia que tenía la continuidad de su formación: “Certificamos que después de haber examinado diversas composiciones de D. Antonio José Martínez, haber hallado en ellas reflejadas cualidades artísticas tan sobresalientes como poco comunes, anuncio cierto de un temperamento vigoroso, que solo necesita para su pleno desarrollo adecuado ambiente y ardua labor”.(2)

Entre los miembros del Conservatorio firmantes de este, que se podría llamar, certificado de calidad, figuraba otro ilustre músico burgalés, de ya consolidado renombre por entonces: estamos hablando de D. Rafael Calleja Gómez, autor de varias conocidas zarzuelas, así como del “Himno a Burgos” y del “Himno a Briviesca”, quien ya llevaba varios años aposentado en Madrid, pero que seguía manteniendo vivo y activo su amor por la tierra que le vio nacer. (3)

A la vista de tan elogioso informe, la Diputación decidió conceder una beca al joven y prometedor músico para que continuase sus estudios en la capital madrileña, por lo que éste no tardó en presentarse en Madrid para continuar con su prometedora carrera musical, quedando sorprendido al encontrarse con un ambiente musical en plena exaltación renovadora.

El Madrid cultural y artístico de los años veinte del pasado siglo estaba dominado por la llamada “Generación del 27”, también conocida como la “Generación de Plata”, cuajada de jóvenes valores nacidos en las postrimerías del XIX y los primeros años del XX, que formaban una vanguardia de artistas que estaban transformando rápidamente el plomizo paisaje que ofrecía la deprimida cultura española. La Música y los músicos también se integraron muy pronto en esta corriente vanguardista y transformadora, colaborando en numerosas ocasiones con los poetas, los novelistas, los periodistas, los intelectuales y los artistas que la encabezaban, agrupados en torno a la Institución Libre de Enseñanza, la Residencia de Estudiantes y la “Revista de Ocidente” del filósofo José Ortega y Gasset, que era su principal tribuna.

La Sociedad Nacional de Música, la señera figura de Manuel de Falla y su “Amor Brujo” y el eminente crítico musical Adolfo de Salazar, director de la “Revista Musical Hispanoamericana”, de la que era editora la Unión Musical Española, marcan las pautas, desde 1915, de este renacimiento de la música española en todos sus géneros, que trata de conjugar lo clásico con lo moderno, pero siempre en clave vanguardista o, dicho en palabras del propio Salazar, “aventando el brasero musical español hasta convertirlo, a ser posible, en una hoguera de entusiasmo”.  

No tardó mucho tiempo el joven Antonio José, no solo en integrarse en este nuevo ambiente, tan diferente y tan lejano del que había vivido en Burgos, sino dando muy pronto a conocer su talento musical con su recién compuesta “Sonata Castellana”, una obra para piano que fue muy elogiada. Poco después consigue su primer premio en un concurso, con su obra “Poemas de juventud”, consolidándose rápidamente como una de las grandes promesas de la música popular española, al tiempo que empezaba a granjearse la admiración y la simpatía de aquella “Generación de músicos de la República”, en la que acababa de entrar con paso firme.

Mantuvo, igualmente, una cordial relación artística y personal con muchas de las figuras más destacadas de la vida artística, cultural y también social de aquellos años febriles, previos a la desaparición de la monarquía borbónica de la escena política española. Dentro del mundo musical, se relacionó principalmente con el llamado “Grupo de Madrid”, al que pertenecía otro burgalés, su paisano el guitarrista Regino Sainz de la Maza, seis años mayor que él, que no fueron obstáculo para que entre ellos se consolidara una buena amistad y una fructífera relación profesional, que dio como fruto dos composiciones para guitarra, “Romancillo infantil” y “Sonata”, que el compositor escribió para el genial guitarrista. Regino Sainz de la Maza, además de un extraordinario guitarrista, era por entonces un espíritu políticamente inquieto, amigo y discípulo de Falla, que mantenía también buenas relaciones con algunos de los intelectuales comprometidos con las nuevas doctrinas socialistas, difundidas por el PSOE de Pablo Iglesias, del que, en ese mismo año de 1921, nacería el Partido Comunista de España, de carácter más revolucionario, que postulaba los avances sociales conseguidos en la Unión Soviética y buscaba la acción política conjunta de intelectuales y obreros.

El mismo Antonio Machado, republicano convencido, reconoció su importancia: “Moscú es hoy el foco activo de la historia. La Rusia actual, la gran República de los Soviets, va ganando de día a día la simpatía y el amor de los pueblos, porque toda ella está consagrada a mejorar la condición humana”. La Dictadura de Primo de Rivera puso fin a todas aquellas tentativas y manifestaciones de la nueva izquierda política, pero el 11 de febrero de 1933, con la II República ya instalada en España, un numeroso grupo de escritores, catedráticos, artistas, intelectuales, científicos y toda clase de profesionales, entre los que se encuentran los hermanos Machado, Pío y Ricardo Baroja, el doctor Marañón, Jacinto Benavente, Concha Espina, Jiménez de Asúa, Federico García Lorca, Victorio Macho, Sender, Valle-Inclán y otros muchos, incluido el propio Regino Sainz de la Maza, crean la “Asociación de Amigos de la Unión Soviética”, precisamente para contrarrestar la campaña de desprestigio emprendida por la derecha para calumniar y condenar abiertamente los logros socialistas, dejando patente la realidad de la transformación económica y social llevada a cabo por dicho país, la más formidable realizada hasta la fecha en todo el mundo en un plazo tan corto de tiempo.

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Otros músicos del “Grupo de Madrid” con los que se relacionó, fueron los hermanos Ernesto y Rodolfo Halfter, discípulos preferidos de Falla, junto con la pianista Rosa García Ascot, que acabó casada con el músico gallego Jesús Bal y Gay, autor del “Cancionero Gallego”, que había vivido varios años en la Residencia de Estudiantes; Joaquín Rodrigo, que en 1939 escribiría, para su también amigo Regino Sainz de la Maza, el famoso “Concierto de Aranjuez”, cuyo estreno tuvo lugar en el Palau de Música de Barcelona, el 9 de noviembre de 1941, actuando el guitarrista burgalés como solista; Fernando Remacha, ganador por tres veces del Premio Nacional de Música; Salvador Bacarisse, que fue director artístico de Unión Radio y formó parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, comprometido políticamente con la República, por lo que en 1939 tuvo que exilarse a Francia; Gustavo Pittaluga, hijo del famoso hematólogo Gustavo Pittaluga Fattorini, discípulo de Oscar Esplá y también de Manuel de Falla, fue otro de los que por razones políticas tuvo que exilarse a México al finalizar la Guerra Civil, colaborando allí con Luis Buñuel-otro exilado-en la composición de la banda sonora de alguna de sus películas; Julián Bautista, estudiante del Conservatorio de Música de Madrid, en el que obtuvo varios premios de composición, fue otro de los que tuvo que elegir el camino del exilio, acabando instalándose en Argentina, entre sus muchas obras cabe mencionar la coral “Mío Cid”. También conoció a Pablo Solozábal, que por entonces tocaba en la Orquesta Filarmónica madrileña y alguno de los miembros del llamado “Grupo de Artistas Catalanes Independientes”, como Roberto Gerhard, Baltasar Samper, Manuel Blancafort, Ricardo Lamote de Grignon, Eduardo Toldrá y Federico Mompou.

En 1925 Antonio José se traslada a Málaga, donde ejerce como profesor en el Colegio San Estanislao de Kotska, un colegio de élite dirigido por los jesuitas, en el que habían estudiado algunos importantes miembros de la “Generación del 27”, como José Ortega y Gasset, Manuel Altolaguirre y José Moreno Villa. Durante su estancia en Málaga concluye su “Danza de bufones”, que había empezado en Madrid y continua con sus “Danzas burgalesas”, concluyendo su “Danza burgalesa nº 4” e iniciando la composición de la que sería su primera ópera, “El mozo de mulas”, basada en uno de los episodios del Quijote. También, durante los veranos de 1925 y 1926, viaja a Paris para completar estudios, becado por el Ayuntamiento de Burgos.

En 1929 abandona Málaga para regresar definitivamente a Burgos, donde se hace cargo de la dirección del Orfeón Burgalés y también de la Escuela Municipal de Música, pero continuando igualmente con su incesante actividad creadora, no solo como compositor, sino dando conferencias, publicando artículos, dirigiendo conciertos y rebuscando e investigando en el folklore popular burgalés, tal como hiciera su admirado P. Olmeda, contando en esta última actividad con la cooperación de uno de sus discípulos más destacados, un inquieto burgalés llamado Justo del Río, aficionado al ciclismo y la motocicleta, que había participado en la fundación del Club Ciclista Burgalés y, por entonces, se estaba iniciando musicalmente en el Orfeón Burgalés, en el que actuaba como barítono. El resultado de estas investigaciones fue la aparición de la “Colección de cantos populares burgaleses”, que en 1932 sería galardonada con el Premio Nacional de Música Folklórica. El propio compositor expresó con estas palabras su opinión sobre nuestro folklore: “Es una necesaria obligación nuestra el conseguir que nuestra canción popular sea conocida en España. ¿No sienten ustedes un poquito de envidia cuando los vascos, los gallegos, los catalanes, los valencianos, los andaluces cantan su música y la elogian por encima de todas las demás? ¿Qué hacemos nosotros cuando nos niegan la existencia indiscutible de nuestros hermosos cantos? Hasta hemos dudado de nuestro espíritu lírico, y cuando nos han dicho que Castilla no canta por no tener qué, nada hemos hecho para demostrar lo contrario. Castilla nunca fue muda, como ninguna región de España lo es. Castilla tiene su música característica y propia. Las canciones populares burgalesas no deben nada a nadie, y si alguno discute a ustedes esta verdad, afirmen rotundamente que de estas cosas no entiende una palabra”.

A esta fértil etapa burgalesa también se debe la música y la letra del “Himno a Castilla”, cuya primera interpretación en público corrió a cargo del Orfeón Burgalés, dirigido por el mismo Antonio José, en un concierto que tuvo lugar en la Plaza Mayor de la vecina ciudad de Palencia con motivo del Homenaje a Castilla, celebrado en dicha ciudad durante el mes de junio de 1930, con una gran asistencia de público que escuchó la interpretación con un solemne y respetuoso silencio, para premiarla finalmente con una prolongada ovación. La letra del himno, que todavía se sigue interpretando, es la siguiente:

MADRE CASTILLA

“Gloria y Honor eterno a Ti sin par Matrona la gratitud pregona gloria y honor a Tí.

Madre Castilla, guíanos Tú, será éste siempre nuestro grito.

Y Tú has de ser la luz que al mundo inunde de amor y paz.

Castilla incomparable, Tú diste a España reyes, de tu virtud las leyes copiar al mundo vimos.

Fuiste heraldo de la Fe, fuiste Madre y Reina sin igual del valor de tu sacro solio al pie con el alma damos nuestro amor.

Gloria y Honor eterno a Ti sin par Matrona la gratitud pregona gloria y honor a Ti”.

De 1933 es su “Sonata para guitarra”, considerada una de las mejores obras para guitarra compuestas en el pasado siglo; también sigue trabajando en su ópera “El mozo de mulas”, que está a punto de concluir; como primicia, en 1934 la Orquesta Sinfónica de Madrid ofreció dos fragmentos de la misma: “Preludio” y “Danza Popular”, que fueron acogidos con grandes aplausos por parte del auditorio. También en este año es nombrado miembro correspondiente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

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En abril de 1936 España atraviesa por una grave situación política, con convulsos enfrentamientos ideológicos, que en demasiadas ocasiones se resuelven recurriendo a la violencia, defendida incluso desde el Parlamento por los grupos más extremistas, sin que el Gobierno acierte a encontrar las medidas para recuperar la normalidad.

En este ambiente tan poco propicio al desarrollo de la cultura musical, se celebra en Barcelona un Congreso organizado por la Sociedad Internacional de Musicología, al que es invitado el músico burgalés, en el que presentó una brillante ponencia bajo el título de “La canción popular burgalesa”, que fue acogida con grandes elogios por los eminentes musicólogos allí asistentes, lo que contribuyó a aumentar el gran prestigio internacional con que ya contaba Antonio José. La prensa de Burgos se hizo eco de este nuevo triunfo del joven compositor burgalés, cuya fama trascendía ya nuestras fronteras. El Diario de Burgos del 8 de mayo de 1936 da la noticia del evento: “….el éxito del maestro Antonio José en el II Congreso Internacional de Musicología celebrado en Barcelona, obliga al público testimonio de admiración a la obra de Antonio José, auténtico valor burgalés del momento presente.”.

En el mismo artículo se lanzaba la idea de organizar, entre los amigos y admiradores del músico, una comida de homenaje a su figura y a su obra. Este homenaje, lamentablemente, nunca se llegó a realizar. La violencia, que tanta presencia había tomado en el día a día de la vida de los españoles, desembocó en una rebelión militar que dividió España en dos bandos, provocando una larga guerra, cruel y fratricida. En Burgos la rebelión militar triunfó con suma facilidad y grupos descontrolados de falangistas, requetés y legionarios del Dr. Albiñana se apoderaron de las calles de la ciudad, imponiendo la ley del terror y emprendiendo una dura represión contra cualquier ciudadano o ciudadana sospechosos simplemente de simpatizar con la República. Muchos inocentes fueron sacados de sus casas, detenidos, maltratados o fusilados de forma totalmente arbitraria, especialmente durante los primeros días que siguieron al triunfo de los militares rebeldes. El día 7 de agosto Antonio José y su hermano Julio (4), cuatro años mayor y maestro de profesión, fueron detenidos y encarcelados en el Penal de Burgos.

Antonio José nunca estuvo afiliado a ningún partido político ni sindicato. El mismo se define apolítico: “Confieso sinceramente que de política no entiendo una palabra, sin embargo no puede sernos indiferente el descontento que sentimos ante este estilo de vida política”. Su compromiso personal y profesional lo tuvo siempre con la cultura y la música populares, lo que le llevó a participar en alguna de las actividades de la Casa del Pueblo, en la que puso en marcha un coro formado por obreros y campesinos, pero también participó activamente en las del Ateneo de Burgos, creado en 1924 por un grupo de intelectuales burgaleses con el objetivo de promocionar la cultura entre los ciudadanos; igualmente era un asiduo asistente a la Tertulia “El Ciprés”, que su amigo Eduardo Ontañón organizaba cada jueves en el Café Candelas de la Plaza Mayor, una tribuna de opinión y pensamiento libre, a la que acudían tertulianos de todas las ideologías, incluidos el Jefe local de Falange y algunos destacados monárquicos y requetés. También publica algunas colaboraciones en la revista progresista “Burgos Gráfico”, dirigida también por su amigo Ontañón. En el terreno de las relaciones personales, su carácter afable y abierto era más propicio a hacer amistades que a crearse enemigos, y en el círculo en que se movía mantenía cordiales relaciones con personas tanto de derechas como de izquierdas. Las razones de esta, a todas luces, injusta detención, hay que buscarlas en el odio desatado por el fascismo y el nacional catolicismo contra todo lo que oliera a progreso, a libertad y a cambio, siendo su primordial objetivo la eliminación física de todas las figuras que hubieran defendido dichos postulados. La envidia, el odio y la venganza estuvieron presentes en aquella vergonzosa detención.

A pesar de la movilización que a su favor hicieron sus muchos admiradores y amigos, incluidas algunas personalidades del Nuevo Régimen, la suerte de Antonio José estaba echada. En el Penal de Burgos, cada madrugada sacaban de sus celdas grupos de presos que ya no regresaban. Su destino era el pelotón de fusilamiento y la zanja.

En la saca de la madrugada del 9 de octubre figuraba el nombre de Antonio José Martínez Palacios. En un descampado de la cercana localidad de Estepar, al pie de una zanja previamente cavada, fue fusilado junto con otros 23 presos, entre los que figuraba su amigo Antonio Pardo Casas, director de la revista “Burgos Gráfico”. El crimen estaba consumado.

La noticia del fusilamiento de Antonio José fue silenciada premeditadamente por la prensa de Burgos, totalmente controlada por la Junta Militar que había tomado el poder. Si que aparece, varios días después, en la prensa de la tarde de Bilbao del día 25 de octubre: “Se sabe que los facciosos han fusilado en Burgos al destacado músico Antonio José Martínez Palacios, organizador del Orfeón burgalés y autor de varias obras musicales. Parece que el motivo de haber sido fusilado ha sido el pertenecer al Partido Socialista. El hecho ha tenido plena confirmación y se sabe que han sido inútiles los esfuerzos hechos por el jesuita P. Beovides, profesor de Antonio José, quien en los últimos tiempos, admirado del talento de su alumno, llamábase discípulo suyo en lugar de maestro”.

El fusilamiento de Antonio José no ha tenido tanta repercusión posterior como el asesinato de García Lorca el 18 de agosto del 39. Sin embargo, ambos fueron coetáneos, se conocieron y estuvieron defendiendo la misma trinchera del arte y la cultura populares. Fueron grandes promesas de su generación y las causas de su muerte fueron las mismas: la intolerancia, la envidia, el odio y la venganza. Lorca y sus compañeros literatos y poetas de la “Generación del 27” han sido estudiados y valorados a fondo por las generaciones posteriores. No se puede decir lo mismo de los músicos de la llamada “Generación de la República”, a la que por derecho propio pertenece Antonio José. Su ingente obra, sobre la que el eminente musicólogo Rafael Salazar decía que “No es fácil todavía darse cuenta del paso formidable que la música española acaba de dar”, todavía permanece en gran parte dispersa, desconocida y poco valorada.

Con motivo del centenario del nacimiento de nuestro músico, en el año 2002 el Ayuntamiento de Burgos organiza la Exposición “Burgos 1902-1936, Antonio José y su época”, que ha servido para reavivar su memoria y dar a conocer a los burgaleses la extraordinaria obra musical y la trayectoria vital de un hombre que destacó por sus grandes dotes artísticas y humanas, además de su profundo amor por Burgos, a cuya mayor gloria ha contribuido con el valioso legado de su espléndida obra musical. La iniciativa del Ayuntamiento es digna de elogios, pero sería imperdonable no seguir conservando, divulgando y valorando su memoria.

NOTAS  

  • De las “Memorias de una burgalesa” de Mª Cruz Ebro
  • Diario de Burgos, 26 de enero de 1921
  • Rafael Calleja Gómez (Burgos, 21-10-1870, Madrid, 12-2-1938), su intensa actividad musical la desarrolló en Madrid, siendo el autor de más de 300 obras, también fue director del Teatro Real y del Teatro de la Zarzuela. Fue cofundador de la Sociedad de Autores.
  • Julio Martínez Palacios era maestro de Pradoluengo, también estaba afiliado a la UGT y había hecho alguna colaboración perodística para el Diario de Burgos. Fue fusilado unos días después que su hermano, el 12 de octubre.

Paco Blanco

Barcelona, diciembre 2014

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5 Respuestas a “ANTONIO JOSÉ. MUERTE EN LA MADRUGADA. -Por Francisco Blanco-

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  2. Jesús M. Serrano

    Se le mató de varias formas una de ellas fue borrande su figura, su música, que teniendo raices populares en mucha ocasones, tendría que ser más querida y respetada: Entre mis amistades es desconocido totalmente y a mi me llegó gracias al director de mi coro. Me parece una obligación moral, cultural y de justicia desescombrar su memoria en Burgos, en España y en tldo el Mundo de la Cultura. De sus matadores, habrá quien los defienda, cada cual saque consecuencias desapasionadas. .

  3. Mariano pedrero lopez

    Horrible desgracia musical ,cultural y humana.
    Vamos una autentica tragedia.
    Esperemos cosas así no vuelvan a suceder nunca mas.

  4. Buena recopilación, aunque creo que se puede incluir a un gran músico que aunque no era burgalés de nacimiento sí se crió en Medina de Pomar, y fue Carmelo Alonso Bernaola.

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